Motorama – Sleep, and I Will Sing

Llevo toda la semana tratando de poner por aquí el nuevo álbum de Human Tetris, y supuestamente iba a caer hoy, pero al final ha llegado otro grupo ruso y le ha comido la tostada. Pero es que no estamos ante un grupo ruso cualquiera, estamos ante el grupo ruso de post-punk por excelencia. Y es que, tras casi veinte años de carrera, Motorama se han convertido en un valor seguro para los que aman este tipo de sonidos oscuros. Además, son de lo más prolíficos, y es normal encontrarse con una nueva colección de canciones suyas cada poco tiempo. Que, básicamente, es lo que me pasó a mí el otro día, que fue cuando editaron este disco.

Lo bueno que tienen Motorama es que no se quedan estancados en su mundo post-punk. Por sus discos también hay una notable influencia de las bandas de indie-pop de los ochenta. Además de paisajes de lo más ensoñadores. Y esto se acentúa en ‘Sleep, and I Will Sing’, el que es su nuevo álbum. Porque sí, en sus ocho canciones aparece ese bajo característico del post-punk y esa voz profunda a lo Ian Curtis, pero también unos teclados suaves y unas guitarras cristalinas que le dan un toque mucho más pop al asunto. Incluso se atreven con algún ritmo cercano al jangle-pop en las estupendas “Not Really” y “Unknown”.

El disco empieza de la forma más brillante posible. Y no lo digo porque estemos ante una canción que se llama “Two Sunny Days”, sino porque aquí aparecen esos Motorama puramente pop que no le tienen miedo a resaltar sus melodías y dejar que las guitarras brillen al máximo. Además, en ella, se olvidan de la voz de ultratumba y su cantante se deja llevar por el lado más melódico posible. Una joya que no está sola, porque en “Twilight Song” también se van hacia caminos muy pop. Aunque eso sí, tan solo en su estribillo y en el teclado que aparece al final, porque en el resto del tema tiran hacia la oscuridad. No obstante, tiene un bajo que es puro Joy Division.

Algunos dirán que Motorama apenas han cambiado su sonido en dos décadas, pero yo sí que veo ligeros cambios en su propuesta de siempre. Ahí tenemos un tema como “And, Yes”, que podría ser todo un clásico de su discografía si no fuera porque, esta vez, le dan protagonismo a una guitarra acústica. Eso sí, una que va a toda leche. O un tema como “Next To Me”, donde no sólo aparece esa acústica otra vez, también lo que parece ser una flauta, o un teclado que la imita. Y esto casa de maravilla con su lado más oscuro. Aunque eso sí, luego tenemos un par de temas como “Another Chance” y “Dreams”, donde sí que aparecen los Motorama de toda la vida. Pero da igual, porque les sigue funcionando de maravilla. Es más, me atrevo a decir que estamos ante su mejor álbum en años.

7,9

Beach House – Become

Hay pocas bandas capaces de sacar un EP de descartes notable de un disco que ya contenía 18 temas, pero Beach House no es un grupo cualquiera. El dúo de Baltimore entregó su anterior trabajo en cuatro partes y no le fue mal el asunto, así que por qué no entregar una quinta. Y eso es precisamente lo que han hecho con ‘Become’, un EP de cinco canciones que se editó expresamente para el pasado Record Store Day, pero que al final también lo han subido a todas las plataformas de streaming.

Se supone que estas cinco canciones no encajaban dentro de ‘Once Twice Melody’. Aunque yo creo que sería por la excesiva duración, porque aquí no hay nada nuevo dentro de la propuesta de Beach House. Victoria Legrand y Alex Scally están metidos de lleno en su zona de confort y no hay una sola canción de este ‘Become’ que se salga de ahí. Lo que, a mí, sinceramente, me importa poco, porque la zona de confort de Beach House también es la mía.

El EP se abre con “American Daughter”, y ahí ya podemos ver que no estamos ante un descarte al uso. En este tema, aparecen los Beach House más épicos y potentes. Además de esos que se fijan un poquito en el shoegaze. Y es que, estamos ante una canción donde las baterías reales tienen bastante protagonismo, y en la que las guitarras explotan en su parte final. Una autentica pasada. Eso sí, es la única de este palo que encontramos aquí, porque, salvo el pequeño arrebato de baterías épicas que aparece a mitad de “Become”, el resto del EP es bastante sosegado.

Resulta increíble que, tras una buena cantidad de discos, la faceta ensoñadora de Beach House siga funcionado igual de bien que al principio, pero es así. Sólo hay que escuchar la delicada “Devil’s Pool”, un tema más minimalista, y algo sixties, que podría estar en cualquiera de sus primeros trabajos. O en esa “Holiday House” llena de bellos sintetizadores que te arropan de la forma más ensoñadora posible. Además de su ritmo juguetón, que casi parece un vals. Y no puedo dejar de mencionar “Black Magic” y esas guitarras limpias tan Beach House, que no pueden ser más acogedoras. Lo dicho: su zona de confort es mi zona de confort.

7,9

Pynch – Howling At A Concrete Moon

Han pasado casi tres años desde que Pynch lo petaron con “Somebody Else”, uno de esos temas que nos devolvió las ganas de salir a bailar tras el primer confinamiento. Desde entonces, el grupo de Londres nos ha ido mostrando unos cuantos singles más que confirmaban que estábamos ante una de las promesas del nuevo rock británico. Y ahora publican su esperado álbum de debut. Un álbum producido a pachas por Spencer Enock, líder de la banda, y Andy Ramsay, que no es otro que el batería de Stereolab. Además, también aparece por ahí Gordon Raphael, el que fuera el productor del primer disco de los Strokes. Algo que seguramente no es casual, porque este disco suena a los primeros dosmil por todos los lados.

Los propios Pynch mencionan artistas de Captured Tracks como Beach Fossils o el primer Mac DeMarco entre sus influencias. Además de un grupo tan de principio de este siglo como es LCD Soundsystem. Pero ojo, que también se van a los noventa y se mojan mencionando a Pavement o Sonic Youth. Además de buena parte del catalogo de Creation Records. Y en esa mezcla es donde ‘Howling at a Concrete Moon’, que toma su nombre del libro de poesía que escribe Moe en un capitulo de los Simpson, gana puntos. Porque, aunque, irremediablemente estemos ante un disco con un sonido puramente dosmiles, hay unas cuantas guitarras algo shoegaze y dream-pop por ahí que le dan otro toque.

El álbum de debut de Pynch tiene dos cosas buenas. La primera es su producción, que suena limpia y resalta una sección rítmica que es una pasada. Además de sus guitarras distorsionadas. Y la segunda son sus canciones. Cualquier tema de este disco podría ser un single. De hecho, ya lo han sido unos cuantos, solo que aquí aparecen en una nueva mezcla. Ahí tenemos “Disco Lights”, la primera canción que editaron, que aquí suena más compacta y limpia, lo que la mejora bastante. Algo parecido a lo que pasa con la estupenda “Karaoke”, una de las canciones producidas por Gordon Raphael. La que no cambia mucho es “Somebody Else”, porque, la verdad, ya era perfecta como estaba.

Dicen los miembros de Pynch que cada vez están más obsesionados con los sintetizadores. Y eso es algo que se nota a lo largo de todo el álbum. Ahí tenemos “Haven’t Lived a Day”, que nos muestra un indie-rock algo perezoso al que le meten una buena dosis de sintes. Y la verdad es que le da un punto de frescura al tema. O el rock a lo The Strokes aderezado con unos teclados de lo más 70s que aparece en “Tin Foil”. Además de en esa melancólica “2009” en la que hablan de una fiesta en la que se baila rock como si fuera 2009. Pero eso sí, es un rock con muchos teclados. Como el que aparece en “The City (Part 1)”, donde se meten de lleno en dance-rock de DFA, el sello que tanto veneran. Y es curioso, porque tiene muy poco que ver con “The City (Part 2)”, que no es otra cosa que una balada que acaba en tormenta de guitarras shoegaze.

7,9

Daughter – Stereo Mind Game

Nunca he sido muy fan de Daughter. De hecho, es la primera vez que hablo de ellos en el blog. Y es que, esa languidez con la que atacaban el dream-pop y el folk, no me terminaba de convencer demasiado. Pero eso ha cambiado un poco con su tercer trabajo. O ese creo, porque aquí, el trío británico suena más potente y vibrante que nunca. Incluso se podría decir que estamos ante el álbum más pop de su carrera. Y todo eso sin dejar de lado su faceta ensoñadora.

Han pasado siete años desde el último trabajo de Daughter. Aunque sí es cierto que en estos años han hecho alguna cosilla, como la banda sonora de un videojuego. Además, Elena Tonra, su líder, publicó su primer trabajo en solitario bajo el nombre de Ex:Re. Y el paso del tiempo se nota en el sonido de este ‘Stereo Mind Game’. Aparte de en sus letras, las cuales, principalmente, hablan de una relación a distancia que mantenía Tonra.

Se podría decir que ahora suenan más compactos que nunca. Algo de lo que tiene culpa la sección rítmica de la banda. En muchas canciones dejan que las baterías se lleven parte del protagonismo, lo que hace que sus canciones suenen más épicas y grandilocuentes. Ahí tenemos “Party”, un tema bastante simple que va subiendo de intensidad a medida que van pasando los minutos. Y les funciona, porque, además, sus guitarras, que son un tanto más sucias de lo habitual, le dan un punto. O esa “Dandelion” que empieza regodeándose en su faceta folk, y acaba como un acelerado tema de indie-rock. Además de un tema como “Swim Back”, en la que fusionan un lado más shoegaze con una sección rítmica que parece salida del Manchester del final de los ochenta.

El pequeño giro de sonido va más allá de los temas más animados. Su faceta más relajada también presenta un cambio importante. Así, en un corte como “Be On Your Way”, nos encontramos con un delicado dream-pop envuelto en unos teclados de los más cinematográficos y una batería más movida de lo normal. Una descripción que también se adapta la estupenda “To Rage”. Y si nos vamos a “Junkmail”, podemos comprobar que también saben utilizar la electrónica para hacer más interesante su propuesta ensoñadora. Aunque hay que decir que, es en “Future Lover”, donde consiguen mejores resultados con estos ingredientes. Y es que, esa pátina electrónica no puede irle mejor a su folk más ensoñador.

7,8

Softcult – See You In The Dark

Softcult describen su proyecto como “Music For Mall Goths”. Algo así como música para los góticos del centro comercial. Eso sí, a esa descripción habría que añadirle un periodo de tiempo. Concretamente, los noventa. No hay nada que no suene a esa década en las canciones de este joven dúo canadiense formado por las hermanas gemelas Mercedes y Phoenix Arn-Horn. Y es que, parece que esos años llenos de guitarras distorsionadas y angustia existencial, están empezando a calar en la juventud actual. No obstante, Softcult ya tienen confirmados conciertos por media Europa -sin parada en España- y parte de Asia. Y todo esto sin ni siquiera un álbum de debut a la venta. 

See You In The Dark’ es su nuevo EP, y como su nombre indica, en él, se van al lado más oscuro del rock. Pero lo bueno de su propuesta es que es un tanto variada. Así, entre estas seis canciones, te puedes encontrar temas más shoegaze, algo de dream-pop, o un rock alternativo que casi se acerca al grunge. Una influencia que, por cierto, no esconden, porque el año pasado sacaron un single doble con dos versiones de Nirvana. Y la verdad es que estaban bastante bien. 

Como ya os podéis imaginar, lo que más me llama la atención de la música de Softcult es su faceta shoegaze y dream-pop. Manejan bastante bien las guitarras crudas y pesadas que se envuelven en una buena melodía. Algo que se puede apreciar nada más empezar, con la estupenda “Drain”. O con la algo más ensoñadora “One of A Million”. Y es que, al final, es ese lado más dream-pop el que termina protagonizando el EP. Todo un acierto, porque temas como “Love Song” y “Spoiled” son estupendos. 

Sí es cierto que en este EP han dejado un poco de lado su faceta más potente y rockera. Ese lado de los noventa apenas se ve en la espídica “Dress”, que es un torbellino sonoro lleno de guitarras distorsionadas, pero también muy melódicas. Además de en “Someone2Me”, donde aparecen unas guitarras rotas y crudas que tiran bastante del grunge. Aunque, en el fondo, no dejan de lado esa faceta más ensoñadora que protagoniza casi todo el EP. 

7,9

Lana Del Rey – Did you know that there’s a tunnel under Ocean Blvd

Lana Del Rey me pareció un soplo de aire fresco allá por 2011, cuando editó “Video Games” y “Blue Jeans”. Es más, por ahí tengo el picture-disc que publicó con esos dos temas. También me pareció interesante su primer trabajo, el cual cayó en la primera etapa del blog. Pero, a partir de ahí, tan solo me han llamado la atención algunos de sus temas. Y es que, con ella, siempre me pasa lo mismo: me gustan los singles pero los discos completos se me hacen bola. Algo que me ha vuelto a pasar con su nuevo trabajo. Y me da bastante rabia, la verdad, porque los singles previos me parecen una pasada. Es más, fui de los pocos que metí el primero entre las mejores canciones de 2022.

Le he dado mil vueltas a este ‘Did you know that there’s a tunnel under Ocean Blvd’, y nada, se me hace igual de largo que su título. Me he fijado bien en las letras, que todo el mundo dice que son las mejores de su carrera. Y sí, la verdad es que, como compositora, es de diez. Además, parece que estamos ante un disco muy personal en el que toca temas como la familia o la maternidad. Pero, bajo mi punto de vista, eso no es suficiente, y si te vas a un disco de 77 minutos en el que, prácticamente, solo hay baladas, tienes que dar algo más en el plano musical. Eso, o meter la tijera y dejar unos cuantos temas para la edición deluxe que, a buen seguro, terminarás editando. Pero no ha hecho ninguna de las dos cosas. Y mira que se podría haber ahorrado la revisión de su “Venice Bitch” que cierra el álbum.

Es innegable que el noveno disco de Lana Del Rey empieza estupendamente. No podría ser de otra manera cuando tienes los tres singles previos entre sus cuatro primeras canciones. Son tres cortes que funcionan a la perfección. Ahí tenemos esa “The Grants”, que no deja de ser una típica canción suya envuelta en unas cuerdas de lo más épicas. Pero ese coro góspel que la corona ya le da un punto diferente. Algo que también se podía decir del tema titular, que va subiendo de intensidad hasta la que la lánguida voz de Lana se fusiona con la de un coro. Y es imposible que no se te pongan los pelos de punta cuando llega ese momento. Además de “A&W”, en la que sale de su zona de confort para meterse en mundos cercanos al trap. Es más casi se podría decir que rapea en su parte final.

Los problemas llegan a partir del quinto tema. Bueno, por decirlo de alguna manera, porque en “Judah Smith Interlude” nos deja casi cinco minutos de un sermón del pastor del mismo nombre. El cual, por cierto, es un homófobo y un antiabortista. Y sí, parece que Lana Del Rey lo mete como burla -se supone que las risas de fondo son suyas-, pero no está dejando de darle voz. Además, ella es asidua a su iglesia. Aunque eso sería lo menos, lo peor es que ya te sumerge en una bajona de la que es difícil salir. Porque, además, tras este corte, aparecen los momentos más lánguidos del disco. Canciones como “Candy Necklace” o “Kintsugi”, las cuales podrían haber funcionado en otro contexto. Pero aquí no, y menos cuando entre medias aparece otro interludio protagonizado por Jon Batiste.

El disco vuelve a tomar forma a partir de “Paris, Texas”, momento, en el que, casualmente, empiezan una serie de temas en los que hay colaboradores. Y es que, esas colaboraciones, hacen que se salga un poco de su zona de confort y que el álbum vuelva a brillar. Ahí tenemos “Grandfather Please Stand on the Shoulders of My Father While He’s Deep-Sea Fishing”, un tema junto al compositor francés Riopy, en el que la Lana Del Rey más épica entra en juego. O la preciosa “Let The Light In”, donde se alía con Father John Misty para hacer una preciosa y orquestal canción de folk. Incluso esa “Margaret” de sonido lo-fi en la que aparece Jack Antonoff, que también produce el álbum, tiene más alma. Eso sí, el trap que encontramos en “Peppers” no pega mucho, pero al menos te despierta un poco.

7,1

Flyying Colours – You Never Know

No resulta fácil destacar en una escena como la del shoegaze, que está bastante saturada y llena de bandas que se creen que, llenando todo de ruido, la cosa ya funciona. Pero no, hay que tener el talento suficiente para que ese reverb que siempre está al máximo, encaje a la perfección con una buena melodía. Y ahí es donde Flyying Colours juegan con ventaja. La banda de Melbourne ya nos mostró con su anterior trabajo que tenían la lección muy bien aprendida. Porque, además, sabían cuando salir de ese universo shoegaze e irse hacia caminos más pop. Algo que siempre se agradece. Y así siguen en su nuevo trabajo.

You Never Know’ tan solo es su tercer trabajo. Porque, como ya comenté cuando puse por aquí su segundo álbum, estamos ante un grupo que tiene compaginar su vida laboral diaria con su pasión por la música. Pero claro, en los últimos años, la normalidad ha dejado de existir como tal, y gracias a uno de los parones de la pandemia, tan solo han tardado dos años en dar con una nueva colección de canciones -entre su primer trabajo y el segundo pasaron cinco años-. Además, también les dio tiempo de juntar y reeditar sus dos primeros EPS. Así que, por una vez, parece que la pandemia ha servido para algo bueno.

Estamos ante un trabajo que casi se podría decir que está divido en dos partes. Así, en lo que sería la “cara-a”, nos encontramos con una faceta más shoegaze. Pero ojo, que siempre dentro de un lado más pop y melódico. Así, nada más empezar, entregan “Lost Then Found”, un enérgico tema en el que la distorsión tarda en entrar, pero cuando lo hace, se deja notar. O “I Live In A Small Town” y “Do You Feel The Same”, donde ese shoegaze se adentra en mundos absolutamente pop. De hecho, son dos temas que me han recordado bastante a los Pains más ruidosos. Y eso siempre es bueno. Pero ojo que, para terminar esta cara, nos dejan “Oh”, un tema en el que los teclados se fusionan con las guitarras densas y con unos coros angelicales. Vamos, que se han hecho un My Bloody Valentine en toda regla.

La cosa cambia bastante en la “cara-b”. Aquí las guitarras suenan más limpias, y salvo en “Hit The Road”, que sí se adentra en las enseñanzas del ‘Loveless’, el resto vira más hacia sonidos más dream-pop. Sólo hay que escuchar esa preciosidad llamada “Bright Lights”, que casi parece salida del catálogo de Sarah Records. O esa maravilla llamada “Goodbye to Music”, donde los teclados cobran más protagonismo. Una canción, por cierto, que está inspirada en el temor que tiene Brodie J Brummer, su cantante y guitarrista, a quedarse sordo. Y ojo con esa gema dream-pop llamada “Modern Dreams”, que es una absoluta preciosidad. Como el indie-pop que aparece en la estupenda “Never Forget”, la cual cierra el álbum dejándonos con ganas de más. Y eso no me suele pasar con muchos discos.

8

M83 – Fantasy

Creo que el éxito de ‘Hurry Up, We’re Dreaming’ pilló por sorpresa hasta el propio Anthony Gonzalez. Normal, porque lo que ocurrió con “Midnight City” fue algo muy gordo -todavía hay gente en mi oficina que la lleva de tono en el móvil-. Y más para un artista que venía de hacer un shoegaze muy épico e instrumental. Por eso resulta lógico que los discos posteriores de M83 vayan dando tumbos de un lado a otro mientras prueban diferentes tipos de sonidos. Sólo hay que escuchar ese ‘Junk’ de 2016, en el que había un buen montón de saxos de lo más ochenteros e instrumentales propios de series de televisión antiguas. Así que podríamos decir que estamos ante un caso evidente de un artista que no quiere repetirse. 

Fantasy’ llega tras ‘DSVII’, la segunda parte de ‘Digital Shades Vol.1’, un disco de instrumentales que M83 editaron en 2007. Lo que nos lleva a su primer trabajo con canciones “normales” en siete años. Además de, según el propio Gonzalez, «su álbum más personal«. Y ojo, porque también añade que, en él, «vuelve a la combinación de guitarras y sintetizadores que tenía ‘Before The Dawn Heals Us’, ya que quería que resultara impactante a la hora de tocar en vivo«. Unas declaraciones que sirven para vender muy bien el disco, pero habrá que ver si son ciertas. 

Para empezar, sí que es cierto que han vuelto a su lado más épico y que hay temas de este trabajo que pueden resultar impacientes en directo. Es el caso de “Us and the Rest”, que es un clásico tema dream-pop de M83. Ya sabéis, teclados que lo envuelven todo y que de repente estallan en una tormenta de épica sonora. Unos ingredientes a los que también recurren en “Laura”. Aunque eso sí, desde una visión más pop -la fusión de los teclados y el saxo de su parte final es una maravilla-. De hecho, el disco se cierra con “Dismemberment Bureau”, que se regodea en esta faceta. Pero hay muchas más cosas interesantes en este álbum de M83

No se puede decir que hay mucho de ese lado más guitarrero que tenia su música allá por 2009. Lo que sí que nos encontramos aquí son bastantes ganas de crear grandes temas de pop épico. Además de una clara influencia de los ochenta. Ahí tenemos la vibrante “Oceans Niagara”, que consigue funcionar como un hit pop con una letra que sólo tiene una frase. O esa pequeña maravilla a medio camino entre el post-punk y el dream-pop llamada “Amnesia”. Aunque eso sí, con su característico toque épico. Un sonido al que también aparece en la fantástica “Earth to Sea” o en “Sunny Boy”. Y ojo, porque sí nos vamos a “Fantasy”, vemos que tampoco tiene ningún problema en hacerse con un estupendo hit de synth-pop.

7,9

Constant Smiles – Kenneth Anger

Constant Smiles fueron una de las grandes sorpresas que nos deparó el 2021. El colectivo de de Martha’s Vineyard ya contaba con una sólida y abultada discografía cuando firmó un contrato con el sello Sacred Bones y editó su estupendo anterior trabajo, que fue el que los puso en el mapa para muchos. Entre toda esa discografía anterior había un par de discos que atendían al nombre de ‘Divine’ y ‘John Waters’, y que eran algo así como los dos primeros volúmenes de la trilogía cinematográfica del grupo. Una trilogía que ahora cierran a lo grande con ‘Kenneth Anger’.

El nuevo álbum de Constant Smiles se acerca bastante al sonido que tenían esos dos discos que abrían la trilogía. Pero eso sí, cuenta con un importante matiz: ahora suenan mucho mejor. Aquellos dos trabajos se metían un mundo post-punk realmente sucio y lo-fi en los que se intuía un mundo más melódico. Ese que apareció de pleno en su anterior álbum. Y lo que han hecho aquí es fusionar ese post-punk de antaño con un sonido mucho más limpio. Lo que hace que estemos ante un trabajo absolutamente fascinante.

No cabe duda de que Ben Jones, el que, al fin y al cabo, es el único miembro fijo de la banda, tiene un don para hacer grandes canciones. Los diez cortes que forman este ‘Kenneth Anger’ son, como mínimo, notables. Además, aciertan, tanto cuando se pone un poco más efusivo, como cuando se relajan y se van a mundos más ensoñadores. Así, nos encontramos con algún torbellino sonoro como “In My Heart”, toda una barbaridad que va a toda leche y que cuenta con unos teclados de lo más oscuros. O esa “I Hope You Are Well” en la que se dejan seducir por un acelerado y monótono ritmo motorik. Pero eso sí, sin olvidarse de su lado más melódico. Como bien muestra en “Finding Ways”, el fascinante tema envuelto en teclados ensoñadores que abre el álbum. O en “Here and Gone”, donde se van a un indie-pop de lo más vibrante.

Decía que también están acertados en los momentos más delicados y tranquilos. Y el mejor ejemplo lo tenemos en “Gold Like Water”, una canción sin sobresaltos que cuenta con un estribillo precioso, y que los lleva directos a su faceta más dream-pop. Pero ojo, que también saben llevar ese dream-pop a mundos más sintéticos. Porque, aunque todo el álbum está bien provisto de teclados y cajas de ritmos, es en “I’m On Your Side” donde aparece su faceta más electrónica. Y hay que decir que les sienta de maravilla. Además, sirve para cerrar un poco el sonido que marca la primera parte del álbum, porque, en su tramo final, se van hacia sonidos más sosegados. De hecho, “Loaded Anger”, empieza como una canción folk, y termina como una de indie-pop. Y “Off Again” cierra el álbum yéndose a mundos más densos y etéreos. Y sí, también aciertan aquí.

8,3

crushed – extra life EP

crushed es un grupo relativamente nuevo que acaba de publicar su EP de debut, pero detrás de este proyecto están dos artistas con una amplia carrera a sus espaldas. Por un lado, tenemos a Shaun Durkan, líder de la banda de shoegaze Weekend, y productor de algún disco bien majo, como el estupendo debut de Young Prisms. Además de colaborar asiduamente con Tamaryn y de hacer el diseño de los álbumes de otras bandas, como The Pains Of Being Pure At Heart, Frankie Rose, o Kristin Krontol. Y por el otro tenemos a Bre Morell, cantante de Temple of Angels. Una banda de post-punk que, por cierto, no conocía, y que me ha gustado bastante. Así que se podría decir que estamos ante uno de esos proyectos que ya nacen con un aliciente extra.

Durkan y Morell se conocieron hace un par de años. Además, de la forma más curiosa posible y gracias al algoritmo de Spotify. Y es que, un día cualquiera, y de camino al Ikea, a Durkan le salto una canción de Temple of Angels que le voló la cabeza. Así que hizo que lo hubiera hecho cualquier amante de la música: compartirla. Pero es que, en aquel momento, tenia un programa de radio, y gracias a un tuit en el que compartía la lista de su programa semanal, ese entusiasmo llegó a la propia Morell. A partir de ahí, empezaron a colaborar y vieron que tenían gustos muy parecidos. Así que, tras hacer algunas playlists colaborativas, dieron el siguiente paso y empezaron a hacer canciones juntos. Además, a mil kilómetros de distancia, porque él vive en Portland, y ella Los Ángeles.

La década de los 90 era ese mundo musical crushed que vieron que tenían en común. Los dos vivieron su formación musical en aquellos años, y claro, las seis canciones que forman este ‘extra life’, beben completamente de ahí. Y más concretamente del dream-pop. Pero ojo, que no se quedan ahí y cada canción es una especie de batiburrillo de influencias donde hay electrónica, pop comercial de aquella época -se declaran fanes absolutos del “Torn” de Natalie Imbruglia-, o trip-hop. De hecho, cada tema, cuenta con multitud de capas en las que hay cajas de ritmos, guitarras de todo tipo, teclados, e incluso algún sampler de un videojuego.

Desde el primer corte se ve clarísimamente por donde van los tiros. Esa “waterlily” que lo abre nos muestra su lado más efusivo, ya que es donde las cajas de ritmos son más potentes y las guitarras más sucias. Y la verdad es que suena estupendamente, porque esto lo fusionan ede maravilla con su mundo ensoñador. Un guion que también siguen en “coil”, que es incluso un poco más electrónica y pop. Pero la cosa empieza a cambiar con “milksugar”. Aquí pisan el freno, y su dream-pop se acerca ese camino trip-hop que tanto les gusta. Aunque siempre desde un punto de vista muy melódico. Algo que se puede comprobar en “bedside”, toda una balada de pop noventero. Eso sí, en “respawn” las guitarras vuelven a rugir de nuevo. Y para cerrar, un pequeño experimento llamado “lorica” que, la verdad, no pinta mucho aquí.

8