Psychic Markers – Psychic Markers

Me gustan los grupos que dejan las cosas claras desde el principio, como es el caso de Psychic Markers. Y es que, es fácil ver que este grupo londinense se han empapado de psicodelia para crear su propuesta musical. Lo bueno es que no solo se escuda en esa etiqueta, y también saben cuándo meterse en terrenos más kraut o cuándo acercarse al pop. Todo ello regado de un ambiente oscuro y de lo más cinematográfico.

A pesar de ser un álbum homónimo, no estamos ante su primer trabajo, sino el tercero. De hecho, es un disco que representa un cambio de sonido importante en su carrera, porque, por primera vez, le han dado bastante protagonismo a la electrónica. Esto es todo un acierto, ya que ese manto sintético se lleva de maravilla con el lado más pop de su psicodelia. Ahí está ‘Silence In The Room’, con esa luminosa explosión de sintetizadores final que rompe toda la oscuridad del resto de la canción. O en la vibrante ‘Clouds’, que es el momento álgido del disco -atención a su punteo de guitarra a lo ‘Heroes’-.

También saben llevar ese punto electrónico a su lado mas oscuro. Lo hacen nada más empezar, en esa misteriosa ‘Where Is The Prize?´en la que reflexionan sobre la muerte (buen rollo desde el principio). O en la instrumental ‘Pulse’, donde endurecen sus guitarras un poco más de lo normal. Aunque luego son capaces de sorprender y rebajar su crudeza para acercarse a una psicodelia preciosista en ‘Enveloping Cycles’. Una canción que, por cierto, me ha recordado bastante a Yo La Tengo. Y debe de ser una referencia principal en su carrera, porque el disco lo cierran con ‘Baby It’s Time’, en la que también se dejan llevar por la influencia de la banda de Hoboken. Eso sí, en su faceta más etérea y ambiental.

7,6

Jade Hairpins – Harmony Avenue

Supongo que un día de estos habrá que poner a Talking Heads como un estilo propio de música que ha servido de influencia para cientos de bandas en las últimas cuatro décadas. Entre ellas, Jade Hairpins, un nuevo grupo formado por dos miembros de Fucked Up, que hacen una música que tiene muy poco que ver con lo que hacen con su banda madre. Ya no solo porque tenga un claro protagonismo de la electrónica, también porque, por aquí, predominan los sonidos pop más cálidos; esos que juegan con mundos más étnicos.

Para ser justos, hay que decir que no solo viven de las enseñanzas de la mítica banda neoyorquina. De hecho, este “Harmony Avenue”, se abre con ‘J Terrapin’, un corte que, a mí, personalmente, me ha recordado a los primeros Supergrass. Y la verdad es que mola bastante, porque le dan un toque de humor y se dejan llevar muy bien por sonidos británicos más añejos. De hecho, en ‘Mary Magazine’ se acercan bastante al Bowie más glam. Y, como estamos ante un cumulo de influencias, en ‘(Don’t Break My) Devotion’ y en la espectacular ‘Motherman’ cierran el circulo, y se dejan llevar por su pasión por LCD Soundsystem.

Si nos vamos a su faceta Talking Heads, nos encontramos con una banda de lo más solvente e interesante. Tanto cuando tiran hacia un lado más pop, como es el caso de ‘Yesterdang’ y ‘Broadstairs Beach’, como cuando se ponen un poco más estridentes y caóticos, como en ‘Post No Bill’, solucionan papeleta muy bien. Es algo que no es fácil, porque estamos hablando de uno de los mejores grupos de la historia. Y lo mejor es que, a lo largo del disco, siguen dando buenas muestras de ello, y nos dejan temas tan notables como ‘Dolly Dream’ y ‘Truth Like a Mirage’.

Estamos ante un álbum de debut interesante y divertido, en el que, quizá, se les ve demasiado sus influencias, pero eso no quita que se hayan sacado de la manga una colección de canciones notable.

7,5

Jetstream Pony – Jetstream Pony

La escena indie-pop inglesa siempre ha estado muy unida y abierta a multitud de colaboraciones. Por eso es fácil ver nuevas bandas con miembros que tienen un curriculum de lo más potente. Es el caso de Jetstream Pony, un grupo de Brighton en el que nos encontramos a gente Trembling Blue Stars, The Wedding Present o The Popguns. De hecho, formaban parte de la última edición del Madrid PopFest, la cual se tuvo que suspender por la crisis del COVID-19. Así que, con esos datos, ya os podéis imaginar por donde van los tiros.

Jetstream Pony” es su homónimo álbum de debut, y en él encontramos una deliciosa colección de canciones en las que las guitarras potentes se alían con el pop. De hecho, se podría decir que están a medio camino entre el indie-pop y el shoegaze. Aunque sí es cierto que tienen más de lo primero. Y es que, se les da muy bien el lado más melódico de su música y sacarse un buen estribillo de la manga. Es el caso de ‘It’s Fine’, el delicioso tema que abre este trabajo. O de la algo más sucia ‘I Close My Eyes’, que fue uno de los singles previos a este disco.

Como os podéis imaginar, no hacen nada que no se haya hecho ya en multitud de ocasiones, pero claro, también hay que saber hacerlo bien para que funcione. Algo que consiguen gracias a la delicada voz de Beth Arzy, y a la sección rítmica formada por Shaun Charman y Kerry Boettcher. Y es que, le dan bastante protagonismo a la batería, que está bastante presente en cortes tan notables como ‘Worthless’, ‘I Think I´m Ready to Let You Go’ o ‘Half Idea’. Estas dos últimas, por cierto, representan muy bien su lado más sucio y shoegaze. Pero tengo que reconocer que me quedo con el punto melódico que tienen temas como ‘Outside’ y ‘Spoke Too Soon’, con los que cierran el álbum a lo grande.

Un consejo: si sois seguidores de todo lo relacionado con el C-86, el mundo de Sarah Records, y el indie-pop en general, no dejéis pasar este disco.

7,7

Nation of Language – Introduction, Presence

Una de las cosas que he hecho durante esta cuarentena, ha sido tragarme las cuatro temporadas de Halt And Catch Fire (tengo la intro de Trentemøller en mi cabeza todo el rato). 40 capítulos de una serie espectacular en la que la música juega un papel bastante importante. Quizá, por eso, porque buena parte de su recorrido es en los ochenta, llevo varios días escuchando sin parar “Introduction Presence”, el que es el debut de Nation of Language. Y es que, este grupo de Brooklyn, no puede tirar más del synth-pop de aquella época. Además, lo hacen de puta madre.

Según la propia banda, dos de sus máximas influencias son The National y LCD Soundsystem. Y bueno, puede que la voz de su cantante se asemeje a veces a la de Matt Berninger, y que su electrónica suene más actual en otras ocasiones, pero el fondo del asunto no puede ser más ochentero. Porque, además, no se cortan un pelo a la hora de sacar los teclados más cantosos. Ahí está esa ‘Rush & Fever’ ultra-pegadiza, que es algo así como si los Depeche Mode de 1981 hicieran una canción que el líder The National. O esa preciosidad llamada ‘On Division St’, en la que se sacan de la manga una línea de sintetizador que es una maravilla. Incluso se atreven a acercarse a los primeros Duran Duran en cortes como ‘September Again’ o ‘Indignities’. Aunque eso sí, en esta última, lo pasan por el filtro New Order.

Otra de las cosas que me gustan de este trabajo, es que también se adentran en sonidos más oscuros. Lo bueno es que lo hacen desde un mundo bastante sintético. ‘Tournament’, la canción que lo abre, es un buen ejemplo. Porque, aunque sea una pieza bailable, es un baile un tanto triste. Y luego tenemos cosas como ‘Friend Machine’ y ‘Sacred Tongue’, donde se dejan llevar por una electrónica más primitiva, o ‘The Wall & I’, que es el clásico corte New Order. Aunque lo mejor de este lado más oscuro, y casi de todo el disco, llega con ‘Automobile’, que es una de esas canciones que huelen a himno desde la primera escucha.

Nation of Language han debido pensar que, si hay que hacer synth-pop, se hace con ganas y sin esconder sus intenciones. Quizá, por eso, les ha salido uno de los grandes discos estos últimos meses.

8

Woods – Strange To Explain

Woods es una banda a la que le he ido pillando el punto con cada disco que han ido sacando. Algo extraño, porque se supone que su propuesta no ha cambiado mucho con los años. Aunque yo tengo que decir que sí que veo un pequeño cambio de sonido desde sus comienzos hasta ahora. Quizá no mucho, pero sí que creo que sus canciones suenan más pulidas y menos lo-fi que ha principio de la década pasada. Además, también creo que, poco a poco, han ido metiendo nuevas influencias. Y eso es algo que se nota en su nuevo trabajo.

Strange to Explain” es lo que podríamos llamar un trabajo “post-paternidad”. Y es que, Jeremy Earl, guitarrista y cantante de la banda, acaba de ser padre, y él mismo ha confesado que eso ha sido una gran influencia a la hora de componer las canciones del disco. De hecho, es algo que se aprecia en el tono amable que tienen casi todos los temas del álbum, donde apenas hay estridencias o una guitarra más ruidosa que desentone. Es más, incluso tenemos una canción como ‘Just to Fall Asleep’, que casi es una nana.

Todo lo que nos encontramos en este álbum resulta de lo más complaciente y fácil de escuchar. Algo que a mí me parece que está muy bien. Me encanta que los grupos sean directos y no se compliquen la vida. Y eso es lo que hacen los norteamericanos en temas como ‘Where Do You Go When You Dream’, ‘Before The Pass By’ o ‘Strange to Explain’. De hecho, ésta última, es de las canciones más bonitas que vais a escuchar en todo 2020. Y ojo, que también se han sacado de la manga dos o tres hits. Ahí está la estupenda ‘Can’t Get Out’, donde le dejan el protagonismo a un teclado, o esa ‘Fell so Hard’ un poco más guitarrera que el resto del álbum, la cual tiene un estribillo irresistible.

Woods están madurando de maravilla, e incluso aciertan cuando se meten en otros terrenos, como es el caso de ‘The Void’, en la que se hacen un Calexico y aciertan de pleno. Incluso ese instrumental final de siete minutos, en el que están más psicodélicos, tiene su punto.

7,9

The 1975 – Notes On A Conditional Form

The 1975 tienen un problema: a lo largo de los últimos años, la prensa de todo el mundo se ha dedicado a ensalzar sus discos, intentando que se convirtieran en algo así como el grupo de esta generación. El problema es que ellos se lo han creído, convirtiéndose en una de las bandas más pedantes de la actualidad y, de paso, en una de las más aburridas. Porque, si se dedicarán a hacer canciones pop, que es lo que hacen muy bien, en lugar de hacer discos trascendentales con los que intentar cambiar el mundo, otro gallo nos cantaría. Pero no, ellos siguen con su papel de salvadores del mundo (y del pop), y nos entregan un nuevo trabajo que se va más allá de los 80 minutos, y al que le sobran la mitad de sus 22 cortes. 

Notes On A Conditional Form” empieza de la forma más evidente. Y es que, se están convencidos de que son los nuevos Radiohead, y sí su anterior trabajo lo compararon con el “OK Computer”, ahora quieren que las comparaciones se vayan hacia el “Kid A”. Así, nada más empezar, nos dejan un manifiesto, recitado por Greta Thunberg, en el que nos invitan a cambiar este mundo. Y lo peor es que, justo después, aparece ‘People’, el que es el arrebato punk del disco. Dejando así caer que la gente se ha revelado. Todo es así de evidente a lo largo del disco. El cual, encima, contiene una buena cantidad de temas instrumentales que no van a ningún lado. 

Estamos ante un trabajo que no tiene ni pies ni cabeza. Un álbum con cero coherencia, en el que pasan del punk al pop, del tecno al r&b, de los experimentos a las baladas folk…Un disco al que solo se encuentra el sentido si uno se fija en sus canciones por separado. Y es que, creo que ya lo comenté cuando puse su anterior trabajo, que ellos son unos buenos compositores de temas pop. Y aquí dan buenas muestras de ello. Porque les funciona muy bien ese punto electrónico ensoñador que tienen canciones como ‘Frail State Of Mind’, ‘I Think There’s Something You Should Know’ o ‘Guys’. Al igual que también se les da bien meterse en terrenos un tanto shoegaze en ‘The Because She Goes’; hacer un perfecto tema britpop como es ‘Me & You Together Song’, o irse hacia un pop ochentero que es una delicia en ‘If You’re Too Sky (Let Me Know)’. Incluso cuentan con un par de baladas bien chulas, como es el caso de ‘The Birthday Party’ y ‘Jesus Christ 2005 God Bless America’. Lo malo, es que, entre todo esto, tienes que comerte cosas tan malas como ‘I Think There’s Something You Should Know’, en la que se ve a la legua que han intentando experimentar (sin éxito) con su pop, o tragarte un par de momentos de tecno para principiantes como son ‘Shyny Collarbone’ y ‘Having No Head’. Además de un buen montón de temas que tienen muy poco que decir. 

Muy pocas bandas tienen la capacidad y el talento suficiente para entregar un disco de 22 canciones en las que la mayoría sean, por lo menos, notables, y 1975 no es una de ellas. Es más se quedan muy lejos de conseguirlo. 

6,7

Jonathan Bree – After The Curtains Close

No sé si os acordáis de The Brunettes, un dúo de Nueva Zelanda que nos dejó algunos cuantos trabajos notables en la primera década del siglo. Yo recuerdo especialmente “Structure and Cosmetics”, su disco de 2007. Pero sí es cierto que no les seguí mucho la pista después. Es más, me había olvidado de ellos hasta la semana pasada, que fue cuando me topé con este trabajo de Jonathan Bree. ¿Quién es este hombre? os estaréis preguntando algunos. Pues no es otro que la parte masculina de ese dúo, que se ha convertido en uno de los artistas más interesantes de su país. 

After The Curtains Close” es su cuarto trabajo en solitario, el cual viene precedido de “Sleepwalking”, un disco con el que lo petó hace un par de años en Nueva Zelanda. Así que, quizá, estemos ante el álbum más importante de su carrera. Y la verdad es que se ha tomado la molestia de que, por lo menos, lo parezca. Su pop, a medio camino entre el rollo crooner, y el sonido más orquestal, suena de maravilla. Además, en buena parte del disco, hay una pátina electronica que lo hace más apetecible todavía. Y, por si esto fuera poco, cuenta con algunas veces femeninas invitadas. Es el caso de Princess Chelsea, a la que ha producido algún trabajo en el pasado, y el de Britta Phillips, la mítica bajista de Luna

El disco se abre con ‘Happy Daze’, en la que da buena muestra de todos esos ingredientes que comentaba más arriba. Pero, a mitad de canción, todo cambia, y se deja llevar por un subidón de cuerdas y teclados, que es una delicia. Además, al final entran unas campanas que son una delicia. Todo esto le da un toque bastante cinematográfico que planea por prácticamente todo el álbum. Porque no es difícil ver cómo la música de las películas de los sesenta le han servido de influencia en cortes como ‘Heavenly Division’, ‘Kiss My Lips’, o ‘In The Sunshine’. Y si ya nos vamos a ‘Meadows in Bloom’, la canción en la que aparece Phillips, nos encontramos con un tema que no desentonaría en la cabecera de una de las primera películas de James Bond

Una de las cosas buenas que tiene este disco, es que, de vez en cuando, se anima un poco más, y nos deja algún que otro hit más directo. Es el caso de la estupenda ‘Waiting on the Moment’, en la que se atreve a irse un poco hacia la pista de baile, o de la algo más sucia ‘Until We’re Done’, donde se acerca bastante a los Air más movidos. Y es que, el dúo francés, es otra de las inspiraciones que se aprecian en buena parte del disco. Solo hay que escuchar la bonita ‘Children’ para darse cuenta. Aunque eso sí, creo que me gusta más cuando se pone un poco crooner y nos deja un tema como ‘No Reminders’, que es una autentica pasada. 

7,8

Sparks – A Steady Drip, Drip, Drip

Hay grupos que no hace falta que cambien. Incluso aunque lleven casi 50 años en el mundo de la música, como es el caso de Sparks. El excéntrico dúo formado por los hermanos Mael es pura historia del pop y, aunque es cierto que, tienden a repetirse un poco, sus canciones siguen consiguiendo su propósito. O por lo menos a mí me siguen funcionando, porque durante estos últimos días, al escuchar su nuevo trabajo, más de una vez se me han ido las manos para dar unas palmas, o los pies para echarme unos bailes. Y eso en tiempos de confinamiento viene muy bien. 

A Steady Drip, Drip, Drip” es su trabajo número 24, y en él siguen con esa mezcla de teatralidad, glam-rock, synth-pop, y mil cosas más. Y, como siempre, en medio de esa locura, son capaces de sacarse varios hits de debajo de la manga. Empezando por esa ‘All That’ tan coreable que lo abre, donde muestran su lado menos excéntrico. O yéndose al lado más surrealista de su música, como es el caso de ‘I’m Toast’, ’Stravinsky’s Only Hit’ o ‘iPhone’ que nos recuerdan lo divertidos que pueden llegar a ser. 

Estamos ante otro trabajo de lo más ecléctico, y la verdad es que no creo que se pueda mirar como un álbum normal. En estos últimos años, su incursión en el mundo de los musicales, les ha servido de influencia para crear nuevas canciones. De hecho, reconocen que es su mayor inspiración. De ahí que sus discos tengan ese toque tan teatral. Pero lo bueno de Sparks, es que, detrás de eso, siempre aparece su alma pop. Y la mezcla resulta de lo más emocionante. Solo hay que escuchar joyas como ‘Lawnmower’, ‘Pacific Standar Time’, o ‘Left Out in The Cold’. Además de hits tan claros como ‘Sainthood Is Not Your Future’ y ‘Self-Effacing’, que son de lo más vibrantes. Pero es que, incluso, también saben cuando rebajar el nivel de estridencia, y entregarnos una canción de pop más o menos convencional, como es ‘One For The Ages’, o terminar el disco con ‘Please Don’t Fuck Up My World’, que casi podría ser su canción navideña. 

Sin duda alguna, el mundo es mucho mejor con un disco de Sparks bajo el brazo. 

7,7

The Magnetic Fields – Quickies

“Quickie” es el termino coloquial que utilizan en Estados Unidos para lo que aquí podríamos llamar “polvo rápido”. De ahí que Stephin Merritt, que nunca da puntada sin hilo, haya bautizado el último trabajo de The Magnetic Fields como “Quickies”. Porque el artista norteamericano ha decidido publicar un álbum en el que todas las canciones son cortas. De hecho, la más larga se queda en poco más de dos minutos y medio. Y es que, ya sabéis que es incapaz de publicar un disco en el que todos los temas no estén dentro de un concepto. 

Todo esto viene la de obsesión que le ha dado últimamente a Merritt con los relatos cortos, y con su nueva pasión por el clavicordio. Un instrumento que, según él mismo, se presta poco a la languidez. Además, también comenta que ha estado utilizando cuadernos pequeños para escribir estas canciones. Así que estamos ante un álbum más bien tranquilo en el que no hay capas de distorsión o toques electrónicos. Eso sí, igual de interesante que siempre. 

Evidentemente, aunque cuenta con 28 canciones, no estamos ante un trabajo muy largo. Y es que, hay temas como ‘Castles in America’, que apenas son un estribillo y no llegan al minuto. Canciones como ‘Bathroom Quickie’, ‘Death Pact (Let’s Make A)’, o ‘Song of the Ant’, que por separado no dicen mucho, pero que en el concepto del álbum funcionan muy bien. Porque sí que ha logrado una coherencia y que el disco al completo sea algo que se te pasa volando. Algo que también tiene que ver con las letras, las cuales diría que son más acidas, inteligentes e inspiradas que nunca. Además de “picantes”. Y es que, con títulos como ‘The Biggest Tits in History’ o ‘I Wish i Were a Prostitute Again’, no deja lugar a dudas. 

Esa ironía de la que Merritt siempre ha hecho gala en su carrera, está más que presente en muchos cortes del álbum. Ahí está esa ‘The Day the Politician Dies’, un precioso tema cantado por su compañera de banda -por cierto, diría que tiene más protagonismo que nunca-, en el que todos los políticos mueren y la gente, en lugar de entristecer, lo celebra. O ese dúo chicho-chica que se montan en ‘My Stupid Boyfriend’, en el que nos hablan de una novia (ella) y un novio (él) que son bastante estúpidos. Pero vamos, que ejemplos hay muchos, como  ‘Kraftwerk in a Blackout’, donde utilizan esa metáfora para describir el final de una relación, o ‘(I Want to Join) a Biker Gang’, donde, además de unirse a una banda de moteros, quiere hacer un gangbang. 

Stephin Merritt lo ha vuelto hacer. Tras más de tres décadas de carrera, el norteamericano sigue siendo capaz de sorprendernos y de hacer otro disco que apunta a convertirse en un clásico de su discografía. 

8

Perfume Genius – Set My Heart On Fire Immediately

No cabe duda de que Mike Hadreas, alias Perfume Genius, es uno de los artistas con más talento de la actualidad. Desde que editó su primer álbum, hace ya una década, el de Iowa no ha parado de crecer musicalmente y de sacar su personalidad a la luz. Porque, en cada disco, Hadreas, se desnuda un poco más. Y no lo digo por la portada de este trabajo que hoy nos ocupa, sino porque, cada vez, se le ve más cómodo contando historias personales que se terminan convirtiendo en canciones absolutamente bellas. Algo a lo que vuelve en este quinto álbum, el cual, según unos cuantos medios, ya es el mejor de su carrera. 

“Set My Heart on Fire Immediately” es un trabajo muy diferente al anterior, el estupendo “No Shape”. Algo que no debería sorprendernos mucho, porque Hadreas siempre explora nuevos caminos cada vez que se mete en el estudio. Se podría decir que es un disco menos eufórico y explosivo, ya que, aunque los instrumentos de cuerda están presentes, los utiliza con menos efusividad. Además, aunque la producción también pertenece a Blake Mills, suena mucho más oscuro y sucio que su predecesor. Y otro dato importante, es la pasión por la danza que ha cultivado en los últimos años, llevándole incluso a crear la música para un ballet. Eso se nota en varios cortes del álbum, como ‘Leave’ o ‘Moonbed’, que se desarrollan como si de ese ballet se tratase. Quizá, por eso, también es un álbum más introspectivo.

El quinto álbum de Perfume Genius se abre con ‘Whole Life’, una balada de lo más clásica, y pesimista, que va subiendo de intensidad a medida que van pasando los minutos. Una delicia cercana al rock de los cincuenta y sesenta, que nada tiene que ver con ‘Describe’, el tema que viene a continuación. Y es que, Hadreas, pasa de la delicadeza, a la suciedad y la crudeza, en menos de lo que canta un gallo. Porque, este tema, el cual sirvió de primer single, es un corte pesado, en el que las guitarras suenan como si estuvieran rotas, pero que, curiosamente, tiene un estribillo deliciosamente pop. Otra joya para su colección. Esa suciedad también le sirve para crear ‘Nothing At All’, un corte con un bajo vibrante, y una distorsión en su voz, que resulta de lo más emocionante. O para romper en dos una canción como ‘Some Dream’ y dejarnos uno de los momentos más impresionantes del álbum. 

Aunque estemos ante un trabajo un poco más difícil que el anterior, lo cierto, es que cuenta con una buena cantidad de canciones que podrían single perfectamente. Empezando por ‘On The Floor’, esa delicia de aires synth-pop con la se mete de lleno en los ochenta. De hecho, recuerdo que en la nota de prensa mencionaban a Cyndi Lauper. Pero no se queda ahí. Otro de los grandes momentos del disco es ‘Without You’, el que se podría decir que es el tema más bonito de su carrera. Y luego tenemos esa ‘Your Body Changes Everything’, tan efusiva y sintética. Pero es que, incluso la delicada ‘Jason’, en la que nos cuenta una relación real que tuvo con un tío hetero, funciona muy bien sin ser una canción muy sencilla. 

Si tenemos que ponerle una pega a este trabajo, es que, quizá, ha metido un par de cortes de más. Esos temas más instruméntales y etéreos, alargan un poco innecesariamente el disco, pero bueno, es una pega pequeña.

8,2