
Siempre me han gustado los grupos que deciden cambiar de rumbo con cada disco que editan. Incluso aunque la dirección escogida es errónea y el experimento no termina de funcionar del todo. Porque, al menos, se han arriesgado y han tratado de que su música vaya más allá. Y en esto es un experto Ruban Nielson, el hombre que se esconde tras el nombre de Unknown Mortal Orchestra. Y es que, si en su anterior álbum le dio por irse hacia un rock algo sucio que le sirvió para hacer canciones que hablaban de sexo y comida -según él, los dos mayores placeres del mundo-, en su nuevo trabajo recupera ese lado más funk con el que contaba su ‘Multi-Love’. Además, cambia la temática, y aquí nos deja una colección de canciones que, principalmente, hablan de la familia.
Este cambio que presenta ‘V’ es debido a una mudanza del propio Nielson. El de Nueva Zelanda vive ahora en Palm Springs, y parece que la soleada California ha sido la gran influencia de este disco. El álbum está lleno de ritmos funk, órganos que suenan a otras épocas, y un cierto toque retro que, irremediablemente, nos lleva a los setenta. Porque, y eso sí es cierto, no pierde parte de esa psicodelia que siempre ha caracterizado su música. Además, ese cambio de residencia también ha servido de influencia a la hora de crear las letras, ya que, el estar a miles de kilómetros de su familia, le ha servido para darse cuenta de lo mucho que la necesitaba. De hecho, al final, su hermano Kody termino volando a California para ayudarle con las grabaciones. Incluso tenemos a su padre tocando el saxo y la flauta en parte del disco.
Estamos ante un disco curioso en el que su sonido, que es un tanto lo-fi, le da un punto de lo más interesante a sus canciones. Unos temas que, por cierto, son de lo más pop, y nos muestran a unos Unknown Mortal Orchestra con ganas de disfrutar de un buen estribillo, un ritmo para lanzarse a la pista de baile y una melodía con la que dejarse llevar. Ahí tenemos la extensa y acelerada “The Garden”, que abre el álbum de la forma más esplendorosa posible. O esa juguetona “Meshuggah” llena de guitarras funk que se fusionan con una voz de lo más sucia. Y si nos vamos a “That Life” y “Weekend Run”, nos encontramos con dos singles perfectos para vender un disco. Además, no me puedo olvidar de esa deliciosa y delicada “Layla”, la cual está dedicada a su madre.
Una de las cosas buenas de este disco, es que no necesita hacerse con un ritmo bailable y con un estribillo más pop para que sus canciones funcionen. Cuando baja el ritmo es capaz de entregar cosas tan bonitas como “Guilty Pleasures” o “In The Rear View”. Además, ha conseguido que los temas instrumentales, que son unos cuantos, no lastren el álbum. De hecho, hay un par que son de lo mejorcito. El primero es ese “The Widow” que te transporta directamente a los años que precedieron a la música disco. Y luego tenemos ese pequeño bucle psicodélico llamado “Shin Ramyun”, que tengo que reconocer que me va bastante. Eso sí, en su tramo final, el disco flojea y nos deja tres canciones que casi se las podría haber ahorrado. Si lo hubiera hecho, estaríamos ante un trabajo más redondo.
7,8
MD
RG
MG