JW Francis – Dream House

JW Francis es uno de esos artistas de bedroom-pop que, poco a poco, ha ido puliendo su sonido hasta hacerlo bastante más limpio y asimilable. Y es que, este músico de Nueva York, que empezó su carrera hace relativamente poco tiempo -su primer single se publicó a finales de 2018-, se distanció del característico sonido del bedroom-pop desde muy pronto. Casi desde el primer momento se pudo ver que lo suyo era algo bastante más pop y animado. De hecho, si echáis un pequeño repaso a su discografía, que es un tanto extensa para el poco tiempo que lleva en esto, veréis que es más festiva, cálida, e incluso bailable. Aunque bueno, con que le deis una escucha a su nuevo trabajo, ya vale.
En realidad, este ‘Dream House’ es un álbum que tiene grabado desde hace más de dos años. Incluso antes de ‘Wanderkid’, el que, hasta ahora, era su último álbum. Y es que estamos ante un trabajo que nace de una idea. Durante varios años, JW Francis ha aceptado peticiones de sus seguidores para crear canciones de amor por San Valentín. Algo que tuvo que dejar de hacer, porque se le acabaron acumulando hasta 300 de esas peticiones. Pero antes, recopiló unas cuantas de ellas, tuneó algunas para hacerlas más personales, dejó otras tal y como estaban, y se hizo con el que es su disco de amor.
Una de las cosas que más me gustan de este trabajo es ese sonido algo retro que tiene. Lo metemos en el carro del carro del bedroom-pop y el indie-pop, pero lo cierto es que su propuesta se acerca bastante a la new-wave setentera. Es más, diría que hay muchos temas que tienen un claro sonido neoyorquino. Es el caso de la estupenda “Going Home to a Party” que abre el disco yéndose al lado más bailongo de esa etiqueta. Y no puede ser más deliciosa. O esa maravilla llamada “Swooning” en la que da un poco de protagonismo a los teclados. De hecho, me atrevería a decir que es una canción por la que los Strokes matarían. Además de ese lado más rock que aparece en “Keep It Cool, Steve” o “I Wanna Be Your Basketball”, donde cuenta con la ayuda de la cantante Margaux Bouchegnies.
También sabe como facturar grandes canciones pop llenas de teclados envolventes y guitarras que llenas de luminosidad. Además, cuando se hace con un ritmo endiablado, como en el caso de “Casino”, ya resulta de lo más infalible. Lo que sí que no me va mucho es que cuando pisa el freno y se deja llevar por ese sonido un tanto perezoso a lo Mac DeMarco del que estoy absolutamente saturado. Y no es que se pueda decir que “Dream House” o “Dream Big” sean malas canciones, pero sí que me resultan muy poco atractivas. Me quedo con el pop más esplendoroso que aparece en “Sweet as a Rose”, la cual cierra el álbum dejándonos muy buenas sensaciones.
7,7
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