Grandaddy – Blu Wav
Si le diera un repaso las bandas que más escuchaba en el año 2000, Grandaddy estarían en una posición privilegiada. El grupo de Modesto me voló la cabeza con ‘The Sophtware Slump’, la que sigue siendo su gran obra maestra. Lo que hizo que empezara a indagar en su corta, pero estupenda discografía, y a vibrar con canciones como “A.M. 180” y “Summer Here Kids”. Además, no bajaron la guardia y en 2003 publicaron el estupendo ‘Sumday’. A partir de ahí ya les dejé de seguir un poco la pista -su disco de 2006 era un tanto irregular-, y no recuerdo ni enterarme de su separación en 2007. Pero sí de su vuelta a los escenarios unos años después y de su regreso discográfico en 2017. Y ahora, siete años después, vuelven con el que es su sexto trabajo.
Mucho han cambiado las cosas en estos siete años para Grandaddy. Para empezar, poco tiempo después de editar su anterior trabajo, su bajista de toda la vida falleció repentinamente. Un duro revés que les hizo suspender la gira y volver a parar su carrera. Y más tarde, Jason Lytle tuvo que lidiar con un triste divorcio. Todos estos acontecimientos han hecho que Lytle, que al fin y al cabo es el 90% de la banda, haya cambiado el chip para buscar otros sonidos. Bueno, eso, y una escucha de un viejo hit de country de Patti Page que le sirvió de inspiración para crear una nueva etiqueta. Ese ‘Blu Wav’ que da nombre al disco, y que no es otra cosa que la fusión de bluegrass y new-wave. Aunque ya os digo que aquí hay mucho más “blu” que “wav”.
‘Blu Wav’ es un disco que no se sale del guion establecido en sus 45 minutos. Lytle no ha dejado de lado esos sintetizadores espaciales que han marcado la carrera de Grandaddy, pero ahora también entra en juego esa steel-guitar tan característica de los sonidos más americanos. A lo que hay que añadir un ritmo pausado que, sinceramente, lleva un poco al aburrimiento. Así, lo mejor del álbum llega cuando aparecen tímidamente los Grandaddy de antaño. Como en esa “Cabin in My Mind” de ritmo pausado, pero llena de instrumentación épica. O en “Long as I’m Not the One”, donde Lytle le pone un poco más de animo a la hora de cantar. Además de en “Watercooler”, que es donde mejor se ve esa fusión que da titulo al disco.
Creo que uno de los mayores errores de este trabajo es su secuencia. Buena parte de los temas más country y ajenos a su anterior sonido llegan en la parte final del álbum. Así que, tras encontrarte con una primera parte que no entra fácil, llega una segunda que es todavía menos directa. Si que sobresale un tema como “Ducky, Boris and Dart”, el cual, curiosamente, es de los más minimalistas del álbum. Pero lo cierto es que Lytle suena más alegre con apenas una guitarra acústica y un teclado. Y luego tenemos algunas pinceladas, como las partes más intensas de “East Yosemite”, que sí, son bonitas, pero son una pequeña porción de una canción de cinco minutos. O ese tramo final de “Nothin’ to Lose” en el que, por fin, entra una batería en condiciones. Pero hay poco más donde rascar.
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