DMA’S – Hills End

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En todos los años que llevo con este blog, que ya son unos cuantos, le he metido mucha caña al Britpop, y especialmente a Oasis. No es que yo no escuchara esta música a mitad de los noventa, todo lo contrario, los dos primeros trabajos de los hermanos Gallagher, otros tantos de Blur, y alguno mucho más olvidable de Cast o The Bluetones, ocuparon un puesto privilegiado en mi reproductor de CD. Lo malo es que, lo que empezó muy bien, se convirtió en un estilo intranscendental, en el que había cientos de bandas haciendo lo mismo, y sin ningún tipo de gracia. Para colmo, Oasis también se empezaron a copiar a sí mismos, y cada vez sacaban discos más aburridos. Afortunadamente, estaban por ahí Pulp, banda a la que metieron en el carro sin tener nada que ver, o los mismos Blur, que huyeron de ese rollo como la peste, fijándose en bandas del otro lado del atlántico, y dando una patada a todo lo británico. Ahora, más de veinte años después, llega una joven banda australiana recuperando los mejores tics de aquellos años, y demostrando que se puede hacer algo muy decente con algo tan trillado.

DMA’S están un poco hartos de que les comparen con Oasis, pero es que es inevitable. Desde que empezaron a darse a conocer, hace ya un par de años, no han parado de preguntarles por el grupo de Manchester, y de mencionar las influencias de los autores de Definitely Maybe en su música (y vestimenta). Afortunadamente, se han fijado en su primera etapa, y lo que podemos escuchar en su álbum de debut, son los himnos de pop ruidoso, y las buenas baladas. Nada de la sosería que inundó a Liam y Noel a partir de su tercer trabajo. Canciones como Timeless, ese pedazo de hit llamado Lay Down, Too Soon, o Melbourne, recuerdan a los primeros Oasis, los que hacían rugir las guitarras como si fueran un grupo de Shoegaze (por algo estaban en Creation). Lo mejor es que, estos chavales de Sydney, también saben lo que hacer con un medio tiempo. Ahí está la genial In The Moment (su Live Forever), o la deliciosa The Switch para demostrarlo.

Para ser justo con ellos, hay que decir que no todo es Oasis en este disco. También hay algún tema un tanto más luminoso en el que recuerdan a The La’s, como Straight Dimension, que es una maravilla. Además, en las baladas están un poco más comedidos, y tanto en Delete  como en So We Know, se lo toman con mucha calma, y no despegan hasta el final. Incluso en Blown Away, que se sale un poco de la norma con una especie de manto electrónico, huyen un poco de los Gallagher.

Al final, como siempre, lo que importa son las canciones, y si estas son buenas, da igual que suenen a un grupo que hace años que está de lo más trasnochado. DMA’S lo han conseguido, y Hills End es un gran debut, por mucho que no haya nada nuevo en él.

7,8

Junior Boys – Big Black Coat

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No es que yo sea muy seguidor de la música electrónica, pero, de vez en cuando, me da por escuchar algún disco de este tipo. El elegido de estas últimas semanas ha sido el nuevo de Junior Boys, el dúo canadiense, que está cosechando unas críticas realmente buenas con este último trabajo. Big Black Coat tiene todo lo que yo necesito para que me guste un disco de estas características. Lo primero es que tenga un enfoque pop, en el que las canciones tengan una estructura de este estilo, con sus estribillos molones, y sus partes cantadas. Lo segundo es que no tiren demasiado hacia la pista de baile, y si lo hacen, que sea de una forma tranquila y elegante. Y lo tercero es que no sea una electrónica demasiado evidente y machacona, si es algo minimalista, mucho mejor. Este álbum cumple con creces estos tres puntos, así que no es de extrañar que le esté dando mucha cancha en estas últimas semanas.

Toques R&B, influencias del tecno de Detroit, algo de electro-pop ochentero…Jeremy Greenspan y Matt Didemus fusionan varios estilos muy dispares sin estrellarse, y con ellos consiguen hacer una colección de canciones realmente ecléctica, pero que funciona muy bien en su conjunto. Pongamos como ejemplo Over It y C’Mon Baby, dos canciones que van seguidas y tienen muy poco que ver. En la primera se hacen con un ritmo bailable muy sutil –de hecho, en una entrevista a JNSP, Greenspan confiesa que lo ha cogido de esta canción de Rod Stewart-, y se dejan llevar por su vena más pop, logrando así uno de los hits del disco. Sin embargo, en la segunda, se meten de lleno en una especie de R&B minimalista, creando unas atmosferas inquietantes y misteriosas –la parte final, en la que entran unos teclados realmente épicos, es una maravilla-. Luego aparecen los Junior Boys un tanto más evidentes, pero igual de interesantes. Son esos que consiguen hacerte bailar con elegancia y sensualidad en temas como Baby Give Up On It, M&P, o Big Black Coat. O los que directamente te llevan a la pista de baile más salvaje haciendo un himno electro de What You Won’t Do For Love, el hit de soul que hizo a Bobby Caldwell famoso a finales de los setenta.

¿Qué hay de los Junior Boys más tranquilos y minimalistas? Esos también aparecen en canciones como No One’s Business, en la que ni siquiera necesitan unas bases para convencer, o en Baby Don’t Hurt Me, un sedoso tema de soul electrónico que no tiene nada que envidiar a esos cortes que reinan en las listas norteamericanas semana tras semana.

En resumen, Junior Boys han sacado uno de los discos más completos de lo que llevamos año, en el que se atreven con muchos estilos diferentes y están acertados en todos.

8

The Snails – Songs From The Shoebox

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El debut de The Snails tenía que haber salido a la venta el año pasado, pero el inesperado éxito que tuvieron Future Islands con su último trabajo, lo ha retrasado hasta ahora. Ahora, que ya han acabado su gira mundial, Samuel T Herring y William Cashion pueden dedicarse por completo a su otro proyecto, y dar a conocer a todo el mundo su obsesión con los caracoles.

The Snails no deja de ser el típico proyecto paralelo, en el que Herring y Cashion se toman las cosas con un poco más de sentido del humor, y tratan de dejar un poco de lado lo que hacen con Future Islands. Esto último es algo complicado, ya que, la potente, y muy reconocible, voz de Herring, nos hace acordarnos constantemente de su otra banda. Lo que sí cambia es la parte instrumental, en la que la electrónica brilla por su ausencia, y las guitarras y las baterías reales se convierten en las protagonistas. Sin olvidarnos de un saxo que no para de reclamar su parte en el asunto.

No esperéis un disco lleno de hits, como el maravilloso Singles, aquí están un poco más escurridizos. Sí es cierto que hay canciones que tienen pegada inicial, como es el caso de Shoebox, de la potente Flames, o de la genial Snails Christmas (I Want a New Shell), en la que demuestran que tienen mucho sentido del humor, pero el resto es un tanto más difícil. Lo que si nos dan es la oportunidad de escuchar la voz de Herring con una guitarras cortantes de fondo, algo por lo que siempre he tenido curiosidad. Y es que, esa voz, se presta mucho a esa caña, de la que dan buena cuenta en Tight Side of Life, Streets Walkin’ y Tea Leaves. Eso sí, en el resto del disco se tranquilizan un poco, y nos dejan cortes tan interesantes como Barnacle on a Surfboard (Barnacle Boogie) y Parachutes.

Songs From The Shoebox no deja ser un entretenimiento para Herring y Cashion, un pasatiempo entre disco y disco de Future Islands, pero eso no significa que no tenga cosas interesantes, y que sea de lo más disfrutable.

7,2

Seth Bogart – Seth Bogart

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Sinceramente, no sé la cantidad de veces que ha cambiado de chaqueta Seth Bogart, pero cada vez me gusta menos lo que hace. Vale, ya sé nunca va a recuperar la frescura y descaro que dejaba ver en los primeros trabajos de Hunx and His Punx, o los temazos con reminiscencias al garaje y el pop de los sesenta que encontrábamos en su primer álbum en solitario, pero lo de su último trabajo me ha dejado un poco del revés. No me esperaba esta sobredosis de pop de colorines, vocoder y voces pitufadas. Sobre todo después del ataque punk que le dio en su anterior trabajo que, la verdad, tampoco me hizo mucha gracia.

Quizá sea una manía mía, pero no puedo con el vocoder, y lo que es peor, no le encuentro ningún tipo de sentido. Bogart no opina lo mismo que yo, y se ha cargado más un tema de este álbum utilizándolo. Es una pena, porque si no fuera por el dichoso aparatito, Smash the TV, Flurt, o Plastic!, serían mucho más interesantes. Sobre todo esta última, que tiene un riff de guitarra muy pop, y un sampler del Buffalo Stance de Neneh Cherry que le queda muy bien. Al igual que Club With Me, que cuenta con un buen estribillo y un buen ritmo para echarse unos bailes. Lo malo es que ahora ha decidido que es seguidor de aquél bodrio de grupo de los noventa llamado Aqua, y les ha hecho un homenaje en el que las voces pitufadas son las protagonistas. Vamos, un puto horror.

Afortunadamente, Bogart demuestra que también sabe hacer buen pop sin utilizar esos ingredientes, y nos deja algunos cuantos temazos. Es el caso de Hollywood Squares, que es más guitarrera que el resto del disco, de esa gamberrada llamada Eating Makeup, donde podemos escuchar a Kathleen Hanna, o de Forgetten Fantazy y Nina Hagen-Daaz, que tienen un tono más oscuro – una lástima que no haya tirado hacia este camino-. Además, recupera su pasión por el pop de los sesenta en la maravillosa Barely 21, en que colabora la actriz y escritora Tavi Gevinson, y en Sunday Boy, con la que acaba bien un trabajo de lo más irregular.

6,9

Primavera Sound 2016: Animal Collective – Painting With

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La verdad es que Animal Collective no lo tienen nada fácil. Las buenas críticas, y los elogios recibidos a finales de la década pasada, se han convertido en un lastre que el grupo tiene que superar en cada nuevo trabajo. Evidentemente, hace años que no son capaces de repetir la buena jugada que supuso Merriweather Post Pavilion -un disco que, por otro lado, ha envejecido fatal-, pero sí de volver a sacar algo interesante. Tras el desastre de su anterior trabajo, el muy irregular Centipede HZ, los de Baltimore vuelven en 2016 con un nuevo álbum en el que toman el toro por los cuernos. Han decidido hacer su colección de canciones más accesible, y han conseguido que, por lo menos, no acabemos con un buen dolor de cabeza tras escuchar el disco.

Según ellos mismos, Painting With es un trabajo influenciado por Los Ramones. No es que de repente hayan cogido las guitarras y les haya dado por hacer pop-punk melódico y acelerado. Ellos tiran más al concepto de disco fácil, cargado de buenos estribillos y grandes melodías. Además de que las canciones también son bastante cortas. Los ingredientes siguen siendo los mismos de siempre, las voces distorsionadas, dobladas, y llenas de ecos imposibles, siguen estando ahí. Al igual que sus cachivaches electrónicos, y su influencia de los Beach Boys más pop. Solo que, ahora, disfrutan dando algo de orden a estos ingredientes, y haciendo lo que podríamos llamar “canciones normales”.

El comienzo del disco no puede ser mejor. FloriDada es el mejor single que han sacado en años, probablemente desde aquél genial My Girls, y aunque es lo mismo de siempre, la canción tiene pegada. Además, le han echado morro y han metido un sampler del Wipe Out, que es de lo más evidente. Pero las buenas noticias no acaban aquí, tanto las reposadas Hocus Pocus y Vertical, que vienen a continuación, como la juguetona Lying in the Grass, son dignas de figurar en lo mejor de su carrera. Tras ellas bajan un poco el listón en The Buglars y Natural Selection, que son de los pocos temas que SÍ pueden producir algo de dolor de cabeza. Bueno, también se puede meter en este carro a Summing the Wretch. Eso sí, afortunadamente, este tipo de canciones locas no son lo habitual en el álbum, y el resto del disco es incluso hasta agradable. Ahí están Bagels in Kiev y On Delay, que son de lo más pegadizas. Pero lo mejor viene con los dos cortes finales, que nos presentan a unos Animal Collective realmente accesibles. Sobre todo en esa maravilla llamada Golden Gal, una pequeña joya que empieza con un sampler de aquella serie de los ochenta llamada Las Chicas de Oro.

Con este disco, Animal Collective vuelven a decirme algo, a ser esa banda capaz de sacar algo reluciente y pegadizo de su forma tan extraña de ver la música.

8

Flowers – Everybody’s Dying to Meet You

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Me da mucha pena que los grandes medios “indies” pasen totalmente de Flowers, que no hagan reseñas de sus discos, o que no informen de sus lanzamientos. La banda londinense ha sabido recuperar el mejor indie-pop de los ochenta, le ha dado personalidad, y tiene olfato para crear auténticos himnos de pop melancólico. Por eso mismo no se merecen ese ninguneo por parte de medios como Pitchfork, Consequence Of Sound, o el NME. Ninguno de ellos reseñó su estupendo primer trabajo, y viendo que no han hablado nada de este segundo, tampoco creo que nos encontremos con una crítica del mismo. Ellos se lo pierden, porque han vuelto a crear otra colección de canciones que roza la perfección. Además, hay algún cambio.

Según he podido leer en The Line Of Best Fit (junto con Stereogum, de los pocos medios que han hablado de ellos), la grabación de este álbum estuvo marcada por un pedal de guitarra. Una compra por eBay del guitarrista es la culpable del sonido sucio y crudo que le han dado al álbum. Y es que, la delicadeza y la voz etérea de Rachel Kennedy siguen ahí, pero ahora están acompañados de arrebatos de distorsión. Unos arrebatos que le vienen de maravilla a temas como Pull My Arm, Ego Loss, All at Once, o la contundente Tammy. Pero es en los temas más reposados donde más sorprenden estas tormentas eléctricas. La delicadeza y melancolía que inundan canciones como Bitter Pill, Intrusive Thoughts, la maravillosa How Do You Do, o Russian Doll, chocan con esa crudeza, creando así un sonido realmente interesante, en el que dejan entrever que están tristes, pero también algo enfadados. Aunque la verdad es que, ese endurecimiento de su sonido, le sienta de maravilla a todas sus canciones.

Con Everybody’s Dying to Meet You, Flowers demuestran que se han convertido en una de las mejores bandas del indie-pop actual. Aunque algunos todavía quieran enterarse.

8,1

LNZNDRF – LNZNDRF

LNZNDRF

Me quito el sombrero ante los miembros de The National y su carrera musical sin descanso. Los de Ohio (o Brooklyn, como prefiráis), llevan tres años de gira ininterrumpida, están preparando su nuevo trabajo, y encima no paran de sacar proyectos paralelos. No sé cuándo descansarán, pero por mí que no lo hagan nunca. Sobre todo después de escuchar el debut de LNZNDRF, el grupo que se han montado los hermanos Devendorf junto a Ben Lanz, habitual colaborador de Beirut, Sufjan Stevens, y los propios The National. Todo un supergrupo que ha creado uno de los discos más interesantes de lo que llevamos de 2016.

Siendo banda de la sección rítmica de The National, es normal que tiren hacia el kraut, el rock intenso y la experimentación. Dicho así, parece que se han puesto raritos y han hecho un disco difícil. Pues no, se han sacado de la manga ocho canciones a las que no cuesta nada pillarles el punto, y eso que algunas de ellas son densas y largas. Como mejor ejemplo podemos coger los siete minutos de Future You, el tema con el que abren el disco. Aquí se van hacia un kraut-rock bastante melódico, al que llenan de guitarras intensas en su parte final. Algo parecido a lo que hacen en la maravillosa Hypno-Skate, en la que Bryan Devendorf vuelve a demostrar que sabe lo que es llevar el peso de una canción con su batería. Una batería que también se deja notar en Samarra, el experimental e hipnótico corte con el que cierran el álbum.

Muchos se preguntarán si hay algo parecido a The National en estas canciones. La respuesta es sí, y se llama Beneath The Black Sea. Aquí se acuerdan de su banda madre, pero se aceleran un poco y le dan más ritmo a ese estilo tan reconocible. Incluso la voz de Lanz tiene un cierto parecido con la de Matt Berninger – al fin y al cabo los dos están buscando el timbre de voz de Ian Curtis -. Les ha quedado de maravilla, y no estaría mal que probaran esto en el próximo disco de The National. Otro de los puntos fuertes del álbum es Mt Storm, donde se relajan un poco y se atreven con un estribillo más melódico y épico. Eso sí, lo acompañan unas guitarras crudas y realmente intensas. Sí me ha costado pillarle el punto a Kind Things, en la que se ponen más esquivos y algo más electrónicos. No está mal, pero no es de lo mejor del disco.

LNZNDRF han sacado un gran debut, y creo que no me equivoco al decir que también será uno de los discos de 2016. Además, los hermanos Devendorf también pueden presumir haber sacado un álbum mejor que el del jefe.

8

Memoryhouse – Soft Hate

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Uno de los problemas de tardar cuatro años en sacar la continuación de tu debut, es que la gente se puede olvidar de ti. Si a eso le añades una promoción casi inexistente, te encuentras con un caso como el de Memoryhouse. Este dúo de Ontario, que logró algunas buenas críticas con su primer largo, ha caído en el olvido, y nos hemos enterado de que han sacado un nuevo álbum de pura casualidad. Y tengo que decir que menos mal que nos hemos enterado, porque su segundo trabajo es infinitamente superior al primero, en el que abusaban del dream-pop y aburrían un poco.

Una de las conclusiones que saco tras escuchar Soft Hate, es que Evan Abeele y Denise Nouvion se han querido quitar las comparaciones con Beach House de un plumazo. Algo de lo que supongo que estarían más que hartos. Han hecho muy bien, porque, aunque hay algún tema como It Was True, que sí se puede asemejar a lo que hace el dúo de Baltimore, la línea general del disco es otra mucho más interesante. Han cogido su pop ensoñador, le han puesto algunas guitarras un poco más distorsionadas, sintetizadores y cajas de ritmos, y le han dado mucho más energía, con la que se han quitado de encima la languidez que impregnaba su debut.

La primera muestra del cambio la dan en Fate, el tema que abre el álbum. Aquí se dejan llevar por la épica contenida y le dan el protagonismo a una guitarra un tanto sucia. Algo a lo que también se acercan en Arizona. Aunque esta es un poco más fronteriza, y las guitarras suenan mucho más sucias. Pero lo mejor viene cuando utilizan la electrónica para crear sus melodías ensoñadoras. Ahí es cuando aparecen temas como Get Back, Dream Shake, Honey, Baby, Darling y Laney, con la que acaban el disco acercándose maravillosamente a Chromatics, y a la pista de baile.

Desde luego, el cambio no les ha podido venir mejor, y están acertados en prácticamente todo el álbum. Incluso en Sarah o Knife in the Water, que es cuando se quedan a medias entre su primer trabajo y este último. A ver si consiguen que no pase muy desapercibido.

8

Primavera Sound 2016: Wild Nothing – Life Of Pause

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Dice Jack Tatum, el hombre que se esconde tras Wild Nothing, que en su tercer trabajo quería crear otro mundo diferente, y no hacer un álbum cualquiera. Según sus propias palabras “está aterrorizado con la idea de ser una cosa, o ser de un solo género”. También dice que, “ya que no puede cambiar eso, trata de reinventarse constantemente”. Esa es lo que ha buscado a la hora de crear Life of Pause, buscar una identidad nueva en cada canción, y hacer algo diferente a lo que nos enseñado hasta ahora. Él mismo reconoce que el cambio no ha sido muy drástico, pero que estas cosas se hacen poco a poco. Yo, sinceramente, tampoco encuentro muchas diferencias con sus dos anteriores trabajos. Quizá, tiene un sonido un poco más clásico, y menos ensoñador, pero la base sigue siendo la misma.

Tatum, que hasta su segundo disco lo hacia todo en su casa, ha grabado este trabajo a medio camino entre Los Angeles y Estocolmo, donde pudo trabajar con el batería de Peter, Bjorn & John y Pelle Jacobsson, de la Swedish Radio Symphony Orchestra. Lo curioso es que estas aportaciones se notan en unos pocos temas. Es el caso de la genial Reichpop, con la que abre el disco con unas marimbas y un toque de lo más tropical. Esto es algo que le viene de maravilla a su dream-pop de manual, y un paso hacia otros sonidos que hasta ahora no aparecían en sus trabajos. También hay más presencia de los pianos, que aportan ese toque más maduro y más clásico. Ahí está Adore, que empieza con un piano un tanto oscuro, pero que, poco a poco, se va convirtiendo en una canción muy estándar. Además, en ella veo una influencia de Simon & Garfunkel que no había visto hasta ahora. Al igual que en Whenever I, donde explora el soul blanco de los setenta, e incluso se atreve con unos saxos.

Si hay algo que ha hecho de Wild Nothing uno de los grupos más interesantes del pop actual, es su facilidad para crear hits con muy poco (¿os acordáis de aquella maravilla llamada Paradise?). Aquí se saca de la manga unos cuantos. Además, lo hace de diferentes formas. En algunos casos se va a su zona de confort y nos deja temas de pop donde los sintetizadores cobran protagonismo, como en Lady Blue, el pegadizo tema que da título al álbum, o esa maravilla llamada TV Queen que adelantó hace unos meses. Pero ahora también explora otros caminos y deja que las guitarras rugan un poco. Ahí está la enérgica Japanese Alice, que cuenta con el mejor estribillo de todo el álbum, y ese acercamiento al kraut llamado To Know You, que es de lo mejor de su carrera.

Life Of Pause no es un disco perfecto, y en algunos casos es un poco neutro (Alien y Love Underneath My Thumb son un poco sosas), pero Tatum ha conseguido hacer otro trabajo de notable alto. Y ya van tres.

7,8

I Love This Life (Una recopilación)

Blog de Adolfo

Hace ya bastante tiempo puse en el blog una recopilación que se llamaba A los 20 años y que incluía música que escuchaba, supuestamente, cuando tenía esa edad. La verdad es que más bien cubría un periodo mucho más amplio y era bastante clasicota (de hecho, solo Julian Cope repite en la que os dejo ahora).

I Love This Life es, fundamentalmente, lo que sonaba allá por la segunda parte de los 80, o al menos lo que escuchaba por aquella época, gracias sobre todo a algún compañero de colegio con muy buen gusto (Jesús, no he podido meter Lorelei, pero al menos la selección empieza con un tema de Cocteau Twins). Creo que, en esta ocasión, sólo hay dos versiones (un tema de David Bowie y otro de Tom Verlaine) y es verdad que algunos de los grupos, aunque son de la época, yo los descubrí años…

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