CMAT – Crazymad, For Me

El álbum de debut de CMAT fue uno de los trabajos más divertidos e inteligentes de 2022. Con él, la artista irlandesa dejó bien claro que se pueden hacer grandes canciones de pop dotándolas de un sentido del humor de lo más especial. Además, dejaba ver un talento compositivo de un nivel altísimo. De hecho, me parece hasta obsceno que no sea una estrella mundial y que luego tengamos que ver como otras artistas de lo más sosas se lleven todo el éxito. Aunque también es cierto que ella va bastante a su bola y su música tiene una fuerte influencia del country y del soft-pop de los setenta. Lo que, por desgracia, limita su poder de convocatoria entre la muchachada.

Si con su álbum de debut, en el que encontrábamos temas de pop tan pegadizos como “No More Virgos” y “I Don’t Really Care For You”, no logró que su música pasara de un éxito moderado fuera de Irlanda y UK, dudo mucho que lo haga con este ‘Crazymad, For Me’. Y es que estamos ante un disco conceptual sobre los viajes en el tiempo y el desamor. Lo que la ha llevado a crear una colección de canciones más tranquila, y algo más seria. Además de más country. Pero, para mí gusto, su propuesta sigue funcionando muy bien. Y lo hace por su talento a la hora de dar con una buena melodía; su característica voz, y unas canciones que siguen contando con bastante humor. Además de unas cuantas referencias a la cultura popular, como esas menciones a ‘Sex in the City’ y ‘Gilmore Girls’.

El disco se abre con “California”, una canción en la que nos encontramos con una CMAT de 47 devastada por una reciente ruptura sentimental. Un viaje en el tiempo que recrea con un pop lleno de cuerdas que la acerca al soul blanco de los setenta. Además, aquí ya vemos una constante en el álbum: la exageración. La irlandesa cumple la norma de más es más en prácticamente todas las canciones del disco, las cuales cuentan con una buena dosis de épica y con esos chorros de voz característicos de CMAT. Ahí tenemos esa “Phone Me” en la que un ritmo electrónico se alía con unas cuerdas que casi se acercan al northern soul. O esa estupenda “Rent” que empieza delicadamente y acaba en todo un derroche de country-rock. Además de un par de baladas como “Can’t Make Up My Mind” y “Torn Apart”, las cuales también tiran de grandilocuencia.

Sería injusto decir que es un disco sin hits. De hecho, tiene tres muy claros. El primero atiende al nombre de “Where Are Your Kids Tonight?”, donde recluta a John Grant y juntos se hacen con un pop de reminiscencias ochenteras (solo hay que ver su vídeo) de lo más emocionante. Una emoción que también aparece en “Stay For Something”, en la que deja el country de lado para hacerse con un vibrante canción de pop-rock con uno de esos finales explosivos marca de la casa en los que las guitarras se endurecen un poco más. Y hay que decir que es una maravilla. Como esa “Have Fun!” mucho más pop que cierra el álbum de una forma más divertida y con una letra llena de rencor en la que nombra a Jimi Hendrix y Humphrey Bogart. CMAT en toda su esencia.

7,7

A Beacon School – yoyo

No tenía ni idea de la existencia de este proyecto llamado A Beacon School. Y eso que, Patrick J. Smith, que es el hombre que está detrás de este nombre, lleva más de una década en el mundo de la música y ha formado parte de bandas como Modern Rivals y Bluffing. También es cierto que no ha sido muy prolífico con este proyecto, ya que editó su álbum de debut en 2018 y hasta este 2023 no le ha dado una continuación. Aunque sí es verdad que ha estado ocupado con Maxband, un grupo del que también forma parte Max Savage de Parquet Courts.

La propuesta de A Beacon School puede meterse perfectamente dentro del dream-pop. Eso sí, matizando un poco, porque este ‘yoyo’ es un trabajo en el que se sale de ese camino unas cuantas veces. El momento más evidente es en “Jon”, un tema de siete minutos en el que se lanza a una pista de baile de lo más tecno. Aunque hay que decir que no se quita el lado ensoñador de su música, que aquí aparece de la mano de un paisaje de sintetizadores absolutamente fascinantes. Pero también hay algún coqueteo con el shoegaze más melódico, como el que aparece en “KITM”, una canción en la que las guitarras se endurecen un poco más de lo habitual.

Smith maneja estupendamente los paisajes ensoñadores. La prueba la tenemos nada más empezar con “Middle of Winter”, un tema en el que sale a relucir su dream-pop más sintético. Porque, incluso dentro de este estilo, se deja llevar por diferentes corrientes. Así, las cajas de ritmos y los sonidos electrónicos vuelven a convertirse en protagonistas en “Dot”, una estupenda canción en la que llena todo de una épica ensoñadora. Y si nos vamos a “Honeyed (Stay Forever)”, casi se podría decir que estamos ante un corte de synth-pop. Además, uno de los buenos. Sin embargo, en un tema como “Alone”, deja la electrónica fuera y se alía con la clásica alineación de guitarra-bajo-batería. Con muy buenos resultados, por cierto.

Hay otra faceta musical dominante en la propuesta de A Beacon School. Smith también disfruta acelerando sus canciones y yéndose hacia un dream-pop bastante más potente. Es lo que yo llamo su lado DIIV. Temas como “Potion” y “Mantra” están protagonizados por una sección rítmica que va a toda leche y por uno de esos juegos de guitarras que se van entrelazando y creando un sonido de lo más melódico y luminoso. Aunque sí hay que decir que, en la segunda, termina pisando el pedal de distorsión para acabar el disco yéndose al shoegaze. Una muestra más de que estamos ante un proyecto ecléctico que termina funcionando muy bien por su inquietud y su búsqueda incesante de caminos diferentes para atacar el dream-pop.

7,9

The Drums – Jonny

Me encanta que Jonny Pierce vaya totalmente a su bola. Además, creo que el hecho de dar señales de vida cada tres o cuatro años ha propiciado que un proyecto como The Drums siga teniendo tirón. Si hubiera quemado todos sus cartuchos tras publicar su exitoso álbum de debut, es muy probable que ahora mismo no estuviéramos hablando de un sexto disco de The Drums. Y tampoco creo que tuviera esa legión de seguidores en América Latina, donde llena salas bastante grandes. Aunque también es cierto que parte de la culpa la tiene ese hit viral que consiguió hace unos años con su “Money”. Lo que le ha permitido trabajar con toda la tranquilidad del mundo y sacar discos cuando le viene bien. Como el caso que nos ocupa hoy.

Jonny’ es un disco grabado de una forma muy extraña. Pierce huyó de la pandemia a una cabaña que tiene en el norte de Nueva York. Allí, adoptó un cachorro, paso parte de su depresión, y fue escribiendo sus canciones con toda la tranquilidad del mundo. Pero no tenía en mente que se convirtieran en un álbum. De hecho, son los temas más personales de su carrera. De ahí el título y esa portada rezando desnudo -su padre era un predicador y ha confesado que le llevaron a terapias de conversión-. Hasta que, a los dos años, sus managers le preguntaron si tenía algo para darles. Pierce les envió estas canciones y su respuesta fue que había hecho el mejor disco de su carrera. Algo con lo que no estoy de acuerdo, aunque sí es un trabajo muy interesante.

Creo que estamos ante el disco más ecléctico y extraño de The Drums. Además del más largo, porque tiene 16 canciones y se va más allá de los 50 minutos. Y ahí le da tiempo a hacer muchas cosas. Sobre todo, a jugar con sus sintetizadores y cajas de ritmos. Según él mismo, ha tirado mucho de su infancia en este trabajo, y eso, inevitablemente, le ha llevado a mundos más synth-pop, que fue la música que marco su adolescencia. Así, nos encontramos con cosas muy curiosas. Como la acelerada y casi tecno “I’m Still Scared”. O como la extraña, pero muy seductora, “Dying”, donde colabora Rico Nasty y se va a una electrónica de lo más esquiva. Además de “Harms” y “Little Jonny”, dos temas muy minimalistas que forman un conjunto, y que casi son una confesión. Un sonido que también se deja ver en la estupenda “Pool God”.

Evidentemente, el disco está bien regado de esos temas de indie-pop con aires surf que hicieron su proyecto famoso. Y hay que decir que aquí no falla. Solo hay que escuchar esa preciosa “I Want It All” que abre el disco con un buen chorro de melancólica. Una melancolía que vuelve en la igual de preciosa “Plastic Envelope”. Y si nos vamos a “Isolette”, nos encontramos con un hit en toda regla a la altura de sus mayores éxitos. Al igual que “Obvious” y “The Flowers”, que son una autentica delicia. Además, no se olvida de esas baladas tan 50s que tanto le gustan, como “Be Gentle” y “Green Grass”.  Así que se podría decir que estamos ante un álbum de lo más completo.

7,7

Alexanderplatz – Noches blancas, mañanas negras

Con los discos de Alexanderplatz me pasa lo mismo que me pasaba con Klaus & Kinski: no me termina de convencer su eclecticismo. Y es que, por un lado, me encanta cuando se va hacia mundos más anglosajones y se entrega por completo al indie-pop o a un lado más sintético. Sin embargo, cuando se acerca sonidos más añejos -en los discos de Klaus & Kinski había boleros y aquí hay rancheras-, me saca por completo del disco. Y sí, ya sé que es la forma que tiene el artista murciano de ver la música, y que es algo que siempre ha gustado a sus seguidores, pero a mí no me va.

Noches blancas, mañanas negras’ es el tercer trabajo de Alejandro Martínez bajo el nombre de Alexanderplatz, y en él sigue el mismo guion que en sus dos discos anteriores. O por lo menos el mismo que el primero, que fue el que escuché bastante en su día. Es decir, que cada canción es un mundo y una sorpresa. Además, vuelve a dejarnos unas letras singulares y mordaces. Y la primera sorpresa llega nada más empezar, porque en “Hipnoparto” se mete de lleno en sonidos puramente country. Algo que, en realidad, no es nada nuevo, ya que, tanto con Klaus & Kinski, como en su carrera en solitario, ya se ha ido por ese camino unas cuantas veces. Pero sí sorprende dentro de la línea del disco, que no va por ahí. Como tampoco se va hacia la ranchera y en “Ascética básica” se mete de lleno en este rollo.

Lo mejor de este trabajo de Alexanderplatz llega cuando aparecen los sintetizadores y se ponen a servicio del pop. Ahí tenemos la luminosa “Afectuosamente suyo”, donde un teclado se fusiona con unas guitarras limpias y de lo más melódicas. Un camino que sigue al dedillo en “Oración”, una de esas canciones que brillan desde el primer segundo. Sobre todo, por esas guitarras tan New Order que resuenan a lo largo de sus cuatro minutos. Unas guitarras que también aparecen en las estupenda “Insultantemente Exultante”, aunque aquí el gran protagonista es ese teclado esplendoroso que entra de la forma más abrupta posible. Y si hablamos de mundos sintéticos, hay que mencionar el kraut electrónico que aparece en “A mí la Guardia Civil”, que es una pasada. O el synth-pop melancólico que nos deja ver en “Virgencica”, una de las mejores canciones de su carrera.

Cuando se sale del mundo del pop, su propuesta se vuelve un poco más irregular. Sí funciona el country-folk de “El arte de la fuga”, que resulta simpático y emocionante. O la crudeza guitarrera con la que ataca “Veneno gratis”, donde prácticamente se mete en sonidos post-punk. Aunque sí es cierto que le ha quedado un poco larga de más. Sin embargo, la delicada, y folclórica, “Cada vez me echas menos de menos”, no termina de cuajar. Algo que sí ocurre con “Puente de plata” que, a pesar de irse hacia un pop melancólico, y más allá de los cinco minutos, sí que funciona muy bien. Y es que, esas cuerdas que la acompañan no pueden ser más bonitas. Además de perfectas para el cerrar el disco.

7,7

Mujeres – Desde flores y entrañas

Hay veces que, por una cosa u otra, un grupo no me termina de entrar. Es el caso de Mujeres, una banda con una carrera más que consolidada a la que nunca le he prestado mucha atención. Quizá, porque ese garage un tanto lo-fi que aparecía en sus primeros discos, nunca ha sido mi rollo. Pero lo cierto es que el trío de Barcelona ha ido puliendo su sonido a lo largo de estos años, y ya hace un tiempo que lo suyo está más cerca de un pop guitarrero que de cualquier otra cosa. Y ese sonido, que ya dejaban ver en su último Ep, donde compartían canciones con Los Punsetes, Carolina Durante, o Cariño, sí que me va bastante.

Desde flores y entrañas’ es su sexto trabajo. Un disco doble en el que Mujeres han querido meter todas esas canciones que, en un principio, tenían que quedarse fuera. Dicho así, podría parecer que han metido una buena cantidad de morralla. Pero no, probaron a meter todos esos temas que, supuestamente, no encajaban en la línea del disco, y vieron que la cosa funcionaba muy bien. Y no puedo estar más de acuerdo, porque, a pesar de sus 47 minutos, se hace bastante en corto. Algo que, en buena parte, es por esa variedad que le han dado a su música.

Estamos ante el disco más limpio de Mujeres. Y no solo en lo que se refiere a la música, también en las voces. Lo que hace que su pop guitarrero, que siempre ha bebido de los cincuenta y sesenta, nos recuerde a muchas bandas de esa época. Pero no solo a las bandas de rock and roll norteamericanas, también a grupos patrios de la época. Ahí tenemos un tema como “Se avecina una herida”, que suena como si Los Brincos hubieran nacido en la escena punk. Algo que también se podría decir de “La emoción y los sentidos”, que es muy eufórica, pero también muy pop. O de la estupenda “Por lo visto ya da igual” y su estribillo, tan melódico y coreable. Además de en esa joya de balada llamada “Diciendo que me quieres”, donde no pueden evitar acordarse de Phil Spector, y de en la delicada “Una pasión concreta”, en la que le dan protagonismo al órgano.

Hay un tipo de canción de Mujeres que me encanta. Es esa que empieza con un órgano tranquilo y con unas voces delicadas y melódicas, pero que en seguida cambia de rumbo y se convierte en todo un himno de rock potente y vibrante. Algo de lo que dieron buena cuenta en su anterior EP, y que aquí perfeccionan en la maravillosa “Si piensas en mí”, una canción que, seguramente, protagonizará grandes momentos en sus conciertos. Y si hablamos de futuros grandes momentos en sus próximos conciertos, no hay que olvidarse de sus hits acelerados y punk, como “Las victorias y las derrotas”, “No puedo más”, o “Solamente brutal”, que son una barbaridad. Además del post-punk cañí que aparece en “Se completa una opción”, que nos remite a los primeros ochenta. Y ojo, porque cuando pisan el freno son capaces de convertirse en unos alumnos aventajados de The Jesus and Mary Chain y dejarnos la estupenda “Estallido sin cambios”.

8

J – Plena Pausa

Tengo que reconocer que no me esperaba que J publicara un primer disco en solitario tan directo y pop. Sobre todo, por el contexto en el que nace este proyecto. Y es que, al fin y al cabo, estamos ante unas canciones que nacen del visionado de unas películas inéditas de Iván Zulueta ofrecidas a J por la Filmoteca Española. Lo que podría haber llevado al artista granadino hacia un mundo más experimental -el cine de Zulueta huía de todo lo relacionado con la comercialidad- o a crear una banda sonora más convencional. Pero no, porque, en realidad, nos estamos ante una banda sonora. Aquí lo que hay es una inspiración en esas películas y una especie de fusión entre dos mundos: el de Zulueta, y el de J.

Con los miembros de Los Planetas metidos en diferentes proyectos, J tuvo que reclutar a una banda nueva para crear estas canciones. Una banda donde tenemos a Natalia Drago, más conocida como Trueno Negro, a Miguel López, bajista de Los Planetas; al teclista Miguel Martín; al batería Roberto Escudero, y como guitarristas a David Rodríguez y Jaime Stinus. Y parece que esto ha aportado frescura a las sus composiciones. Porque, aunque aquí nos encontramos con las influencias de toda la vida, y de todas las etapas, de Los Planetas, sí que hay un ramalazo más pop en estas canciones. Solo hay que escuchar la estupenda “Natalia Dice”, en la que recluta a los 107 Faunos, y le da protagonismo a Natalia Drago, para crear todo un himno pop absolutamente brillante. O ese noise-pop melancólico que aparece en “Era una flecha” y “Tormenta eléctrica”, dos de las joyas del álbum.

Según el propio J, el cine de Zulueta bebía bastante de ese cine experimental en Super 8 que se hacía en la Factory de Warhol. Lo que, inevitablemente, nos lleva a la Velvet y a Lou Reed. Una influencia que está más que presente en este proyecto. Ahí tenemos el combo formado por “Fandango del rascacielos” y “Los desalmados”, dos temas que solo aparecen en la edición en DVD, y en los que directamente fusila “Walk on the Wild Side” y “Perfect Day”. Además de parte de la letra de “En el rascacielos” de Family. Y hay que decir que lo hace de una forma excelente. Sobre todo, en la parte final de la segunda, donde entra a lo grande el riff de guitarra del “Perfect Day” entre melodías dream-pop. Pero también hay una referencia al propio Lou Reed en “Arrebato (un buen día para Iván)”, una especie de revisión de “Un buen día” de Los Planetas.

Ya he comentado que por aquí aparece el sonido de todas las etapas de Los Planetas. Y claro, no puede faltar su lado más flamenco. Ahí tenemos la oscura “Soleares del loco”, donde fusiona ese sonido con unas guitarras que son puro New Order. O esa maravilla llamada “Romeras de Betty Boop”, en la que le da un toque más pop al asunto. Y si hablamos de pop hay que mencionar la delicada “Película de plata”, que es una preciosidad. Además de esa “Mi ego está en babia” tan luminosa y vigorosa. Y ojo, porque también nos deja un par de curiosidades en forma de versión. La primera es “Jaleo en la calle”, que no es otra cosa que una revisión del “Ode to Street Hassle” de Spacemen 3. Una canción que, por cierto, era un homenaje al “Street Hassle” de Lou Reed. Pero más curiosa es la versión que hace de “Échame a mí la culpa” de Albert Hammond. Sobre todo, porque la convierte en una balada noise-pop de lo más chula.

8,2

Sufjan Stevens – Javelin

La verdad es que, entre proyectos con otra gente, bandas sonoras para piezas de danza, y sus trabajos de música para meditar, uno ya no sabe cuantos discos ha sacado Sufjan Stevens en los últimos años. Algo que, en realidad, no es nada nuevo, porque estamos hablando de ese artista que dijo que iba a sacar un disco por cada Estado de Norteamérica. Lo que, lógicamente, no hizo, pero sí que ha tenido una carrera de lo más activa. Una carrera que, entendemos, bajará un poco de intensidad, porque no sé si sabéis que lleva un mes en una clínica de rehabilitación para recuperarse de los síntomas del Síndrome de Guillain-Barré, un raro trastorno autoinmune que te hace perder sensibilidad y movilidad en manos, brazos y piernas. De hecho, le va a llevar meses andar de nuevo. Así que, como os podréis imaginar, no va a promocionar este trabajo.

Javelin’ es un regreso tímido a su faceta más folk. Además, es otro trabajo que, salvo unas pocas excepciones -la guitarra de Bryce Dessner de The National en la extensa “Shit Talk” y unos cuantos coros-, ha sido grabado íntegramente por él mismo. Pero, como decía, es un regreso tímido al folk, porque, aunque todas sus canciones empiezan sosegadamente, con una guitarra acústica, un banjo o un piano, siempre terminan estallando y yéndose a otros lugares. Puede ser gracias a una caja de ritmos o una a orquestación épica, pero salvo su adaptación del “There’s A World” de Neil Young, todas viran hacia otro camino. Lo que hace que estemos ante el disco de Sufjan Stevens que mejor fusiona todas sus facetas musicales. Incluso la navideña, que también aparece por ahí.

Una de las cosas más interesantes de este trabajo es ir viendo como cada canción se transforma en otra cosa. Una forma de componer que, en otros artistas, puede resultar un tanto repetitiva, pero en el caso de Sufjan Stevens resulta de lo más excitante. Ahí tenemos “Goodbye Evergreen”, que abre el álbum suavemente, y con un piano, pero que a partir del minuto uno estalla en mar de orquestación, coros épicos, y cajas de ritmos. O esa “Everything That Rises” que, en sus primeros minutos, se regodea en su faceta folk, pero que en su parte final se llena de una bruma psicodélica. Además de la maravillosa “Genuflecting Ghost”, donde los ritmos electrónicos incluso se vuelven algo bailables.

El nuevo trabajo de Sufjan Stevens cuenta con alguna canción que otra digna de entrar entre lo mejor de su discografía. Y eso son palabras mayores. Pero es que solo hay que escuchar un tema como “A Running Start”, con su tramo final lleno de coros saltarines y juguetones, para darse cuenta de que aquí el nivel es muy alto. Y si nos vamos a la melancólica “Will Anybody Ever Love Me?” incluso subimos de nivel. Porque, cuando Sufjan hace canciones de amor (desamor en este caso), no hay quien le tosa. Y luego tenemos “Shit Talk”, una canción de ocho minutos que es alucinante. Sobre todo, por como va cambiando de rumbo a lo largo de su extensa duración. Además de por esa parte épica y emocionante que entra a partir del quinto minuto.

8,2

Soft Science – Lines

Sigo en California, y sigo con el buen pop de guitarras ruidosas y melódicas. Y es que, tras el estupendo nuevo trabajo de Seablite, que cayó ayer en el blog, hoy es el turno de darle a lo nuevo de Soft Science. Esta banda con sede en el norte de California lleva más de una década instalada en un pop y rock guitarrero que, poco a poco, ha ido evolucionando hacia otros mundos. Lo que empezó como un proyecto de indie-rock se ha terminado convirtiendo en una especie de fusión de estilos en la que no dejan de lado ese indie-rock, pero sí dan paso a momentos más noise-pop, otros mas shoegaze, y algunos de lo más ensoñadores. Y hay que decir que han ganado bastante con esta evolución.

Estamos en el último tramo de 2023 y todavía nos llegan discos que están creados en la época más dura de la pandemia. Y es que, si en una situación normal, ya es difícil sacar adelante un disco de una banda independiente, con ese parón entre medias, casi es imposible. De hecho, como muchos otros grupos durante la pandemia, los miembros de Soft Science fueron creando las canciones de este ‘Lines’ en pequeños estudios improvisados sus propias casas. Luego ya, en 2022, consiguieron reunirse y darles forma. Una forma de trabajar que no deja de sorprenderme, porque, al final, todos estos discos creados de esta forma terminan sonando estupendamente. Y este no es una excepción.

Lines’ empieza mostrándonos la faceta más etérea y ensoñadora de Soft Science. “Low” es una canción donde los teclados, que en sus primeros discos eran casi una anécdota, se llevan todo el protagonismo. Además, cuenta con un pequeño subidón lleno de épica que, como dato curioso, recuerda un poco a Low, la banda de Minnesota. Quizá es un pequeño homenaje. Pero no estamos ante el estilo musical que predomina en el disco. Sí se deja ver algo de este mundo dream-pop en la sosegada, pero muy sucia, “Zeros”. Además de en “Polar”, el fantasmal tema que cierra el álbum. El resto es mucho más vivo y pop.

Soft Science lo tienen claro: lo suyo es hacer canciones de pop llenas de guitarras potentes y ruidosas. Ahí tenemos esa “Grip” que empieza con un riff de guitarra de lo más sucio. Pero, a medida que la canción va fluyendo, van entrando los teclados, la voz de su cantante lo llena todo de dulzura, y su pegadizo estribillo termina de redondear el asunto. Un guion que siguen en otros temas del álbum, como “Deceiver” y “Kerosene”, que son igual de cautivadoras. Pero también saben cuándo salir de ahí, aunque solo sea un poco. Es el caso de la acelerada “Sadness” y su rollo jangle-pop, o de la sucia “Stock”, que hace que se metan de lleno en el C86. Además, ambas, con muy buenos resultados. O de “True”, que se va hacia un noise-pop juguetón y absolutamente delicioso. Algo así como unos The Jesus & Mary Chain con teclados.

7,9

Seablite – Lemon Lights

Con todas las bandas de shoegaze y noise pop que salen a lo largo del año, es casi imposible acordarse de las que sacaron su debut hace cuatro temporadas. Algo que me ha pasado con Seablite, un grupo de San Francisco que me encandiló con su primer trabajo en el verano de 2019. Pero claro, si no le das continuación a tu propuesta, al final terminas en el olvido. Afortunadamente, han sacado tiempo para componer unas cuantas canciones y entregarnos su segundo trabajo. Y digo afortunadamente, porque manejan de miedo el sonido guitarrero británico de finales de los ochenta y principio de los noventa.

Adentrarse en ‘Lemon Lights’ es como un viaje en el tiempo a la escena indie británica del siglo pasado. Incluso en el plano visual, porque no pueden negar que el diseño de su portada remite a esa época. Pero es su sonido el que más nos transporta a esos años. Las guitarras sucias, pero muy melódicas, el toque ensoñador, y esa voz tan pop bañada en una capa de reverb, hacen que inmediatamente nos acordemos de Lush o Ride. No obstante, Mark Gardener, guitarrista y compositor de estos últimos, se ha encargado de masterizar el disco. Además, hay que decir que, no solo se les da bien recuperar este sonido, también son bastante eclécticos a la hora elegir sus influencias. Lo que hace que estemos ante un disco de lo más entretenido.

Se podría decir que la música de Seablite cuenta con un par de facetas algo diferenciadas. Por un lado, aparece un mundo mucho más pop y melódico, como el de “Smudge Was a Fly”, el estupendo corte que abre el álbum. O el de la deliciosas “Faded” y “Monochrome Rainbow”. Unas canciones que, evidentemente, beben bastante de Lush, la que debe de ser la influencia más evidente del álbum. Pero, como ya he dicho, no se quedan solo en una influencia. A lo largo del disco también encontramos algún tema de noise-pop, como esa maravilla llamada “Pot Of Boilling Water”; un shoegaze contundente y lleno de guitarras densas que aparece en “Drop Of Kerosene”; otro más melódico y luminoso que se deja ver en “Frozen Strawberries”, y hasta un tema como “Orbiting My Sleep”, que podría pertenecer a los Cocteau Twins más ambientales.

La gran novedad de este segundo álbum es el viaje que, en unas cuantas canciones, se pegan a Manchester. No sé si tendrá algo que ver la mano de Gardener que, aunque es de Oxford, sí que absorbió muy bien ese sonido en algunos temas de Ride. El caso es que resulta de lo más evidente en un corte como “Melancholy Molly”, donde sus guitarras sucias se fusionan con una sección rítmica bailable. O de “Hit The Wall”, en la que siguen exactamente el mismo camino. Aunque de una forma un poco más pop, eso sí. Y si nos vamos a “Laughing Sounds”, vemos que también saben añadirle una pequeña dosis de psicodelia a este sonido. Todo un acierto que aporta frescura al disco.

7,9

Melenas – Ahora

El caso de Melenas es de lo más interesante. Desde Pamplona, y cantando en castellano, han conseguido repercusión en todo el mundo. Han hablado de ellas en medios norteamericanos como Stereogum o Brooklyn Vegan, se han hecho giras por toda Europa (y algunas partes de América), y han logrado premios internaciones que han ganado artistas tan potentes como Rosalía o Dua Lipa. Y, por si esto fuera poco, sus discos se editan a pachas entre el sello nacional Mushroom Pillow, y el estadounidense Trouble In Mind. Con este historial casi deberían ser unas estrellas en España, pero parece que aquí nos interesa más escuchar la enésima canción estándar de reggaetón o la copia de la copia de Vetusta Morla. Aunque bueno, tampoco creo que ellas vayan en busca del éxito masivo. Pero un poquito más de repercusión en nuestro país no estaría mal.

Ahora’ es su tercer trabajo, y llega con un cambio de sonido importante. Para empezar, en él, apenas hay guitarras. Aquí los protagonistas son los sintetizadores. Un instrumento que ya tenia presencia en su anterior disco, y en su estupenda versión del “Eisbär” de Grauzone, que aquí se convierte en el protagonista. Eso sí, compartiendo un poco de ese protagonismo con una sección rítmica de lo más vibrante que las lleva a meterse en mundos del kraut y el motorik. No obstante, ellas mismas mencionan a Broadcast o Stereolab como algunas de las influencias de este trabajo. Pero también el pop de The Magnetic Fields o el post-punk de Electrelane. Y de esa mezcla sale uno de los discos nacionales de este 2023.

Estamos ante un trabajo en el que Melenas corren bastantes riesgos. Algo que se ve nada más empezar con el tema que da título álbum. Estamos ante una canción esquiva, y bastante oscura, donde sus sintetizadores se dejan llevar por sonidos de lo más retro y algo tétricos. Un tema que funciona a la perfección como carta de presentación del disco, porque, aunque buena parte de este es mucho más melódico y pop, sí que representa muy bien otra faceta más reposada y distante que también tiene su protagonismo en el disco. Ahí tenemos un tema como “Flor de la frontera”, que se desenvuelve muy bien en este sonido, pero que lo hace desde un punto de vista más luminoso. O esa estupenda “1000 canciones” que cierra el disco yéndose a un synth-pop de lo más primitivo.

Ya con “Bang”, el que fue el primer adelanto del disco, vimos que Melenas eran capaces de hacer hits de lo más instantáneos con este sonido más sintético. Esta joya cercana al kraut, y su estribillo, que es de esos que se te mete en la cabeza y no sale de ahí, nos pusieron los dientes muy largos. Algo que también ocurrió con “K2” y su rollo tan Stereolab, y con esa bossa nova ensoñadora llamada “Dos pasajeros”, que fueron los siguientes adelantos. Pero lo bueno es que no son los únicos temas redondos del álbum. Ahí tenemos el momento tan pop que representa “1986”, en la que vuelven a dar con otro estribillo absolutamente redondo. O el kraut tan melódico que aparece en “Tú y yo”. Además de “Mal”, que, gracias a sus guitarras, es el tema que más recuerda a sus anteriores trabajos.

8