De Lux – Generation

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De Lux es un dúo de Los Angeles que el año pasado debutó con un trabajo que tuvo cierta repercusión. Al menos eso he leído, ya que yo no me había enterado de su existencia hasta hace unos días, que fue cuando me hice con su segundo trabajo. No sé qué tal estaría ese primer álbum, pero la verdad es que su continuación está bastante bien. Se mueven entre el disco, el funk, el post-punk y la new-wave, logrando resultados de lo más interesantes. La descripción más típica de su música es la que dice que son un cruce entre LCD Soundsystem y Talking Heads, pero también es la más acertada. Es como si James Murphy se aliara con David Byrne y sacaran un disco conjunto.

Generation es un disco largo, con canciones que tienen una duración de lo más generosa. Lo bueno es que, en la gran mayoría de ellas, logran mantener la frescura y no se hacen largas. Es el caso de los casi seis minutos de LA Threshold, el tema con el que abren el disco, en el que no pueden negar esa influencia de Talking HeadsSean Guerin, su cantante, calca la voz del Byrne de finales de los setenta-, ni la de la electrónica contenida de LCD Soundsystem. Se les da muy bien hacer este tipo de temas más tranquilos y menos bailables. Como prueba tenemos Someday Now, el primer single del álbum, y el corte que lo cierra. En él, le dan más importancia a las guitarras y consiguen hacer un buen tema de pop con tintes electrónicos. Incluso, se atreven con una balada de casi ocho minutos llamada Conditions, que, la verdad, no está nada mal.

Si nos vamos a la parte más bailable, también encontramos cosas bien majas. Ahí está esa Living in an Open Place, que es puro DFA Records, y es un auténtico rompepistas. Por no hablar de Oh Man the Future, que es de pegada instantánea con ese estribillo tan pegadizo, y ese toque disco que tiene. De hecho, aquí me recuerdan un poco más a Holy Ghost!, y eso siempre es bueno.

También se les da bien meterse en terrenos más étnicos, y hacer música de baile con otros ingredientes. El mejor ejemplo de esto es Simba Simba Simba, en la que las cabezas parlantes vuelven a ser las protagonistas, y donde sacan un toque funk maravilloso. Algo que también hacen en When Your Life Feels a Loss, un corte que también resulta de lo más delicioso.

Generation es un buen disco, al que, quizá, se le puede poner la pega de la falta de originalidad, pero tiene muchas cosas interesantes que hacen que te olvides de eso.

7,7

The Legends – It’s Love

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Nada más y nada menos que seis años ha tardado Johan Angergård en recuperar a The Legends. El sueco nos ha dejado algún trabajo con Acid House Kings y Club 8, pero no sabíamos nada de sus Legends desde 2009, que fue cuando editaron Over and Over. Uno nunca sabe que se va encontrar en los discos de Angergård, ya que lo mismo te hace un disco de pop bailable, uno de pop ruidoso, o uno donde las protagonistas son las castañuelas. En su vuelta con The Legends ha optado por la electrónica, pero es una electrónica tranquila, en la que predominan los medios tiempos, y las baladas.

It’s Love es más un mini-álbum que un Lp al completo, ya que está compuesto por siete canciones, y dura poco más de veinte minutos. Según el propio Angergård, está influenciado por una ruptura sentimental, y el inicio de una nueva relación. Además de una pequeña crisis de edad por haber entrado en los cuarenta. Pero también dice que no es un trabajo pesimista, y afirma que es un disco esperanzador y una celebración del amor.

Lo que no puede negar es el cambio de dirección que ha dado en su música. Estas nuevas canciones rezuman elegancia, y su electrónica, tan sedosa y envolvente, te deja hipnotizado. Habrá algunos que piensen que, quizá, es demasiado tranquilo, pero Angergård es un músico curtido, y sabe cómo hacer que estas canciones tan personales lleguen al oyente. Es el caso de Smoke and Mirrors, que te gana con su tono nostálgico, o de Something Left to Die For, que juega al despiste con su toque bailable. Por no hablar de The Great Unknown y Winter is the Warmest Season, que son los hits del disco, y los temas que más se acercan a sus otros proyectos. De hecho, ninguna de las dos desentonaría en el último trabajo de Club 8.

It’s Love es un trabajo bonito, que nos devuelve a uno de los músicos escandinavos más interesantes de los últimos años.

7,4

Ducktails – St. Catherine

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Ducktails es el mejor ejemplo de toda esta corriente de pop suave y veraniego que nos invade desde hace unos años. El proyecto en solitario de Matt Mondaline, guitarrista de Real Estate, cuenta con una discografía de lo más completa, que abarca cinco discos y algún que otro Ep. En todos ellos siempre trata de buscar la cara más amable del pop, y se deja llevar por los sonidos más suaves y relajantes. Siempre digo lo mismo, pero sus canciones son la banda sonora ideal para una tarde de verano en la playa. Sus guitarras cristalinas, envueltas en paisajes de teclados, y la delicadeza que impregnan sus composiciones, son idóneas para un atardecer enfrente del mar. Algo que vuelve a demostrar en su nuevo trabajo.

En St. Catherine, Mondaline va más allá, y nos entrega en que es su trabajo más relajado. De hecho, creo que se le ha ido la mano con tanto relax. En su anterior disco, el genial The Flower Lane, utilizaba los mismos ingredientes de siempre, pero estaba mucho más animado y sus canciones sonaban frescas y directas. En este trabajo, está mucho más disperso, y hay momentos en los que parece que prefiere estar en cualquier otro lado que no sea el estudio de grabación. Es el caso de los instrumentales que encontramos en el álbum, que, a excepción de Reprise, que tiene algún coro, me resultan soporíferos. Pero bueno, en el resto del disco hay cosas muy majas.

Una de las cosas que más me ha gustado son las colaboraciones que hay en el álbum. Tanto las de Julia Holter, que pone su voz en Church y Heaven’s Room, como la de James Ferraro, que le da su toque a Headbanging in the Mirror, suenan realmente bien. Pero, sin duda alguna, lo mejor viene en Into the Sky, en la que se pone más rockero de lo normal, y Surreal Exposure, donde se saca de la manga todo un hit.

Le ha quedado un poco más soso que sus anteriores trabajos, pero aun así, cuenta con seis o siete canciones destacables.

7,2

Summer Fiction – Himalaya

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Uno de los discos que más escuché en 2010/2011 fue el debut de Summer Fiction. Este grupo de Filadelfia, que en realidad es el proyecto de un músico llamado Bill Richinni, me encandiló con su pop de corte sixties y su pasión por The Beach Boys. Aquel álbum era un debut sencillo, muy clásico, y nada efectista, pero estaba lleno de grandes canciones (She’s Bound to Get Hurt y Chandeliers siguen ocupando un lugar privilegiado en mi iPod). Ahora, tras un break de cinco años, vuelve con un segundo trabajo que sigue exactamente donde lo dejó.

Tengo que decir que, de buenas a primeras, este segundo trabajo me ha gustado menos que el anterior. Aunque también es cierto que al primero le cogí el tranquillo con el tiempo. Pero creo que no me va a pasar lo mismo con este. El problema principal es la distribución de las canciones. Richinni empieza muy fuerte con On and On, Dirty Blonde (la mejor copia de los Beach Boys que he visto en años), y Perfume Paper, que son tres hits como tres soles. Sobre todo la última, que es el single y tiene unas guitarras muy The Byrds, que son una delicia. Lo malo es que, a partir de aquí, el disco va decayendo poco a poco.

He leído por algún lado que este álbum ha sido una especie de escapatoria para superar el divorcio de sus padres tras 40 años de matrimonio. Supongo que por eso es un trabajo más intimista que el anterior, en el que predominan los temas lentos. No es que hace cuatro años fuera la alegría de la huerta, pero si hubiera metido algún que otro tema un poco más movido en la parte final, estaríamos ante una colección de canciones un poco más entretenida. No es que se le den mal este tipo de temas, todo lo contrario, Lauren Lorraine y Genevieve, son puro Brian Wilson, y están realmente bien, pero todas del tirón dan un poco de pereza. Además, dos de ellas, Manchester y Cathedral, son instrumentales, que la verdad es que no me dicen mucho. Eso sí, mientras escribo esto, estoy empezando a pillarle el punto a esa Religion of Mine, en la que recupera al Elvis Costello (segunda vez que sale su nombre a relucir esta semana) más clásico.

Himalaya es un disco bonito, que cuenta con algunas canciones realmente notables, pero también es un poco espeso, y algo aburrido.

7,2

Nick Diamonds – City of Quartz

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The Unicorns, Islands, Mister HeavenlyNick Thorburn tiene tantos proyectos, que uno ya se pierde con sus bandas. Yo, que soy fan, trato de seguir todo lo que hace, pero a veces se me escapa alguna de sus facetas. Es el caso de Nick Diamonds, otro de sus alias, y el que se podría decir que es su proyecto en solitario. Aunque la verdad, excepto Mister Heavenly, en donde también había gente de Man Man y Modest Mouse, él siempre ha sido la cabeza pensante del resto de sus bandas. Pero bueno, se puede decir que, oficialmente, Nick Diamonds es su alter-ego.

City of Quartz es su segundo trabajo, y en él nos encontramos con un Thorburn cercano a los discos más electrónicos de Islands (los que más me gustan). En esta aventura juega mucho más con sus máquinas, y hay menos guitarras. Así consigue hacer algún gran tema de pop electrónico como Love is Stranger, que es de lo mejorcito que ha compuesto en los últimos años. O Witch Window, en la que sí saca a pasear las guitarras distorsionadas. Con ellas, y con sus cacharritos, se saca de la manga otro tema espectacular. Por no hablar de Bohemian Groove, en la que se deja llevar por el pop, y nos deja un tema delicioso.

En buena parte del disco sale a relucir el Thorburn más intimista, ese que nos dejó sorprendidos en 2012 con “A Sleep & a Forgetting”, el álbum más reposado de Islands. Hay mucho de ese disco en canciones como Where is the Elephant o Ungrievable Live, solo que aquí parten de la electrónica, y no de los instrumentos convencionales, como sí ocurría en ese trabajo. Tanto estas dos canciones, como la minimalista What Can the Sun, no están nada mal, y en ellas, el canadiense demuestra que es capaz de hacer buenos temas utilizando otros ingredientes.

Una de las cosas que más me gusta de Thorburn, es que nunca ha tenido problema en probar cosas nuevas. En este trabajo vuelve a dar muestras de ello, y para cerrarlo nos deja dos canciones que se mueven por otros caminos. Por un lado tenemos ‘I’m Nobody’, un corte de electrónica oscura (y algo rallante), en la que utiliza un sampler de la voz de Charles Manson, que no es más que una anécdota. Pero por el otro tenemos God Internet, donde se deja llevar por la electrónica analógica y consigue hacer un bonito y emocionante tema.

Evidentemente, no llega a los mejores trabajos de Islands o The Unicorns, pero sí nos deja una colección de canciones interesante. Y eso, dado el intenso volumen de trabajo que tiene este hombre, ya es suficiente.

7,2

Donald Cumming – Out Calls Only

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Supongo que algunos os acordareis de The Virgins, aquel grupo neoyorquino que en 2008 tuvo un pequeño éxito llamado Rich Girls. Poco después se separaron por un corto periodo de tiempo, y volvieron 2013 con un segundo trabajo lleno de influencias de la new-wave, del Nueva York de los setenta, y de Elvis Costello. Ese disco estaba realmente bien, pero por alguna extraña razón, pasó un tanto desapercibido. Tras separarse de nuevo, ahora es Donald Cumming, el que fuera su cantante, el que lo intenta de nuevo, y lo hace exactamente donde lo dejó con The Virgins. Su debut en solitario es otro ejercicio de rock setentero lleno de buenas canciones.

Dice Cummings que no está muy puesto en la música actual, y no hace falta que lo jure. Este álbum, grabado en el East Village neoyorquino, huele a añejo por todos los lados, y con él consigue transportarnos a esas calles sucias e inseguras del bajo Manhattan de los años setenta. Desde el primer corte se le ven las intenciones, y bien que hace, porque, aunque suena a revival, consigue impregnar de frescura sus canciones. Sobre todo las más movidas, como Game of the Heart, el pedazo de hit que abre el disco, o Lonesome for You, que es algo así como unos Dire Straits tratando de meterse de lleno en la new-wave. Incluso buena parte de los siete minutos de Scarecrow son de lo más acertados, la lástima es que tenga ese interludio ruidoso entre medias.

Como ya comentaba un poco más arriba, sin duda alguna, la influencia más evidente es Elvis Costello. El músico británico planea sobre todo el disco, tanto en temas más animados, como las geniales Sometimes Sweet Susan y Shadow Tears, como en las baladas, que se comen buena parte del final del disco. Ahí también está acertado en alguna ocasión, y Workin’ It Out o Spanish Horses (nada que ver con la canción de Aztec Camera), con la que cierra el álbum, funcionan muy bien.

Espero, y deseo, que tenga más suerte que con el último trabajo de su antigua banda. Se lo merece.

7,7

Sarah Cracknell – Red Kite

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Aunque muchos no lo sepan, Sarah Cracknell tiene una carrera fuera de Saint Etienne. La cantante británica sacó un disco allá por 1997 que, desgraciadamente, no tuvo mucho éxito. Será por eso que hasta ahora, dieciocho años después, no se había decidido a sacar su continuación.

Para los que esperen un trabajo más o menos bailable, ya pueden ir olvidándose del tema. Esta vez, la de Essex, se ha ido al pop más clásico, e incluso se ha dejado llevar por algún toque folkie en unos cuantos temas. Cracknell cita como influencias a The Beach Boys, Felt, Ennio Morricone, Joe Meek y Marianne Faithfull, una mezcla un tanto complicada que resuelve con soltura en la gran mayoría de las canciones del disco. Aunque sí es cierto que cuanto más animada está, mejores resultados tiene. Ahí tenemos de Nothing Left to Talk About, el primer single, donde cuenta con la colaboración de Nicky Wire de Manic Street Preachers. Es un corte muy pop, con sus coros onomatopéyicos y su aire veraniego. Algo parecido nos ofrece en Hearts Are for Breaking, la otra gran canción pop del álbum, y donde acaba la parte más festiva del mismo.

El grueso del disco está compuesto por canciones tranquilas, en las que Cracknell juega con el pop barroco y sixties – On The Swings, In The Dark y la versión del The Mutineer de Mojave 3 son un buen ejemplo-, pero donde no se olvida del pop más preciosista y convencional. Es el caso de Underneath the Stars, que tira un poquito de Phil Spector y su Wall of Sound, o de Take the Silver, que es simple, pero realmente efectiva. Además, en ella cuenta con la colaboración del grupo londinense The Rails. Aunque lo mejor de esta faceta llega con It’s Never Too Late, en la que un pegadizo xilófono es el protagonista (la melodía se parece demasiado a la del Maggie May de Rod Stewart).

Lo que no me ha gustado mucho es cuando se pone más áspera, y se sale de la línea del disco. Es el caso de I Am Not Your Enemy, en la que se pasa al rollo fronterizo y saca a paseo unas guitarras crudas que creo que no pintan demasiado con el resto de temas del álbum.

Aunque no le ha quedado un disco redondo, me gusta que no siga el camino de su banda, y se haya olvidado de la parte más bailable, esa que sí mostraba en su primer trabajo.

7,3

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Warm Soda – Symbolic Dream

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Matthew Melton es uno de esos culos inquietos que pululan por Estados Unidos. De Memphis, pero residente en Austin, Melton ya lleva unos años siendo uno de los músicos más conocidos de la escena garage y power-pop de su país. No obstante, hasta hace muy poco estuvo viviendo en Oakland, cuna del sello Burger Records, que tiene uno de los mejores catálogos de este tipo de música. Primero fueron Bare Wires, con los que consiguió algún que otro pequeño hit, y desde hace tres años está a tope con Warm Soda. Él se lo guisa y se lo come todo solito, y es capaz de hacer un disco por año sin apenas pestañear. Este es el tercero desde que en 2013 se reencarnara en Warm Soda, y es toda una delicia llena guitarras power-pop y grandes melodías.

Symbolic Dream es un disco cortito, y tremendamente divertido, en el que Melton se deja llevar por el pop. Doce canciones que no van más allá de los dos minutos y medio, y van directas al grano. Además, ha mejorado una barbaridad la calidad de su sonido, por lo que suena mucho menos lo-fi y más power-pop que nunca. Esto hace que cualquier tema del disco sea un hit en potencia, y que sea difícil quedarse con una sola canción, sobre todo si eres seguidor del pop con aires de new wave de finales de los setenta. Aun así, puedo destacar ‘Cryin For Love’, ‘I Know The Cure’ o ‘Will You Be There For Me?’, que me tienen loquito.

La única pega que le encuentro al disco, es que, tal vez, es un poco repetitivo, y uno se puede cansar muy rápido de él. Bueno, eso, y la balada con toques sixties del final, que creo que no pinta nada. Por lo demás, todo bien.

7,7

Florence + The Machine – How Big, How Blue, How Beautiful (Deluxe Edition)

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Nunca he soportado a Florence Welch, y ese personaje digno de Juego de Tronos que se ha inventado, pero las cosas cambian, y ella también. Ahora que se ha vuelto una chica más normal y se ha quitado de encima todo ese rollo de cuento de hadas, ha logrado conquistarme. En su nuevo trabajo está mucho más pop de lo habitual, y, aunque sigue gritando en exceso, y su música sigue siendo muy grandilocuente, se ha calmado un poco y ya no está tan histriónica.

How Big, How Blue, How Beautiful es un disco que Florence se ha hecho a medida. Ella ha elegido a Markus Dravs como productor porque estuvo a los mandos del Homogenic de Björk, y los arreglos de cuerda, que son bastantes, corren a cargo de Will Gregory de Goldfrapp. Con la parte instrumental arreglada, solo le quedaban las letras, que, según ella misma, son las composiciones más personales de su carrera. Atrás ha quedado esa obsesión por el agua que inundaba su segundo trabajo, y el mundo de fantasía que siempre ha rodeado a sus composiciones. Bueno, está Ship to Wreck, pero es tan buena, que uno se olvida esa letra llena de metáforas de barcos que van a la deriva y tiburones.

El tercer trabajo de las inglesa es el disco perfecto para triunfar en las listas de ventas (está nº1 en medio mundo), pero a su vez, es un disco que los críticos más sesudos pueden disfrutar. Es una de esas raras ocasiones en las que comercialidad y calidad se dan la mano. Solo hay que escucha ese single tan potente como What a Kind of Man, que nos presenta a una Florence mucho más contundente, con ese apoyo de las trompetas y las guitarras crudas. O Queen of Peace, donde la orquesta se fusiona con una efusiva sección rítmica. Por no hablar del rock potente de Delilah, y de la épica y emocionante Third Eye, que es un temazo como la copa de un pino.

Donde no la veo muy acertada es en los cortes más reposados, y tanto en Various Storms & Saints, como en Long & Lost, resulta aburrida. Eso sí, no se le da mal acercarse al soul en Caught, que la verdad es que le ha quedado bonita. También sorprende con esa Mother que cierra el disco, en la que arriesga mucho más tirando de suciedad y ruido.

Como dato curioso, para la inevitable edición Deluxe, se ha dejado un par de temas que están muy bien, e incluso son mejores que algunos de los que han entrado en la edición normal. Hiding es un corte popero que es una delicia, y en Make Up Your Mine recuerda a lo mejor de su primer trabajo. Los demás extras son muy poco interesantes, y aparte de las típicas demos, hay otro corte inédito que se llama Which Witch, que es un pestiño.

Ojalá toda la música comercial fuera como este disco.

7,7

FFS – FFS

FFS

Las colaboraciones entre grupos no suelen funcionar muy bien, y normalmente se quedan en una anécdota. Los miembros de Franz Ferdinand y Sparks lo saben muy bien (ahí está la irónica Collaborations Don’t Work), pero aun así, se han embarcado en esta aventura. Han hecho bien, ya que en su caso, y en una gran cantidad de cortes, sí que funciona bien la unión de las dos bandas. Sus canciones tienen el punto de locura de Sparks, pero no pierden el toque pop y comercial de Franz Ferdinand. De hecho, creo que a estos últimos les ha venido muy bien meterse en esta historia, que se estaban empezando a repetir un poco.

Como viene siendo habitual en los últimos tiempos, antes de contar con el disco al completo ya se conocían cuatro canciones. Por norma general, estos adelantos suelen mostrar lo mejor del álbum, algo que también pasa con este trabajo, lo bueno es que aquí nos encontramos con alguna canción más que también está a la altura. Es el caso de Dictator’s Son, Police Encounters, en la que la locura de Sparks está más presente, o The Man Without A Tan. Las tres no tienen nada que envidiar a Johnny Delusional, Piss Off o Call Girl, y podrían ser un single más del álbum. Pero si hay una corte que sobresale, ese Save Me From Myself, que creo que es la perfecta combinación de las dos bandas (ese estribillo es puro Franz Ferdinand). Además, en ella se puede ver ese toque teatral, tan Sparks, que tiene todo el disco.

Cuando se salen un poco de la fusión de sus dos estilos es cuando más patinan. Se les da muy bien meterse de lleno en la electrónica en So Desu Ne, o cuando se tranquilizan en Things I Won’t Get, con la que nos da un pequeño respiro entre tanto corte de pop acelerado. Sin embargo, cuando se ponen mucho más teatrales y se dejan el pop de lado, no me termina de cuajar. The Power Couple me resulta un tanto aburrida, y esa Collaborations Don’t Work que mencionaba al principio, solo me cautiva en sus dos minutos finales, cuando entran las guitarras acústicas tan chulas, y una pequeña locura se convierte en una canción pop.

Para mi gusto le sobran tres o cuatro temas, pero cuenta de con más de media docena de hits potenciales y realmente entretenidos. De momento es suficiente.

7,6