
Ya comenté hace unos días, cuando puse la lista de las canciones de 2016, que este año había sido bastante pobre. Algo en lo que me reafirmo ahora, tras hacer el repaso a los 25 discos de los últimos doce meses. Evidentemente, hay trabajos que pasarán a la historia, pero también otros de los que no creo que nos acordemos en unos años. Aun así, aquí os dejo los 25 discos que más me han gustado. Por cierto, como dato curioso, los dos primeros no llegué a ponerlos en el blog, pero sí hice las críticas para otra web, y por eso ahora las recupero aquí.

- Katy Goodman & Greta Morgan – Take It, It’s Yours
Take It, It’s Yours no deja de ser un disco de versiones, pero, gracias a su coherencia y su personalidad, se disfruta igual que si fuera un disco con canciones originales de Katy Goodman y Greta Morgan.

- Chairlift – Moth
El dúo, formado por Caroline Polachek y Patrick Wimberly, vuelve con un álbum en el que siguen practicando el pop a su manera. Y es que, se supone que con este trabajo iban a dejar las rarezas de lado, pero su música sigue teniendo ese punto extraño que, la verdad, es lo que les hace mucho más interesantes. Ya tenemos un millón de grupos de pop electrónico insulsos y repetitivos.

- Eliot Sumner – Information
Algunos pensarán que Eliot Sumner lo ha tenido fácil por ser quien es, pero el poco caso que se está haciendo a su debut en solitario, demuestra que no. La hija de Sting lleva años en esto del mundo de la música, y con I Blame Coco, su antigua banda, tocó en festivales tan importantes como el FIB o Glastonbury. Esto debería valer para que se le prestará un poco más de atención a sus nuevas canciones, pero no, el disco salió hace una semana, y cuesta encontrar una crítica en los medios centrados en el tipo de música que practica la chica. Es una pena, porque le ha quedado un trabajo bien majo, y con varios singles que lo podrían petar fácilmente.

- Espanto – Fruta y verdura
No hay forma humana de meter a Espanto dentro de un estilo concreto. Hasta ahora, el dúo de Logroño se ha dejado llevar por el glam, el synth-pop, el pop costumbrista, o el africanismo, dejando claro que no hay un sonido que se les resista. Todo esto, y algo más, lo encontramos en Fruta y verdura, su nuevo disco, y el más completo.

- Escuelas Pías – Nuevas degeneraciones
Cajas de ritmos, guitarras eléctricas que nos recuerdan a New Order, y melodías ensoñadoras. Esa podría ser la definición que mejor se adapta a su música, y a una canción como Maldad en la residencia, que abre el disco de la forma más cálida posible. Pero también saben sonar más fríos, y lo demuestran muy bien en Temporal, que cuenta con unas bases secas y cortantes, que desembocan en un estribillo absolutamente brillante. Al igual que también saben hacernos bailar en ese pedazo de hit llamado Devil D, en la más oscura Zoo, y en La ciencia del iluso, que es todo un trallazo synth-pop. Y para los que quieren guitarras un poco más shoegaze, cuentan con la delicada Otoño en la revolución. Hay que seguirles la pista muy de cerca.

- Terry Malts – Lost At The Party
Sin duda alguna, Terry Malts han sacado su trabajo más completo, en el que no tienen miedo a tirar hacia otros estilos, y en el que casi todas las canciones son redondas.

- Ablebody – Adult Contemporaries
La verdad es que, gracias a que no han tirado hacia el típico sonido indie-pop, Ablebody se han sacado de la manga uno de los discos más interesantes de este otoño.

- Britta Phillips – Luck or Magic
Cinco versiones y cinco canciones nuevas: eso es lo que nos ofrece Britta Phillips en su primer trabajo en solitario. La de Michigan, más conocida por formar parte de Dean & Britta y Luna, planeó este trabajo hace unos cuantos años, junto al productor de música electrónica Scott Hardkiss, pero lo aparcó en 2013, tras la repentina muerte de éste último. Ahora, junto a Eric Broucek, productor de LCD Soundsystem y The Juan Maclean, y con la ayuda del batería Roger Brogan (Spectrum) y de su famoso marido, ha recuperado estas canciones y les ha dado un nuevo enfoque.

- How to Dress Well – Care
Supongo que, con este trabajo, Tom Krell está buscando un público más amplio que le saque del circuito indie. Hace bien, ya que ha logrado dar con uno de esos discos que pueden estar presente tanto en las listas de ventas, como en las listas de los críticos.

- Oscar – Cut and Paste
No cabe duda alguna, Cut And Paste, es uno de los debuts más interesantes del año. Además de ser uno de los discos más entretenidos que he escuchado en los últimos meses.

- El Último Vecino – Voces
No se puede negar que Voces es un disco continuista, algo que, por otra parte, es normal, ya que tan solo es su segundo álbum. Además, si las cosas se hacen bien, no hay necesidad de cambiarlas. Lo malo sería si se empezara a repetir sin gracia, lo que es el caso de este trabajo. Eso sí, lo que no le perdono es tanto fade-out. Ya sé que lo suyo son los ochenta, y que en aquella época era lo más normal lo de acabar una canción bajando el sonido sin piedad, pero yo no los soporto. Una manía como cualquier otra.

- Angel Olsen – My Woman
Angel Olsen puede estar contenta, ya que si en su anterior trabajo se confirmaba como una de las grandes revitalizadoras del indie-rock femenino de los noventa, en este lo hace como una de las grandes artistas de nuestros días.

- Flowers – Everybody’s Dying to Meet You
Con Everybody’s Dying to Meet You, Flowers demuestran que se han convertido en una de las mejores bandas del indie-pop actual. Aunque algunos todavía quieran enterarse.

- PJ Harvey – The Hope Six Demolition Project
Sí, no es Let England Shake, ni siquiera es su segunda parte, como he leído por ahí, pero es un disco estupendo; un puente hacia otro camino, que supongo que es el que tomará en su siguiente trabajo.

- The Goon Sax – Up To Anything
The Goon Sax tienen la frescura suficiente para ganarte con la primera escucha. Lo hacen con canciones como Sometimes Accidentally, Telephone o Boyfriend, que son tres hits como la copa de un pino. Pero también demuestran que saben hacer cortes más delicados y menos evidentes. Es el caso de la deliciosa Target, de la melosa Home Haircuts, o de Sweaty Hands, donde no pueden negar la influencia de The Go-Betweens. Además, también saben lo que es tirar del indie-pop británico en Maggie, que es toda una joya cercana a The Pastels.

- Parquet Courts – Human Performance
Con Human Performance, Parquet Courts se presentan como una banda capaz de hacer discos redondos y mucho más regulares. Hasta ahora, en sus álbumes, metían todo lo que pillaban por banda, y en ellos eran capaces de lo mejor, pero también de lo peor.

- Lost Tapes – Let’s Get Lost
Pocas pegas, por no decir ninguna, se le pueden poner a este trabajo, ya que, incluso cuando están menos acertados, que es en los dos temas finales, siguen sonando bastante bien. A ver si lo petan ya de una vez, que se lo merecen.

- Minor Victories – Minor Victories
Poco que objetar en el de Minor Victories, ya que, incluso Out to Sea, que sería la canción más sosa del disco, es notable. Quizá algunos dirán que no sorprende demasiado, que es exactamente lo que se esperaba de la unión de estas bandas, pero eso a mí no me parece nada malo, sino todo lo contrario.

- Blood Orange – Freetown Sound
Freetown Sound es uno de esos discos que están medidos al dedillo, en el que cada sampler, cada instrumento, o cada voz, tienen su razón de ser. En él se puede apreciar que Hynes se ha pegado un curro enorme, y que ese trabajo ha dado sus frutos, porque le ha salido una de esas obras que marcan una carrera.

- Cómo Vivir en el Campo – CVEEC 3
“Y ahora vuelas alto, y ahora vuelas alto, tú, ya nada te viene grande”. Llevo tarareando este estribillo sin parar desde hace unas semanas, y no me canso de él. Pertenece a Cricket o croquet, el primer single del nuevo álbum de Cómo Vivir en el Campo, que, con el permiso de Triángulo de Amor Bizarro, va camino de convertirse en mi disco nacional del año.

- The Radio Dept. – Running Out of Love
Han tardado seis años en volver, pero The Radio Dept. no han perdido ni un ápice de su talento, y se han sacado de la manga un cuarto trabajo en el que apenas hay fisuras.

- ANOHNI – HOPELESSNESS
HOPELESSNESS es una de esas obras que solo se dan cada cierto tiempo, en la que tres artistas en estado de gracia, construyen un trabajo que suena a clásico de la música desde la primera escucha.

- Mitski – Puberty 2
Lo mío con Mitski ha sido un flechazo absoluto. Solo he necesitado un visionado del clip de su Happy, para hacerme todo un seguidor de su música. Y es que, esta japonesa residente en Nueva York, tiene todas las papeletas para convertirse en una de las sensaciones del año. Su cuarto trabajo está cosechando unas críticas estupendas en muchos de los medios más punteros del mundo, y solo hace falta hacer un pequeño repaso al resto de su discografía para ver que la chica tiene un talento enorme.

- Triángulo de Amor Bizarro – Salve Discordia
Por más que lo he intentado, no he encontrado fallos en Salve Discordia, ni siquiera en su tema final, donde están más escurridizos y oscuros que nunca. Lo dicho, el mejor trabajo de su carrera. (Indienauta.com)

- David Bowie – Blackstar
No, no es nada fácil hacer una crítica de un disco de un artista que acaba de morir. Más si hablamos de un artista único e irrepetible como David Bowie. Pero bueno, la casualidad (o no) ha querido que la muerte del británico casi coincida con la publicación de su último trabajo. Por eso mismo ahora es imposible dejar de ver dobles lecturas en las siete canciones que lo conforman, y tener la sensación de que este trabajo es una despedida calculada del que fuera uno de los artistas más importantes e influyentes (¿el que más?) de las últimas cinco décadas.
Centrándonos en lo meramente artístico, nos encontramos con que “Blackstar” es un trabajo rico y lleno de matices, pero a la vez también es un tanto extraño y sombrío. Y, desde luego, poco tiene que ver con “The Next Day”, su resurrección de 2013. Aquí nos topamos con el otro Bowie, el que tenía (que pena hablar en pasado de él) ganas de experimentar, hacer cosas nuevas, y no quedarse estancado. Es un álbum ecléctico, en el que la sombra del free-jazz planea durante todo el disco. Pero no se queda ahí, la electrónica más minimalista, o el rock áspero también tienen su protagonismo. Como prueba está el tema que le da título al álbum, diez minutos en los que pasa absolutamente de todo, y donde todo encaja. Una canción que de la que se podría decir que está divida en dos partes; una rara, extraña y un tanto escurridiza, en la que la electrónica se fusiona con el jazz, y otra resplandeciente, en la que aparece el Bowie más amable y luminoso. Toda una lección de genialidad.
Bowie tenía claro hacia donde quería llevar estas canciones, y dejar que la influencia del jazz se apoderara de ellas. Para ello contrató a una banda que ha dado una vida diferente a su música. Los dos mejores ejemplos son ‘Tis Pity She Was a Whore’ y ‘Sue (Or In A Season Crime)’, las dos canciones del álbum que ya habían sido editadas, y que aquí suenan completamente diferentes. La primera la volvió a grabar con la banda al completo – la versión original la hizo él en su casa -, dando fuerza a las baterías, metiendo un saxo y una trompeta, que parece que van a lo suyo, pero en realidad todo está perfectamente medido. Y es que, la melancolía que rezuma la voz de Bowie, contrasta con la locura jazzística, dando así una nueva visión a un tema que no estaba suficientemente aprovechado. En la segunda es el rock el que toma la voz cantante, en una carrera entre unas guitarras crudas y secas, y unos ritmos jazz de lo más acelerados. Quizá sea peor que la versión original, pero está encaja mejor dentro del contexto del disco. Sólo hay que escuchar ‘Girls Loves Me’, el tema que viene a continuación, en el que también hay una buena dosis de crudeza, y ninguna concesión al pop.
Si hay dos temas que dan pistas de lo que, tristemente, iba a suceder dos días después de la publicación de este disco, esas son ‘Lazarus’ y ‘Dollar Days’. En las dos baladas del álbum hay continuas referencias a la muerte, y ahora mismo resulta sobrecogedor escuchar ese “I’m trying to, I’m dying to” al final de ‘Dollar Days’. Aun así, aunque ahora resulte duro ponerse con ellas, son dos de las gemas del disco, y dos de las mejores canciones de su discografía de los últimos años. Al igual que la melancolía sedosa y electrónica de ‘I Can’t Give Everything’, donde parece que quería dejar claro que había perdido la batalla con la que llevaba luchando casi dos años.
El Duque Blanco se ha ido para, pero ha tenido el detalle de dejarnos un regalo, y no uno cualquiera, sino su última obra maestra. Descansa en paz, genio. (Indienauta.com)
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