The Hidden Cameras – Home on Native Land
No hay nada como dejar tu país una buena temporada para echarlo de menos. Eso es algo que sabe muy bien Joel Gibb, el líder de The Hidden Cameras, que, tras pasar una década en Berlín, ha vuelto a su Canadá natal. Allí se ha dado cuenta de todo lo bueno que tiene su país, y ha terminado dedicándole el que es su séptimo trabajo. Incluso adapta Log Driver’s Waltz, un estándar canadiense para el que ha contado con la ayuda de Rufus Wainwright, Feist y Mary Margaret O’Hara.
Home on Native Land no tiene nada que ver con el rollo gótico de su anterior trabajo, o con el pop orquestal de sus primeros discos. Estamos ante el que podríamos llamar el álbum country de The Hidden Cameras. Algo que, en un principio, puede resultar un poco extraño, pero si nos fijamos en algunos cortes de sus comienzos, esa influencia ya estaba por ahí. Es más, la fantástica The Day I Left Home, no desentonaría en los discos de esa época. Y es que, el propio Gibb comenta que la escribió en 2006, cuando se mudó a Alemania.
No es que yo sea un gran seguidor de la música country, pero este trabajo me ha gustado. Más que nada porque Joel Gibb aporta parte de su sensibilidad a estas canciones secas y áridas, dándole el toque personal con el que nos ha conquistado otras veces. Ahí está esa preciosa oda al amor obsesivo llamada He Is The Boss of Me, la casi instrumental Ode to an Ah, en la que encontramos los coros de Neil Tennant de Pet Shop Boys, o la delicadeza de Big Blue y Drunk Dancer’s Waltz. Pero lo mejor, junto al single, está en el trío de canciones que conforman Be What I Want, Counting Stars y The Great Reward, que, de nuevo, nos vuelven a remitir a sus primeros trabajos. Sobre todo la segunda, que tiene un estribillo de lo más festivo y unos coros soul que son una maravilla.
Lo que no me ha gustado tanto son las canciones más fronterizas, en las que saca a pasear la slide guitar, la cual no puedo soportar. Ni siquiera me va mucho el numerito bar de carretera que se ha montado en Don’t Make Promises, en la que, por cierto, colabora Ron Sexsmith. Algo parecido me pasa con Twilight of the Season, la canción que cierra el álbum, y el otro tema donde aparece Sexsmith, que ha terminado llevando a Gibb a su terreno.
Pese a tener esos tres o cuatro cortes más fronterizos, el resultado final es bueno, y casi se podría decir que es su mejor trabajo desde el lejano Mississauga Goddam.
7,8
Debe estar conectado para enviar un comentario.