Grandaddy – Blu Wav

Si le diera un repaso las bandas que más escuchaba en el año 2000, Grandaddy estarían en una posición privilegiada. El grupo de Modesto me voló la cabeza con ‘The Sophtware Slump’, la que sigue siendo su gran obra maestra. Lo que hizo que empezara a indagar en su corta, pero estupenda discografía, y a vibrar con canciones como “A.M. 180” y “Summer Here Kids”. Además, no bajaron la guardia y en 2003 publicaron el estupendo ‘Sumday’. A partir de ahí ya les dejé de seguir un poco la pista -su disco de 2006 era un tanto irregular-, y no recuerdo ni enterarme de su separación en 2007. Pero sí de su vuelta a los escenarios unos años después y de su regreso discográfico en 2017. Y ahora, siete años después, vuelven con el que es su sexto trabajo.

Mucho han cambiado las cosas en estos siete años para Grandaddy. Para empezar, poco tiempo después de editar su anterior trabajo, su bajista de toda la vida falleció repentinamente. Un duro revés que les hizo suspender la gira y volver a parar su carrera. Y más tarde, Jason Lytle tuvo que lidiar con un triste divorcio. Todos estos acontecimientos han hecho que Lytle, que al fin y al cabo es el 90% de la banda, haya cambiado el chip para buscar otros sonidos. Bueno, eso, y una escucha de un viejo hit de country de Patti Page que le sirvió de inspiración para crear una nueva etiqueta. Ese ‘Blu Wav’ que da nombre al disco, y que no es otra cosa que la fusión de bluegrass y new-wave. Aunque ya os digo que aquí hay mucho más “blu” que “wav”.

Blu Wav’ es un disco que no se sale del guion establecido en sus 45 minutos. Lytle no ha dejado de lado esos sintetizadores espaciales que han marcado la carrera de Grandaddy, pero ahora también entra en juego esa steel-guitar tan característica de los sonidos más americanos. A lo que hay que añadir un ritmo pausado que, sinceramente, lleva un poco al aburrimiento. Así, lo mejor del álbum llega cuando aparecen tímidamente los Grandaddy de antaño. Como en esa “Cabin in My Mind” de ritmo pausado, pero llena de instrumentación épica. O en “Long as I’m Not the One”, donde Lytle le pone un poco más de animo a la hora de cantar. Además de en “Watercooler”, que es donde mejor se ve esa fusión que da titulo al disco.

Creo que uno de los mayores errores de este trabajo es su secuencia. Buena parte de los temas más country y ajenos a su anterior sonido llegan en la parte final del álbum. Así que, tras encontrarte con una primera parte que no entra fácil, llega una segunda que es todavía menos directa. Si que sobresale un tema como “Ducky, Boris and Dart”, el cual, curiosamente, es de los más minimalistas del álbum. Pero lo cierto es que Lytle suena más alegre con apenas una guitarra acústica y un teclado. Y luego tenemos algunas pinceladas, como las partes más intensas de “East Yosemite”, que sí, son bonitas, pero son una pequeña porción de una canción de cinco minutos. O ese tramo final de “Nothin’ to Lose” en el que, por fin, entra una batería en condiciones. Pero hay poco más donde rascar.

Hurray For The Riff Raff – The Past Is Still Alive

Hay algo en la voz y en la forma de interpretar de Alynda Segarra que me atrapa. Quizá sea su calidez o el sentimiento que le pone, pero el caso es que los discos de Hurray For The Riff Raff me entran muy fácilmente. Y eso que no soy ningún apasionado del folk y rock más americano. Pero aquí estoy, enganchado de nuevo a un trabajo suyo. Además, uno en el que Segarra vuelve a sus raíces más folk y se olvida de ese toque electrónico que aparecía en su estupendo anterior trabajo. Y sí, puede que sea un poco menos directo y más difícil de asimilar, pero es igual de bueno.

The Past Is Still Alive’ está producido por Brad Cook, que ya estuvo a los mandos de su anterior trabajo, y que tiene en su haber alguno de los grandes discos de Bon Iver, The War On Drugs, o Waxahatchee. Además, aquí también toca el bajo a lo largo de todo el álbum. Y hay que decir que es todo un experto en este tipo de sonidos de raíces. Pero, como no podía ser de otra manera, la gran protagonista es Segarra y el mundo que le rodea. De hecho, se podría decir que es el disco más autobiográfico de su carrera. Aquí hay un montón de historias de cuando se recorrió medio Estados Unidos colándose en trenes de mercancías, de amigos que han sucumbido a las adicciones, o de su familia. No obstante, termina el disco con unos audios de su padre recién fallecido.

Estamos ante un trabajo en el que hay un equilibrio perfecto entre sus dos facetas musicales predilectas: el folk y el rock. Así, nada más empezar, nos deja una “Alibi” en la que se fusionan las dos de una forma estupenda. Una canción de lo más vigorosa, que, sin embargo, habla de la adicción que vio cuando a los catorce años se metió en la escena punk neoyorquina. Y en ese lado más rock sigue en la maravillosa “Hawkmoon”, que está dedicada a Jonathan, la primera persona trans que conoció y alguien muy importante en su vida. No obstante, siendo Segarra una persona queer, es normal que entregue otros temas que hablan de esto. Como “Colossus of Roads”, una bella canción folk que escribió para su comunidad tras el tiroteo en un club LGTBIQ+ en Colorado.

Me encanta cuando la música de Hurray For The Riff Raff se sale de su zona de confort. Algo que aquí hace en “Snake Plant (The Past Is Still Alive)”, un tema en el que su folk se vuelve de lo más juguetón. Además, es el corte más autobiográfico del disco, ya que en él narra esos años en los que era una persona vagabunda que dormía en la calle y se colaba en los trenes de mercancías. También se sale un poco de su rollo habitual en “Velvet”, donde su rock se vuelve más crudo gracias a la distorsión de su voz. Aunque luego es una canción de lo más melódica. Incluso se podría decir que “Ogallala” es algo diferente. Porque sí, empieza como una pequeña delicia folk, pero termina en una emocionante explosión de épica instrumental que nada tiene que ver con el resto del álbum.

Depresión Sonora – Makinavaja

En una entrevista reciente que Marcos Crespo ha dado a Jenesaispop, comenta que esta harto de la etiqueta post-punk y que eso es una cosa de los periodistas. Y la verdad es que es bastante entendible, porque al final no deja ser una forma de encasillarte. Pero lo cierto es que la música de Depresión Sonora bebe bastante de eso sonido. Que sí, es muy amplio y cuenta con muchas facetas, pero oye, las cosas como son: hasta ahora, sus canciones han contado con todos los ingredientes para entrar dentro de esta etiqueta. Y no pasa nada, porque son estupendas. Además, tras escuchar su nuevo EP, sí que hay razones para hablar de una amplitud sonora.

MAQUINAVAJA’ -sí, como el personaje de la tira cómica de El Jueves- es un EP de cuatro canciones que le sirve de excusa a Crespo para llevar su directo a Estados Unidos y festivales como el Coachella. Además de para hacer su primera Riviera madrileña. Lo que nos da una idea del éxito que tiene su propuesta en buena parte del mundo. Por eso tiene bastante merito que haya decidido salirse un poco del sonido que protagonizaban sus EPs y su álbum de debut. Aunque solo sea una en una canción. Y es que, esa “Vivo del aire” llena de melancolía lo lleva a un lado mucho más melódico y pop. Además, cuenta con un estribillo un tanto épico que lo acerca a mundos más ensoñadores.

Por mucho que le pese, el resto del disco sigue entrando de lleno dentro de esa etiqueta que tan poco le gusta. Es decir, que volvemos a encontrarnos con unas canciones marcadas por unas cajas de ritmos aceleradas, teclados oscuros, y guitarras que le dan el contrapunto luminoso. Además de esa voz llena de apatía. Pero, como ya he dicho antes, hay muchas formas de atacarlo. Así, en la inicial “mala”, deja que entre un estribillo absolutamente pop que funciona de maravilla. Sin embargo, en “nada importa”, pisa el pedal de distorsión y entrega una de las canciones más duras de su carrera. Y para cerrar, nada como pisar terreno conocido y entregar una “estupefacientes” que no desentonaría en ninguno de los primeros EPs de Depresión Sonora.

Royel Otis – PRATTS & PAIN

Supongo que veinte años son suficientes para poder justificar un revival de ese indie-rock con sabor a pop que explotó a principio del Siglo XXI. Ya sabéis, bandas como The Strokes o Yeah Yeah Yeahs abrieron un camino para que el rock con buenas melodías se convirtiera en la corriente musical a lo que todos querían pertenecer, y de paso, relevaron a un segundo plano. el horrible nu metal que ocupó los últimos noventa. A partir de ahí, bandas como Death Cab For Cutie o The Shins empezaron a ganar adeptos, y un poco más tarde fue el torno de grupos como Phoenix, MGMT, o Vampire Weekend, que lo llevaron todo a un mundo más pop. Y ahí es donde entran Royel Otis, un dúo australiano formado por Royel Maddell y Otis Pavlovic -no se han comido mucho la cabeza con el nombre-, que se fija bastante en ese sonido.

Royel Otis es una de esas bandas que pueden resultar algo sospechosas. Y es que, a pesar de que se formaron en 2019, y ya cuentan con tres EPs, ha sido en los últimos meses cuando se han convertido en la próxima gran banda australiana. De repente, están en todos los lados y todo el mundo habla de ellos -hasta el Primavera Sound ha cogido “Going Kokomo” para el anuncio de su cartel-. Parte de la culpa de esto la ha tenido la publicación de su versión en directo del “Murder On The Dancefloor” de Sophie-Ellis Bextor en pleno pico de popularidad de la canción. Una jugada redonda que ha hecho que mucha gente se fije en el este ‘PRATTS & PAIN’ que acaban de publicar. Pero lo cierto es que, como digo siempre, un buen hype no se justifica sin buenas canciones, y de eso Royel Otis van sobrados.

El álbum de debut de Royel Otis está producido por Dan Carey, que ha estado detrás de algunos de los grandes discos de la reciente música británica, como el primer trabajo de Wet Leg o los dos últimos discos de Fontaines D.C. Es más, su nombre viene del pub cercano al estudio de Carey donde tomaban cervezas tras las sesiones de grabación. Y lo cierto es que, el productor británico, cumple de sobra con su cometido. Lo que hace que, cuando la banda está inspirada, haya momentos realmente alucinantes. Como el indie-rock deudor de Phoenix que aparece en “Fried Rice” y “Heading For The Door”. O el pop con tintes electrónicos que protagoniza “Foam” y “IHYSM”. Aunque nada como esa joya llamada “Sofa King”, la cual ya aparecía en su anterior EP. Toda una maravilla marcada por un ritmo contagioso, unas guitarras cristalinas, y un estribillo redondo.

El gran defecto de este ‘PRATTS & PAIN’ es que intenta abarcar demasiadas cosas. Y claro, no todas les salen bien. Sí que es resultón el rock acelerado y electrónico que aparece en “Sonic Blue”. O el post-punk tan popero que se deja ver en “Daisy Chain”. Por cierto, en este tema, y en otros del disco, la voz de Otis Pavlovic me ha recordado bastante a la de Will Toledo de Car Seat Headrest. Sin embargo, el rock gritón de “Velvet” no va a ningún lado. Y esa especie de dream-pop árido que se asoma en “Molly”, termina siendo bastante aburrido. Menos mal que, justo antes de volver a tropezar con el tema final, nos dejan una “Always Always” que es una autentica preciosidad.

Real Estate – Daniel

Real Estate es una de esas bandas a las que le cuesta mucho salir de su zona de confort. El grupo de New Jersey ya lleva quince años dejándose llevar por un indie-pop luminoso y perezoso que, rara vez, se sale de la norma. Sí que meten alguna pincelada que otra, como el toque disco que le dieron al primer single de su anterior trabajo, pero al final son solo pequeñas anécdotas dentro de su discografía. Y así siguen en ‘Daniel’, el que es su sexto trabajo. Que oye, tampoco pasa nada, porque saben lo que es hacer una buena canción pop.

Lo nuevo de Real Estate está producido por Daniel Tashian, el hombre que estaba detrás del ‘Golden Hour’ de Kacey Musgraves. Además, se grabó en Nashville en tan solo nueve días. Lo que nos podría llevar a pensar que les ha dado por los sonidos más country. Y sí es cierto que la steel-guitar se asoma de vez en cuando por ahí, pero casi siempre en forma de adorno y sin alterar demasiado su pop. Tan solo en “Victoria” se dejan llevar por un sonido puramente americano. De hecho, es el único tema en el que canta Alex Bleekman, el bajista de la banda. Y bueno, un poco en “Haunted World”, que se acerca peligrosamente a esos sonidos fronterizos. Pero al final, es un estribillo puramente pop el que gana la partida.

Hay una cosa que está clara: cuando Real Estate dan en el clavo con la melodía y el estribillo, son imbatibles. Y aquí lo hacen en unas cuantas ocasiones. Ahí tenemos la deliciosa “Somebody New”, que abre el disco con un estribillo de lo más juguetón. O esa “Water Underground” que sirvió de primer adelanto, y que nos muestra a la banda de lo más luminosa. Algo que también pasa con la estupenda “Flowers” Además de ese dúo bastante más animado que forman “Say No More” y “Airdrop”, dos canciones más aceleradas y menos perezosas, que, curiosamente, no tienen mucho que ver. La primera es pequeña maravilla pop que adornan con una guitarra un poco psicodélica. Sin embargo, la segunda, es un tanto más oscura y melancólica. Además, cuenta con más presencia de los sintetizadores. De hecho, me ha recordado un poco a The War On Drugs.

Aunque su propuesta no ha cambiado mucho, sí que hay algún tema que se sale un poco de su camino habitual. Es el caso de “Freeze Brain”, en la que se dejan llevar por un ritmo elegante, y casi funk, que los lleva a los setenta. O de “Market Street”, una canción que nos muestra a unos Real Estate de lo más vigorosos. Es más, cuenta con un solo de guitarra que sorprende por su suciedad. Y el último ejemplo de esto lo encontramos en “You Are Here”, una canción más escurridiza que se va a los cinco minutos. Y en ese periodo de tiempo encontramos cajas de ritmos, guitarras psicodélicas, y teclados envolventes y ensoñadores. Con esta canción cierran un álbum que, sin ser muy innovador, sí que funciona muy bien y mantiene a la banda en la buena posición en la que está desde hace años.

MGMT – Loss of Life

Está claro que, a estas alturas de su carrera, todos ya sabemos que MGMT nunca van a ser una banda convencional. El dúo de Connecticut volvió de la mejor forma posible en 2018, cuando publicaron ese ‘Little Dark Age’ que cosechó un gran éxito. Además, tanto de crítica, como de público, porque su canción principal se convirtió en un viral de TikTok durante la pandemia y ya acumula 600 millones de reproducciones en Spotify. Tras este inesperado boom, muchos podríamos pensar que iban a seguir por ese pop un tanto dark, y muy ochentero, que protagonizaba esa canción. Pero no, una vez más, Andrew VanWyngarden y Ben Goldwasser han decidido darle una vuelta de tuerca a su sonido y entregar un nuevo álbum que tiene muy poco que ver con el anterior.

Lo único que tienen en común este ‘Loss of Life’ y su trabajo anterior, es que también hay bastante protagonismo de los ochenta. Aunque visto desde una forma diferente, ya que, de repente, les ha dado por las power-ballads. Ese tipo de canciones llenas de épica e instrumentación potente protagonizan alguno de los mejores momentos del disco. Es el caso de la preciosa “People In The Streets”, toda una joya que nace de los primeros paseos de la pandemia y que, ojo, está inspirada en “Another Day In Paradise” de Phil Collins. O de los seis minutos de “Nothing Changes” y su final épico y coreable. Aunque es en “Dancing In Babylon”, la que es su colaboración con Christine and the Queens, donde mejor partido le sacan a este sonido. Por lo menos en su primera parte, porque en su tramo final se convierte en un melancólico asalto a la pista de baile.

Otra influencia que han confesado MGMT es la de Oasis. Aunque lo dicen con la boca pequeña, ya que, al parecer, es una concesión a su ingeniero de sonido, que es muy fan de los hermanos Gallagher. Y esa concesión se llama “Mother Nature”. O por lo menos, parte de ella. Estamos ante un tema que es puro britpop en sus primeros minutos y en su orquestal parte final, pero lo cierto es que, en el ecuador de la canción, entra un chorro de distorsión puramente grunge que lo rompen todo. Y la verdad es que les ha quedado estupenda. Algo de lo que también tienen mucho que ver ese ingeniero de sonido, que ha calcado de maravilla el sonido de esa época, y la mezcla de Dave Fridmann que, una vez más, vuelve a ser brillante.

Dicen los propios MGMT que han estado de lo más relajados a la hora de componer estas canciones. Y la verdad es que eso se nota bastante en la calma que sobrevuela buena parte del disco. Incluso cuando se van a esos setenta que tanto adoran y que, aquí, abordan de diferentes formas. Tenemos el folk de la estupenda “Nothing To Declare”, que no puede sonar más a Simon & Garfunkel. O el glam-rock de “Bubblegum Dog”, en la que es evidente que se han fijado en el Bowie de Ziggy Stardust -aunque su vídeo sea una mofa de las bandas grunge de los 90-. Y, por supuesto, no puede faltar la psicodelia que tanto les gusta, y que aquí está muy bien representada en “I Wish I Was Joking”. Además de en esa “Loss of Life” final donde la fusionan con algo de electrónica y con unas trompetas que son puro Sgt. Pepper’s.

Novedades musicales: febrero 2024

Hay que ver lo que dan de sí cuatro semanas en cuanto a novedades musicales se refiere. La prueba la tenemos en esta nueva recopilación, la cual me ha sido imposible dejar en menos de 66 canciones. Y ojo, que he tenido que quitar unos cuantos temas porque más me parecía demasiado. Pero es que este mes hemos tenido adelantos de Vampire Weekend -tremendos los dos-, Pet Shop Boys, DIIV, Dehd, Ride, The Lemon Twigs, Camera Obscura, Beth Gibbons, o Amen Dunes. Además de novedades de bandas más pequeñas, pero igual de interesantes, como Dancer y su vibrante fusión de indie-pop y post-punk; la oscuridad inquietante de TTSSFU, o el nuevo hitazo de Alcalá Norte. Además de esa maravilla a lo The Blue Nile que se ha marcado Bullion con la ayuda de Carly Rae Jepsen. O la extraña, pero muy seductora pista de baile de Salt Cathedral.

Espero que os guste.

Omni – Souvenir

Omni es una de esas bandas que metemos dentro del post-punk un poco con la boca pequeña. Es innegable que el trío de Atlanta tira de ese sonido -su mayor éxito atiende al nombre de “Wire”-, pero no se queda ahí, y lo demuestran con cada nuevo disco que sacan. Ahí tenemos su anterior trabajo, donde aparecían unas guitarras a lo Television y unas estructuras propias de los Talking Heads. Y en su nuevo álbum no se quedan atrás. Una vez más, su post-punk se fusiona con diferentes facetas. Es más, ahora hay un tono más pop en sus canciones. Lo que incluso los ha llevado a meter una voz invitada por primera vez. La de Izzy Glaudini de Automatic, una banda con la que estuvieron de gira el pasado otoño. Y hay que decir que todo esto le da un soplo de frescura a su propuesta.

Souvenir’ refleja la energía de Omni tras un periodo de inactividad marcado por la pandemia. Además, la incorporación a la batería a tiempo completo de Chris Yonker les ha dado más fuerza todavía, ya que sus ritmos entrecortados se fusionan de maravilla con los riffs cortantes marca de la casa. A lo que hay que añadir otra novedad en la voz de Philip Frobos, que ha confesado que para crear estas armonías vocales se ha fijado en el rock universitario de los ochenta y en bandas como R.E.M., The Cure y Big Audio Dynamite. Y eso se nota bastante, ya que ahora suena más limpia y en un primer plano. Además de mucho más melódica.

Una simple escucha de “Exacto”, el tema que abre el disco, y el que fue el primer adelanto, demuestra que estamos ante algo un tanto diferente. Sí, sus guitarras cortantes son las protagonistas, pero lo hacen desde un lado mucho más pop. Solo hay que escuchar ese pequeño estribillo en el que prácticamente desaparecen. Por cierto, que aquí me han vuelto a recordar a Television. Y en ese camino siguen en “INTL Waters”, un tema lleno de cambios de ritmo en el que un piano tiene bastante protagonismo. Sobre todo, en su tramo final, que es brutal. O esa “Double Negative” que podría pasar por una canción de Franz Ferdinand -sí, esto es bueno-. Además de un tema como “Granite Kiss”, que debe de ser lo más pop que han hecho en su carrera. No obstante, cuenta una extraña historia de amor astronómica.

No sé si será por la voz femenina de Glaudini, o porque son de Atlanta, pero escuchando este disco me han venido a la cabeza The B-52’s en varias ocasiones. La más clara en esa “Plastic Pyramid” en la que se hacen con un ritmo de lo más juguetón y un estribillo onomatopéyico. Aunque “Verdict”, donde aparece de nuevo Glaudini, no se queda a la zaga. Supongo que será porque me gusta mucho la mítica de banda de Athens, pero la verdad es que estos dos temas son los que mejor me han entrado del disco. Aunque tengo que decir que, esa “Compliment” que cierra el disco, también me ha gustado mucho. Sobre todo, porque nos muestra su facilidad para cambiar de ritmo y estilo mil veces. Y eso en tan solo cuatro minutos.

The BV’s – Taking Pictures of Taking Pictures

Últimamente tengo la sensación de que Centroeuropa se está convirtiendo en algo así como la nueva cuna del indie-pop. Con los ingleses a sus cosas, los norteamericanos locos con cualquier diva o rapero, y los españoles, que estamos a todo menos a una guitarra, son los alemanes, holandeses o belgas los que parece que están más metidos en esto sonido. Ya lo vimos hace nada con el estupendo nuevo trabajo de The Maureens, una banda que viene de los Países Bajos. Y ahora ocurre lo mismo con The BV’s, un cuarteto que llega desde la ciudad alemana de Augsburgo y que ya pasó por aquí con su álbum de debut. Y desde allí vienen para recordarnos que existe una cosa llamada pop de guitarras.

Taking Pictures of Taking Pictures’ es su tercer trabajo, y no solo suena de maravilla, también es una colección de canciones de lo más variada. Porque sí, hay muchas corrientes dentro de lo que podemos llamar indie-pop, y en este disco encontramos unas cuantas. Tenemos un lado más melódico y juguetón que remite directamente a los grupos del sello Sarah Records. Pero también un lado más ensoñador y bucólico que nos lleva a bandas como Slowdive. Incluso se atreven a meterse en terrenos más oscuros que los acercan al post-punk. Además de sorprender con algún toque krautrock. Así que se podría decir que estamos ante un trabajo de lo más completo.

The BV’s abren su tercer álbum metiéndose de lleno en mundos del noise-pop más melódico. “Clipping” es toda una apisonadora sonora en la que aparece su propuesta más acelerada y vibrante. Pero siempre dando prioridad a un punto melódico creado por unas guitarras cristalinas y unos teclados deliciosos. De hecho, aquí, me han recordado bastante a los primeros Pains. Y con ese sonido puramente pop siguen en “I Can’t Stand The Rain” y “Sundays”, dos temas en los que pisan un poco más el freno, pero en los que no se olvidan de ese indie-pop británico de los ochenta que tantos buenos grupos nos dio. Y ojo, porque si hablamos del Reino Unido en los ochenta, tenemos que mencionar “Warp”, toda una delicia dream-pop pasada por unas guitarras que son puro The Cure.

Hay que decir que les gusta bastante el dream-pop. Aunque eso sí, de muchas formas diferentes. Así, tenemos un lado más áspero y guitarrero que aparece en “Anything”, un tema que está en esa fina línea que separa este estilo y el post-rock. Sin embargo, en “Kleber”, nos muestran otra faceta desde el primer segundo. Aquí los teclados cogen más protagonismo y las escalas de guitarra son épicas y cristalinas. Además, cuenta con un precioso final que estalla en un gran estribillo. También parece que son aficionados al krautrock. O por lo menos eso es lo que sugiere un tema como “Breakdown”, el cual cuenta con un uno de esos ritmos urgentes propios de este estilo. O en ese “d../” instrumental de siete minutos que cierra el álbum, que suena de lo más vibrante y vigoroso. Eso sí, como ya he dicho antes, siempre con la melodía por delante.

The Infinites – Archetypes

The Infinites son una de las bandas más interesantes de Austin. Una ciudad que, no sé si será gracias al SXSW, la feria cultural que se celebra en la ciudad tejana en los primeros días de marzo, pero lo cierto es que cuenta con una escena musical enorme. Tanto, que muchos de sus grupos no terminan de llegar aquí. Algo que, probablemente, hubiera pasado con The Infinites si no hubieran fichado por el sello Meritorio. Y es que, como ya sabréis, la discográfica madrileña tiene un muy buen ojo para dar con este tipo de bandas que se dejan llevar por el pop de guitarras. Algo que este quinteto maneja de maravilla.

Cuentan en su biografía que The Infinites empezaron con Dan LeVine tocando loops de guitarra mientras Jared Leibowich cantaba canciones sobre personas imaginarias encima de esos loops. De ahí su nombre. Más tarde se unieron los tres miembros restantes y publicaron su álbum de debut. Un disco en el que, precisamente, hacían eso: contar pequeñas historias de personas que habían creado en su cabeza. Además, siguieron con esa forma de trabajar en la que todo empieza con un loop. Y así hasta el día de hoy, porque este ‘Archetypes’ está creado de la misma forma. Eso sí, aquí dejan fuera las personas imaginarias para explorar diferentes tipos de arquetipos.

Creo que The Infinites son una de las bandas más sucias que podemos encontrar en el catálogo de Meritorio. Hay muchos momentos en este disco en el que el pop se va hacia un indie-rock que, incluso, se acerca un poco al noise. Temas como “My Best Friend” o “Night Cleaner” cuentan con unas guitarras que no desentonarían en un disco de Sonic Youth. Y si nos vamos a temas como “The Dead” y “The Bureaucrat”, nos encontramos con un par de potentes torbellinos sonoros llenos de escalas de guitarra de lo más cristalinas. Lo bueno de esto, es que nunca pierden su lado más melódico. Incluso en temas como “The Ghost” y “Secret Agent”, donde nos muestran una faceta más oscura e intensa que, la verdad, les sienta muy bien. De hecho, son dos de mis canciones favoritas del disco.

Curiosamente, los dos singles principales del disco, nos muestran su faceta más relajada y pop. Tanto en “The Expat”, como en “The Queen”, las guitarras rugen, pero lo hacen desde una forma más delicada. Además, en la primera, junto a un ritmo un tanto juguetón que le da un toque muy pop a la canción. Sin embargo, en la segunda, se dejan llevar por un sonido un poco sixties que, eso sí, acaba en una épica tormenta de guitarras. Un sonido que también aparece en la delicada y preciosa “Wage Slave”. Y ojo, porque cuando dejan de lado su faceta más sucia, son capaces de dar con todo un hit de pop como “Someone New”. Aunque eso sí, no pueden evitar ensuciarlo un poquito en su parte final. Lo que les da un toque Pavement que se adapta de maravilla a su música.