The War On Drugs – I Don’t Live Here Anymore

Recuerdo que, cuando puse el anterior trabajo de The War On Drugs, comentaba esas declaraciones que habían hecho The Killers en las que decían que el rock ya no triunfa porque no había suficientes bandas buenas. A lo que yo añadía que, si decían eso, era porque no habían escuchado a The War On Drugs. Un error que subsanaron, porque en su penúltimo álbum les fusilaron el sonido. Aunque eso sí, con en el beneplácito del propio Adam Granduciel, que colaboró en el disco. Y es que, al fin y al cabo, las dos bandas se están fijando en el rock de los ochenta, y en Bruce Springsteen en particular. Y aunque el grupo de Brandon Flowers ha mejorado bastante en sus últimos discos, hay que decir que los de Filadelfia juegan en otra liga.

I Don’t Live Here Anymore’ es un disco que, según el propio Granduciel, trata del cambio, de “crecer y envejecer, pero también salir de ti mismo y entrar en algo nuevo”. De hecho, es un concepto que se repite a lo largo de todo el álbum, que incluso cuenta con un estupendo tema llamado “Change”. Eso en cuanto a la temática del disco, porque el sonido es el mismo de siempre. Aunque eso sí, con algunos pequeños cambios. Ahora ya todo suena limpio y cristalino, y ya no queda ni rastro de esos pequeños momentos shoegaze que contenían sus primeros trabajos. Y la verdad es que es todo un acierto.

Estamos ante la mayor colección de hits de The War On Drugs. Es más, sorprende mucho que, como primer sencillo del disco, eligieran “Living Proof”, que es el corte menos directo del disco. Aunque hay que decir que es bien bonito. Además, sirve de introducción perfecta al resto del álbum, porque, a partir de ahí, llega ese mundo épico y ochentero lleno de sintetizadores que tan buenos resultados les ha dado en el pasado. Y lo bueno es que aquí lo perfeccionan. Solo hay escuchar esa joya llamada “Harmonia’s Dream”, donde su fusión de ritmos sintéticos, teclados luminosos, y punteos limpios de guitarra, funciona a la perfección. O esa “Wasted” tan sumamente pop que puede convertirse en el gran hit del álbum. Y ojo con “Victim”, el corte más electrónico de la carrera de la banda, y otro hit en potencia.

Están que salen en prácticamente todas las facetas del álbum. Así, en el tema titular, se meten de lleno en un rock de estadio que les sienta de maravilla. Además, escuchar una voz femenina, la de Lucius, le da otro punto a su música. De hecho, es algo que podrían hacer más a menudo. Y solo puedo decir cosas buenas de las semi-baladas del disco. Porque, están tan eufóricos, que en cortes como “I Don’t Wanna Wait” y “Old Skin”, que tienen un tono más reposado, no pueden evitar sacar una parte final llena de épica. Y, para terminar, nada mejor que una canción como “Occasional Rain”, que resume muy bien el sonido del disco, y que cuenta con un pequeño e inesperado ataque en su parte intermedia.

Una vez más, The War On Drugs han hecho uno de los discos del año. Y ya van cinco.

8,5

Hand Habits – Fun House

Me sorprende bastante a mí mismo lo mucho que he pasado de la carrera de Hand Habits hasta ahora. Incluso después de ver, y gustarme, parte de su concierto cuando abrió para Angel Olsen en Madrid. Pero al final, y gracias a su tercer disco, me he terminado enganchando a su música. Quizá, también, porque estamos ante un nuevo camino en su carrera en el que abre su folk con tintes de indie-rock a nuevos sonidos.

Meg Duffy, que es la artista que se esconde bajo el nombre de Hand Habits, ya nos dio algunas pistas el pasado invierno de por dónde iban a ir los tiros en su nuevo trabajo. La estupenda “4th of July”, y la electrónica de “what’s the use”, dos canciones incluidas en su ‘dirt EP’, fueron un aviso de lo que nos íbamos a encontrar en este ‘Fun House’. Con la ayuda de Sasami Ashworth y Kyle «King Tuff» Thomas -los tres compartieron una casa con estudio en Los Ángeles durante la pandemia-, lleva su música hacia mundos más pop, e incluso se mete de lleno en terrenos sintéticos. Algo que podemos comprobar con la fantástica “Aquamarine”, que ya se ha convertido en una de mis canciones favoritas de 2021.

Aunque por aquí no faltan los típicos temas en los que apenas encontramos su voz y una guitarra acústica, como “Graves” y “Control”, la gran mayoría del disco tiene más chicha. Ya desde el principio, con la estupenda, y muy pop, “More Than Love”, se aprecia que su música está más viva que antes. Ahora las guitarras rugen más y las baterías se aceleran. Incluso se atreve con un rock más árido en las estupendas “Concrete & Feathers” y “Gold/Rust”.

Su lado más folk también se ve recompensado con esta nueva faceta de su música. Ahora suena más vivo y luminoso que nunca. Solo hay que escuchar esa preciosidad llamada “Just to Hear You”, donde colabora Perfume Genius -Duffy era su guitarrista cuando tuvieron que parar la gira por la COVID-. O las deliciosas “No Difference” y “Clean Air”, donde se va hacia un mundo más setentero que le sienta de maravilla. Y si nos detenemos en “The Answer”, vemos que también es capaz de hacer una preciosa balada con bien de cuerdas épicas. De hecho, lo que más sorprende de este trabajo, es ver que Duffy sale más que airosa de todos los berenjenales en los que se mete. Y eso no es nada fácil.

7,9

Dinner – Dream Work

Hacía cuatro años que no sabíamos nada de Dinner, el proyecto principal del artista danés Anders Rhedin. Y es que, el de Copenhague, que hace ya unos cuantos años que reside en Los Ángeles, se ha dedicado todo este tiempo ha crear y editar música para meditar bajo su propio nombre. Además, recientemente, también ha sido padre, lo que, lógicamente, ha ocupado mucho tiempo de su vida. Pero al final, la cabra tira al monte, y Rhedin no podía pasar más tiempo sin hacer esas canciones pop que hace unos años le dieron un cierto éxito en la escena independiente.

Para crear los temas de este ‘Dream Work’, Rhedin volvió a su Copenhague natal y alquiló un estudio fuera de hora para que le saliera más barato. Allí, en la soledad y paz que dan las horas nocturnas, le vino la inspiración. Además, si no la encontraba, se daba un paseo por la ciudad vacía. Así que podemos decir que estamos ante un disco con un cierto sonido nocturno. Y es que, el propio Rhedin ha confesado que no quería volver hacer lo del principio, y que toda esa música orientada a la meditación y el sueño que ha creado durante estos últimos cuatro años tendría que entrar de alguna manera aquí. Y vaya si lo ha hecho, porque ha dado con un pop que te cautiva desde el principio, y que también te relaja.

Estamos ante un trabajo con unas cuantas colaboraciones femeninas. Todas de su sello, por supuesto. Así, nada más empezar, nos encontramos con el pop sintético, y algo ensoñador, de “Midnight In My Head”, donde podemos escuchar la voz de Charlie Hilton. Una Hilton que repite en ese perfecto himno de pop llamado “Like You Said”. Pero también tenemos a Lina Tullgren metiéndose de lleno en sonidos propios de la Velvet en “Big Empty Sky”, y a Molly Burch poniendo su voz a la delicada “Connection”.

Evidentemente, Rhedin no necesita ayuda para crear buenas canciones de pop, su carrera lo avala, y aquí nos da unas cuantas muestras. La primera es “How We Talk”, en la que explora estupendamente ese indie-pop sin sobresaltos que planea por todo el disco. O en “Anima” y su lado kraut tan Stereolab. Además de en ese tramo final del disco, donde mete temas más minimalistas, y algo más electrónicos, como “Spirit Voices” y “Grateful (Best Shit)”. Aunque tengo que decir que me quedo con la emocionante “Born Again”, una de esas canciones que parece que van a despegar, pero no terminan de hacerlo. Lo que la hace más interesante todavía.

Dinner ha conseguido fusionar su faceta pop con su faceta más ambiental sin que prácticamente el oyente se entere. Eso sí, si uno se fija, podrá comprobar que las baterías y cajas de ritmos siempre están en su segundo plano, y que en su voz hay mucha relajación y ningún sobresalto.

7,9

Black Marble – Fast Idol

Chris Stewart, más conocido como Black Marble, es uno de esos artistas que transforma la nostalgia en canciones. El neoyorquino, ahora residente en Los Ángeles, ha basado toda su carrera en recuperar el synth-pop de los ochenta y traerlo al siglo XXI. No obstante, en plena pandemia, publicó un Ep con versiones de este palo de bandas como Wire o Field Mice. Y así sigue en el que es su cuarto trabajo. Incluso acentúa ese sentimiento nostálgico, ya que este ‘Fast Idol’ está inspirado en esa generación de niños de los ochenta que crecieron en la era analógica, sin teléfonos móviles y con otras inquietudes menos tecnológicas.

Estamos ante un álbum que no sorprende, pero sí engancha. Stewart pone el turbo y despliega todo su talento a la hora de hacer synth-pop en una colección de canciones que nos llevan directos a esos ochenta. Nombres como New Order, OMD o Soft Cell, te vienen a la cabeza cuando escuchas estos temas. Y sí, quizá le ha quedado un poco repetitivo, pero hay canciones que sí terminan destacando. Empezando por esa extensa ‘Somewhere’ que lo abre, donde se acerca a una pista de baile de lo más pizpereta -me encanta ese teclado final-. Pero también obtiene buenos resultados cuando se pone más melancólico y nos deja cortes como “Try” o “Ceiling”.

A pesar de que estamos ante un álbum un tanto lineal, también se sale de vez en cuando de su camino. Ahí está “Royal Walls”, que con ese ritmo y esas palmas se acerca a algo más al electro. O esa “The Garden” tan atípica en la que pisa el freno y se adentra en mundos mas cabareteros -de ahí lo de la influencia de Soft Cell-. Además de volver al lo-fi sintético de sus comienzos en la minimalista “Ship To Shore”. Aunque eso sí, en esa “Preoccupation” que llega casi al final, no puede evitar regresar al synth-pop que tanto le gusta. Algo que le viene muy bien al álbum, porque estamos ante un tema estupendo que suena más a New Order que los propios New Order.

Puede que estemos ante un trabajo sin sobresaltos en el que, a veces, suena un tanto repetitivo, pero lo cierto es que, diseccionándolo un poco, encontramos una buena colección de temas de synth-pop. Y, al fin y al cabo, eso es lo importante.

7,4

Parquet Courts – Sympathy for Life

Parquet Courts llevan varios discos tratando de expandir su sonido hacia otros estilos y olvidándose poco a poco de su lado más punk. Pero siempre terminan volviendo a sus raíces y metiendo unos pocos cortes que no distan mucho de lo que hacían al principio de su carrera. Su nuevo álbum no es una excepción, pero sí que se puede decir que es el disco en el que más se nota el cambio. No obstante, Austin Brown y Andrew Savage, los dos lideres de la banda, confiesan que estaban hartos del rock y que, tras su anterior trabajo, se metieron de lleno en la escena de clubs neoyorquina y comenzaron a interesarse por la música de baile. Una nueva pasión que han tratado de trasladar a su nuevo álbum.

Sympathy for Life’ se ha grabado de una forma un tanto curiosa. Justo unos meses antes del comienzo de la pandemia, la banda al completo se fue a las montañas de Catskills, que últimamente están muy de moda entre los músicos neoyorquinos, y allí grabaron horas y horas de largas improvisaciones. Luego, cuando los miembros del grupo descansaban, Rodaidh McDonald, uno de los dos productores, ordenaba esas horas de música y creaba las canciones. Lo que hace que el productor haya tenido un gran peso en los temas de este álbum. Y la verdad es que el resultado final es notable.

Dicen que el objetivo del disco era llevar la energía de una pista de baile a una banda de rock. Y lo han conseguido en varias ocasiones. Una de ellas nada más empezar, con la vibrante “Walking at a Downtown Pace”. Es un tema que se va claramente ese dance-rock tan neoyorquino que practicaban bandas como The Rapture o Radio 4. Algo que, por otro lado, ya han hecho en varias ocasiones. La lástima es que no lo hagan más, porque se les da bastante bien. Pero ojo, que el gran cambio llega con temas como “Marathon of Anger” y “Plant Life”, dos cortes en los que la electrónica cobra protagonismo. Además, en ellos, se meten de lleno en un sonido cercano al ‘Screamadelica’ de Primal Scream. Algo que también ocurre con el psicodélico tema titular.

Como ya he dicho antes, no pueden evitar sacar su lado más rock a relucir. Solo hay que escuchar esa coqueta “Just Shadows”, en la que incluso se atreven con sonidos algo folk. O ese trallazo llamado “Homo Sapien”, el cual podría estar sin problemas en su primer trabajo. Pero lo mejor de esta faceta llega cuando meten algo de electrónica a su rock habitual. Con esa fusión de teclados y cajas de ritmos con guitarras, y con una mirada puesta en Can, consiguen un temazo como “Black Widow Spider”. Un sonido que incluso perfeccionan en la estupenda, y algo oscura, “Application / Apparatus”. Eso sí, para terminar, prefieren volver al rock más clásico y entregar una balada de más de seis minutos llamada “Pulcinella”. Y es que, por mucho que lo intenten, no pueden olvidar sus orígenes rockeros.

7,7

W.H. Lung – Vanities

W.H. Lung es una banda de Manchester que, a pesar de contar con una carrera relativamente corta, han decidido no quedarse estancados en un sonido en concreto. El joven grupo británico debutó en 2019 con un álbum en el que, aunque había algo de electrónica, predominaban las guitarras y el rock. Pero ahora sorprenden con un cambio de tercio en su segundo trabajo, el cual está mas cerca del synth-pop que de otra cosa. Es más, en un ataque de sinceridad, los miembros del grupo comentan que “realmente no han encontrado su lugar”.

Si en su primer trabajo miraban a la escena (post) punk de Londres, en este ‘Vanities’ prefieren volver a su ciudad y fijarse en ese lado más dance por el que es conocida la escena de Manchester. Pero, al igual que en su primer álbum no se metían de lleno en su faceta más rock, aquí hacen lo mismo con su lado más electrónico. De ahí eso que comentaban ellos de que no habían encontrado su lugar. Lo bueno es que, mientras los buscan, consiguen algún que otro acierto.

En este segundo trabajo lo que mejor funciona son los temas abiertamente electrónicos. Y si son más bailables, mejor. Así, nos encontramos con himnos sintéticos de lo más vivos como “Gd Tym”, “Pearl in the Palm”, o esa “ARPi” que tanto bebe de Future Islands. Además de esa “Somebody Like” en la que se acercan al dance-punk que tantas buenas bandas nos dejó a principio de siglo. Pero ojo, que cuando bajan el ritmo también consiguen buenos resultados. Es el caso de “Ways of Seeing”, un corte mucho más pop en el que están más comedidos, pero también más melódicos. Y luego tenemos “Showstopper”, lo que parece ser un “homenaje” al “Eisbär” de Grauzone. Además de uno de los cortes mas rock del disco. Lástima que al final lo estropeen un poco con “Kaya”, y esos últimos minutos tan tediosos y repetitivos.

Es cierto que W.H. Lung tienen que encontrar su sonido, pero la verdad es que no andan tan perdidos, y en su segundo trabajo hay unos cuantos temas que lo corroboran.

7,5

Hayden Thorpe – Moondust To My Diamond

Nunca fui muy seguidor de Wild Beasts, tan solo me pude enganchar a sus últimos trabajos, que fue cuando se quitaron toda esa intensidad llena de falsete de encima. Lo que sí que reconozco es que tenían algo que les hacía especiales dentro de la escena rock británica. Y lo bueno es que, ese algo, también acompaña la carrera en solitario de Hayden Thorpe, el que fue su cantante. Porque, tras un primer trabajo un tanto intimista donde el protagonista era el piano, ahora vuelve con un segundo álbum en el que también aparece ese lado más íntimo, pero lo hace desde la perspectiva más electrónica. Y eso mejora bastante las cosas.

Moondust For My Diamond’ nace de los viajes que Thorpe hizo por las montañas del Distrito de los Lagos de Inglaterra. De ahí que sea un álbum mayormente sereno y tranquilo. Incluso cuando su electrónica se anima un poco más y te deja que hagas un tímido baile. Como en el caso de “Material World”, el tema que abre el álbum con unas cajas de ritmos un tanto animadas y con Thorpe jugando repetir su estribillo como si se tratara de un tema dance. Unos ingredientes que también repite en la estupenda “Parallel Kingdom”, y en menor medida en “Rational Heartache”. Aunque hay que decir que en esta última si anima con un piano totalmente house. Y ojo con ese funk sintético de “Metafeeling”, que es una maravilla.

Los más mayores del lugar se acordarán de ese ‘Exciter’ de Depeche Mode que hace 20 años recibió críticas tan tibias -a mí tampoco me hizo mucha gracia en su momento-. Pero parece que esa electrónica reposada, elegante, y algo minimalista, ha calado en algunos artistas de las siguientes generaciones. Entre ellos nuestro protagonista de hoy, porque buena parte de este álbum se mueve dentro de esos sonidos. Y la verdad es que lo hace con bastante acierto. Temas como “No Such Thing” y “Hotel November Tango” consiguen emocionar con su baño de sintetizadores fríos y elegantes. Pero también sabe cuándo impregnar de calidez su música y entregar una deliciosa balada sintética como “The Universe Is Always Right”. O volver un poco al sonido de su antigua banda y cerrar el disco con ese toque épico que tiene “Runaway World”.

Me ha sorprendido bastante (para bien) este segundo trabajo de Hayden Thorpe. Su electrónica elegante y tranquila me parece de lo más seductora, además, creo que acompaña estupendamente este otoño en el que estamos inmersos.

7,9

Julia Shapiro – Zorked

Hay todo un mundo alrededor de un grupo como Chastity Belt. La banda de Seattle no solo cuenta con una discografía notable, también con varios satélites que, al final, acaban uniéndose entre sí y creando una escena musical. Son varias de ellas las que cuentan con otros proyectos, y la verdad es que resulta curioso cómo, al final terminan cerrando un círculo. Como ejemplo tenemos el nuevo trabajo de Julia Shapiro, el cual está producido por Melina Duterte (Jay Som y Bachelor), que, a su vez, colabora con Annie Truscott, otra de las integrantes de Chastity Belt, y su novia, en Routine. Y la verdad es que todos estos proyectos resultan de lo más interesantes.

Julia Shapiro es otra de las artistas que tuvo muy mala suerte con la pandemia. Harta de su vida en Seattle, acabó aceptando un trabajo en una discográfica de Los Ángeles y llegó a la ciudad californiana el día que empezaba el confinamiento. Así que, de repente, se encontró en un impersonal apartamento turístico de una ciudad que no era la suya. Pero Melina Duterte la rescató, se la llevó a su casa, y allí crearon un pequeño estudio en el que grabaron las canciones de este ‘Zorked’. Una palabra que, para ella, es algo así como una forma de decir que está fumada.

Evidentemente, aunque la propia Shapiro no quería, la situación en la que se encontraba acaba influyendo en estas canciones. Pero no fue lo único que la inspiró a la hora de escribir. Según ella misma, los sueños, la hierba y el tarot cuentan con un papel importante en estas canciones. No obstante, analizaba una carta del tarot todos los días. Y, de hecho, esa estupenda “Death (XIII)” que lo abre, es algo así como su análisis de la carta de la muerte.

Musicalmente, estamos ante un disco en el que las guitarras pesadas tienen un fuerte protagonismo. Aconsejada por Duterte, se metió de lleno en el shoegaze y llevo sus canciones al sonido de My Bloody Valentine, Jesu o DIIV. Tres grupos que, como ya sabréis, entra dentro de esa etiqueta, pero cuentan con un sonido diferente. Y eso es algo que se nota en este disco. Porque tenemos un punto más melódico y ensoñador en cortes como “Come With Me” y “Wrong Time”, pero también algún tema donde las capas de distorsión son las protagonistas, como es el caso de la mencionada “Death (XIII)” y de “Pure Bliss”. Y ojo, porque también menciona a Elliott Smith. Algo que resulta evidente en “Hall of Mirrors”, el tema acústico que cierra el álbum.

Puede que no le fuera muy bien a su llegada a Los Ángeles, pero al final, Julia Shapiro exprimió esa situación adversa, y con lo que sacó de ella ha terminado creando una estupenda colección de canciones.

7,9

Dean Wareham – I Have Nothing To Say To The Mayor Of L.A.

Cuando empezó la promoción del nuevo álbum de Dean Wareham y vi que era su primer trabajo con canciones nuevas en siete años, me quedé un poco alucinado. En parte porque, gracias a sus diferentes proyectos, no ha dejado de estar presente en todo este tiempo. Sobre todo, con Luna, con los que ha hecho giras y ha publicado algún que otro disco de versiones. Pero también durante la pandemia con esos conciertos que hizo desde su casa junto a Britta Phillips, su mujer y compañera de banda en Dean & Britta. Unos conciertos con los que pagaron la hipoteca y que más tarde salieron bajo el nombre de ‘Quarantine Tapes’. Además de alguna banda sonora y de alguna participación en películas y series. Así que no es que haya estado muy parado.

I Have Nothing To Say To Mayor Of L.A’ es una de las colecciones de canciones más políticas de Dean Wareham. De hecho, el título ya lo dice todo. Pero es que, además, en sus letras, hay continuas referencias al comunismo. Como en el caso de la bonita “Red Hollywood”, donde nos cuenta la historia de John Garfield, un actor que perdió su carrera por la caza de brujas. O en “The Last Word”, que está inspirada en la vida de Eleanor Marx, la hija de Karl Marx, que escribió varios libros y fue una activista comunista. Además de un tema como “Why Are We in Vietnam?”, en la que habla de el intervencionismo norteamericano en otros países.

Musicalmente, estamos ante otro disco en el que Dean Wareham explota ese pop ensoñador lleno de guitarras limpias que tantos buenos resultados le ha dado en todos estos años. No obstante, vuelve a estar producido por Jason Quever, líder de Papercuts, y uno de esos magos del sonido dream-pop. Además de Britta Phillips, que también ha colaborado en estas canciones. Y juntos, han conseguido dar con unas cuantas joyas marca de la casa. Es el caso de esa “Cashing In” tan bella y delicada. O de la algo más animada “Robin & Richard”, que recuerda bastante a su época con Luna. Pero también hay momentos estelares en su faceta más lánguida. Ahí está esa “The Past Is Our Plaything” marcada por unas guitarras que son pura americana. O de “As Much as it Was Worth” y su delicado toque sixties.

Dice Wareham, medio en broma, que el buen clima de Los Ángeles no le deja tiempo para escribir canciones. Y quizá, por eso, ha metido un par de versiones. Eso sí, no son dos canciones muy reconocibles. Sobre todo, “Under Skyes”, que es una vieja canción de un desconocido grupo de los sesenta llamado Lazy Smoke. Y no sé como será la canción original, pero esta versión es una maravilla. De hecho, es de lo mejor del disco. Algo más reconocible es “Duchess”, un tema de Scott Walker que tocaban en esos conciertos de la cuarentena, y que han decidido meter en este trabajo.

No es que haya cambiado mucho la propuesta de Dean Wareham en estos años, y la verdad es que importa poco, porque el artista norteamericano, aunque nacido en Nueva Zelanda, sigue siendo un genio a la hora de fabricar este tipo de canciones de sonidos ensoñadores.

7,7

Magdalena Bay – Mercurial World

Estoy un poco alucinado con todo el boom que hay alrededor de Magdalena Bay. Y es que, hasta hace un par de semanas, no tenía ni idea de que existía este grupo, y ahora no paro de ver críticas realmente entusiastas de su álbum de debut. Supongo que uno no puede estar a todo y de vez en cuando se me escapan algunas bandas. Pero bueno, más allá de su repentino éxito, el caso es que el dúo de Los Ángeles formado por Mica Tenenbaum y Matthew Lewin suena bastante bien y tienen canciones de sobra para justificar este hype.

Tengo que reconocer que la incoherencia de este ‘Mercurial World’ hizo que en un principio me echara para atrás. Y es que estamos ante un popurrí de influencias que resulta un tanto abrumador de buenas a primeras. Porque sí, el nexo en común puede ser el pop electrónico, pero estas canciones beben de la psicodelia a lo MGMT o Tame Impala, del funk setentero, del synth-pop de los ochenta, de Grimes, o de Gwen Stefani. De hecho, estas dos últimas las mencionan ellos mismos. Pero sí es cierto que, al final, consiguen hacer temas notables con todas esas influencias y que el disco tiene unos cuantos hits redondos.

Una de las cosas que más me gustan de este trabajo es como conjugan los bajos y las cajas de ritmos. En casi todas las canciones logran dar con una base rítmica de lo más chula. De hecho, yo diría que es su ingrediente principal y que luego, según les venga bien, van metiendo un sonido u otro. Así, en “Mercurial World”, tiran hacia mundo más psicodélicos e incluso se vienen arriba con un momento que es puro breakbeat. Pero, inmediatamente después, cambian de tercio y se van a un pop de tintes ochenteros en “Dawning of the Season” y “Secrets (Your Fire)”. Y ojo, que en la segunda también se acercan al funk más sintético. Y, como estos cambios de rumbo son una constante a lo largo del álbum, en “You Lose!” ensucian su sonido para acercarse a la Grimes más punk.

Sí es cierto que en la segunda parte del álbum bajan un poco el listón y que, quizá, han metido dos o tres canciones de más. Pero también es cierto que aquí nos dejan los mejores cortes del álbum. Empezando por “Chaeri”, el que es el hit del disco. Aquí se van hacia un pop electrónico un tanto más ensoñador y menos efusivo que tiene su zenit en su precioso estribillo y en su final mucho más dance. Pero también les funciona muy bien el dance-pop tan 70s que se sacan de la manga en “Hysterical Us” y que casi parece un remix de una canción de Tennis. Y, para terminar, nos dejan dos temas muy distintos, pero igual de interesantes. Primero nos encontramos con una “Dreamcatching” que es una pequeña locura llena de cambios de ritmo frenéticos-atención a su contundente bombo final-. Pero el último giro de sonido llega con “The Beginning”, todo un hit de pop bailongo que cuenta con un piano que es una autentica delicia.

8