Chavales – Tu foto en el techo

Lo siento, pero hay algo en el pop ochentero que me atrapa y que siempre consigue que ese tipo de propuestas me gusten. Por eso me han entrado tan bien las canciones de Chavales. Y es que, este dúo afincando en Madrid, no se corta un pelo al tirar de aquella década, pero lo hacen muy bien. Además, no solo se van a esos años, su pop también bebe de otros sonidos más actuales.

Tu foto en el techo’ es su primer mini-LP, y en él han metido casi todos los singles que han sacado hasta ahora. Temas como “Las plantas de la terraza” o “Ernesto”, que se han convertido en pequeños hits del indie nacional. Y la verdad es que no me extraña, porque se sacan estribillos pegadizos y buenas melodías con una facilidad pasmosa. O, dicho de otra forma: es imposible no tararear estas canciones después de escucharlas un par de veces. Ahí está “Dame veneno” o esa especie de reggaetón llamado “No me lo creo”.

Supongo que los podemos meter dentro del carro del synth-pop, porque temas como “Me conformo” y “Tercera cita” beben de todas esas bandas de principio de los ochenta que utilizaban los sintetizadores para crear sus pequeños himnos de pop. Pero también es cierto que hay momentos en los que se acercan a sonidos más jangle. Además, con bastante acierto, porque “Ey, que estoy aquí” y “A ver si quedamos” tienen un aire estupendo a The Drums. Y bueno, a todos esos grupos que han servido de influencia para los neoyorquinos. Que parece que Johnny Pierce ha inventado esto, y no.

Melodías pegadizas, estribillos fáciles pero inteligentes, letras en las que no se comen la cabeza…El debut de Chavales funciona estupendamente como un buen disco de pop sin complejos. Además, es uno de los trabajos más entretenidos que he escuchado últimamente. Y eso, en los tiempos que corren, es todo un plus.

7,6

Bob Mould – Blue Hearts

Bob Mould está muy cabreado con el mundo en el que vivimos, y especialmente con su país. El músico estadounidense no puede más con Trump, con la hipocresía de la religión, o con la pasividad de los grandes mandatarios ante el cambio climático. Temas, todos ellos, que salen a la luz en ‘Blue Hearts’, su disco número catorce, y lo que él mismo ha calificado como “la colección de canciones protesta más pegadiza que ha escrito jamás”. Además del trabajo “más crudo y polémico de su carrera en solitario”.

Mould nos engaña empezando el disco con “Heart on My Sleeve”, un corte acústico en el que se lamenta de la falta de acción frente al cambio climático. Además, lo hace desde la resignación, y desde la posición de una persona de 59 años que ya no sabe qué hacer para creer en este mundo. Pero este no es el tono del resto del álbum. A partir del segundo corte entra el Mould enfadado y rabioso, el cual, junto a su sección rítmica de siempre –Jon Wurster a la batería y Jason Narducy al bajo-, nos deja media hora de indie-rock acelerado y contundente.

El de Nueva York tiene dardos para todos. Así, en “Next Generation”, ánima a las nuevas generaciones a salir a la calle y a luchar por sus derechos; en “American Crisis” le da un buen repaso a las miserias de su país – “Here’s the newest American Crisis/ Thanks to Evangelical ISIS”-, y en “Baby Needs a Cookie” se burla todo lo que puede de Trump. Pero, es más, cuando se pone algo melancólico, y se acuerda de las tardes lluviosas en las que su madre le llevaba a misa, aprovecha para hacer un tema como “Forecast in the Rain”, y criticar a la iglesia. Tan solo se sale de esta rabia constante para repasar algunas antiguas relaciones amorosas, o sexuales. Es el caso de la enérgica “When You Left”, y de la algo más oscura “Leather Dreams” (el título lo dice todo).

Bob Mould ha hecho uno de esos discos en los que no se corta un pelo a la hora de soltar todo lo que le pasa por la cabeza. Además, lo hace sin ningún tipo de filtro, porque no puede ser más directo y claro en sus letras. Y eso, unido a que está de lo más acertado con las melodías y los estribillos, hace que nos encontremos ante uno de los mejores trabajos de su carrera.

7,7

Thurston Moore – By The Fire

Sonic Youth llevan unos meses editando online viejos conciertos y muy activos en las redes sociales – se han hecho un Instagram y un bandcamp, y el pasado fin de semana hicieron una Twitter Listening Party por el 25 aniversario del ‘Washing Machine’-. Si fuera otro grupo, esto podría ser señal de una posible reunión, pero viniendo de ellos y sabiendo las diferencias irreconciliables que tienen Kim Gordon y Thurston Moore, tiene pinta de que hay algún miembro de la banda que está nostálgico. Además, cuentan con sus propios proyectos en solitario, así que no vamos a montarnos películas, porque no va a pasar.

Thurston Moore está muy cómodo con su carrera en solitario, y desde que se fue a vivir a Londres no ha parado de editar singles y álbumes. El último es ‘By The Fire’, el que ya supone su séptimo trabajo en solitario, y otra vuelta de tuerca a su sonido. Porque sí es cierto que, si hay algo que ha caracterizado la carrera en solitario de Moore, es la fusión del lado más melódico de Sonic Youth, con su faceta más experimental. Algo que aquí resulta evidente en sus más de 80 minutos.

Moore empieza el disco con dos pepinazos que nos podrían hacer pensar que estamos ante el disco más Sonic Youth de su carrera. “Hashish” y “Cantaloupe” son dos cortes que gustarán bastante a los que añoran los noventa de la banda neoyorquina. Es más, la primera casi parece una adaptación del “Sunday”, y la segunda tiene un pequeño aire a “Sugar Kane”. Lo que es normal, porque también está Steve Shelley por aquí. Pero todo cambia a partir del tercer corte, los temas cada vez son más largos, y la faceta experimental empieza a ganar protagonismo. Aunque eso sí, no deja de estar de lo más melódico. Como prueba tenemos ese cañonazo llamado “Breathe”, que en sus más de diez minutos cuenta con guitarras lisérgicas y psicodélicas, tormentas de distorsión, y un toque kraut que es una maravilla. O “Siren”, en la que explaya bien a gusto en una deliciosa y envolvente melodía. Además de “Dreamers Work”, donde explora su lado más folk.

Si es cierto que hay un par de huesos un poco más duros de roer. Porque los primeros ocho minutos de distorsión con los que cuenta “Locomotives” no son aptos para todo el mundo. Aunque hay que decir que luego la canción mejora bastante. Y bueno, “Venus”, con la que cierra el álbum, no deja de ser una de esas jam sessions llenas de ruido que tantas veces amenizan sus directos. Lo bueno es que, entre medias, nos deja la potente, y algo diferente “They Believe In Love [When They Look At You]”.

Thurston Moore sigue dando buenas muestras de que puede hacer cosas realmente notables en solitario. Aunque bueno, sí es cierto que está muy bien acompañado por Steve Shelley a la batería y Deb Googe (My Bloody Valentine) al bajo. Algo que realmente ayuda.

7,9

Sufjan Stevens – The Ascension

Hay una palabra que define totalmente el nuevo trabajo de Sufjan Stevens: excesivo. Creo que el musico norteamericano ha hecho un disco inabarcable en sus primeras escuchas, ya no solo por su larga duración, que se va hasta los ochenta minutos, también por su cantidad de matices. Porque decir que estamos ante el disco más electrónico de Sufjan Stevens es quedarse muy corto. Cada canción es un mundo y una especie de confesión del de Detroit, que está bastante más místico de lo normal. Algo normal dada la situación que vive su país, y el mundo en general. Así que, por un lado, tiene su punto descubrir la gran cantidad de referencias musicales y de la cultura popular que hay en todo el disco, pero, sin embargo, también es compresible que de algo de pereza meterse muy de lleno en él.

Sufjan Stevens ha hecho este trabajo el solo en su nueva residencia en las montañas de Catskills, al norte del estado de Nueva York. Y es que, en tan solo un año, se ha fabricado una nueva vida en el campo lejos de Brooklyn -se quedó sin su estudio por la maldita gentrificación-. Y quizá, esa calma, es la que ha hecho que las canciones de este ‘The Ascension’ sean tan extensas. Stevens se toma su tiempo a la hora de hacer despegar estos temas, pero lo bueno es que, al final, siempre despegan. Y hay veces que lo hacen muy a lo bestia. Es el caso de “Make Me An Offer I Cannot Refuse”, el tema que lo abre, que termina metiéndose casi en mundos más industriales. O de esa “Ativan”, la cual acaba convirtiéndose en una corte de lo más bailable. Y es que, una de las referencias musicales que ha nombrado en numerosas entrevistas, es la producción del ‘Rhythm Nation’ de Janet Jackson. Y la verdad es que ese sonido metalizado que tenia ese trabajo, se deja ver en temas tan chulos como “Lamentations”, “Death Star” o la genial “Goodbye To All Star”.

Si es cierto que, aunque se venga arriba de vez en cuando, en gran parte del disco se deja llevar por una electrónica más sedosa y reposada. Y ya sabemos lo bien que se le dan a Sufjan Stevens este tipo de canciones. Así que hay momentos realmente bonitos, como los de “Run Away With Me” o “Sugar”. Pero lo mejor llega cuando este tipo de temas explotan hacia mundos más épicos. Porque, a ver quién se resiste a la tremenda “Tell Me You Love Me”. O a los 12 minutazos de subidas y bajadas que encontramos en “America”. Eso sí, se merece una buena colleja por hacer que el synth-pop de “Video Game” sea la rareza del disco. Me espera más temas de este palo, porque la verdad es que le sienta de maravilla meterse en estos terrenos más animados y poperos. Y sí, según él mismo, lo de “I Don’t Wanna Be Your Personal Jesus”, es una referencia al clásico de Depeche Mode.

8

Fleet Foxes – Shore

Fleet Foxes se han unido al grupo de bandas que lanza su nuevo disco por sorpresa. Eso sí, ellos se lo han currado un poco más, y han editado su cuarto trabajo a la hora exacta en la que el otoño de 2020 ha entrado en nuestras vidas –eso sí, en el horario de la Costa Este norteamericana-. Algo que no es casual, porque su música siempre ha sido la banda sonora perfecta para esta melancólica estación. Pero dejando de lado la forma en la que se ha editado, hay que decir que siempre es una buena noticia encontrarse con canciones nuevas de la banda de Robin Pecknold. Porque más allá de los gustos de cada uno y una, es innegable que Fleet Foxes es una de las bandas más importantes de los últimos tiempos.  

Shore’ es un disco marcado por la pandemia. Pero no de la forma en la que se puede pensar en un principio. Pecknold se encontraba grabando el disco en Los Angeles cuando la cosa se puso fea en su país, así que se tuvo que volver a su piso de Nueva York y parar todo. Ahí, en ese apartamento, el cual está junto a un hospital, pudo ver la realidad más dura de la pandemia. Así que, cuando pudo salir por primera vez, fue una liberación y una inspiración para terminar el álbum. Porque, a pesar de las circunstancias, Pecknold siguió con su idea inicial, que no era otra que la de crear un disco más optimista.  

Se podría decir que ese tono optimista ha hecho que nos encontremos con algunos temas bastante más animados de lo habitual cuando hablamos de Fleet Foxes. Porque Pecknold ha decidido mirar el lado bueno de las cosas. Así, vemos como una canción como «Sunblind«, la cual está dedicada a los músicos muertos que han aportado algo a su vida, especialmente a su gran amigo Richard Swift, se convierte en un chute de optimismo. O como el folk que ha caracterizado su carrera, suena más vivo que nunca en cortes como “Jara” y “Maestranza”. Incluso hay un par de tema que podríamos considerar un acercamiento a sonidos más mainstream. Se trata de “Can I Belive You” y “A Long Way Past The Past”, dos medios tiempos que se meten de lleno en un rock más convencional. Y no pasa nada, porque suenan muy bien. Al igual que suena muy bien “Young Man’s Game”, todo un derroche de vitalidad que sorprende por su energía y por el abandono de la languidez que solemos encontrar en sus canciones. Pero ojo, que no dejan de lado su faceta más folk, y en cortes como “Featherweight”, “For A Week Or Two” y “Quiet Air / Gioia”, dan buena cuenta de ella.  

Puede que estemos ante el disco más ecléctico de Fleet Foxes, y la verdad es que yo lo celebro, porque su folk hay días que me entra, y días que no. Así que agradezco un poco de variedad. 

7,9 

Cults – Host

Hubo un tiempo, aunque muy corto, en el que parecía que Cults se iban a comer el mundo, pero no fue así. El dúo neoyorquino editó un álbum de debut lleno de hits y de temazos de pop retro, pero en su segundo trabajo abusaron de ese sonido, y en su tercero se metieron en un pop más luminoso que no terminó de convencer a mucha gente. Ahora lo vuelven a intentar con un cuarto trabajo al que yo, por lo menos, le veo un poco más de posibilidades. Más que nada, porque es algo más ecléctico, y cuenta con muchos más matices que sus anteriores álbumes.  

Lo bueno que tiene ‘Host’, es que, en él, han conseguido dar brillantez al sonido oscuro de sus comienzos. Su pop retro, al más puro estilo Phil Spector, funciona mejor con toda la pomposidad que les dan a estas canciones. Una buena capa de instrumentación es lo que hace que cortes como “Trials” o “8th Avenue”, con los que abren el álbum, funcionen de buenas a primeras. O ese que ese baladón llamado «A Low”, el cual cuenta con un final de lo más épico, te toque un poco la patata. Y es que siempre han sido buenos compositores de baladas, algo de lo que vuelven a dar muestras en cortes tan notables como “A Purgatory” y “Honest Love”. 

No todo se mueve en ese sonido retro que tanto define su música. La electrónica también juega un papel importante en el disco. Solo hay que escuchar ese anti-single llamado “Spit You Out”, en el que se ponen oscuros y juegan con una base rítmica de lo más potente. O ese himno synth-pop llamado “No Risk”, con el que no pueden negar que se han fijado en los últimos Vampire Weekend. Y si nos vamos a “Shoulders To My Feet”, nos encontramos con que son capaces de acercarse al trip-hop con bastante acierto. Aunque eso sí, para cerrar el disco se decantan por su sonido más clásico, y nos entregan la pomposa «Monolithic”. 

Quizá le sobran un par de canciones, pero creo que Cults han recuperado bien el pulso en este trabajo, y la verdad es que espero que les sirva para levantar un poco su carrera, porque siempre han tenido su encanto.  

7,4 

The Flaming Lips – American Head

Entre discos experimentales, colaboraciones con estrellas del pop, reediciones y alguna cosa más, estoy un tanto perdido con la carrera de The Flaming Lips. Y supongo que no soy el único. El caso es que la banda de Oklahoma me ha dejado de interesar un poco en estos últimos años. Porque, además, yo lo tengo muy claro con ellos: me quedo con el noise-pop de los primeros noventa, o con el pop épico de finales de aquella década. Con el resto de los experimentos de su carrera lo he intentado más de una vez, y no puedo. Afortunadamente, su último trabajo parece que está pensado para esos que no pillamos el punto a su faceta experimental. Y tengo que decir que es todo un acierto.

American Head’ es un trabajo en el que han intentado explorar las raíces de la música americana. Aunque yo diría de la música anglosajona en general, porque aquí hay ecos de los Beatles más psicodélicos, o del Bowie de los setenta. Eso sí, aportando su sonido personal, y la siempre espectacular producción de Dave Fridmann. Así que nos encontramos con un disco de lo más personal, en el que apenas hay excesos y en el que la gran mayoría de las canciones van a ritmo pausado. Además, en algunos casos, están más clásicos que nunca. Solo hay que escuchar esa pequeña joya llamada “Flowers Of Neptune 6”, en la que se acercan al Neil Young más hippy. O “At The Movies On Quaaludes”, donde le dan protagonismo a un piano que poco tiene que ver con la psicodelia. Un instrumento que también tiene bastante presencia en “God And The Policeman”, la estupenda canción en la que colabora Kacey Musgraves.

Puede que hayan corrido un riesgo jugándoselo todo a una carta, pero sí es cierto que han dado con su mejor colección de canciones en años. Ya solo con esa preciosidad llamada “Will You Return / When You Come Down”, con la que abren el disco, nos dan una idea de lo que nos vamos a encontrar en el álbum. Psicodelia preciosista y paisajes sonoros envueltos en la bucólica voz de Wayne Coyne. Unos ingredientes que hacen que canciones como “Dinosaurs On The Mountains”, “You N Me Sellin’ Weed”, o lo que yo he llamado “las dos madres” (“Mother I’ve Taken LSD” y “Mother Please Don’t Be Sad”), se conviertan en algo de lo más especial. Porque, además, como se puede comprobar con los títulos de los temas, estamos ante letras muy personales, las cuales hablan de drogas, experiencias familiares, o la religión. De hecho, terminan el álbum con esa maravilla llamada “My Religion Is You”.

Por primera vez en muchos años, puedo decir que me ha gustado bastante un disco de The Flaming Lips. Y eso que estamos ante un lo que podríamos calificar como un “álbum de baladas”. Pero oye, les ha quedado de maravilla.

8

All We Are – Providence

A la chita callando, All We Are se están haciendo con una de las carreras más eclécticas del rock británico actual. Lo que empezó siendo un proyecto de trip-hop y dream-pop -algo que ellos mismos calificaron como unos Bee Gees puestos de Diazepam-, y siguió estupendamente con un disco de en el que aceleraban su música y se acercaban al post-punk, se ha convertido en algo luminoso que tiene muy poco que ver con lo que han hecho hasta ahora. Su nuevo trabajo es mucho más cálido y bailable, y parece que, esta vez, se han impuesto las raíces culturares de Luis Santos, su guitarrista brasileño.

Según la propia banda, su objetivo en este disco “era celebrar las cosas positivas de la vida”. Aunque eso sí, también matizan que “evidentemente, no sabían la situación en la que se iba encontrar el mundo cuando el disco viera la luz, pero que su única intención era la de llevar alegría al mundo”. Y lo han conseguido, porque este ‘Providence’ te anima a bailar, cantar y, en algunos casos, saltar. Solo hay que escuchar la fantástica “Not Your Man”, de la que han hecho una buena cantidad de remixes. Y no me extraña, porque con esas trompetas y ese estribillo –Oh you know /I want your body / And you think I’m sexy / Like a Piña Colada you’re not gonna waste me-, no hay quién se resista a ella. Al igual que con el pop luminoso y sintético de “Bad Advice”, que es una delicia.

Si es cierto que el resto del álbum es más relajado y que se han metido de lleno en ese pop con tintes funk que tanto se llevaba en los ochenta -las líneas de bajo son brillantes-. Es el caso de la estupenda “Heart of Mine”, de la juguetona “L Is For Lose”, o de la delicada “Elegy”. Unos temas notables en los que, incluso, se acercan un poco a ese Slow Disco que tanto pegó en los setenta. Y ojo, porque tampoco tienen problema en entregar un par de buenas baladas. Ya que, tanto “When You Cry” como “How You Get Me”, son una delicia.

All We Are no paran de ganar puntos con cada disco que sacan. La variedad con la que cuenta su música les hace de lo más interesantes, y un poco imposible de etiquetarles. Además, tienen talento para crear temas notables en cualquiera de sus múltiples facetas. Y eso siempre es un plus.

7,8

Samia – The Boy

Me ha costado un poco hacerme con el debut de Samia. Lo cogí con muchas ganas a finales de agosto porque había leído críticas muy positivas, pero no conseguí que me entrara con las primeras escuchas. El motivo es que estoy un poco saturado de artistas que recuperan el indie-rock de los noventa, y lo pagué con esta chica. Grave error por mi parte, porque le he vuelto a dar una oportunidad, y he podido comprobar que, en este trabajo, hay muchas cosas interesantes más allá del rock de guitarras.

The Baby’ es otro relato de una adolescente y el difícil paso a la madurez. Y puede que, sobre la superficie, los problemas de una chica que ha crecido entre Nueva York y Hollywood con unos padres famosos -siempre he sido muy fan de su madre, la actriz Kathy Najimy– y en una especie de burbuja, no resulte tan interesante. Pero oye, temas como la misoginia, la angustia y las presiones de ser adolescente, son universales. Vengas de donde vengas. Y todo eso es lo que nos encontramos en un trabajo bastante ecléctico, en el que hay espacio para el indie-rock, el pop ensoñador, o pequeñas concesiones a sonidos más clásicos.

Quizá, la introspectiva “Pool”, no es la mejor forma de empezar un disco. O quizá sí, porque esa subida de intensidad final, y el haber metido inmediatamente después un himno de indie-rock como “Fit N Full”, funciona bastante bien. Y ojo, porque los seguidores de las guitarras más distorsionadas ya pueden aprovechar esta canción, porque el resto tiene poco que ver. De hecho, se podría decir que la mejor comparación que podemos hacer es con Mitski, ya que sus canciones entran dentro de ese pop y rock tranquilo lleno de atmosferas de teclados. Es el caso de la preciosa “Big Wheel” (aquí me ha recordado un poco a las Haim), de la emotiva “Stellate”, o de esa joya llamada “Triptych”, donde los teclados entran maravillosamente en su parte final. Y ojo, porque incluso se atreve a ponerse algo más sintética, y entregar un tema como “Waverly”.

Sí es cierto que hay un par de canciones en las que está un poco más animada. Eso sí, tienen muy poco que ver la una con la otra. Porque en “Limbo Bitch” nos deja un vibrante tema de pop con una base rítmica potente. Sin embargo, en “Minnesota”, se entrega a sonidos más americanos y clásicos -por ahí aparecen un piano y una steel-guitar-. Y la verdad es que le sienta muy bien.

7,7

Thibault – Or Not Thibault

Thibault es como si dos de mis bandas favoritas, Stereolab y Electrelane, se fusionaran e hicieran algo nuevo gracias a la originalidad de Nicole” – Kathleen Hanna

Oye, sube eso. ¡Es muy bueno!” – Adam ‘Ad-Rock’ Horovitz (Beastie Boys)

Hermoso pop barroco con un toque de música europea de películas de cuentos de hadas sobrenaturales. Las melodías melancólicas son geniales” – Tim Gane (Stereolab)

Al igual que yo, muchos os preguntareis quienes son Thibault y por qué cuentan con unos seguidores tan ilustres. La explicación es muy sencilla: estamos ante el nuevo proyecto de Nicole Thibault, una artista de Melbourne que militó en Minimal Chips, un grupo de culto australiano de los noventa que en su día giró con bandas como Stereolab, Pavement, Bikini Kill y Le Tigre. De ahí esa conexión con todos esos artistas tan conocidos. Y ahora, tras tomarse un descanso de un par de décadas para cuidar a su familia, Nicole ha reclutado a jóvenes músicos de su país, y ha formado esta banda.

Thibault debutan con ‘Or No Thibault’, un disco un tanto curioso, en el que el pop barroco se fusiona con el rollo motorik de Stereolab, y con un pop más o menos ensoñador. De hecho, es un álbum bastante variado. Y también, para ser sinceros, es un poco una montaña rusa. Más que nada, porque empieza maravillosamente bien con “See The World” y “Centrelink”, dos estupendos temas en los que se meten de lleno ese pop barroco que mencionaba antes -me encanta el trombón de la segunda-, y sigue muy bien con un par de himnos más animados como “Drama” y “Waiting to be Alone”. Lo malo es que a mitad del disco pega un pequeño bajón y no remontan hasta unos cuantos temas después. Eso sí, lo hacen de la mejor manera, con una delicia medio sintética llamada “Late Expectations”. Y siguen bien con la bonita y relajada “Spanakopita” y con la electrónica ensoñadora de “Later Expectations”. Incluso ese tema tan de folclore llamado “Treasure Trove”, tiene su punto. Pero, vuelven a dar un pequeño bajón con los dos temas finales.

La verdad es que Thibault hacen una música un tanto peculiar que sale del mundo del pop actual. Pero también es cierto que, a pesar de no utilizar mucho las guitarras, y de su instrumentación barroca, consiguen que sus canciones entren de maravilla. Y eso ya es un punto a su favor.

7,5