Shannon & The Clams – The Moon Is In The Wrong Place

Casi sin hacer ruido, Shannon & The Clams se han convertido en uno de los valores seguros del rock de la Costa Oeste norteamericana. Su talento a la hora de recuperar sonidos de los 50, 60 y 70, es innegable. Porque, además, tan pronto te sorprenden con un arrebato de garage o rockabilly, como con una dulce y melancólica canción en la que se van al pop de chicas de los sesenta. Incluso son capaces tirar del doo-wop. Todo muy retro, como podéis ver, pero también muy bien traído a esta época. No obstante, van por su séptimo trabajo y su propuesta no ha sufrido ningún desgaste. Es más, este nuevo álbum es incluso mejor que el anterior.

The Moon Is In The Wrong Place’ es uno de esos discos que marcan un antes y un después en una banda, ya que sus canciones nacen de un suceso trágico. En agosto de 2022, Shannon Shaw, líder y vocalista del grupo, se encontraba a pocas semanas de su boda con Joe Haener, un batería de la escena de Oakland. Pero un accidente de coche en la granja de los padres de Haener acabo con su vida. Evidentemente, esto no solo dejó a Shaw destrozada, también a la banda. Así que, cuando llegó la hora de meterse en estudio que tienen Dan Auerbach (The Black Keys) en Nashville, se encontraron con una colección de temas giraban en torno a la pérdida, pero también sobre cómo superarla. No obstante, el título del disco es algo que le dijo Haerner a Clams poco antes de morir.

Puede que estemos ante el disco más ambicioso de la carrera de Shannon & The Clams. Aquí se superan en cuanto a sonido y producción, que son mejores que nunca. Y gracias a eso se atreven a irse a caminos que nunca habían explorado. Ahí tenemos una canción como “What You’re Missing”, que nos muestra un pop con tintes de soul de lo más esplendoroso. O esa “Bean Fields” tan alegre y vibrante, donde prácticamente retroceden hasta los años 40. Pero lo hacen con un estribillo de lo más pop. Y lo más curioso es que, este tema tan alegre, está inspirado en la granja donde perdió la vida Haener. Además de ese “Life Is Unfair” en la que se pone las botas de vaquera y se acerca a Nancy Sinatra. Algo que también se deja ver en “The Vow” y su abrupto final.

La música de Shannon & The Clams siempre ha girado bastante en torno al garage más psicodélico. Y este trabajo no es ninguna excepción. Solo hay que escuchar ese torbellino sonoro llamado “The Hourglass” en el que se dejan llevar por una sección rítmica potente y un órgano de lo más psicótico. Un órgano que también aparece en “Big Wheel”, donde tiran más hacia el rockabilly. O en la psicotrópica “UFO”. Pero hay otra cosa que se le da muy bien a la banda de Oakland. Y es irse hacia el pop de chicas de los 60. Cuando se ponen spectorianos son capaces de hacer joyas tan deliciosas como “Oh So Close, Yet So Far”. O una balada en clave soul tan bonita como “Real Or Magic”. Además de esa “Golden Brown” perfecta para un baile de fin de curso de los primeros 60.

Lunchbox – Pop and Circumstance

Parece que Lunchbox han cogido carrerilla. Porque, aunque casi han pasado cuatro años desde su anterior trabajo, no deja de ser un periodo corto de tiempo para el grupo de Oakland. Y es que hay que decir que estamos ante una banda que ha dejado pasar hasta una década entre disco y disco. Lo cual es una pena, porque estamos ante uno de los mejores combos de indie-pop de las últimas décadas. Bueno, a lo mejor me he pasado, pero sí que es cierto que es una banda deliciosa que sigue haciendo las cosas a su manera, y de una forma muy casera, que no tiene problema ninguno en seguir tirando de las influencias con las que empezaron hace 25 años. Y eso ya me parece una declaración de intenciones de lo más interesante.

Según la propia nota de prensa de la banda, ‘Pop and Circumstance’ es una colección de canciones que refleja el amor de Lunchbox por los singles que sonaban en las radios de los 60 y 70. Lo que los ha llevado a crear un trabajo en el que hay influencias de los sonidos mod y del pop de aquellas dos décadas. Pero también del indie-pop de los ochenta, que se podría decir que siempre ha sido su base musical. Aunque claro, precisamente, las bandas de aquella década se fijaban en lo que sonaba las dos décadas anteriores. Así que se podría decir que es un poco una mezcla de todas esas cosas. Y todo esto aderezado con su talento para dar con una buena melodía pop.

El disco se abre con una pequeña sorpresa en forma de canción con tintes soul. “Dinner For Two” está coronada por unas trompetas y unos coros que no dejan lugar a dudas de que son fanáticos de esos sonidos. Eso sí, su sección rítmica tira más hacia la del pop convencional. Y se podría decir que así siguen en “I’m Yours, You’re Mine”, un tema en el que un órgano, y otra vez las trompetas, se llevan el protagonismo. Además de un ritmo vibrante que podría llevar la canción a una reunión de nostálgicos del Northern Soul. Eso sí, a partir del tercer tema la cosa empieza a cambiar y, más allá del arrebato de trompetas de “Is This Real”, se centran más en mundos indie-pop.

Lo bueno que tienen los discos de Lunchbox, es que, a pesar de que los hacen con muy poco, pueden ser un tanto variados. Su indie-pop, puede sonar luminoso y directo, como en el caso de “Summer’s Calling” o “Love For Free”. Pero también se puede ir hacia la suciedad y sonidos propios del C86. Ahí tenemos temas “This World” o “Heaven Only Knows”, que encauzan sus melodías poperas desde mundos más lo-fi. Incluso pueden sorprender con un tema como “Different Tune”, en el que tiran de un sonido más clásico -hay un momento en la canción que es puro The Beatles-. O descolocar un poco sacándose de la manga un sonido reggae en “Don’t Wait Too Long”. Además de meterse en la psicodelia y cerrar el disco con una extrañeza como “All Around The World”. En cualquier caso, todo les sale bien.

Amen Dunes – Death Jokes

Amen Dunes tuvo el punto álgido de su carrera en 2018, cuando publicó ‘Freedom’, un estupendo trabajo al que llegó tras varios discos en los que, poco a poco, fue quitándose la experimentación de encima. De hecho, ‘Love’, el que fue su álbum de 2014, ya dejaba ver un lado mucho más melódico y asequible. Aunque todavía seguía tirando de un sonido un tanto lo-fi. Y ahora, seis años después de su gran obra, cambia de rumbo para entregar un séptimo trabajo en el que utiliza la electrónica para experimentar y tratar de hacer algo diferente. Así que se podría decir que, en lugar de repetir la fórmula que lo llevó al éxito, ha decido volver a la casilla de salida.

Las canciones de ‘Death Jokes’ han tenido un recorrido de varios años hasta llegar este 2024. Amen Dunes empezó a escribir estos temas en 2019 inspirándose en la música electrónica con la que había crecido en clubs y raves. Pero claro, poco después llegó la pandemia y, además, Dunes tuvo que lidiar con una enfermedad respiratoria que le hizo perder diez kilos. Además, se mudó de Los Ángeles a Woodstock para formar una familia. Por si esto fuera poco, casi nadie entendió sus métodos poco ortodoxos, de este “enfoque libre, salvaje y autopropulsado”. Así que tuvo que aprender el mismo a hacer muchas cosas de producción. Es más, llegó a tener a 21 colaboraciones, pero la gran mayoría de ellas no terminaron funcionando.

Death Jokes’ es una pequeña locura que, sin embargo, funciona la mayor parte del tiempo. Amen Dunes Incorporó sonidos, conversaciones y música robada de YouTube. Además de una entrevista con J Dilla, grabaciones de Type O Negative y Coil, una interpretación de lira de la canción escrita más antigua de la historia de la humanidad, cánticos de protesta, un levantador de pesas que gruñe y fragmentos de stand-up de Lenny Bruce o Richard Pryor. Todo esto unido a un uso de las cajas de ritmos de lo más vasto. Ahí tenemos un tema como “Rugby Child”, donde el ritmo va por un lado y el resto de la canción por otro. O “Predator” y “Solo Tape”, dos cortos instrumentales con un ritmo de lo más loco. Lo bueno, es que Dunes no ha perdido su toque melódico. Así, aunque las canciones son bastante raras, sí que funcionan.

Dentro de esta pequeña locura en la que Dunes reflexiona sobre el efecto que ha tenido la pandemia en las personas, también hay hueco para su lado más pop. Así, entre interludios de lo más variopintos, nos encontramos con un corte como “Ian”, que no hubiera desentonado demasiado en su anterior trabajo. Algo que también se podría decir de la emocionante “What i Want”. O de la estupenda “Boys”, que es lo más parecido a un hit que tiene el disco. Y si nos vamos a “Purple Land”, nos encontramos con una canción que, en un principio, iba a ser country, pero la incorporación de una caja de ritmos, una tímida guitarra reggae, y una batería, la convirtió en otra cosa. Aunque el tema más impactante es “Round the World”, ya que, en sus nueve minutos, puedes encontrar jazz, pop, ritmos deconstruidos, o voces extrañas. Y el resultado es molón.

Dehd – Poetry

Lo confieso: Dehd son una de mis bandas favoritas de la actualidad. El trío de Chicago me vuelve loco desde que cayó en mis manos ese ‘Flower of Devotion’ que publicaron en 2020. Su indie-rock, sencillo, pero lleno de frescura, es de lo más irresistible. Además, me gusta que no sean nada efectistas. Con una guitarra, que suele sonar limpia, y casi surf, una batería de la que sacan unos ritmos de lo más chulos, un bajo que se compagina a la perfección, y esas armonías vocales obra de Emily Kempf y Jason Balla, tienen suficiente. Aunque se supone que en este trabajo han querido experimentar un poco más. Pero no os preocupéis, que esa experimentación apenas se nota y siguen siendo esa banda que muchos adoramos.

Las canciones de ‘Poetry’ nacen de un viaje por carretera que hicieron por Estados Unidos. Paradas en sitios remotos, como Taos (Nuevo México), o Puget Sound (Washington), se convirtieron en sesiones de escritura para componer las canciones de este álbum. Aunque sí es cierto que luego se terminaron grabando en un estudio de Chicago durante una tormenta de nieve. Lo que resulta de lo más curioso, porque muchas de ellas siguen mostrando esa calidez que caracteriza al grupo. Aunque también es cierto que hay algún tema más oscuro. Como esa “Forget” que cierra el álbum entre guitarras shoegaze y nostalgia pop. O esa energía más punk y sucia que muestran en “Shake”. Y hay que reconocer que no les sienta nada mal endurecer un poco más su sonido.

Dehd se han dejado ayudar por primera vez en carrera por un productor externo. El elegido ha sido Ziyad Asrar de Whitney, que ha producido el álbum junto a Balla. Y supongo que él es el que ha guiado a la banda para meter algunos nuevos elementos sonoros. Es el caso de una caja de ritmos que se asoma de vez en cuando. Como en “Hard To Love”, donde se fusiona con la batería de Eric McGrady y crea una atmosfera alucinante. O en “Necklace”, que es una extraña mezcla de sonidos americanos, guitarras grunge, y electrónica contenida. Aunque donde mejor funciona esa caja de ritmos es en “Dist B” y “Knife”. En la primera, porque los lleva hacia un pop de lo más delicioso y pegadizo. Y en la segunda porque los mete de lleno en un sonido algo extraño, pero muy atrayente.

Parece que el relativo éxito que tuvo “Bad Love”, uno de los mejores temas de su anterior trabajo, ha servido de inspiración de alguno de los cortes de este álbum. Es el caso de “Dog Days”, que abre el disco con un chute de energía casi punk. O de esa “Light On” tan luminosa en la que se sacan de la manga una de las mejores melodías del disco. Además de uno de sus estribillos irresistibles. Aunque para irresistible esa “Mood Ring” que, por sus guitarras del principio, parece que va a ser una canción más dura. Pero no, al final es una de esas gemas de pop retro en las que la voz de Kempf se convierte en protagonista. Y si hablamos de pop retro, hay que mencionar esa preciosa balada llamada “Alien”, que nos muestra una especie de duelo vocal entre unas guitarras nítidas y preciosas.

Arab Strap – I’m totally fine with it 👍 don’t give a fuck anymore 👍

Arab Strap me sorprendieron (para bien) con ‘As Days Get Dark’, el disco con el que en 2021 rompían con un silencio discográfico de 16 años. Y no solo lo hicieron por su sonido, que nos mostraba al dúo escoces rebosando frescura y mirando al futuro en lugar de tirar de la dichosa nostalgia. También por los textos de Aidan Moffat, que reflejaban a un hombre de mediana edad que no se había acomodado y quedado anclado en una mentalidad del pasado. Así, nos encontrábamos con canciones que hablaban de la madurez, las adicciones, o la xenofobia. Y en estas siguen en su nuevo álbum, donde, además, nos encontramos con temas que exploran la masculinidad toxica o la alineación con las redes sociales.

Confieso que he tenido que repasar los primeros discos de Arab Strap para ver si en los noventa sonaban igual de contundentes que ahora. Porque, aunque tuve un par de años en los que los escuchaba bastante, nunca fueron una de mis bandas favoritas. Y sí recordaba que las cajas de ritmos tenían bastante protagonismo en sus canciones, pero la potencia con la que suenan ahora y la dureza que aparece en algunas de sus guitarras, no estaban ahí. Y la verdad es que, eso, es lo que más me ha impactado de este ‘I’m totally fine with it 👍 don’t give a fuck anymore 👍’. No sé si será porque graban para el sello de Mogwai, pero aquí hay guitarras que casi parecen sacadas de uno de sus discos. Y los beats de algunos temas te dejan del revés. Y todo esto regado con su talento para crear ganchos pop.

El disco se abre con “Allatonceness”, un tema de indie-rock contundente en el que Moffat ya suelta la primera perla – “Nazis and rapists sell[ing] merch”-. Y lo hace con una batería potente, unas guitarras cortantes, y esa forma de cantar/hablar, en la que casi parece escupir las palabras. Pero ojo, que cuenta con un pequeño estribillo algo más pop. Es una de las dos canciones que representan el lado más rock del disco. La otra se la han reservado para el final. “Turn Off The Light” es un tema que empieza sosegado y con una pequeña pátina electrónica que, sin embargo, termina en toda una tormenta épica y post-rock. Esto de fusionar electrónica y rock lo hacen de vez en cuando. Y muy bien, por cierto. Como en la hipnótica y acelerada “Sociometer Blues”. O en esa estupenda balada llamada “Molehills”, la cual liquidan con toda una catarsis electrónica.

La electrónica es la gran protagonista de este álbum, y muchas veces no tiene ningún problema en llevarla a la pista de baile. Es el caso de “Bliss”, que cuenta con un ritmo contundente y una melodía brutal. O de “Strawberry Moon”, que suena más sucia, pero que tiene un estribillo de lo más pop y un beat con cencerro incluido. Y si nos vamos a “Hide Your Fires” nos encontramos con lo más parecido al synth-pop que han hecho en su vida. Además, hay que decir que les sienta de maravilla. También utilizan la electrónica para hacer temas más reposados. Es el caso de el precioso “You’re Not There”. O de esa “Dreg Queen” en la que aparecen de nuevo las guitarras contundentes. Y lo hacen para hablar del alcoholismo. Un tema que también protagoniza la acústica “Safe & Well”, donde cuentan lo que era beber solo durante la pandemia.

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Joyer – Night Songs

Joyer es un dúo de Brooklyn formado en 2017 por Nick y Shane Sullivan, dos hermanos que sienten una auténtica pasión por las guitarras lánguidas y densas propias del slowcore. Aunque a lo mejor hay que decir que sentían, porque tras una serie de maquetas y un par de discos que podríamos englobar en esa corriente, para su tercer álbum han decido expandir su sonido. Sí es cierto que no dejan atrás la languidez del pasado, pero ahora entran en juego guitarras que se acercan más al shoegaze, algunos teclados, y hasta algún momento que los lleva a mundos más pop. Incluso aparece una voz femenina de vez en cuando.

Como bien indica su título, ‘Night Songs’ es un disco que tiene como hilo conductor la noche. A los hermanos Sullivan les fascinan esas horas nocturnas en las que todo está en una calma relativa. Aunque lo cierto es que su propuesta actual está lejos de ser calmada. Sobre todo, porque por aquí aparecen algunos temas que nos muestran una potencia de lo más ruidosa. Es el caso de “Silver Moon”, que cuenta con un inicio de lo más acelerado y punk que termina bajando de intensidad. Algo que no ocurre con sus guitarras, que no pueden sonar más distorsionadas y bestias. O de “Fall Apart”, donde se dejan llevar por un sonido mucho más pop que solo se altera con otra de esas guitarras potentes. Además de esa “Rings A Bell”, en la que nos muestran un indie-rock de lo más vibrante.

Casi se podría decir que hay momentos en los que Joyer han cambiado el slowcore por el post-rock. Es el caso del tema inicial, que en un principio iba a ser una intro de segundos, pero les gusto tanto que lo alargaron un par de minutos más. Y es una canción que lo tiene todo para entrar dentro de esa corriente. Aunque sí es cierto que siguen disfrutando de ese sonido más pausado y denso que protagonizaba sus primeros discos. Solo hay que escuchar “777”, donde las guitarras fronterizas destacan por encima de una sección rítmica perezosa. Eso sí, tiene su pequeña explosión final. Algo que también ocurre con la notable “Softer Skin”. Incluso con “Mason Dixon”, que sí podríamos decir que lleva ese sonido a mundos más dream-pop. Y es un acierto total.

Como no podría ser de otra manera, lo que más me ha gustado de este álbum es esa nueva faceta más pop que aparece en algunas canciones. Es el caso de “Drive All Night”, donde nos dejan un shoegaze de lo más melódico. Un sonido que también exploran en la estupenda “Wake Up”. O en “Try”, donde nos muestran unas guitarras mucho más cristalinas y ensoñadoras. Aunque la joya de la corona es “Star”. Aquí se salen por completo de todo lo que han hecho antes y entregan una autentica maravilla pop que contiene una sección rítmica vibrante y unos teclados que suenan esplendorosos. Además de unas guitarras muy melódicas y llenas de luminosidad.

Soft Kill – Escape Forever

Hay que reconocerle a Tobias Sinclair, y a sus Soft Kill, el mérito que tiene su discografía. Sin salir nunca del post-punk, el grupo de Chicago nos ha dejado un lista de discos en los que hay un poco de todo. Algunas veces suenan más duros y casi metaleros, otras veces mucho más luminosos y pop, y muchas veces como sus adorados The Cure. Incluso se atrevieron a meter algo de hip-hop en ‘Metta World Peace’. Además, son bastante prolíficos y no suelen dejar mucho tiempo entre disco y disco. La prueba la tenemos en este ‘Escape Forever’, que se edita cuando todavía no ha pasado ni un año de su anterior trabajo.

Lo de nuevo de Soft Kill nos presenta a una banda dispuesta a crear himnos mirando al pasado. Y no lo digo solo en el plano musical, también en sus letras, que apelan bastante a la nostalgia. Quizá, por eso, nos encontramos con canciones que suenan melancólicas, pero también muy vibrantes. Y es que, por aquí, aparece un punk muy melódico que les sienta bastante bien. Solo hay que escuchar “I Wish You’d Go” y “Love, Sosa”, que nos muestran a unos Soft Kill que apuestan por la energía sin olvidarse de su lado más pop y de ese deje tan Robert Smith que tiene la voz de Sinclair. O la dureza con la que atacan “Joy is a Crime”, la cual se contrarresta con un estribillo de lo más melódico. Además de esa “Kia Boys Don’t Cry” -guiño a The Cure-, en la que casi parecen Andrew W.K.  

Soft Kill también se han reservado parte de este álbum para mostrarnos su faceta más melancólica y post-punk. Ahí tenemos la estupenda “Come Hang From The Roof Tops” y sus guitarras a lo The Cure. Aunque si hablamos de la banda de Robert Smith hay que mencionar “My Section”, la que podría calificarse como su “Pictures of You”. De hecho, es que el riff de guitarra es el mismo. Y hay que reconocer que les ha quedado muy bien. Como también les sienta muy bien irse hacia la oscuridad completa en la estupenda “Fools”. O jugar con mundos sintéticos en “Ready To Die”. Eso sí, al final, no pueden evitar volver a ese lado más punk que protagoniza buena parte del álbum y entregar un corte como “Englewood”, que casi parece uno de Hüsker Dü. O cerrar el disco con el tema titular, que es de lo más potente.

Una vez más, Soft Kill son capaces de sorprender con un disco que suena diferente a todo lo que han hecho, pero en el que, en realidad, no cambian tanto de sonido. Y eso sin necesidad de meter colaboraciones de hip-hop, que es algo que lastraba un poco su anterior trabajo. Aunque sí es cierto que aquí meten varios interludios que sobran un poco. Lo bueno es que son cortitos.

Jessica Pratt – Here In The Pitch

Tengo la sensación de que la gente está harta de moderneces y de que vivimos una vuelta al pasado. Hay muchos ejemplos, como ese resurgimiento del country que nos quieren colar desde Estados Unidos. O el tremendo éxito que ha tenido Mitski con una canción que tiene un claro corte clásico. Además de las masas que mueve una artista como Lana Del Rey, que bebe bastante de la música que otras décadas. Y luego tenemos esos artistas que se están camelando a la crítica con propuestas de lo más retro. Ahí tenemos el mastodóntico nuevo disco de Cindy Lee, que caerá en el blog cuando tenga tiempo de ponerme con él -dura dos horas-. O Jessica Pratt, que lleva años metida en un folk de lo más minimalista, y que acaba de editar uno de los grandes discos de este 2024.

Here In The Pitch’ presenta un ligero cambio en el sonido de Jessica Pratt. Por primera vez, la artista de Los Ángeles utiliza batería, percusiones y teclados en sus canciones. Lo que hace que su folk suene más expansivo que nunca. Además, se podría decir que esta instrumentación más rica hace que sus canciones sean mucho más directas. Y si a este le unimos ese reverb en su voz que hace que su música arrope todo con muy poco, y el característico sonido que tiene su guitarra, el cual es de lo más envolvente, ya tenemos el combo perfecto.

Recuerdo cuando hace unos meses me llegó la nota de prensa de “Life Is”, el primer adelanto de este trabajo. Con el simple hecho de meter la frase “wall of sound” ya despertaron mi interés. Y la primera escucha no me defraudó. Estamos ante un tema con una de esas baterías marcadas por el eco y por el sonido envolvente que tenían las producciones de Phil Spector. Y la verdad es que no sé cómo no se había metido en este sonido antes. Su voz y su propuesta casan perfectamente con ese muro de sonido tan influyente y que tantas buenas canciones nos dejó. Pero lo cierto es que, más allá de este tema, y del también estupendo “Better Hate”, no lo explora más en el resto del álbum. De hecho, en la segunda, lo hace muy tímidamente.

Lo que más me gusta de este trabajo es lo cálido que suena. Las percusiones discretas, que en algunos casos tiran de la bossa nova, y los teclados reposados le dan un punto casi veraniego al disco. Ahí tenemos la delicadeza con la que ataca “World on a String”, una preciosa canción donde deja que sean los teclados los que envuelvan su voz. O el delicioso sonido retro y caso lounge que protagoniza las estupendas “Get Your Head Out” y “By Hook or by Crook”. Incluso “Nowhere It Was”, que es más minimalista y oscura, cuenta con una tímida percusión que entra dentro de ese sonido más cálido. Aunque también hay que decir que no necesita percusiones para que sus canciones entren muy fácilmente. Ahí tenemos esa “The Last Year” que cierra el álbum con una guitarra, un piano, y su voz. Eso sí, todo con buen de reverb.

Camera Obscura – Look to the East, Look to the West

La muerte de Carey Lander en 2015, teclista y una de las fundadoras de Camera Obscura, dejó a la banda escocesa en una pausa prolongada que, sinceramente, muchos pensábamos que sería definitiva. Pero en 2019 nos dieron una sorpresa de lo más agradable con una serie de conciertos junto a sus amigos de Belle and Sebastian. En esas fechas todavía no tenían compuestas las canciones de su nuevo álbum, pero sí que fueron esa chispa que los hizo volver a plantearse componer nuevas canciones. Y aquí estamos, cinco años después, con el primer trabajo de Camera Obscura en más de una década.

Tengo que reconocer que siempre me cuesta un poco entrar en los discos de Camera Obscura. De hecho, en su día, no puse muy bien anterior trabajo y luego me terminó gustando bastante. Así que con este ‘Look to the East, Look to the West’ me he tomado mi tiempo para darle unas cuantas buenas escuchas -seis horas de tren dan para mucho-. Porque, además, en este trabajo, la banda escocesa no se va a lo fácil. Han eliminado por completo las cuerdas y vientos que tanto protagonismo tenían en el pasado. Además de su característico reverb. Pero en su lugar, han añadido algo más de electrónica -un poquito, no penséis que se han convertido en una banda sintética-, y el piano y el Hammond están más presentes. Y esto, unido a la preciosa voz de Traceyanne Campbell, que ahora se aprecia mejor, hace que estemos ante un disco estupendo.

El disco se abre con “Liberty Print”, el que puede que sea el tema más indie-pop del álbum. Además del más electrónico, porque está guiado por una caja de ritmos y los teclados de Donna Maciocia tienen más presencia. Y ojo, porque a pesar de ser tan directa y animada, estamos ante una canción dedicada al hermano de Campbell, que falleció a la corta edad de 34 años. Aunque no hay otro corte tan directo como este el álbum, sí que han conseguido dar con un sonido que les funciona muy bien. Aquí gana la partida el country, pero lo llevan muy bien a una faceta muy pop. Ahí tenemos la estupenda “Big Love”, una canción que la propia banda comenta que es un tributo a Waylon Jennings y Sandy Denny. O “The Light Nights” y “Pop Goes Pop”, donde se animan un poco más y dan con dos temazos.

Creo que lo hace interesante este regreso de Camera Obscura es el equilibrio perfecto que hay entre los cortes más animados y las baladas. O cuando mezclan estas dos facetas, como en la estupenda y elegante “We’re Going to Make It In A Man’s World” y en la retro “Denon”. Además de en esa especie de bossa-nova sintética que se marcan en “Baby Huey (Hard Times)”. Pero lo más sorprendente es lo bien que les han quedado dos baladas al piano como son “Sleepwalking” y “Sugar Almond”. Y es que, es imposible que la voz de Campbell no te emocione. Y más en la segunda, que está dedicada a su amiga y compañera de banda fallecida. Eso sí, para cerrar, ponen toda la carne en el asador y nos dejan un baladón más épico y vibrante.

The Lemon Twigs – A Dream Is All We Know

Con su cuarto trabajo, el maravilloso ‘Everything Harmony’, The Lemon Twigs entraron en una nueva liga. Hasta entonces, muchos críticos, y parte del público, había visto al grupo de los hermanos D’Addario como una especie de pastiche de influencias del rock de los 60 y 70 que estaba bien para pasar un pequeño rato nostálgico, pero nada más. Nadie los iba a meter entre sus discos favoritos del año ni nada por el estilo. Pero todo cambió con ese trabajo en el que descubrían a Simon & Garfunkel y se dejaban llevar por unos sonidos más relajados y folk. Además de por un buen falsete. Aunque es cierto que ‘Songs For The General Public’, su tercer álbum, ya nos mostraba una banda mucho más interesante. Y casi podríamos decir que este nuevo disco se acerca más a ese álbum, que era mucho más alegre y pop.

The Lemon Twigs apenas han tardado un año en dar continuación a su anterior disco. Supongo que habrán querido aprovechar el tirón de popularidad que tuvieron el año pasado. De hecho, hace semanas que tienen las entradas agotadas para su concierto de este mes en Madrid. Algo de lo que también tienen bastante de culpa los adelantos que han ido sacando de este ‘A Dream Is All I Know’. Empezando por ese “My Golden Years” que publicaron la primera semana del año. Este tema tan luminoso y pop, en el que se sacan de la manga unas preciosas guitarras a lo The Byrds y unas armonías que no pueden tirar más de Brian Wilson, es una autentica joya. Como esa “They Don’t Know How To Fall In Place”, otra de las estupendas canciones que nos han adelantado en los últimos meses.

Resulta curioso que casi hayan sacado por completo de la ecuación las baladas más folk que protagonizaban parte de su anterior trabajo. Sobre todo, porque fue lo que conquistó a muchos de sus nuevos seguidores. Por aquí apenas nos encontramos un par de estos temas. Tenemos “Ember Days”, donde sacan la acústica para volver a tirar de Simon & Garfunkel. Y lo mejor es que vuelven a dar en la diana. Como en “I Should’ve Known Right From The Start”, donde tiran un poco más de psicodelia. Aunque hay que decir que la gran balada del disco es “In The Eyes Of The Girl”, un tema compuesto junto a Sean Ono Lennon, en el que, curiosamente, suenan más que nunca a los Beach Boys. Y bueno, el tema titular también es estupendo, pero no lo consideraría una balada como tal.

Como ya he comentado más arriba, aquí están mucho más animados que en su disco anterior. Y la prueba la tenemos en un tema como “How Can I Love Her More?”, un pasada de canción coronada por uno órgano saltarín y unas trompetas de lo más vibrantes. Pero también nos muestran ese lado mucho más pop y directo en “Sweet Vibration”, donde aparece ese falsete que tanto nos gusta en un estribillo fantástico. O en esa preciosidad llamada “If You And I Are Not Wise”, donde bajan un poco el ritmo, pero lo compensan sacándose de la manga unas guitarras de lo más melódicas y bonitas. Y ojo con esa “Peppermint Roses” en la que tiran de los Beatles que empezaban a entrar en la psicodelia. O con “Rock On (Over and Over)”, que cierra el álbum con un rock de lo más clásico. Y mola bastante.