Fred Again.. – Actual Life 3 (January 1 – September 9 2022)

Tengo que decir que, a mis 45 años, no es fácil hacerme bailar, pero hay un artista que lo consigue con bastante facilidad. Ese es Fred Again.. El productor británico ha publicado unos cuantos temazos en este 2022 que se han convertido en verdaderos éxitos de las pistas de baile- sus cifras en Spotify se cuentan por decenas de millones-. Unas canciones con un enfoque más pop en la que ha contado con las colaboraciones de Romy de The xx, Swedish House Mafia, o I. JORDAN. Además de ese pepinazo llamado “Jungle”, en el que no necesitaba la ayuda de nadie. Pero también ha tenido tiempo de componer el que es su tercer álbum en apenas 18 meses.

Actual Life 3 (January 1 – September 9 2022)’ es un trabajo en el que vuelve a obsequiarnos con una especie de diario de su vida en esas fechas. Y lo mejor es planteamiento con el que ha hecho estas canciones. Muchas de ellas están creadas a base de audios que le envían sus amigos, otras vienen de vídeos aleatorios que ha encontrado en YouTube, y otras nacen de algunas de las canciones que más ha escuchado este año. Como la increíble “Danielle (smile on my face)”, donde toma partes prestadas del “Nice to Have” de 070 Shake y se saca de la manga una fascinante canción en la que aparece su lado más electro-pop.

Lo que más me gusta de la música de Fred Again.. es su facilidad para dar un toque muy melódico a todas sus canciones. Da igual que se vaya al house, a eso que llaman UK Garage, o sonidos más techno, en todas sus facetas siempre se reserva un espacio para dar con una buena melodía. Y supongo que esa es una de las claves de su éxito. Y es que, temas como “Delilah (pull me out of this)”, donde, por cierto, cuenta con la ayuda de Four Tet en la producción, “Kammy (like i do)”, o “Clara (the night is dark)”, sirven tanto para una pista de baile a las cuatro de la mañana, como para venirte arriba a cualquier hora de un día cualquiera.

También es cierto que buena parte de sus trabajos suelen ser un tanto reposados y con canciones menos centradas en la euforia del baile. Así, nos deja una “Eyelar (shutters)” en la que tira de un bombo crudo y contundente, pero en la que baja los bpms al máximo. O un delicada y ensoñadora “Bleu (better with me)”, donde se hace con uno de los momentos más bonitos del disco. Además de temas como “Berwyn (all that i got is you)” y “Nathan (still breathing)”, que podrían estar sin problemas en un disco de James Blake. De hecho, cierra el álbum con una etérea “Winnie (end of me)” en la que ni siquiera se preocupa en hacer funcionar a la caja de ritmos.

7,8

Blancmange – Private View

Neil Arthur está teniendo una madurez musical que ya quisieran muchos. Prácticamente va a disco de Blancmange por año, y tampoco ha dejado de componer canciones para sus otros proyectos. Además, se nota que estamos ante un artista que no busca el éxito y sí ante uno que está muy cómodo haciendo lo que le da la gana y sin tener que rendir cuentas ante nadie. Algo que, en realidad, lleva haciendo cuarenta años, porque lo cierto es que, aunque tuvieron su éxito a principio de los ochenta, Blancmange eran una rara avis en la escena synth-pop de aquella época.

Se podría decir que ‘Private View’ es la segunda parte de su anterior trabajo. La pandemia, y como la hemos gestionado, sigue siendo el tema principal. Pero sí es cierto que aquí trata de buscar respuestas y mirar al futuro con optimismo. Además, musicalmente, sigue las mismas coordenadas, porque ha vuelto a contar con la ayuda de Banger. Aunque sí hay una novedad, ya que, David Rhodes, que tocó la guitarra en seis canciones del álbum de debut de Blancmange, y que más tarde tuvo una fiel alianza con Peter Gabriel o Talk Talk, ha colaborado en este trabajo.

Private View’ empieza de una forma un tanto potente y oscura. “What’s Your Name” nos deja ver una faceta de Arthur en la que su electrónica se acerca a sonidos un poco más industriales. Pero eso sí, lo hace desde una visión un tanto pop, porque su estribillo es de lo más pegadizo y bailable. Y es que, se podría decir que hay momentos en los que está bastante animado. Es el caso de “Chairs”, en la que, gracias a unas cajas de ritmos acelerada, y a la guitarra de Rhodes, se va hacia sonidos más post-punk. Y la verdad es que le funciona muy bien. O de esa “I Tried to Be You” marcada por una caja de ritmos contundente y un teclado de lo más minimalista.

También creo que estamos ante su disco reciente con más singles potenciales. Buena parte del álbum está lleno de teclados luminosos y estribillos que entran con bastante facilidad. Solo hay que escuchar un tema como “Some Times These”, en el que los sintes brillan con todo su esplendor. O “Everything Is Connected”, donde la frialdad del synth-pop se va a mundos más cálidos. Incluso en los temas algo más reposados, logra dar con una melodía triunfante y un buen estribillo. Ahí está la densa, pero emocionante, “Here We Go Go”. O esa “Private View” algo más animada y un tanto nostálgica. Además de “Take Me”, que cierra el álbum con un bonito toque de épica sintética.

7,8

By The Sea – Heaven Knows Magnolia

Hace unos días, cuando me encontré con el último trabajo de By The Sea, eché un vistazo al blog para ver si era una banda que había caído por aquí. Y sí, hablé de ellos en 2014, cuando publicaron su segundo álbum, pero lo cierto es que, aunque me sonaba su nombre, me había olvidado por completo de su existencia. Algo que no resulta muy extraño, ya que, en todos estos años, tan solo han publicado una colaboración con Austin Collings en 2017. Así que, realmente, no me he perdido nada de su carrera.

Heaven Knows Magnolia’ sigue donde lo dejaron en 2014. Es decir, que estamos ante otro pequeño repaso al pop británico de los ochenta y parte de lo noventa. Es más, al igual que su segundo álbum, está producido por Bill Ryder-Jones, uno de los miembros fundadores de The Coral, que dejó la banda en 2008 para probar carrera en solitario. Y hay que reconocer que esta unión funciona bastante bien. Además, en todas sus facetas, ya que, por aquí, hay indie-pop luminoso, algo de shoegaze, o dream-pop de lo más esplendoroso.

Lo primero que nos encontramos en este álbum es “ESP”, un tema algo oscuro, y con un pequeño punto shoegaze, que, sin embargo, recuerda bastante a Echo & The Bunnymen. En parte, porque la voz de su cantante se asemeja mucho a la de Ian McCulloch. Algo que podremos comprobar a lo largo de todo el álbum. Sobre todo, en “Love Letter” y “Mt. Pleasant”, donde rescatan la faceta más pop de la banda de Liverpool. Y es que, en el fondo, tiran bastante de ese pop algo oscuro que inundó las islas en los ochenta -en la nota de prensa de su segundo trabajo ya mencionaban a bandas como The Wake o Felt-. Algo que se aprecia estupendamente en “Heaven Knows Magnolia” y en “Anywhere You Like”, que son maravillosas.

Como ya he comentado más arriba, también manejan muy bien el pop más luminoso. Solo hay que escuchar un tema como “Desire Paths”, que es puro Sarah Records, y toda una delicia. O esa “Harry and Stevie” de lo más pegadiza, la cual, como no podía ser de otra manera, eligieron para presentar el álbum. Pero ojo, que una de las sorpresas del álbum es lo bien que se les da los temas más reposados. Han sido capaces de dar con “Shall We Put On How Long?”, una de esas baladas que dejan poso. O de hacer un gran tema de dream-pop como “Carl’s UFO”. Además de cerrar el álbum de la forma más bonita posible con una “The Let Downs” que está llena de bellos paisajes de teclados.

7,9

Frankie Cosmos – Inner World Peace

Algo ha cambiado en la vida de Greta Kline en estos últimos años. Hasta 2019, Kline publicaba discos de Frankie Cosmos con bastante asiduidad, pero la pandemia hizo que perdiera el interés por tocar la guitarra y componer canciones. De hecho, cuando se metió en el estudio con el resto de la banda a grabar estos temas, llevaban 500 días sin tocar juntos. Incluso hubo un momento en el que no sabía si todavía seguían como banda. Pero, afortunadamente, Frankie Cosmos seguía con vida, y entre todos y todas pudieron acabar la colección de canciones que forman, el que, oficialmente, es su quinto álbum de estudio.

Inner World Peace’ es otro álbum en el que Kline reflexiona sobre la madurez. Y es que, empezó su carrera tan temprano, que más de una década después todavía no ha cumplido los treinta. Y para dar vida a este tipo de reflexiones, hubo una especie de consenso entre todos los miembros de la banda. Porque, aunque sea Kline la que escribe las letras, el resultado final nace de las aportaciones que hacen el resto de sus compañeros. Así, cuando entraron en el estudio, Kline iba dispuesta a crear unos temas con un sonido más indie-rock, pero Lauren Martin y Luke Pyenson, teclista y batería de la banda, tiraban más hacia el folk de los 70 y el pop. Además de la “meditación y la claridad”. Y de esa mezcla, salieron un conjunto de temas que, realmente, solo suenan a ellos mismos.

Siempre he pensado que a Frankie Cosmos le sienta muy bien su faceta más pop. La delicada voz de Kline, que casi susurra, en lugar de cantar, es perfecta para esos temas que se dejan llevar por unas guitarras cristalinas y una tímida batería. Es el caso de la estupenda “Abigail”, que abre el disco de la forma más directa posible. Pero también de “Wayne” y su ritmo juguetón, o de la delicada “Street View”. Además de esa “F.O.O.F.” tan noventas y tan Breeders. Pero ojo, que tampoco está nada mal cuando las guitarras cuentan con algo de distorsión.  Solo hay que escuchar la potente “Magnetic Personality”, o lo bien que suena esa guitarra en “Heed The Call”. Además de como se va endureciendo el estribillo en “Empty Head”, la que, para mi gusto, es la mejor canción del álbum.

Sí es cierto que esos sonidos más reposados y menos indie-rock que tenían en mente los otros miembros del grupo, también tienen bastante protagonismo. Así, en “Aftershook”, fusionan su lado más pop con un pequeño punto de psicodelia; en la parte final de “A Work Call” se hacen con un estribillo repetitivo que casi parece salido de un disco de Stereolab, y en “One Year Stand” se dejan llevar por un sonido que no difiere mucho de los Yo La Tengo más reposados. Una descripción que también se adapta a la preciosa “Spare The Guitar”. Por lo tanto, parece que sí tenemos cambios en el último trabajo de Frankie Cosmos.

7,7

Arctic Monkeys – The Car

Nunca he sido muy seguidor de Arctic Monkeys, pero sí que pensaba que su anterior trabajo había caído por aquí, porque la verdad es que me gustó bastante. Eso sí, parece que no tanto como para hacer una reseña en el blog. El caso es que creo que la banda de Alex Turner está llevando su carrera de una forma bastante inteligente. Porque puede que, de buenas a primeras, a sus seguidores más rockeros no les termine de gustar esta nueva faceta más reposada y elegante que ha tomado su carrera, pero al final, consiguen que, tanto público, como crítica, se rindan ante ellos. Y eso, tras más de quince años de carrera, y siete discos, es algo que consiguen muy pocas bandas.

Según la propia banda, ‘The Car’ sigue donde lo dejaron con ‘Tranquility Base Hotel & Casino’. Aunque eso sí, esta vez no estamos ante historias de ciencia-ficción, y sí canciones que hablan de amor, o de experiencias propias vividas por Turner -hay hasta una mención a una presentación una televisión española-. Y todo ello regado con una instrumentación acojonante, en la que, además del buen hacer del resto de la banda, nos encontramos con una orquesta de 18 personas. Y es que, si hay unas protagonistas en este disco, son las cuerdas. Ellas lo riegan todo y consiguen que este rock, con tintes de soul, funk, e incluso pop francés de aire retro, se convierta en algo apabullante. De hecho, no sé cómo lo estarán haciendo en directo, pero espero que se lleven a parte de esa orquesta.

Lo mires por donde lo mires, ‘The Car’ es un disco con un sonido apabullante. Quizá no tiene un tema tan directo como ese “Four Out Of Five” que sobresalía en su anterior trabajo, pero es una colección de canciones de lo más coherente que va cogiendo tono a medida que las vamos escuchando. Esa elegancia y sofisticación con la cuenta “There’d Better Be a Mirrorball”, ya hace que nada más empezar te pique la curiosidad por todo lo que viene después. Y hay que decir que no defrauda. Turner se mete de lleno en el mundo del falsete, y con la ayuda de su banda, y de esa orquesta, nos deja una colección de temas en la que hay retazos de funk setentero (“I Ain’t Quite Where I Think I Am” y “Jet Skis On The Moat”); un chamber-pop que acaba volviéndose glam (“Body Paint”), o una elegancia de lo más cinematográfica (“The Car” y “Big Ideas”).

También hay alguna sorpresa que otra. Es el caso de “Sculptures Of Anything Goes”, un corte oscuro en el que dejan que una caja de ritmos lleve la voz cantante. Aunque eso sí, en su parte final aparecen esas cuerdas que lo inundan todo y convierte la canción en el tema principal de una película de James Bond. O de esa “Hello You” que nos presenta el lado más cálido del álbum y a la banda en plena efusividad soul. Un soul que también es la base de “Perfect Sense”, el tema que cierra el álbum de una forma más tranquila y, como no podía ser de otra manera, de lo más orquestal.

8

Dry Cleaning – Stumpwork

Me resulta muy sorprendente el éxito que están teniendo Dry Cleaning. La banda londinense hace una música que es, de todo, menos comercial, y, sin embargo, lograron auparse al cuarto puesto de las listas británicas con su álbum debut. Además de entrar en otros mercados, como el portugués. Supongo que será por el magnetismo que tienen sus canciones. O, mejor dicho, el que tiene Florence Shaw, que gracias a su spoken word constante logra que estos temas suenen de lo más interesantes. Aunque no hay que olvidarse de ese sonido tan peculiar que logra el resto de la banda, y que hace que no sepamos si estamos ante un grupo de post-punk, de indie-rock, o de art-pop. Creo que la respuesta es que son todo eso, y mucho más, a la vez.

Dry Cleaning publican este segundo trabajo convertidos en una de las grandes realidades del rock actual. Y creo que ese éxito que tuvieron con su debut ha hecho que se decanten por un sonido más accesible en este ‘Stumpwork’. Eso sí, siempre dentro de sus coordenadas musicales. Florence Shaw sigue recitando como si estuviera leyendo el prospecto de un medicamento, y el resto de su banda sigue sacando todo tipo de sonido a sus guitarras. Y creo que es todo un acierto, porque su debut al final resultaba un poco seco y denso, y aquí se acercan más a lo que hacían en sus primeros EPs.

Stumpwork’ empieza con los cinco minutos intrigantes de “Anna Calls From The Arctic”. Aquí ya se puede ver que tratan de hacer algo más accesible dejándose llevar por una tímida caja de ritmos y por unas guitarras que casi te acarician. Como lo hacen las acústicas que protagonizan la estupenda “Kwenchy Kups”, un tema en el que también aparecen unas guitarras que son puro Sonic Youth, y en el que Florence casi se arranca a cantar en su estribillo. Algo que sí hace en la maravillosa “Gary Ashby”, la que se podría decir que es la canción más pop de su carrera. Y si nos vamos a “Don’t Press Me”, nos encontramos con otro estribillo cantado, con un teclado ultra melódico, y con un ritmo de lo más juguetón. Como también lo es el de “Conservative Hell”, que con ese bajo casi parece una canción surf.

Dentro de su faceta más esquiva y experimental, también se puede ver un poco más de accesibilidad. Ahí la está la curiosa “Hot Penny Day”, en la que se dejan llevar por una sección rítmica que es casi funk, y por unas guitarras de lo más étnicas. O en esa “No Decent Shoes For Rain”, que se va cociendo a fuego lento y que termina con un derroche de guitarras áridas, pero muy melódicas. Un guion que también siguen en “Icebergs”, el tema que cierra el álbum, y en el que ni siquiera se han molestado en quitar un molesto acople de guitarra que sobrevuela a lo largo de sus más de cinco minutos. Lo que demuestra que siguen haciendo lo que les da la real gana. Solo hay que ver esa espantosa y asquerosa portada.

8

The 1975 – Being Funny In A Foreign Language

Había dos cosas que lastraban los últimos trabajos de The 1975: la primera era su duración, que a todas luces era excesiva y terminaba por hacer del disco algo irregular cuando podía haber sido sobresaliente con tan solo meter la tijera. La otra era su poca originalidad. Que, lo cierto, es que era un tanto ecléctica, porque un mismo disco podían sonar como Radiohead, como una boyband de los noventa, o como cualquier grupo de rock mainstream de los ochenta. Y parece que, por fin, se han dado cuenta de esto, porque su nuevo trabajo es el más corto de su carrera y en el que van más directos al grano.

No sabemos si ha sido cosa de la banda, o de su productor, pero el caso es que ‘Being Funny In A Foreign Language’, es el álbum coherente de The 1975. Y es que, tras los mandos, está Jack Antonoff, que de producir discos redondos va sobrado. Aunque no hay que quitarle merito a la banda, porque gran parte de la culpa de que estemos ante un disco más directo, la tienen esas letras un tanto simplistas en la que aseguran que el amor nos salvará de la catástrofe (creo que Arturo Pérez-Reverte no está de acuerdo con esto). Un cierto optimismo que acaba reflejándose en el resultado final de las canciones.

Hay que decir que se nota bastante la mano de Antonoff a lo largo de todo el disco. Lo que más abunda en este nuevo álbum de The 1975 son los temas de pop-rock con un cierto sabor americano, y muy ochenteros. Un sonido que protagonizaba el último trabajo de Bleachers, la banda de Antonoff. Y lo cierto es que los de Manchester se han adaptado muy bien a ese sonido, porque, otra cosa no será, pero cuando van a por el hit, son infalibles. Ahí está la deliciosa “Happiness”, en la que incluso se atreven con un solo de saxo; el rock de estadio de “Looking For Somebody (To Love)”, que hay que reconocer que les sienta de maravilla, o esa “I’m In Love With You” tan facilona, y a la vez, tan efectiva. Además de la juguetona “Wintering”.

Están acertados hasta en sus habituales salidas de tono. El “The 1975” que abre este álbum -todos sus discos se abren con una canción llamada así- funciona bastante bien como carta de presentación. Aunque quizá sea porque es un evidente “homenaje” al “All My Friendsde LCD Soundsystem. Y una balada un tanto atípica, como es “Part Of The Band”, en la que podemos escuchar a Japanese Breakfast, termina resultando atractiva. Además, se puede decir que suena a ellos mismos en lugar de a otras cosas. Algo que no se puede decir de “Oh Caroline”, un sedoso medio tiempo que es puro ochentas. Aunque hay que reconocer que, una vez más, se les da muy bien lo de sonar como otros. Algo que también se puede decir de esa balada ensoñadora llamada “About You”, que casi parece una versión ralentizada del “Heroes” de Bowie. Una influencia que, por otro lado, no han escondido nunca.

8

Minimal Schlager – Love, Sex & Dreams

Minimal Schlager tienen su residencia a medio camino entre Londres y Berlín, pero no son ni ingleses ni alemanes. En realidad, estamos ante el grupo formado por Alicia y Francisco, dos hermanos españoles que se han hecho un hueco en la escena synth-pop internacional con este proyecto. Y eso que apenas cuentan con dos años de vida, ya que crearon la banda para matar el aburrimiento durante la pandemia. Lo mejor es que, en ese corto periodo de tiempo, ya han llamado la atención de los medios de medio mundo. No obstante, tuvieron bastante éxito en su reciente visita al SXSW de Austin. Y ahora debutan con un álbum en el que han contado con la producción de Robbie More, que ha trabajado con artistas de la talla de Florence and The Machine o LA Salami.

Uno ya se da cuenta de que estamos ante un álbum de synth-pop un tanto diferente nada más empezar. Minimal Schlager abren este ‘Love, Sex & Dreams’ con una muy oscura revisión sintética de “Nana del caballo grande”, el poema de Lorca que adaptó Camarón e incluyo en su mítico disco ‘La leyenda del tiempo’. Pero las referencias al poeta granadino no acaban ahí, ya que escribieron “Forbidden Fruit” después de leer ‘Bodas de sangre’. Y resulta curioso que hayan dado con uno de los estribillos más melódicos y dulces del disco inspirándose en un libro que refleja tanta brutalidad.

No sé si hay más referencias a España en este trabajo, lo que sí puedo decir es que su sonido tira más a Centroeuropa que a otra cosa. Y voy más allá, porque resulta evidente que se inspiran bastante en todo el pop sintético que inundó el viejo continente en los ochenta. Además, en unas cuantas de sus variantes. La frialdad berlinesa se ve reflejada en temas como “Before”, “Rush” o “Ridiculous”, que tiran hacia mundos más oscuros, densos, y reposados. Sin embargo, también tienen tiempo de sacar a relucir el lado más pop y luminoso de su música. Y ahí es donde ganan del todo la partida, porque temas como “Submission” y “Glow”, son pura melodía sintética. Además, tampoco pierden la oportunidad de hacernos bailar y entregar una “Euphoria” en la que casi se van al Hi-NRG.

No cabe duda de que Minimal Schlager es una de las nuevas bandas de synth-pop más interesantes de la actualidad. Habrá que seguirles la pista.

7,9

GIFT – Momentary Presence

GIFT es una banda de Brooklyn que apareció en mi radar gracias a Nation of Language, que los han llevado de teloneros en varias de sus fechas americanas, y que han recomendado fervientemente su música. Y claro, si uno de mis grupos favoritos de los últimos años recomienda otro, no me queda más remedio que escucharlo. Pero los elogios por parte de otras bandas no se quedan ahí, ya que Oliver Ackermann de A Place To Bury Strangers los ha contratado para su sello, y han confiado en ellos para que hagan un remix de uno de los temas de su banda. Así que vienen con bastantes buenas referencias.

De primeras, ‘Momentary Presence’ sorprende por su sonido, y por lo poco que éste tiene que ver con esas bandas que los recomiendan. El grupo liderado por TJ Freda tiene como objetivo principal exprimir todas las posibilidades que les da la psicodelia y expandirla hacia otros sonidos. De hecho, el propio Frida confiesa que estamos ante “un portal a otra dimensión”. Y en ese portal entra un poco de todo, pero, eso sí, siempre con la psicodelia como bandera.

Uno de esos de caminos que siguen es el de los ritmos motorik y kraut. Es algo que vemos casi nada más empezar con esa “Gumball Garden” en la que se dejan llevar por una sección rítmica de lo más potente. Además de por unos teclados que son pura psicodelia. O en “Stuck in a Dream”, donde meten más capas de instrumentos y se acercan un poco al shoegaze. Además de la acelerada “Dune” y sus teclados histriónicos. O de esa “Pinkhouse Secret Rave” en la que utilizan la electrónica para dar con un tema contundente tema de krautrock puramente psicodélico.

Lo bueno de este primer álbum de GIFT es que en él también desengrasan de vez en cuando. El grupo de Brooklyn tiene un lado más pop y electrónico que, la verdad, les sienta de maravilla. Solo hay que escuchar “Share The Present”, un tremendo tema de synth-pop, y muy ochentero, en el que se sacan de la manga unos teclados acojonantes. De hecho, ya se ha convertido en una de mis canciones favoritas de 2022. Pero también dejan que su psicodelia se acerque a esos mundos más melódicos para entregar un tema como “Lost For You”, en el que su lado más pop se expande y derrocha un poco de épica. Además de meterse de lleno en terrenos más ensoñadores y dejarnos las delicadas y relajadas “Pez” y “Feather”. Aunque eso sí, para cerrar, prefieren volver al derroche de psicodelia y guitarras y entregar los siete minutazos de “Here and Now (Time Floats By)”.

7,9

Winter – What Kind of Blue Are You?

A pesar de que lleva más de una década de carrera, no supe de la existencia de Winter hasta hace un par de años, cuando editó su notable tercer trabajo. Aunque también es cierto que la alianza de Samira Winter, que es quién se esconde detrás de este proyecto, con un sello independiente más potente como es Bar/None, no empezó hasta ese álbum. Un disco en el que ya se apreciaba un salto importante y en el que dejaba un poco atrás el sonido bedroom-pop de sus comienzos, y apostaba por un dream-pop más expansivo. Algo que se confirma con su cuarto trabajo.

What Kind of Blue Are You?’ nace de los primeros días de pandemia -sí, todavía salen discos creados en esa época-. Lo que resulta curioso, porque su tercer trabajo se editó después del primer confinamiento. El caso es que estas canciones se cocieron en esos meses, los cuales pasó encerrada en un estudio de Los Ángeles junto a Joo Joo Ashworth, que acabó trabajando en estos temas junto a Winter y produciendo el álbum. Y lo cierto es que yo si aprecio un ligero cambio. Sobre todo, en la forma de componer las canciones. En su anterior trabajo había temas que eran casi eran retazos y que no terminaban de cuajar, pero aquí los ha construido de una forma más convencional y pop. Y eso hace que estemos ante un disco bastante superior.

Estamos ante un trabajo en el que va mezclando la suciedad shoegaze con momentos más cristalinos y ensoñadores. Así, abre el álbum con la sedosa “wish i knew”, la cual empieza con la densidad propia del dream-pop, pero termina con toda una maraña de guitarras. Un guion que también sigue en la extraña, pero bastante interesante, “good”, en la que, por cierto, colabora SASAMI. O en la densa, pero muy melódica, “crimson enclosure”. Además de en “fool”, que es un tanto juguetona y algo más noventera.

Lo mejor de este álbum es que está mucho más abierta al pop. Además, los coqueteos con la electrónica están a la orden del día. Solo hay que escuchar “atonement”, en la que saca a paseo la caja de ritmos, y en la que cuenta con la ayuda de Hatchie. De hecho, casi parece una canción de la australiana. Una caja de ritmos que también aparece en la deliciosa “sunday”, la cual nos muestra el lado más soleado del álbum. Y ojo, porque en “lose you” lleva su dream-pop directamente a mundos más sintéticos. Aunque también sabe darle un lado más pop a su faceta más guitarrera, algo que nos muestra en las estupendas “mr.on-my-mind” y “kind of blue”.

7,8