Torres – What An Enormous Room

Que Torres no tenga más éxito es una de las mayores injusticias que nos ha dado la música en los últimos años. No hay un solo disco del proyecto liderado por Mackenzie Scott que no sea notable. Además, es una artista a la que no le gusta repetirse demasiado. Lo que hace su propuesta de lo más interesante. Y, por si esto fuera poco, no le hace ascos a componer temas más comerciales para conseguir el éxito de público. Ahí tenemos ese pop-rock épico y ochentero llamado “Don’t Go Puttin Wishes in My Head”, el cual coronaba su anterior trabajo. Todo un temazo que, en un mundo justo, hubiera sido un hit. Pero no, ahí está, con poco más de dos millones de reproducciones en Spotify. Así que, tras ver esto, Torres ha decidido volver a un mundo más introspectivo en su nuevo trabajo. Y bien que hace.

What an Enormous Room’ es un disco en el que Torres ha contado con la ayuda de la artista y productora Sarah Jaffe. Han producido el álbum a pachas y se han repartido todos los instrumentos que adornan sus canciones. Eso sí, el tema de la composición sigue cayendo del lado de Scott. Y es que, una vez más, y a pesar de que estamos ante un trabajo más oscuro y difícil, nos habla de esa felicidad personal adquirida desde que comparte la vida con la pintora Jenna Gribbon. Aunque sí que ahora aparece algo de miedo por cosas que conciernen a su futuro, como si podrá pagar el alquiler. Un tema que, por otro lado, preocupa a buena parte de la población mundial.

Estamos ante un trabajo en el que Torres vuelve un poco a los sonidos sintéticos y las texturas extrañas que protagonizaban ‘Three Futures’, el disco que publicó en 2017. Solo que aquí también añade bastante de la melancolía que se dejaba ver en el estupendoSilver Tongue’ (2020). Lo que hace que nos encontremos con una preciosidad como “I Got The Fear”, donde una guitarra acústica se deja llevar por una ligera capa sintética. O con los vibrantes seis minutos de “Artificial Limits”, en la que sigue apostando por la calma. Aunque esta vez nos encontramos con la intensidad que le da su guitarra, la cual suena sucia e intrigante. Todo lo contrario que esa limpieza que protagoniza la preciosa “Jerk Into Joy”, o la delicadeza con la que ataca “Ugly Mystery”.

Está claro que estamos ante un trabajo más difícil que los anteriores, pero eso no significa que no nos deje algún hit que otro de vez en cuando. Es el caso de la potente “Life As We Don’t Know It”, donde acelera su propuesta y se hace con un extraño sonido de guitarra que no puede resultar más atrayente. Además de dar con un buen estribillo. O de “Collect”, la canción que eligió como primer single. Aquí estamos ante un clásico tema de Torres en el que las cajas de ritmos suenan perezosas hasta que ataca con un estribillo lleno de guitarras pesadas que se lo comen todo. Y sigue funcionando muy bien. Como también lo hace esa “Forever Home” en la que casi se acerca a la pista de baile. Aunque eso sí, una un tanto extraña.

The Umbrellas – Fairweather Friend

Puede que la escena indie-pop ya no ocupe titulares en medios punteros como Pitchfork (o lo que queda de él), pero sigue muy viva y dando grupos realmente interesantes. Es el caso de The Umbrellas, una banda de San Francisco que ya pasó por aquí con su estupendo álbum de debut. Desde la ciudad de la niebla, que se ha convertido en algo así como la protagonista de esta escena, este joven cuarteto ha demostrado que las influencias del indie-pop británico de los ochenta siguen dando sus frutos. Grupos como The Pastels, Aztec Camera y Orange Juice son la base de las canciones de The Umbrellas, las cuales suenan frescas y vigorosas fijándose en un sonido que todos conocemos de sobra.

Comentan en la nota de prensa de este ‘Fairweather Friend’ que, al igual que hicieron en su día bandas como Veronica Falls, The Pains of Being Pure at Heart o Allo Darlin’, The Umbrellas han experimentado un crecimiento similar con su segundo trabajo. Siempre hablando en términos de sonido, ya que, por desgracia, no tienen una popularidad equiparable a la que en su día tuvieron esas formaciones. Y si es cierto que aquí las canciones suenan más grandes y, quizá, más cuidadas. Pero también es verdad la que base sigue siendo la misma que en su álbum de debut. Lo que nos lleva a encontrarnos con un conjunto de temas que es una absoluta delicia y que, además, suena de maravilla.

Escuchar a The Umbrellas es como transportarse a esa época dorada del indie-pop que comentaba más arriba. Además, de la forma más ecléctica posible, porque, aparte de que las voces masculinas y femeninas se intercalan constantemente, no tienen ningún problema en cubrir buena parte de los sonidos que protagonizaron esa escena. Evidentemente, hay una predilección por el lado más jangle-pop, como bien muestran en cortes tan estupendos como “Three Cheers!”, “Goodbye” o “When You Find Out”. Pero es que, incluso dentro de esta corriente, suenan diferentes. Ahí tenemos las guitarras sucias que entran en la primera. O la potencia de la sección rítmica de la tercera. Un tema que, por cierto, me ha recordado una barbaridad a Veronica Falls. Pero bueno, a lo que iba, que no se quedan solo en eso.

En el segundo trabajo de The Umbrellas también aparece un lado más contundente que casi los lleva al punk. Ahí tenemos “Toe The Line”, una canción en la que van a toda leche y no tienen ningún problema en ensuciar sus guitarras. Ahora, sin olvidarse de su lado más pop y melódico. Un sonido al que también se acercan en “Games”, aunque en este caso lo hacen de una forma más delicada. Tampoco tienen ningún problema en meterse en terrenos más lo-fi y más escurridizos para entregarnos una “Say What You Mean” en la que, incluso, se atreven a meter instrumentos de cuerda. Además de dejar que el espíritu de Roddy Frame y Paddy McAloon se apodere de ellos en canciones tan bonitas como “Echoes” y “Blue”. Así que se podría decir que estamos ante un disco de lo más completo.

8

Future Islands – People Who Aren’t There Anymore

Tengo la sensación de que Future Islands han sacado tropecientos discos desde aquelSingles’ de 2014 que los convirtió en semi-estrellas de la música. Pero no, contando con este último que acaban de publicar, llevan tres. Y eso, en una década, tampoco es que sea mucho. Quizá, tengo esa impresión porque sí es cierto que no han parado de sacar singles durante todos estos años. De hecho, han llegado a editar hasta seis adelantos de este nuevo álbum. Lo que me parece un tanto excesivo, ya que llegas al disco con muy pocas sorpresas por descubrir. Aunque bueno, tengo que decir a su favor, que sí se han guardado un dos o tres pelotazos para sorprendernos un poco.

People Who Aren’t There Anymore’ es un disco que se fue gestando por partes tras las giras que hicieron entre 2020 y 2022. Un periodo de tiempo que hace que algunas de estas canciones reflejen la pandemia y sus coletazos. De hecho, su título ya lo dice todo. Aunque, dentro de esas personas que ya no están, aparecen esos amigos que ya no ves nunca o alguna exnovia, no se refiere en concreto a las personas que perdieron en la pandemia. Eso sí, no os penséis que es un trabajo triste, en gran medida, suena más esperanzador que otra cosa.

Para grabar las canciones de este álbum, Future Islands han recurrido a Steve Wright y Chris Coady, el dúo que también estuvo detrás del sonido de ‘Singles’. No trabajaban con ellos desde aquel álbum, y parece que los ha venido bien volver a colaborar, porque vienen con energías renovadas. Por aquí hay temas que nos presentan a la banda de Baltimore con una energía que hace años que no escuchábamos. Ahí tenemos la tremenda “Give Me The Ghost Back” y su base potente y acelerada. O esa “Peach” que, a pesar de llevar casi tres años publicada, sigue funcionando muy bien. Y es que, incluso se puede apreciar algo de frescura en los temas que representan su sonido de siempre. Ya sabéis, ese synth-pop épico y melancólico que tan bien se les da, y que aparece en cortes como “King of Sweden”, “The Thief” o “Say Goodbye”.

Future Islands dejaron ver un nuevo giro hacia las baladas en su anterior trabajo que, en un principio, descolocó un poco a sus oyentes, pero luego termino funcionando. Algo que se acentúa en este álbum. Samuel T. Herring se encuentra muy cómodo en su faceta de crooner sintético, y lo demuestra muy bien en temas como “Deep In The Night” y “The Fight”, que son bien bonitas. Aunque no tanto como esa “Corner of My Eye” dedicada a su exnovia sueca, con la cual rompió por la distancia durante la pandemia -la forma en la que le da las gracias por haber estado ahí es sobrecogedora-. Pero, entre todas estas baladas, hay un tema que se sale de su sonido y resulta muy atractivo. Se trata de “Iris”, un corte en el que se hacen con un ritmo muy diferente a lo habitual, y con un sonido que los acerca más que nunca al pop. Y es una pasada.

The Smile – Wall Of Eyes

¿Se puede decir ya que Thom Yorke y Jonny Greenwood están en su mejor momento en años gracias a The Smile? Los dos miembros de Radiohead han encontrado una especie de retiro espiritual fuera de la banda madre en este proyecto que nació para romper el hastío de la pandemia, y hay que decir que les ha venido de maravilla. Aunque, para ser justos, también hay que echarle parte de la culpa a Tom Skinner, el batería que pone el ritmo a sus composiciones. La cuestión es que, ahora mismo, me das elegir entre los últimos discos de Radiohead, y los dos de The Smile, y me quedo con los segundos sin dudarlo un segundo. Y me juego la mano derecha a que somos unos cuantos.

Wall of Eyes’ llega con una novedad importante. Y es que, por primera vez en años, no aparece Nigel Godrich en los créditos. El productor ha estado involucrado en prácticamente todo lo que han hecho Radiohead y sus miembros en las últimas dos décadas y media. Pocas veces no ha estado a los mandos, y una de ellas fue en la banda sonora que hizo Yorke para la película ‘Suspiria’. Ahí se encargaba de la producción Sam Petts-Davies, que, precisamente, es el que está detrás del sonido de este álbum. Quizá, porque estamos ante un trabajo que se acerca más a ese ambiente cinematográfico que tanto les gusta -no hay que olvidar que Greenwood es un aclamado compositor de bandas sonoras y que cuenta con un par de nominaciones a los Oscar-.

El segundo trabajo de The Smile no apuesta por un comienzo fácil. El tema principal, y el que abre el disco, es una especie de bossa nova reposada que va cogiendo forma a medida que van pasando los minutos, pero no llega a romperse del todo. La cosa se queda en un lamento más agudo de Yorke y en unas cuerdas que entran con bastante delicadeza. Y con esa delicadeza y templanza siguen en “Teleharmonic”, una preciosa canción que, al igual que su predecesora, va subiendo de intensidad, pero nunca se sale del camino trazado. Son el aperitivo perfecto para “Read The Room” y “Under Our Pillows”, dos temas más rock en los que las guitarras cuenta con más protagonismo. Y tengo que decir que hacía años que Greenwood no sacaba un sonido tan guay. Sobre todo, en la primera, que tiene un riff que te atrapa de inmediato.

Hay tantos sonidos e influencias en este segundo trabajo de The Smile, que es casi imposible nombrar todo lo que les ha inspirado. Pero sí que se puede decir que manejan mejor que nunca su lado más jazz en un tema como “Friend Of A Friend”, toda una delicia en la que el piano se aliena con la voz de Yorke como hacía años que no lo hacía. Y ojo con esas cuerdas que entran casi al final, que son una pasada. Aunque no tanto como en “Bending Hectic”, el tema estrella del disco. Gran parte de sus preciosos ocho minutos se desenvuelven reposadamente y sin sobresaltos, pero, pasados los cinco minutos, las cuerdas chirrían y entra una potente guitarra que lo rompe todo. Eso sí, tras esta barbaridad, prefieren volver a la calma y cerrar el disco con una “You Know Me!” envuelta en un piano y unas cuerdas.

8,1

Midi Memory – Far Gone And Out

No me sorprende mucho que en el H&M vendan camisetas de Joy Division. Sí es cierto que, buena parte de la gente joven que compra esas camisetas no sabe lo que está llevando, pero hay un tanto por ciento que sí sabe que es ese grupo que todas sus nuevas bandas favoritas copian. Desde hace unos años la nueva escena post-punk no para de crecer, y sí, puede que meterlo todo dentro de ese carro sea una descripción un poco vaga, pero al final es la oscuridad la que manda. Además, la mezcla tan grande, que uno ya no sabe que es la coldwave, la synthwave, o la darkwave. Al final, lo que veo, es que hace más de cuatro décadas Joy Division utilizaba cajas de ritmos y sintetizadores en temas como “She’s Lost Control” o “Atmosphere”. Y Midi Memory tiran hacia ese sonido. Aunque de una forma más pop.

Midi Memory es el proyecto más electrónico de Matt Messore, un chico de Florida que ha aparecido por aquí un par de veces con Cathedral Bells, su otra banda. Messore empezó esta nueva aventura con la idea de darle un toque más synth-pop a su música. De hecho, utiliza sintetizadores Roland de los ochenta para que el sonido se asemeje más al de aquella época. Pero no os penséis que esto es un desfile de hombreras y pelos cardados. Aquí también aparecen cajas de ritmos lo-fi, algunos bajos al más puro estilo Peter Hook, y esa voz oscura y etérea de Messore, la cual no se sale nunca del mismo tono.

Far Gone and Out’ es su segundo trabajo, y al igual que su debut, funciona mejor cuanto más sintético es. Cada vez que los sintetizadores brillan entre ese mar de oscuridad que es su música, sus canciones ganan puntos. Ahí tenemos la sombría “The Awakening”, en la que una caja de ritmos tímida se ve superada por unos sintetizadores de lo más luminosos. De hecho, esa misma caja de ritmos continua en “Hands Are Tied”, el segundo tema, pero ahí, los sintetizadores ya brillan tanto. Y sí, su propuesta resulta menos interesante. Afortunadamente, en “Infinite Desing”, deja que la electrónica se lleve prácticamente todo el protagonismo. Y el resultado es brillante. Como el de “Deep Breath”, en la que nos deja ver un synth-pop de lo más melódico y directo.

Estoy un poco harto de ese post-punk, o como lo queráis llamar, en el que las baterías van a toda leche y convierten la canción en algo de lo más lineal. Es un poco lo que hace Messore con su otra banda, y de lo que se contagia aquí en varias ocasiones. No le veo mucho sentido a meter una canción como “Angel of Death”, que suena más a The Drums que otra cosa. Un sonido que lastra también un tema como “Give Up The Ghost”, que funciona mejor cuando pisa el pedal del freno. Sí se puede decir que le sale bien en cortes como “Eternal Dream” y “All the Way Out”, donde termina ganando el lado más pop. Además, en la segunda, la caja de ritmos suena mucho más a los 80. Una década que también protagoniza “A Stitch In Time”, el entretenido tema final.

7,2

The Maureens – Everyone Smiles

Ya sabéis que yo me lanzo a ciegas a todo lo que publique el sello madrileño Meritorio Records. Y creo que nunca han fallado. Así que cuando vi que publicaban el cuarto trabajo de The Maureens, una banda de los Países Bajos que no tenia en mi radar, me fui directo a por él. Y lo que me he encontrado es con una magnifica colección de canciones pop que beben directamente de los sesenta. Pero también de la escena power-pop de finales de los setenta y del indie-pop de los noventa. Así que ya sabéis, si os va este rollo, vais a disfrutar mucho de este disco.

En la propia biografía de The Maureens aseguran que su “música es perfecta para una noche de final de verano, pero que, del mismo modo, también sirve para una tarde de un Domingo de febrero”. Y tienen bastante razón, porque esa calidez que desprenden sus canciones hace que sean la banda sonora perfecta para cualquier momento del año. Sus armonías, heredadas de The Beach Boys, son estupendas y te arropan con una facilidad pasmosa. A lo que hay que añadir su talento para hacer buenas melodías tirando de unas influencias que todos conocemos. Algo que no es fácil de conseguir.

Everyone Smiles’ nos muestra muy bien ese cambio de décadas que tanto les gusta a The Maureens. Ahí tenemos una canción como “Stand Up!”, que abre el disco con un poco de aspereza setentera, pero que en su precioso estribillo se deja llevar por una melancolía de lo más sixties. Y es una maravilla de tema. Como también lo es “Sunday Driver”, una balada que los convierte en alumnos aventajados de Big Star. Aunque eso sí, pasando por el filtro Teenage Fanclub -ese teclado que aparece en su parte final es oro puro-. Un sonido que también se deja ver en la notable “Do You”, donde se podría decir que, incluso, se fijan en los Beatles. O en esa “Only Child” en la que las guitarras vuelven a ganar un poco de aspereza para irse al rock de los setenta. Además de la en la preciosa y melódica “Alison”.

Como ya he dicho antes, en este baile de décadas que supone este disco, también entran los noventa. Algo que se aprecia perfectamente en “Lost & Fund”, un enérgico y estupendo tema en el que las guitarras rugen un poco más. El cual, por cierto, me ha recordado un poco a Figurines, esa banda danesa que tuvo un pequeño momento de gloria a mitad de los 00 con su “The Wonder”. Una década que también está muy bien representada en “Fell In Love”, donde nos muestran su talento para recrear el indie-pop que se hacia por aquella época. Algo de lo que también dan buena cuenta en “Rainy Day”. Eso sí, en buena parte del final del disco prefieren echar la vista mucho más atrás y entregar temas más setenteros, como es el caso de “Motherless Bird”, “Only Child” o “High & Dry on the Backseat”.

7,9

Sleater-Kinney – Little Rope

Hace ya unos cuantos años que todo lo relacionado con el indie-rock de los noventa, y su influencia, me da mucha pereza. Quizá, porque fue la música que viví intensamente en mi adolescencia y me he convertido en esa especie de abuelo cebolleta que piensa que para qué escuchar una copia teniendo el original a mano. Pero sí hay algunos grupos de aquella época que creo que siguen haciendo cosas interesantes en estos días. Y uno de ellos es Sleater-Kinney, una banda que, curiosamente, no escuchaba en esos años. Pero desde que volvieron en 2015 nos han dejado unos cuantos discos notables. Además, de un tanto eclécticos, ya que apenas se han repetido en esta última década.

Little Rope’ sigue la estela de esa vuelta al rock que empezaron en 2021 tras hacer un disco producido por St. Vincent en el que tiraban bastante de la electrónica. El cual, a pesar de que tuvo algunas críticas irregulares, y propició la salida de Janet Weiss de la banda, estaba bastante bien. Pero bueno, el caso es que ellas no se quedaron muy convencidas con el resultado. De hecho, decidieron no contar con nadie externo a la producción en su anterior trabajo. Algo que han remediado en este álbum, que tiene al premiado John Congleton a los mandos. El productor norteamericano ha logrado dar con un sonido que le viene como anillo al dedo a Sleater-Kinney, ya que es áspero y crudo a veces, pero también resalta muy bien el lado melódico que tiene la banda de Portland. Dando con un resultado final maravilloso.

El undécimo álbum de Sleater-Kinney está marcado por la muerte de la madre y el padrastro de Carrie Brownstein en un accidente de coche mientras estaban de vacaciones por Italia. Porque, a pesar de que ya tenían todas las canciones compuestas cuando recibió la noticia, sí que se metían en el estudio poco tiempo después, y eso se nota en algunos temas. Como en ese pop melancólico, un tanto electrónico, y algo lo-fi que aparece en la preciosa “Dress Yourself”. Pero también la rabia que presentan en algunas canciones. Ahí tenemos esa “Hell” marcada por unas guitarras sucias y una batería de lo más potente. Un sonido en el que reinciden en “Six Mistakes”. Aunque eso sí, adornándolo con un estribillo muy pop. Algo que repiten en la también notable “Needlessly Wild”. O en la enérgica “Small Finds”.

Otra de las cosas buenas que tiene este nuevo álbum de Sleater-Kinney es que, en él, nos encontramos con algunos de los momentos más pop de su carrera. Es el caso de “Say It Like You Mean It”, un tema que empieza una forma un tanto oscura y desemboca en un precioso estribillo luminoso y de lo más directo. Diría que es la gran joya del disco, pero no la única. Ahí está la popera “Don’t Feel Right” y su riff de guitarra juguetón para disputarle el trono. O esa “Crusader” en la que aceleran el ritmo de su batería para meterse en terrenos casi bailables. Además de “Untidy Creature”, que cierra el disco con una guitarra sucia y cruda, pero también con un estribillo triste, melancólico y de lo más bonito.

8

Novedades musicales: enero 2024

2024 ha empezado muy fuerte en lo que a novedades se refiere. En las pocas semanas que llevamos de año han salido decenas y decenas de canciones notables, y tengo que decir que me ha costado un poco que esta recopilación no se fuera más allá de los 60 temas. Que es el tope que me he puesto para estos repasos mensuales.

El año empezó a tope con The Lemon Twigs y su nuevo single, y así he querido empezar la recopilación, porque me parece un temazo tremendo. Al igual que lo nuevo de Torrey, una banda de San Francisco que editará su segundo disco en los próximos meses. También me ha gustado mucho esa euforia que presentan los nuevos temas de Middle Kids y Bodega; lo bien que suenan The Last Dinner Party, el que es el último hype británico, y el maravilloso indie-pop de The Rhythm Method. Además de la delicadeza y elegancia pop de Pernice Brothers y Real Estate, o el folk intimista de Adrianne Lenker y MGMT. Sin olvidarme de algunos grandes nombres que han vuelto este año, como Ride, James, Kim Gordon o Jamie xx.

Espero que os guste.

The Fauns – How Lost

No me las voy a dar de listo y decir que me acuerdo perfectamente de The Fauns, porque sinceramente, si los escuché en su día, no me acuerdo. El caso es que esta banda de Bristol logró un pequeño reconocimiento en la escena shoegaze allá por 2009, cuando autoeditaron su álbum de debut y eran habituales en el programa del locutor de la BBC Steve Lamacq. Llegaron a vender 5000 copias, que no está mal, y consiguieron sacar un segundo álbum pocos años después, pero en 2014, tras una gira, desaparecieron del mapa. Hasta ahora, que regresan con el que es su tercer trabajo.

Si eres de los que tenias controlada a la banda y sus dos primeros trabajos, prepárate, porque hay cambio bastante radical de sonido. La base de este ‘How Lost’ sigue siendo el shoegaze y el dream-pop, pero aquí ya solo hay batería en un par de canciones y las guitarras ya no suenan tan sucias. The Fauns se han metido de lleno en un sonido que los lleva a una pista de baile de lo más oscura y etérea. Las cajas de ritmos son las grandes protagonistas de este trabajo, y hay que decir que es una elección de lo más acertada, ya que este envoltorio electrónico casa de maravilla con la voz misteriosa de Alison Garner.

El disco se abre con “Mixtape Days”, un tema inspirado en el Londres de los ochenta que cuenta con una potente base electrónica marca el ritmo. Y sí, en su fantástico estribillo entra una guitarra con bien de distorsión, pero la oscuridad del tema, y el envoltorio electrónico, los acerca más el post-punk que al shoegaze. Y por ese camino siguen en la también estupenda “Shake Your Hair”, que es incluso más acelerada y sintética. Aunque el cambio más sorprendente llega con “Dark Discotheque”. Como bien indica su nombre, estamos ante una canción creada para la pista de baile más oscura, pero lo cierto es que tienen un cierto punto luminoso. Además de un bajo casi funk que se te mete en el cuerpo a las primeras de cambio.

Que se hayan obsesionado con las cajas de ritmos no significa que The Fauns hayan dejado de lado su faceta más dream-pop. Afortunadamente, porque es algo que se les da muy bien. Ahí tenemos el delicado tema principal, en el que unas cascadas de guitarras cristalinas se fusionan con un sedoso ritmo electrónico. O esa fantástica versión que hacen de “Doot Doot”, un viejo tema de la banda galesa Freur que siempre me ha encantado. Incluso saben como llevar esta faceta a la pista de baile y entregar un hit de dance ensoñador como es “Modified”. Eso sí, para cerrar el álbum, vuelven al dream-pop más convencional y nos dejan los siete minutazos de “Spacewreck”. Y hay que decir que son notables, pero también que no casa mucho con el resto el resto del disco.

7,9

Vacations – No Place Like Home

Me sorprenden una barbaridad las cifras que manejan Vacations. Hace unos años, cuando hablé de su primer trabajo por aquí, era una banda indie más que había escuchado demasiado a Mac DeMarco y tenia algunas canciones interesantes. Pero todo cambió en 2020, cuando se viralizó “Young”, un tema de su segundo EP. A partir de ahí, la canción empezó a sumar millones de escuchas hasta llegar a los más de 500 que lleva ahora mismo. Pero lo más curioso es que la popularidad de la canción arrastró a otros temas de la banda. Algo que no suele ocurrir con los grupos que obtienen un hit viral. Y con todo esto, si preguntas a diez personas si saben quienes son Vacations, es muy probable que las diez te respondan que no tienen ni idea.

Lo mejor decisión que han tomado Vacations en su carrera es olvidarse de que existe un artista llamado Mac DeMarco. En el momento que dejaron de tirar del sonido del canadiense su propuesta empezó a funcionar mucho mejor. Algo que ya vimos en ‘Forever In Bloom’, el notable trabajo que publicaron en 2020, y que se aprecia más en este nuevo álbum. En ‘No Place Like Home’, los de Newcastle abrazan el pop sin ningún tipo de pudor. Incluso a veces se meten en terrenos ochenteros y algo sintéticos. Y eso que estamos ante un trabajo que está compuesto tras el diagnostico de un trastorno compulsivo y obsesivo que le dieron a Campbell Burns, su cantante. El cual, además, comenta que quería hacer un disco con un sonido más americano. Algo que parece no haber conseguido.

El disco se abre con todo un hit pop como es “Next Exit”. Aquí, se dejan llevar por unas guitarras de lo más pizpiretas y por un ritmo juguetón. Además de dar con un buen estribillo y dejar que los sintetizadores se lleven parte del protagonismo. Un camino que también siguen en “Midwest”, donde incluso se acercan un poco a la pista de baile. O en esa “Close Quarters” algo más oscura, pero bastante animada. Porque sí es cierto que hay un poco más de oscuridad en algunos temas. Lo que hace que su propuesta resulte más interesante. Ahí tenemos como ejemplo la estupenda “Slow Motion”, donde las guitarras suenan más potentes y los sintetizadores más dark.

Cuando Vacations bajan el ritmo se vuelven un poco más irregulares. La cosa funciona, y muy bien, en “Over You”, un precioso tema en el que las guitarras se fusionan con una capa sintética de lo más ochentera. Además, en ella, logran dar con el mejor estribillo del disco. También consiguen que el tema principal, que hay que decir que es un poco meloso, funcione bien. Sin embargo, en “Off-Season”, vuelven a caer un poco en las “marcogarras” y no consiguen levantar la canción. Y eso que se ven buenas intenciones con esa trompeta que aparece al final. Casi que me dicen más “Terms & Conditions” y “Lost In Translation”, las dos canciones un tanto desnudas que cierran el disco. Aunque tampoco me flipan.

7,5