Wild Nothing – Hold

Han pasado cinco años desde que Wild Nothing publicara su último trabajo. Un periodo de tiempo bastante largo en el que, sí es cierto, que hemos tenido algunas noticias suyas, ya que en 2020 publicó un EP que no merece mucho la pena recordar. Además, le hemos podido escuchar en varias ocasiones junto a Molly Burch. Pero la verdad es que ha tenido un perfil muy bajo en el último lustro. En parte, porque, aunque se nos olvida, hemos tenido casi dos años perdidos por una pandemia, pero también porque ha sido padre y, como es normal, le ha dado prioridad a la crianza de su hijo. 

Otro de los cambios importantes en la vida de Jack Tatum, el hombre que se esconde detrás de Wild Nothing, ha sido su mudanza desde Los Ángeles a unos suburbios de su Virginia natal. Un acontecimiento que le llevó a una especie de regresión a su infancia y a la música que escuchaba en su adolescencia. Así, durante los primeros meses criando a su hijo, se pasó muchas noches en vela escuchando música de baile de los noventa. Bandas como The Chemical Brothers y Orbital, las cuales hicieron que le llegara la inspiración para crear nuevos temas. Pero también echó la vista más atrás y se fue a los años ochenta y artistas como Peter Gabriel y Yellow Magic Orchestra. Además de no olvidarse del presente y escuchar a Charlie XCX. Una mezcla que se puede apreciar, y funciona, en este ‘Hold’. 

No es que ahora nos encontremos con un Jack Tatum entregado a la música de baile, pero sí se puede apreciar más presencia de la electrónica en algunas de sus canciones. Ahí tenemos la estupenda “Headlights On”, que abre el disco llevándonos a los noventa y al sonido Manchester. Además, en ella aparece Hatchie, lo que siempre es un aliciente. O esa maravilla llamada “Suburban Solutions”, donde su pop se va a mundos de lo más sintéticos. Y luego tenemos cortes como “The Bodybuilder” y “Prima”, en la que baja las revoluciones y se mete de lleno en un pop ensoñador que, en el primer caso, bebe de The Blue Nile, y en el segundo de esa influencia de Peter Gabriel que ya he comentado más arriba. La cual, también aparece en “Pulling Down the Moon (Before You)”, el estupendo tema que cierra el álbum. 

También tiene tiempo para acordarse de esa faceta indie-pop que le dio la fama. Es el caso de “Dial Tone”, donde las guitarras y los teclados ensoñadores se fusionan con la voz de Tatum pasada por el autotune. O esa “Basement El Dorado” algo más sintética y ochentera, pero absolutamente pop. incluso tiene tiempo para dejar constancia de la influencia de la Yellow Magic Orchestra -ese piano le delata- en la juguetona “Histrion”. Y ojo con “Alex”, porque en ella se entrega por completo a unas guitarras distorsionadas que parecen salidas de un disco de The Smashing Pumpkins. Una variedad que hace que estemos ante uno de los discos más completos de la carrera de Wild Nothing

7,8

OMD – Bauhaus Staircase

Me ha pasado una cosa rara con el nuevo disco de OMD. En su primera escucha no me dijo absolutamente nada y me quedé un poco decepcionado. Es más, pensé que sonaban poco arriesgados y que se estaban copiando a sí mismos. Pero, gracias unas cuantas escuchas, he cambiado totalmente de opinión. La propia banda ha dejado caer que podríamos estar ante su último disco, y creo que, como supuesto cierre de una discografía alucinante, es perfecto. Porque sí, en él encontramos todos los ingredientes que han hecho de ellos uno de los grandes mitos del synth-pop, pero los adaptan muy bien a la actualidad y consiguen sonar bastante frescos. Además, también hay alguna salida de su zona de confort por ahí. Lo que hace que sea aun más interesante. 

Bauhaus Staircase’ aglutina dos de las pasiones de OMD: el arte y la política. Ya en su título, y en la canción principal, nos encontramos al dúo de Liverpool homenajeando el movimiento artístico de la Bauhaus, el cual fue censurado por los nazis. Y es que, según ha comentado la propia banda, la pandemia les llevó a reparar la política de la última década y el auge de los líderes de extrema derecha por todo el mundo. Algo que se puede apreciar en la estupenda “Kleptocracy”, todo un pepinazo pop en los lanzan dardos contra Trump, Boris Johnson o Putin. Pero también hay una denuncia ecologista en varios temas, como en ese “Anthropocene” en el que una voz robótica anuncia que la humanidad está aplastando todo tipo de diversidad. 

Que la influencia principal de este álbum sea la mierda del mundo en el que vivimos y el futuro distópico que nos espera, no hace que se olviden de esos temas más pop que siempre han tenido un hueco en su discografía. Ahí tenemos una preciosa balada como “Look at You Know”, que no puede sonar más a los OMD de los ochenta. O esa pequeña joya llamada “Veruschka”, en la que se dejan llevar por un tono incluso más intimista. Además, también dejan ver un poco de esa frialdad sintética que tenían sus primeros trabajos. Y si nos vamos a “Don’t Go”, nos encontramos con uno de esos irresistibles himnos pop marca de la casa. Una faceta en la que no fallan, como bien demuestran un poco más tarde en “Aphrodite’s Favourite Child”, que podría ser su “Pandora’s Box” del siglo XXI. 

Ya he comentado más arriba que por aquí había alguna pequeña salida de su zona de confort. Sin duda, la más evidente, es “Slow Train”, una especie de glam electrónico que, el propio Andy McCluskey ha confesado que está inspirado en Goldfrapp. Y puede que sea verdad, pero yo también veo algo de su “Sailing on the Seven Seas” por ahí. También se ven bastantes ganas de explorar la faceta más experimental de su carrera, y esa influencia de Kraftwerk que siempre ha estado ahí. Algo que resulta evidente en la futurista “Evolution of Species”, donde la ecología vuelve a ser la protagonista. Y, por último, tenemos una balada como “Healing”, que cierra el álbum mostrándonos el lado más emotivo de OMD

7,8

Sufjan Stevens – 5 Unreleased Songs

No soy muy fan de las ediciones extra de los discos y ni de todos esos truquitos para que te compres el mismo disco en diferentes formatos. Creo que los CDS y los vinilos ya están lo suficientemente caros como para comprarte lo mismo todo el rato -eso se lo dejamos a los fans de Taylor Swift-. Pero sí es cierto que a veces me gusta escuchar esos temas extra que se han quedado fuera. Y más sin los de un disco como ‘Javelin’, la última joya de Sufjan Stevens. Todos y todas sabemos que es capaz de editar multitud de canciones sin que su calidad decaiga. Y eso es justamente lo que pasa con ‘5 Unreleased Songs’, un CD que acompaña una edición física para Rough Trade. Y ojo, que parece que no se va a subir a ninguna plataforma de streaming. 

Estamos ante cinco canciones que, al igual que su último trabajo, se regodean en su faceta más folk. Aunque aquí sí hay una pequeña diferencia. Y no es otra que la contención. En ‘Javelin’, Sufjan Stevens llevaba sus composiciones hacia senderos más electrónicos o rock. Sin embargo, aquí deja que el folk sea el gran protagonista. Y hay que decir que estos temas tienen muy poco de relleno. 

Nos encontramos ante un EP en el que no hay no cajas de ritmos ni baterías. Sufjan Stevens se apaña de maravilla con su banjo y su guitarra. Y con estos ingredientes hace cosas tan delicadas como “Malthusan Mistrees”, la escueta canción que lo abre. Una delicadeza que también protagoniza la estupenda “Fireproof”. Pero ojo, que no se queda ahí y sabe cuándo ponerse un poco juguetón y entregar auténticas delicias como “Is It My Fault?” o “The Kiss of Niobe”. Además de dar con un tema con alma de hit como es “Old Man Of The Lake”. 

8

Bombay Bicycle Club – My Big Day

Bombay Bicycle Club es una banda a la que nunca he prestado mucha atención. Creo que, en su día, allá por 2009, puse su álbum de debut en la primera etapa del blog, pero como eso ha desaparecido de la red no lo puedo asegurar del todo. En cualquier caso, podría haberlo intentando con algunos de los discos que han sacado a lo largo de todos estos años, pero tengo que reconocer que siempre me han dado pereza. En mi cabeza, era una más de esas bandas supuestamente indies, y bastante insulsas, que inundaron las islas a principio de siglo. Y no sé si es que han cambiado de rumbo en su nuevo trabajo -no me voy a parar a escuchar toda su discografía ahora-, pero no creo que tengan nada que ver con eso. De hecho, me he encontrado con un grupo de lo más interesante.

No sé si será por el gran numero de colaboraciones que hay en el disco, pero ‘My Big Day’ es un trabajo de lo más curioso. De hecho, diría que es bastante inclasificable. Solo hay que fijarse en esa lista de artistas invitados para ver que han optado por hacer de su propuesta algo ecléctico que pueda gustar a diferentes generaciones. Por un lado, tenemos a representantes de la generación z como son Nilüfer Yanya, Jay Som y Holly Humberstone, lo que me lleva a pensar que están buscando conectar con ese público más joven que, quizá, se les ha escapado en los últimos años. Sin embargo, por el otro, tenemos a una estrella del pop británico como es Damon Albarn, y a toda una institución de la música disco como Chaka Khan. Así que, parece, que simplemente han hecho el disco que les ha dado la gana.

El disco se abre con “Just a Little More Time”, una extraña canción sin apenas letra en la apuestan por un funk algo psicodélico y setentero que, hay que reconocer que funciona bastante bien como introducción al álbum. Tras ella, aparecen unos Bombay Bicycle Club renovados que dejan que sus guitarras se ven atrapadas por estrambóticas y extrañas cajas de ritmos. Gracias a esto, se hacen con un tema tremendo como es “I Want To Be Your Only Pet”, que huye de la comercialidad como de la peste. Un lado más rock que también aparece en la estupenda “Meditate”, la canción en la que canta Nilüfer Yanya. O en la parte final de “Onward”, el tema que cierra el álbum llenándolo todo de épica guitarrera.

Creo que estamos ante uno de esos trabajos que se disfrutan canción por canción. Su variedad hace que no lleven una línea clara, pero da igual, porque sus canciones son notables. Además, tienen a Dave Fridmann por ahí, que les ha hecho una mezcla cojonuda. Así, podemos disfrutar de su faceta más pop en temas como “My Big Day”, “Turn The World On” o “Diving”, que son estupendos. O esa “Tekken 2” junto a Chaka Khan, que es de lo más desenfada y pop. Además, cuenta con un estribillo brillante. Y si nos vamos a “Heaven”, nos encontramos con Damon Albarn y con un baladón alucinante. De hecho, es una canción que podría competir con lo mejor del último álbum de Blur. Como podéis ver, hay para todos los gustos. Eso sí, la portada es terrible.

7,9

The Vacant Lots – Interiors

Dicen The Vacant Lots que su nuevo trabajo es el más oscuro de su carrera. Algo con lo que no estoy muy de acuerdo. Al igual que en su anterior álbum, veo al dúo neoyorquino mucho más interesado en su faceta más synth-pop que en su faceta post-punk. Y sí, puede que las voces de ultratumba y las guitarras oscuras también tengan presencia, pero el resultado final se decanta más hacia lo sintético. De hecho, mencionan a New Order o Depeche Mode como principales influencias. Aunque también a Joy División y el Iggy Pop de la época ‘The Idiot’. De ahí la dualidad que tiene el disco.

Uno escucha “Amnesia”, que es el single principal, y la canción que abre este ‘Interiors’, y se puede pensar que los The Vacant Lots más claustrofóbicos han ganado la partida. Algo, por otro lado, lógico, ya que es un tema oscuro en el que una potente caja de ritmos se alía con unas guitarras sucias y esa voz profunda marca de la casa. De hecho, te crees eso que dicen de que lo han grabado tras muchas noches de insomnio y mañanas de anfetaminas. Incluso si avanzamos un poco y nos metemos de lleno en “Evacuation”, que suena a una mezcla entre los The Jesus & Mary Chain más fronterizos y los Depeche Mode de “Route 66”, podemos seguir pensando que estamos ante ese disco oscuro que prometen. Pero no, el grueso del álbum no es ese.

Ya en “Paradise”, que es el segundo corte, se aprecian unas ganas de virar hacia ese lado más electrónico. De hecho, en este tema, incluso se meten un mundo de lo más ensoñador. Algo de lo que también dan buena cuenta en “Destruction”, que sigue exactamente el mismo camino. Pero lo realmente interesante es ese lado más pop que aparece en algunas canciones del álbum. Es el caso de “Ashes”, una maravilla synth-pop donde los teclados brillan y la voz de ultratumba casi desaparece. O de “Scars”, donde su faceta sintética y pop se enfrenta a una guitarra sucia. Y al final termina ganando la partida. Además de esa “Endgame” bailonga en la que vuelven a fusionar sus dos facetas musicales predominantes. Y hay que reconocer que es algo que se les da de maravilla.

7,8

The Photocopies – Unprofessional Conduct

Sean Turner es uno de esos artistas que hace canciones como si fueran churros. En 2022 publicó más de 100 temas con The Photocopies, el que es su proyecto, y este año va por el mismo camino. También es cierto que tiene algún disco con canciones que no llegan al minuto y que apenas duran un cuarto de hora. El caso es que, echar un vistazo a su bandcamp puede llegar a resultar hasta abrumador. Así que hay escoger un disco para empezar a indagar en su discografía, y creo que este ‘Unprofessional Conduct’ que publicó digitalmente el pasado viernes, es perfecto para eso.

Aunque ahora reside en la zona de Ann Arbor (Michigan), Turner es originario de Londres, y eso es algo que se nota bastante en sus canciones, que beben directamente de la escena independiente británica. Él mismo describe su música como <indie-pop de la vieja escuela centrado en la mitad de los ochenta y principio de los noventa>. Y añade, a moda de coña, <que no tiene ningún plan secreto para llenar estadios>. Así que, como os podréis imaginar, estamos ante un álbum lleno de hermosas canciones de pop que, a veces tiran hacia el shoegaze, otras hacia el C86, y otras hacia el jangle-pop. Y es que, lo bueno que tienen The Photocopies, es que saben exprimir muy bien todos los géneros de esos años dorados del pop independiente.

El disco se abre con “On The Buses”, una escueta y deliciosa canción de jangle-pop que no llega al minuto. De hecho, prácticamente es un estribillo y nada más. Pero no os asustéis, que su predilección por hacer canciones excesivamente cortas no es la pauta de este álbum. Es más, en el resto del disco, solo el C86 acelerado de “U.F.O.” baja del minuto. Afortunadamente, aquí las canciones están más desarrolladas. Y digo afortunadamente porque tiene bastante talento para dar con una buena melodía y un estribillo redondo. Ahí tenemos la deliciosa “Hearts Keeps Breaking Down” y ese coro tan pegadizo que la corona. O esa pequeña joya llamada “Doing It For The Kids, Etc.”, en la que un banjo se lleva el protagonismo. Algo que se sale de los cánones del indie.

Una de las cosas que más me gustan de este trabajo es que las guitarras suenan sucias sin comerse su lado más pop. Están ahí de fondo dejando que sea la melodía la que se lleve todo el protagonismo. Incluso en un tema como “Think About It All The Time”, que empieza con un riff de lo más potente y nos muestra su faceta más sucia, termina predominando el lado más melódico del asunto. Y si nos acercamos a su visión del C86, nos encontramos con temas tan buenos como “Straight F’s” o “Gravity Falters”, donde unas guitarras y unas baterías que van a toda leche terminan sucumbiendo al pop. Algo que también ocurre con la estupenda “There Is No ‘Us’ Anymore”, que casi parece un tema de The Wedding Present. Aunque nada como la deliciosa “We’re Not Photocopies”, que es toda una gema pop absolutamente irresistible.

8

Novedades musicales: octubre 2023

Después de unos meses en los que ha sido bastante fácil dar con decenas de canciones para las recopilaciones mensuales, parece que la vorágine de novedades se ha parado un poco en este octubre. Con todo, he conseguido dar con 50 temas que, a mi juicio, merecen bastante la pena. Es más, hay alguno que otro que acabará en listas del mejor del año. Es el caso de alianza entre Elisabeth Elektra y Mogwai y su “Broken Promises” lleno de épica. O de ese pepinazo que se han sacado IDLES con la ayuda de LCD Soundsystem. Pero también Mannequin Pussy bajando su intensidad guitarrera y entregando algo así como una balada. Y no me puedo olvidar de esa rallada tan interesante que se ha sacado de la manga Caroline Polachek. O de lo nuevo de Ducks Ltd., que, una vez más, no fallan.

Espero que os guste.

Blush – Supercrush

Ayer comentaba que en Madrid había un pequeño reducto indie que hacía que bandas pequeñitas de todas las partes del mundo concentrara muchos de sus seguidores en la capital española. Pero hay unos cuantos de estos reductos en todo el planeta. Como Singapur, donde un buen montón de bandas independientes tienen bastante tirón -recuerdo que los Pains siempre hacían giras por allí-. Y de este pequeño país del sureste de Asia vienen Blush, una banda que, tras editar varios singles desde 2021, acaba de publicar su álbum de debut. Además, como dato curioso, concentran su mayor número de seguidores en Kuala Lumpur, otro de esos sitios con una escena independiente bastante potente.

Blush describen ‘Supercrush’ como “una colección de canciones de amor imperfectas”. Y para dar vida a esta imperfección se van directos a los 90. Además, en todo su esplendor, porque, aunque en un principio los metamos en el carro del shoegaze, aquí hay entran en juego muchos sonidos propios de aquella década, como el rock alternativo o el noise. Lo que nos lleva a una colección de canciones con una clara predilección por las guitarras potentes y afiladas. Pero también muy melódicas, porque ya sabéis que, si no fuera así, no estarían por aquí.

El disco se abre con “All I Wanna Do”, un tema donde aparece en lado más pop de Blush. Y aquí que decir que lo manejan de maravilla, porque, además de dar con un sonido contagioso en el que las guitarras rugen de la forma más melódica posible, tenemos la delicada voz de su cantante, que lo llena todo de luminosidad. Una luminosidad pop que también aparece en otros cortes del álbum, como en la estupenda “Supertruck”, en la que viran hacia un sonido más americano. Y si nos vamos a “February Again”, nos encontramos con un pop ensoñador un tanto animado que es una absoluta delicia. De hecho, es una canción en la que apenas hay distorsión en sus guitarras. No como en “I’ll Take Care Of You”, donde, con bastante atino, se van al lado más shoegaze del dream-pop.

Lo bueno de la propuesta de Blush es que también saben endurecer su sonido sin perder su faceta más melódica. Ahí tenemos un tema como “Crush”, que empieza con un torbellino de guitarras potentes, densas y crudas, pero que termina cambiando a un sonido mucho más pop. Y eso sin perder la contundencia. O “Still In Love”, que los acerca al rock alternativo de los noventa. De hecho, aquí, me han recordado a los Ash más poperos. Y luego tenemos un tema como ”Mandy”, en el que se sacan de la manga una batería contundente y unas guitarras que parecen salidas de un disco de Sonic Youth. Aunque eso sí, a mitad de canción la cosa cambia y vuelven al shoegaze.

7,9

Blue Ocean – Fertile State

Siempre me sorprende un poco cuando veo que una banda como Blue Ocean, que es de la zona de la Bahía de San Francisco, y graba para un sello independiente como Slumberland, tiene su mayor número de seguidores en Madrid. Que vale, que tampoco es que tengan muchos seguidores en el resto del mundo, pero es algo que me hace pensar que, por aquí, hay un reducto indie que sigue bastante interesado en este tipo de grupos. Quizá sea por ese Madrid PopFest que agota sus entradas todos o los años. O quizá sea porque, en el país que ha sucumbido al reggaetón y la música urbana, los que van a contracorriente hacen más ruido. Vete tú a saber.

Fertile State’ es el álbum de debut de este trío de Oakland que lleva haciendo ruido desde 2018. Y eso lo digo en el mayor sentido de la palabra, porque lo suyo son las guitarras cargadas de fuzz, un sonido lo-fi, y una gran cantidad de referencias donde entran el noise-pop de The Jesus and Mary Chain, el lado más ruidoso de Sarah Records, el shoegaze de My Bloody Valentine, o experimentación electrónica en la que se metían algunos grupos indies de los ochenta. Y todo esto con una producción que apuesta por la baja fidelidad. Así que se podría decir que estamos ante un disco que podría formar parte de cualquier sello independiente británico del final de aquella década.  

Es curioso, pero en este álbum de debut nos encontramos con un sonido más sucio y menos producido que en el de las maquetas que acabaron recopiladas en un trabajo homónimo que Blue Ocean editó en 2021. Lo que me lleva a pensar que es una decisión premeditada y que querían tirar por este camino. Eso sí, no se olvidan de darle el toque pop a sus canciones. Gracias a esto, logran que temas como “Ode”, con esas guitarras llenas de distorsión y psicodelia, o “Elated Prose”, que tiene una clara influencia del indie-rock norteamericano, entren de maravilla. Y si nos vamos a “Fertile State”, nos encontramos con un tema lleno de guitarras ruidosas, una voz de ultratumba, y una sección rítmica que, a mí, me ha recordado a la de El Inquilino Comunista. Aunque es en esa “Syncninemarychaniana donde despliegan su mejor momento noise-pop del disco.

De vez en cuando, les da por bajar un poco el volumen de la distorsión y dejan entrar algún momento de luminosidad. Es el caso de “Take A Care”, donde aparece un coro femenino entre una nebulosa melodía pop. O en esa “Present” en la que una electrónica muy ensoñadora entra en juego. De hecho, en ella, hay una clara influencia de los The Field Mice que coqueteaban con los sintetizadores y cajas de ritmos. Y si nos vamos a “Neutron Mob” y “Ion Drift”, podemos decir que se dejan llevar por el lado más experimental de la electrónica; ese con el que jugaban Slowdive en su ‘Pygmalion’. Así que se podría decir que, aquí, hay para todos los gustos.

7,8

Molly Burch – Daydreamer

Creo que ese pop sofisticado que tanto bebe de los setenta y de los primeros ochenta está bastante saturado. Lo que hace más o menos una década empezó como un revival interesante que rescataba de manera inteligente un sonido que, en su día, no era muy bien visto, se ha convertido en un autentico plomazo lleno de bandas que no dicen absolutamente nada. Muchas de ellas sí que consiguen dar con ese sonido elegante y preciosista característico de esta tendencia, pero no van más allá, y al final terminan haciendo temas que se olvidan al poco tiempo de escucharlos. Aunque siempre hay excepciones. Una de ellas, por supuesto, es Tennis que, en parte, son los culpables de este revival. Y otra es Molly Burch, que empezó su carrera de una forma más retro, y que ha terminado muy bien instalada en este sonido.

Molly Burch empezó una alianza musical con Jack Tatum, alias Wild Nothing, en 2020, cuando compusieron juntos esa estupenda “Emotion” que acabaría incluida en el anterior trabajo de Burch. Y esta alianza llega mucho más allá en este ‘Daydreamer’, un disco en el que, como es habitual, Burch ha compuesto todas las canciones, pero Tatum se ha encargado de producirlo y de tocar el bajo, la guitarra y el sintetizador. Algo que se nota bastante en buena parte del disco, porque, además de ese soft-pop que comentaba más arriba, aquí hay momentos más bailables, algunos más sintéticos, y hasta algo de ese indie-pop que protagoniza la música de Wild Nothing.

Daydreamer’ nace de un viaje al pasado que Molly Burch hizo recientemente. Un buen día, antes de mudarse de su Austin natal a Los Ángeles, tuvo que pasar por casa de sus padres para revisar sus cosas de la infancia antes de que acabaran en la basura. Ahí fue cuando leyó los diarios que escribió a los trece años y llegó a la conclusión de que ahí empezaron todos sus males, como la ansiedad y el trastorno alimenticio que la han acompañado durante años. Pero también le sirvió para darse cuenta de que tenia que solucionar y parar esos hábitos. Quizá, por eso, estamos ante un álbum que está lleno de vida, y de temas de pop vibrante. Como esa “2003” marcada por un teclado juguetón y unas guitarras luminosas. O esa “Unconditional” llena de pianos house que te lleva directamente a la pista de baile. Además del funk contagioso de “Heartburn”.

Todo es más grandilocuente y preciosista en este trabajo. Y hay que decir que, aquí, funciona muy bien eso de “más es más”. Gracias al uso de las cuerdas y de los paisajes de los teclados ensoñadores, su pop sofisticado se llena de vida en canciones como “Made of Glass” o “Champion”, que son estupendas. Y ojo con el saxo que corona la segunda, que es una delicia. Pero también funciona muy bien cuando se mete en terrenos propios del pop ochentero. Ahí nos deja “Physical” y “Baby Watch My Tears Dry”, que le ponen las hombreras y los cardados al disco. Incluso una balada como “Tattoo”, que está dedicada a una amiga del instituto que se suicidó, suena grande y épica gracias a esas cuerdas que acompañan el piano y la voz de Burch. Además del arpa que la adorna.

7,7