
Me he estado planteando escribir algo sobre Tina Turner que, como todos sabréis, falleció ayer a los 83 años. Pero lo cierto es que no podría añadir mucho más a lo que se ha dicho ya. Además, no soy muy de obituarios, así que sigo con mi plan inicial para hoy. Y ese plan es comentar el nuevo trabajo de Mega Bog. El proyecto de la norteamericana Erin Elizabeth Birgy no es muy conocido para el gran púbico, pero ya lleva más de una década en activo y va por su séptimo álbum. Además, ha escrito un libro recientemente y, como dato curioso, apareció en un capitulo de la serie Vinyl interpretando a Moe Tucker, la batería de The Velvet Underground. Así que ya tocaba hablar de ella de una vez.
La música de Mega Bog siempre ha venido acompañada de etiquetas como “pop experimental” o “art rock”. Y lo cierto es que, hasta ahora, encajaban bastante bien con sus canciones, pero eso ha cambiado con su último trabajo. Aunque solo en parte. ‘End Of Everything’ es un disco en el que Mega Bog ha cambiado su forma de componer, ya que ha pasado de trabajar con la guitarra a escribir canciones con el piano y los sintetizadores. De ahí que contenga algunas de las canciones más directas de su carrera. Además, en la producción está involucrado James Krivchenia (batería de Big Thief), que sabe muy bien lo que se hace. Pero ojo, que tampoco olvida su faceta más experimental.
El disco se abre con ese lado más pop y accesible. Y tengo que decir que se le sienta de maravilla. Ha pillado un rollo sintético muy ochentas, pero también algo oscuro y teatral, lo que hace que su propuesta resulte de lo más interesante. Solo hay que escuchar una canción como “Cactus People”, con ese ritmo bailongo y ese teclado que, poco a poco, se va comiendo la guitarra. O el poso algo disco que tiene “The Clown”, con todas esas cuerdas que entran en su estribillo. Además de la efusividad dance que nos muestra en “Love Is”, y el lado más rock que se deja ver en “Don’t Doom Me, Now”. Una canción que, por cierto, me ha recordado a Toyah, esa artista que se comió las listas británicas a principio de los ochenta. ¿Os acordáis de ella?
La cosa cambia por completo en lo que podríamos calificar como la segunda cara del disco. El lado más experimental gana protagonismo y se olvida de esa faceta mucho más pop que encontramos en las primeras canciones. Y, aunque prefiero ese lado más directo, sí puedo decir que hay cosas de este mundo que me parecen interesantes. Como el derroche de épica e intensidad que aparece al final de “All and Everything”. O esos guitarrazos casi heavys que se fusionan con una suave caja de ritmos en “Complete Book of Roses”. Además, cierra bien el álbum con “End of Everything”, todo un baladón al piano, en el que, de vez en cuando, aparece un arrebato sintético de lo más cinematográfico.
7,7
MD
RG
MG