The Lemon Twigs – Everything Harmony

Nunca había prestado mucha atención a de The Lemon Twigs, pero ‘Songs For General Public’, el que fue su tercer trabajo, me pareció maravilloso. El grupo formado por los hermanos Brian y Michael D’Addario casi podría ser una especie de parodia o algo así como una banda tributo de los setenta, pero tienen algo que los hace especiales: sus canciones. Su talento compositivo es asombroso, y esto hace que, con unos ingredientes que ya están más que sobados, logren dar con unos temas de lo más vibrantes y emocionantes. Además de frescos. Algo que, en su cuarto trabajo, se aprecia todavía más, porque estamos ante su mejor colección de canciones y ante uno de los grandes discos de este 2023.

Everything Harmony’ es un disco en el que está cuidado hasta el más último detalle. Por aquí hay violas, un clavecín, dos pianos, trompas, varios tipos de órganos, y una buena cantidad de cuerdas. Además, hay temas en los que han llegado a grabar la guitarra hasta ocho veces. Lo que ha hecho que por aquí predominen dos cosas. La primera, como dice el título, son las armonías. Ellos mismos reconocen que han priorizado en esto, ya que querían hacer un disco realmente hermoso. Y no solo lo han conseguido, esta búsqueda de armonías también ha hecho que amplíen sus influencias y que se hayan fijado en Arthur Russell, Moondog, el Brian Wilson de finales de los setenta, o Simon and Garfunkel.

El disco se abre con “When Winter Comes Around”, todo un baladón folk al que no le falta su momento épico. Y aquí ya se puede apreciar bastante bien esa influencia de Simon and Garfunkel que comentaba más arriba. Algo que yo agradezco bastante, ya que siempre me han gustado mucho. No es la única canción que tira por ahí, porque en la preciosa y sedosa “Corner Of My Eye”, les sale incluso mejor. Y si nos vamos a “Every Day Is The Worst Of My Life”, nos encontramos con una delicia de balada acústica de lo más irresistible. Pero ojo, que sus baladas también tienen un poco más de sofisticación. Ahí tenemos esa joya llamada “Any Time Of Day”, en la que se regodean en el falsete y tiran de Todd Rundgren. Además de la épica emocionante y llena de cuerdas que protagonizan “What Happens To A Heart”.

No todo son baladas en el nuevo álbum de The Lemon Twigs. También se han reservado algún momento para darle al pop más directo. Es el caso de esa joya a lo The Byrds llamada “In My Head”, en la que nos muestran lo bien que manejan las guitarras cristalinas y un buen estribillo pop. Algo que se acentúa en “Ghost Run Free”, toda una barbaridad llena de guitarras dobladas donde se acercan al mejor power-pop. Y si nos vamos a “What You Were Doing”, nos encontramos con un clásico tema de rock de The Lemon Twigs; esos en los que sacan el mejor partido a las influencias de los setenta. Una década que también se deja ver en el tema titular, que es algo teatral. Además, en él, aparece esa influencia confesada de Arthur Russell. Incluso tiene un toque a Sparks.

8,1

The No Ones – My Best Evil Friend

Me sorprende muchísimo que un grupo como The No Ones no tenga más repercusión. Principalmente, porque estamos hablando de una formación en la que encontramos a dos miembros de los estupendos I Was a King, y a Peter Buck de R.E.M. Y, por si esto fuera poco, también está por aquí Scott McCaughey, que estuvo al frente de los Young Fresh Fellows y The Minus 5. Además de muchos años girando con los propios R.E.M. Así que se puede decir perfectamente que estamos ante un súper grupo. Uno que, además, funciona, porque, normalmente, este tipo de bandas no suelen cuajar mucho, pero este no es el caso. 

My Best Evil Friend’ es su segundo trabajo -yo mismo ni siquiera me enteré de la publicación en 2020 de su debut-, y se puede decir que estamos ante un trabajo de pop y rock bastante clásico. Es decir, se notan bastante las influencias de los diferentes miembros de la banda. Así, hay momentos de power-pop a lo The Byrds y Teenage FanclubI Was a King se han convertido en unos expertos en esto-; otros en los que te vendrán a la cabeza los primeros R.E.M., y otros en los que la psicodelia y el rock algo más crudo entran en juego. Además, por si esto fuera poco, en “Song For George”, reclutan a Ben Gibbard para hacer un bonito homenaje a George Harrison

El disco empieza yendo directo a un power-pop potente y guitarrero. Y hay que decir que “KLIV” funciona a la perfección como carta de presentación del álbum, porque, a pesar de que no es el estilo que más aparece por aquí, sí que deja ver ese lado absolutamente pop que tienen. Y lo hace en un estribillo memorable y absolutamente épico en el que incluso se atreven con una campanas. Pero si hablamos de pop, hay que mencionar cortes como “304 Molino Way” o “Blue Cheer Captain”, que se meten de lleno en ese indie-pop tan Teenage Fanclub que tanto nos gusta. No obstante, en la segunda, aparece la voz de Norman Blake. Y si nos vamos a “Throwdown in Whispertown” y “Band With No Head”, nos encontramos con dos joyas de puro power-pop. 

Más arriba comentaba que también se acercan a los primeros R.E.M. Algo que resulta evidente en “Phil Ochs is Dead”, una impresionante canción que recuerda una barbaridad el “Driver 8”. Aunque eso sí, con una instrumentación más rica, y con la voz invitada de Debbi Peterson de The Bangles. También comentaba que hay un lado un poco más psicodélico y rock, el cual, tengo que decir, que es el que menos me gusta del disco. Porque, aunque temas como “Cameo Parkway” y “One Night At The Filmore” no están mal, prefiero su lado más pop. O una balada como “Time Sent Lewis”, que es una preciosidad. Además de con ese final tan pop que protagoniza “The After Party”. Dos canciones en las que, por cierto, aparece de nuevo la voz de Peterson. Lo dicho: todo un súper grupo. 

7,8

Yves Tumor – Praise A Lord Who Chews But Which Does Not Consume; (Or Simply, Hot Between Worlds)

Hace poco que leí en algún lado que Yves Tumor era algo así como el David Bowie del Siglo XXI. Y no porque el hombre que se esconde detrás de este proyecto comparta apellido con la leyenda británica -en realidad se llama Sean Bowie-. Las razones que daban para esta afirmación, es que, al igual que el Duque Blanco, Tumor intenta que, cada uno de sus discos, suenen diferentes a todo lo que hemos escuchado hasta ahora. Y todo esto sin salirse del todo de su faceta más rock. Aunque esta comparación también tiene que ver un poco con esa imagen andrógina y algo extraña con la que cuenta Tumor. Pero eso es lo de menos, porque, lo cierto, es que no puedo estar más de acuerdo en que estamos ante uno de los artistas más interesantes de la actualidad.

Praise A Lord Who Chews But Which Does Not Consume; (Or Simply, Hot Between Worlds)’ -se ha quitado un peso de encima con el título del disco-, es un trabajo en el que Yves Tumor ha contado con la ayuda de Noah Goldstein y Alan Moulder. Un dato bastante importante a la hora de analizar el sonido de este disco. Y es que, el primero, cuenta con un currículo en el que hay discos de Kanye West -nada menos que el ‘My Beautiful Dark Twisted Fantasy’-, Frank Ocean, o Rihanna. Y qué más se puede decir de Alan Moulder, que ha estado detrás de alguno de los grandes clásicos del indie-rock y el shoegaze. Son dos elecciones que no están hechas al azar, porque, precisamente, es la fusión del sonido guitarrero y el R&B, lo que hace de este disco algo alucinante.

El disco se abre con “God is a Circle”, todo un pepinazo de rock corrosivo y oscuro que cuenta con una línea de bajo que es una pasada. Y es que, estamos ante un trabajo lleno de pequeños detalles que hacen que las canciones se conviertan en algo grande. Ahí tenemos el lado más luminoso que aparece en temas como “Lovely Sewer” o “In Spite of War”, donde una voz femenina suaviza el asunto. Y hay que decir que las dos son sobresalientes. O esa “Meteora Blues” que empieza como una canción glam y que, de repente, rompe con una potente guitarra que es puro shoegaze. De hecho, no puede sonar más a los primeros Smashing Pumpkins -Moulder estuvo detrás del ‘Mellon Collie and the Infinite Sadness’-. Además del art-rock que aparece en la más experimental “Purified By the Fire”.

Una de las cosas más interesantes de este trabajo es que Yves Tumor se atreve a jugar bastante con su voz. Es más, tira un par de veces de falsete y se acerca un poco a Prince en cortes como “Parody” y “Heaven Surrounds Us Like a Hood”. Aunque eso sí, desde una visión absolutamente rock. Porque hay que decir que, al final, las guitarras terminan ganando la partida. Incluso cuando se pone abiertamente electrónico, como es el caso de “Operator”, todo un torbellino sonoro al que es imposible resistirse. Sobre todo, cuando aparecen a esos coros gritando eso de “Be Aggressive”. Y ojo, porque la electrónica también juega un papel importante en cortes como “Echolalia” y “Fear Evil Like Fire”, que son inmensas. Eso sí, para cerrar, aparece de nuevo su lado más rock “Ebony Eye”, donde llena su música de cuerdas y épica.

8,5

Hamish Hawk – Angel Numbers

Hamish Hawk es un artista de Edimburgo que ya cuenta con una discografía más o menos abultada. Pero lo cierto es que no terminó de despegar hasta 2021, que fue cuando público ‘Heavy Elevator’, un tercer trabajo que lo puso en el mapa. Y es que, Hamish Hawk -por cierto, él mismo asegura que ese es su nombre real-, no ha elegido un estilo musical muy acorde con los tiempos en los que vivimos. Lo suyo es un pop clásico que bebe de artistas como Scott Walker, Pulp, o incluso The Magnetic Fields. Además, cuenta con una voz profunda de esas que envuelven toda la canción. Pero, también es verdad que, de vez en cuando, se pone más efusivo y su pop se convierte en algo vibrante y épico que hace que su propuesta sea perfecta para audiencias más grandes.

Angel Numbers’ es un disco mayormente escrito durante los encierros de la pandemia. Pero no penséis que estamos ante una cosa deprimente, porque, a pesar de pasarse solo parte de ese tiempo, se dejó llevar por la imaginación, y aquí no hay una sola letra que mencione la dichosa pandemia y sus confinamientos. De hecho, casi se podría decir que es un cuaderno de viaje que nos lleva a ciudades como Londres, Berlín, o Austin. Además, el disco cuenta con un sonido limpio y luminoso que le da bastante vida a sus canciones. Obra, por cierto, de Rod Jones de Idlewild, que ejerció de productor del disco, y grabó estos temas en su estudio de Edimburgo.

Tengo que agradecerle a Neil Tennant, sí, el de los Pet Shop Boys, que me descubriera la música de Hawk. Y es que, tras leer las alabanzas sobre “Bridget St. John” que dejaba en Instagram, corrí a escuchar la canción. Y ahí fue donde me encontré con un precioso y sedoso tema que, la verdad, me recordó bastante a The Blue Nile. Y eso, para mí, son palabras mayores. Porque hay que decir que sabe llevar por buen camino sus canciones más lentas. Ahí tenemos una maravilla como “Frontman”, donde cuenta con la ayuda de Anna B Savage. O esa “Rest & Veneers” un poco más animada en la que se marca un precioso dúo vocal con Samantha Crain.

Lo primero que vino a la cabeza cuando escuché “Once Upon an Acid Glance”, la canción con la que abre el álbum, fue ese Patrick Wolf algo más pop y menos barroco. En parte, por su voz profunda, pero también por su elegancia y su vivacidad. Algo de lo que da buena cuenta en prácticamente todo el disco. Solo hay que escuchar esa “Elvis Look-alike Shadows” llena de una épica que casi le acerca al soul -esas trompetas de su estribillo son irresistibles-. Un sonido al que vuelve, y con bastante acierto, en “Money”. Pero hay más, porque también sabe cuando irse hacia caminos más rock para entregar hits tan directos como “Think of Us Kissing”, “Desperately” y “Dog-eared August”. Unos temas en los que el ritmo se acelera y las guitarras se endurecen. Y sí, también le funciona de maravilla.

8

Gaz Coombes – Turn The Car Around

Me sorprende un poco ver con han evolucionado las carreras de alguno de los artistas más importantes de aquello que se bautizó como Britpop. En los noventa, estas bandas, se basaron en lo mejor del rock y el pop británico de los sesenta y los setenta para llevar sus canciones directamente a los noventa. Ahora, siguen fijándose en esos años, pero no tratan de darle un sonido más actual, y simplemente se dedican a emular a sus ídolos de hace cinco o seis décadas. Es el caso de Gaz Coombes, líder de Supergrass, una de las bandas más gamberras de aquella escena, que en su carrera en solitario tira de los sonidos más clásicos. Y ojo, que no digo que esto no me guste, es más, creo que se le da muy bien, pero no deja de sorprenderme que en su madurez musical solo pueda echar la vista atrás.

Turn The Car Around’ es el cuarto disco en solitario de su carrera, y el que cierra la trilogía que empezó con ‘Matador’. Un trabajo que, como viene siendo habitual, ha grabado en su destartalado estudio de Oxford. Y, aunque ha compuesto todos los temas él solo, y prácticamente ha tocado todos los instrumentos, sí que ha contado con la ayuda de Ian Davenport a la producción. Además, por estas canciones también han pasado algunos de los miembros de su banda en directo, y Willie J Healey y Loz Colbert de Ride, que han hecho algo así como un cameo.

El cuarto trabajo de Gaz Coombes reflexiona sobre los altibajos de la vida moderna y todo lo que le rodea. Así que se podría decir que, aunque su sonido sea totalmente añejo, sus letras sí que están en el presente. Ahí tenemos la estupenda “Long Live The Strange”, una de las canciones más directas del álbum, y todo un canto a la diversidad. O la melancólica “Sonny The Strong” en la que nos cuenta la historia de un boxeador que tiene que luchar con sus conflictos interiores. Aunque, evidentemente, también hay canciones clásicas en las que el amor es el protagonista. Como esa “Don’t Say It’s Over” tan soul en la que rinde homenaje a su mujer.

Estamos ante un trabajo lleno de pianos, guitarras que vibran, e instrumentos de cuerda que crean atmosferas embriagadoras. De hecho, creo que no me equivoco si digo que el Bowie de los sesenta y setenta ha sido una gran influencia. Solo hay que escuchar el apabullante final de “Overnight Trains”, el tema que abre el álbum, y que casi podría ser su “Space Oddity”. O ese pedazo de balada llamada “Dance On” con la que cierra el álbum, la cual no puede ser más glam. Y es que, en realidad, prácticamente todo en este álbum huele a los setenta. Incluso “Feel Loop (Lizard Dream)”, que, con esas guitarras estridentes, y su ritmo juguetón, se convierte en algo así como la gamberrada del álbum. O “This Love”, que es estupenda y mucho más pop que el resto del álbum.

7,7

Bruce Springsteen – Only the Strong Survive

Parece que se está convirtiendo en una tradición que Bruce Springsteen aparezca por aquí cada final del año. Lo hizo en 2020, con el estupendoLetter To You’, un año más tarde con una barbaridad de disco en directo, y ahora le tenemos aquí con un trabajo en el que se atreve con sus canciones de soul favoritas de siempre. Una jugada que no ha sido muy bien recibida entre los críticos más puretas, que se han echado las manos a la cabeza por la simpleza con la que ha atacado estas versiones. O con su producción un tanto estándar. Aunque también es cierto que es algo que solo he visto por aquí, porque en el resto del mundo ha tenido críticas bastante aceptables. Quizá, porque sí han tenido en cuenta que es un disco que Springsteen hizo para divertirse durante la pandemia, y sin ningún tipo de pretensiones.

Bruce Springsteen ha dicho más de una vez que este ‘Only The Strong Survive’ es un homenaje al cancionero norteamericano de los 60 y 70. Y lo cierto es que la selección de temas es excelente, porque podría haber tirado hacia cosas más clásicas y obviar el soul que se queda fuera de esas dos décadas. En cambio, es capaz de reivindicar “Nightshift” de Commodores, todo un temón de 1985 que, como todo en aquella época, sufre de la producción sintética de los ochenta. Y hay que decir que le ha quedado estupendamente. En parte, porque le ha quitado ese toque sintético de la época. Además, tampoco ha tenido problema en recrear temas bastante conocidos. Es el caso de “The Sun Ain’t Gonna Shine Anymore”, un original de Frankie Valli, que hicieron mundialmente famoso The Walker Brothers. O ese “Someday We’ll Be Together” que popularizaron The Supremes.

Otra de las cosas que ha dejado claras Bruce Springsteen, es que quería hacer un disco en el que solo cantara. De hecho, prácticamente toda la instrumentación ha corrido a cargo de Ron Aniello, que también ha producido el álbum. Y salvo dos temas que hace con el legendario Sam Moore, se lo canta todo. Y hay que decir que lo hace estupendamente. O, por lo menos, a mí me lo parece. Su voz cascada y algo rota, casa de maravilla con el northern soul de “Do I Love You (Indeed I Do)”, que es todo un pepinazo. O con la elegancia con la que ataca temas como “Turn Back The Hands of Time” o “I Wish It Would Rain”, que son estupendas. Además de emocionar con su reinterpretación de “What Becomes ot the Brokenhearted”. Aunque hay que decir que aquí va a lo seguro, porque el tema original de Jimmy Ruffin es enorme.

Todos estamos de acuerdo en el que no estamos ante el mejor trabajo de Bruce Springsteen, pero de ahí, a que sea un disco innecesario que ha editado solo por seguir en candelero, como he leído por ahí, hay un trecho. Además, como se puede pensar que, a estas alturas de su carrera, Bruce Springsteen necesita estar en el candelero. Es totalmente absurdo.

7,6

Drugdealer – Hiding In Plan Sight

A pesar de que estamos ante el tercer trabajo de Drugdealer, y de que la banda norteamericana ya lleva una década de carrera, nunca me había parado a escucharlos. Y la verdad es que no sé cuáles son las razones de este desliz, porque su rollo me va bastante. O por lo menos, lo que me encontrado en este último álbum. Un disco que, según la nota de prensa, se disfruta mejor con una botella de vino. Y tengo que decir que no puedo estar más de acuerdo, porque su pop-rock sofisticado, y de claro sonido añejo, es de lo que acogen de maravilla en días otoñales como este.

Cuentan que Michael Collins, líder de la banda, había perdido la inspiración en la pandemia y que estuvo a punto de tirar la toalla. Afortunadamente, un encuentro casual con la visionaria artista y compositora Annette Peacock en un festival en Marfa (Texas), hizo que esa inspiración perdida volviera a aparecer. Tras ponerle algo de su música, Peacock le aconsejo que subiera varios tonos su voz y confiara en ella. Y eso fue lo que hizo nada más llegar a Los Ángeles, donde las canciones de este ‘Hiding In Plan Sight’ empezaron a fluir.

Estamos ante un disco en el que ese soft-rock que tanto triunfó en los setenta está más que presente. Y aunque hay influencias más que evidentes, como la de Van Morrison, hay que reconocer que les ha quedado muy chulo. Solo hay que escuchar esa “Madison” que lo abre entre sedosos y acogedores toques soul. O la sensual “Someone to Love”, en la que incluso se atreven con un toque funk. Además de “New Fascination”, un corte mucho más animado, en el que, por supuesto, no se olvidan del saxo. Y ojo, porque también saben como hacernos bailar de la forma más delicada y entregar una autentica delicia como es “Valentine”.

A pesar de que ahora Collins confiaba más en su voz, también quería este trabajo tuviera algunos artistas invitados. Así, nos encontramos con el pop vigoroso de “Baby”, donde colabora el californiano Tim Presley. Y hay que decir que han dado con uno de los grandes temas de este 2022 – me tiene loco ese estribillo que entra tan efusivamente-. Pero también aparece por aquí la cantante folk Kate Bollinger, que pone su voz a la delicada, y muy sofisticada, “Pictures of You”. Además, cierran el álbum con una pequeña joya de rock-funk llamada “Posse Cut”, y en la que nos encontramos a Bambina, Sedona, y el siempre interesante Sean Nicholas Savage.

7,9

Arctic Monkeys – The Car

Nunca he sido muy seguidor de Arctic Monkeys, pero sí que pensaba que su anterior trabajo había caído por aquí, porque la verdad es que me gustó bastante. Eso sí, parece que no tanto como para hacer una reseña en el blog. El caso es que creo que la banda de Alex Turner está llevando su carrera de una forma bastante inteligente. Porque puede que, de buenas a primeras, a sus seguidores más rockeros no les termine de gustar esta nueva faceta más reposada y elegante que ha tomado su carrera, pero al final, consiguen que, tanto público, como crítica, se rindan ante ellos. Y eso, tras más de quince años de carrera, y siete discos, es algo que consiguen muy pocas bandas.

Según la propia banda, ‘The Car’ sigue donde lo dejaron con ‘Tranquility Base Hotel & Casino’. Aunque eso sí, esta vez no estamos ante historias de ciencia-ficción, y sí canciones que hablan de amor, o de experiencias propias vividas por Turner -hay hasta una mención a una presentación una televisión española-. Y todo ello regado con una instrumentación acojonante, en la que, además del buen hacer del resto de la banda, nos encontramos con una orquesta de 18 personas. Y es que, si hay unas protagonistas en este disco, son las cuerdas. Ellas lo riegan todo y consiguen que este rock, con tintes de soul, funk, e incluso pop francés de aire retro, se convierta en algo apabullante. De hecho, no sé cómo lo estarán haciendo en directo, pero espero que se lleven a parte de esa orquesta.

Lo mires por donde lo mires, ‘The Car’ es un disco con un sonido apabullante. Quizá no tiene un tema tan directo como ese “Four Out Of Five” que sobresalía en su anterior trabajo, pero es una colección de canciones de lo más coherente que va cogiendo tono a medida que las vamos escuchando. Esa elegancia y sofisticación con la cuenta “There’d Better Be a Mirrorball”, ya hace que nada más empezar te pique la curiosidad por todo lo que viene después. Y hay que decir que no defrauda. Turner se mete de lleno en el mundo del falsete, y con la ayuda de su banda, y de esa orquesta, nos deja una colección de temas en la que hay retazos de funk setentero (“I Ain’t Quite Where I Think I Am” y “Jet Skis On The Moat”); un chamber-pop que acaba volviéndose glam (“Body Paint”), o una elegancia de lo más cinematográfica (“The Car” y “Big Ideas”).

También hay alguna sorpresa que otra. Es el caso de “Sculptures Of Anything Goes”, un corte oscuro en el que dejan que una caja de ritmos lleve la voz cantante. Aunque eso sí, en su parte final aparecen esas cuerdas que lo inundan todo y convierte la canción en el tema principal de una película de James Bond. O de esa “Hello You” que nos presenta el lado más cálido del álbum y a la banda en plena efusividad soul. Un soul que también es la base de “Perfect Sense”, el tema que cierra el álbum de una forma más tranquila y, como no podía ser de otra manera, de lo más orquestal.

8

Ezra Furman – All Of Us Flames

Cada vez me gusta más el camino que ha tomado la carrera de Ezra Furman. La artista norteamericana lleva unos cuantos discos desgranando parte de la sociedad de su país a base de temas de rock que parten de muchas influencias. De hecho, en su anterior trabajo, reflejaba el cabreo que tenia en una colección de canciones punk que hizo que incluso se destrozara un poco la voz. Ahora vuelve con un nuevo trabajo en el que baja bastante las revoluciones, y recupera el sonido del estupendoTransangelic Exodus’, pero en el que no pierde ese espíritu crítico que tanto me gusta.

Como no podía ser de otra manera, ‘All Of Us Flames’ está compuesto en el grueso de la pandemia. Aunque sí es cierto que, salvo alguna referencia al fin del mundo, o a como era antes, no es el tema principal del disco. Una vez más, Furman se vuelve a centrar en su identidad como persona trans. Y lo hace desde el orgullo al que le ha costado un poco llegar. Algo que cuenta en una estupenda entrevista que ha dado para Jenesaispop. Pero también desde su perspectiva como judía, y de cómo esas dos identidades pueden llegar a chocar.

Musicalmente, estamos ante un álbum que recupera su sonido más retro. No obstante, menciona a Bob Dylan como una de las mayores influencias. Algo que no resulta complicado de ver en “Train Comes Through”, el tema que abre el disco. O en esa delicada “Book Of Our Names” en la que escribe su propio texto sagrado. Pero casi se podría decir que es un pequeño repaso a una época concreta de la música norteamericana. Lo que también nos lleva a encontrarnos con alguna canción que tiene como mayor referencia a los grupos de chicas de los 50 y 60, como es la preciosa “Dressed in Black”. Eso sí, todo adornado con la producción rota y sucia de John Congleton.

Hay otra influencia importante en algunas canciones de este trabajo, y no es otra que la de Bruce Springsteen. Algo que no sorprende mucho, porque ya estaba en algunas canciones de sus últimos discos. Además, con ella consigue dar con los mayores himnos del álbum. Temas infalibles como “Forever in Sunset” y “Lilac and Black”, donde entran en juego los teclados más épicos, y donde la voz de Furman se desgarra con más pasión que nunca. Pero también hay una parte del álbum más relajada, y algo sintética, que me ha gustado mucho. Es el caso de la rota “Ally Sheedy in The Breakfast Club”, en la que cuenta como el personaje de Ally Sheedy en ‘El club de los cinco’ marcó su infancia. O de la más sofisticada y pop “Poor Girl A Long Way From Heaven”, que es una delicia. Aunque eso sí, para terminar, prefiere volver a Dylan y entregar la delicada “Come Close”.

7,9

black midi – Hellfire

Resulta curioso, pero, a medida que he ido creciendo, y escuchando más música, me he vuelto más intransigente con los artistas más experimentales. Cuando tenía 20 años también contaba con una mente más abierta (musicalmente) que ahora, que prefiero una buena canción pop de tres minutos que otra cosa. Pero también es verdad que hay grupos que te hacen volver emocionarte por descubrir nuevos sonidos. Es el caso de black midi, una banda que mezcla todo tipos de estilos, y con ellos crea una locura musical que, cuando menos, resulta de lo más interesante. De hecho, solo han necesitado tres años para convertirse en uno de los grupos más importantes del nuevo rock británico.

Hellfire’ es su tercer trabajo, y como en los dos anteriores, cada canción son varios mundos diferentes. Aquí hay rock progresivo, post-punk, flamenco, influencias del Scott Walker más esquivo, jazz, y mil cosas más. Y, como digo, hay temas en los que todo eso suena a la vez. De hecho, si miráis la lista de gente que ha trabajo en el álbum, veréis que cuenta con casi una veintena de músicos que han tocado todo tipo de instrumentos. Además de la destreza musical con la que cuenta la propia banda, que es tremenda. Y ojo con la labor de producción y mezcla, que es realmente brutal.

Otro de los puntos fuertes de black midi son las letras de Geordie Greep, que cuentan todo tipo de historias. Como la de “Welcome to Hell”, donde un soldado en shock rellena su baja militar con todo tipo de excesos. O la de la sorprendente “Eat Man Eat”, en la que nos dejan una extraña historia en la que hay canibalismo y homofobia. Y lo hacen con unas palmas y un ritmo que tienen una influencia clara del flamenco. Porque, como ya he dicho, aquí hay de todo. Aunque también tengo que decir que son expertos en entregar autenticas apisonadoras sonoras en las que la voz de Greep, que cambia de registro constantemente, se adentra en espídicos ritmos en los que el jazz, el post-punk y el art-rock se fusionan con absoluta normalidad. Como en esa bestialidad llamada “Sugar/Tzu”, o la inabarcable “The Race Is About To Begin”.

Una de las razones por las que este “Hellfire” me ha conquistado, es por su parte final. Y es que, tras unos cuantos temas que son una auténtica locura, en los últimos momentos consiguen relajarse un poco. Es el caso de “Dangerous Liaisons”, donde Greep se deja llevar por una especie de espíritu crooner. Aunque sí es cierto que, en algún momento de la canción, no pueden evitar reventarlo todo un poco y hacer que su ritmo pausado se rompa. O esa “The Defence”, que prácticamente es una balada épica y de cierto toque setentero. Eso sí, para cerrar, entregan “27 Questions”, otra de esas canciones en las que hay 40 estilos musicales diferentes. De hecho, termina con un lado bastante cinematográfico, ya que nos cuenta la historia de un actor que no consigue convencer a su audiencia.

7,9