Georgia – Euphoric

Hace ya más de tres años que se editó ‘Seeking Thrills’, el segundo trabajo de Georgia, y el disco que hizo que muchos nos fijáramos en esta joven artista londinense. Incluso el jurado del prestigioso premio Mercury, que lo incluyó entre sus finalistas de 2020. Desde entonces, Georgia Barnes -es hija de Neil Barnes, uno de los dos miembros de Letfield-, ha ido afianzando su carrera poco a poco con alguna colaboración, como las que ha hecho con Gorillaz y Mura Masa. Además, tuvo la suerte de editar una estupenda versión del “Running Up That Hill” antes de que Kate Bush lo petara gracias a Stranger Things. Pero ahora ha llegado el turno de dar continuación al disco que hizo de ella una de las artistas más interesantes de la electrónica actual.

Para grabar las canciones de este ‘Euphoric’, Georgia ha cruzado el charco, se ha ido hasta Los Ángeles, y ha hecho piña con Rostam. Sí, el que fuera miembro de Vampire Weekend, se ha convertido en uno de los productores más solicitados del pop actual. Y es que, se podría decir que Georgia está más pop que nunca en este trabajo. Además, suena más optimista y directa que de costumbre. Algo curioso, ya que parte de estas canciones llegan tras la muerte de un amigo muy querido. Pero la artista británica le ha dado la vuelta al dolor que produce una pérdida, y lo ha convertido en euforia y ganas de vivir.

El disco se abre con “It’s Euphoric”, una canción que, a pesar de su título, no tiene nada de eufórica. En ella, Georgia prefiere ir sobre seguro y dejar que sea un ritmo monótono y tranquilo el que lleve la voz cantante. Eso sí, hasta su tramo final, donde hay un pequeño subidón. Esta fórmula se le da bastante bien, porque le da un toque muy pop y cuenta con un ingrediente secreto que hace que la canción llegue muy arriba. Y no es otro que un piano que mete de lleno en el house. Un instrumento que, incluso, cobra más protagonismo en “Give It Up For Love”, el estupendo tema que viene a continuación. Y si nos vamos a “Some Things You’ll Never Know”, vemos que lo utiliza para hacer un hit de lo más veraniego y todo un rompepistas.

Lo más interesante de la propuesta de Georgia es que, a pesar de que ahora se decanta por el pop, no puede evitar que sus canciones se empapen de la electrónica que marcó el comienzo de su carrera. Todo un acierto, ya que aporta frescura a ese pop electrónico femenino al que últimamente se van tantas artistas. Y la prueba la tenemos en cortes como “Mountain Song” o “Live Like We’re Dancing (Part II)”, que no son muy eufóricas, pero que cuentan con un envoltorio instrumental más potente de lo habitual. Sobre todo, la primera y su base machacona. O en esa “All Night” tan efusiva que te lleva directo a la pista de baile. Además, también sabe cuándo hay que entregarse a sonidos menos electrónicos y entregar una “The Dream” en la que las guitarras tienen bastante presencia. La pena es que meta un par de baladas que bajan un poco el buen ritmo del disco.

7,7

The Clientele – I Am Not There Anymore

Han pasado seis años desde que The Clientele publicaron su último trabajo. El cual, dicho sea de paso, llegó después de siete años de descanso. Y es que, Alasdair MacLean, líder de la banda, es uno de esos artistas que se toman las cosas con bastante calma. Aunque es cierto que, está vez, parte de la culpa la ha tenido la pandemia. MacLean empezó a trabajar en las canciones de este trabajo en 2019 y no las terminó hasta 2022. Tres años que le han servido para experimentar con su música y ver las cosas de otra manera. De hecho, comentan que han incorporado elementos de jazz post-bop, música clásica contemporánea y electrónica Y ya os digo que es muy posible que estemos ante el disco más extraño (y largo) de The Clientele hasta la fecha.

I Am Not There Anymore’ contiene 19 canciones y se va más allá de la hora. Aunque hay que decir que unas cuantas de ellas son extraños interludios que atienden al nombre de “Radial”. Pero, aparte de las “radiales”, también se dejan llevar por la experimentación en otros temas. Es el caso de “Conjuring Summer In”, donde fusionan sonidos electrónicos con toques de jazz y con una robótica voz femenina que se hace un spoken-word. O de “My Chilhood”, en la que esa voz robótica se desenvuelve entre una maraña de instrumentos de cuerda. Y luego tenemos “The Village Is Always on Fire”, el tema que cierra el álbum, que prácticamente es una continuación de los otros dos.

Finiquitados los cortes más extraños del álbum, toca encontrarse con los The Clientele llevan su pop a nuevos mundos. Y hay que decir que aquí no fallan. Solo hay que escuchar “Fables of the Silverlink”, el estupendo tema de ocho minutos que abre el álbum. En él hay un poco de todo: el lado electrónico, una melodía y un estribillo muy pop, los instrumentos de cuerda, y hasta la voz de Alicia Macanás, que no es otra que la parte femenina del dúo Minimal Schlager, cantando en español. O de esa “Dying in May” y su espídica percusión, la cual resulta hasta hipnotizante. Además de “Blue Over Blue”, el single principal, donde dejan que las cajas de ritmos se alíen con su pop elegante de toda la vida.

Si hablamos de pop de toda la vida, hay que mencionar varios cortes del álbum. Ahí es donde entran temas como “Lady Grey” y “Claire’s Not Real”, que nos muestran a unos The Clientele de lo más delicados y deliciosos. O esa “Stems of Anise” donde le dan un poco más de vida a su pop y se hacen con una pequeña maravilla. Además de “I Dreamed of You. Maria”, en la que vuelven a su faceta más elegante y la adornan con una trompeta que me parece una autentica pasada. La lástima es que no haya muchos temas más de este tipo, porque el disco ganaría unos cuantos puntos más.

7,6

Novedades musicales: julio 2023

La muerte de Sinéad O’Connor me ha dejado un poco triste, pero no soy muy de hacer homenajes a los artistas que nos dejan. Y, aunque he estado a punto de dedicarle una entrada, al final he decidido que no. Principalmente, porque no creo que pueda aportar nada nuevo a lo que ya se ha dicho de ella. Así que solo voy a decir que era una artista valiente y una compositora brillante con una voz increíble. Ah, y que ella tenía razón y nadie le pidió perdón. Y dicho esto, paso a la recopilación de novedades del mes, que era mi plan para hoy.

Aunque me quedan unos cuantos días para irme de vacaciones, no quería que pasara esta semana sin que cayera una nueva recopilación. Además, se me van acumulando las canciones y al final me encuentro con decenas de canciones y recopilaciones de cuatro horas. Algo que al final me ha terminado pasando este mes, ya que no he sido capaz de bajar de los setenta temas. Pero es que resulta imposible cuando hay nuevas canciones de Slowdive, Big Thief, Mitski, Romy, Woods, Teenage Fanclub, Explosions in The Sky, Nation of Language o The Chemical Brothers. Y si encima aparecen bandas menos conocidas, pero estupendas, como pueden ser Lathe of Heaven, Colored Lights, Strawberry Runners, o The Virginia Planes, pues ya tenemos el combo ya es perfecto.

Espero que os guste.

Death Bells – Take My Spirit Now

Poco a poco, Death Bells se convertido en uno de los grupos más punteros de la escena post-punk. La banda formada por Will Canning Remy Vellis, que venían del mundo hardcore y punk de Australia cuando empezaron este proyecto, se ha ganado los elogios de los seguidores de este tipo de música. Y hay que reconocer que se lo han currado. De hecho, se mudaron de su Australia natal a Los Ángeles para que su carrera terminara de despegar. Y vaya si lo hizo, porque desde hace unos años tienen un contrato con Dais Records, el que podría ser el sello dark más importante de Estados Unidos. Además, ya saben lo que es recorrerse buena parte de Norteamérica y Europa.

Take My Spirit Now’ es un EP de cinco canciones que se sale un poco de su sonido habitual. De hecho, se podría decir que es el hermano pequeño y luminoso de su anterior trabajo. Aquí las guitarras no son tan sombrías y hay momentos en los que se dejan llevar por un brillo que las acerca al dream-pop. Además, hay unos cuantos elementos electrónicos en forma de caja de ritmos o sintetizadores. Algo de lo que se ha encargado Morgan Wright, dueño del sello australiano en el que editaron sus primeros temas. Quizá, sea porque parte de estas canciones hablan del amor y el destino. Aunque también de la paranoia.

Está claro que el post-punk de los años ochenta es su base musical. Solo hay que escuchar las guitarras que llevan la voz cantante en el tema titular, el cual abre el álbum. No pueden recordar más a los The Cure más introspectivos. Además de un teclado algo tímido que aparece por ahí. Un sonido que también exploran en la estupenda “Heaven Is Your Company”, en la que, además, se dejan llevar por una sección rítmica de lo más explosiva. Y si nos vamos a “Visitor”, podemos comprobar que, gracias a su sonido sintético, casi se meten en terrenos de eso que llaman darkwave. Aunque ojo, porque tampoco se olvidan de sacar a relucir su lado más guitarrero, y en “Locked In” nos dejan todo un torbellino de lo más acelerado y distorsionado. Aunque para cerrar prefieren bajar pisar el freno y entrega la tranquila y oscura “Surrender”.

7,9

Bedroom Eyes – Turned Away

Bedroom Eyes

Supongo que muchos de los seguidores de la escena shoegaze ya conocerán de sobra a Bedroom Eyes. Y es que, esta banda de Nueva Inglaterra ya lleva más de una década exprimiendo todas las posibilidades que les da este género que tan de moda está últimamente. Aunque eso sí, no son muy prolíficos, porque editan sus discos cada tres o cuatro años. De hecho, su anterior trabajo, se publicó en ese 2019 que, tras una pandemia, parece de lo más lejano.

Bedroom Eyes empezaron su andadura en 2010, cuando RJ Murphy y Adam Meran, dos músicos que venían de la escena Hardcore/Punk de New Hampshire, decidieron que querían explorar sonidos que se acercaran al shoegaze y al noise-rock de los noventa. Y para esto se fijaron en los clásicos de estos géneros y en los sellos que les dieron cobijo, como Creation Records o Slumberland. Es decir, que en su música es fácil encontrar influencias de My Bloody Valentine, de los discos menos pop de The Boo Radleys, o de Black Tambourine. Lo que hace que sus canciones vayan saltando de un estilo a otro casi sin que te des cuenta.

Turned Away’ es un disco con una producción muy noventas. La cual, por cierto, es obra de Elliott Frazier, uno de los miembros de Ringo Deathstarr. De hecho, creo que, en este punto, se han fijado bastante en el ‘Loveless’. Es decir, que las baterías están en un segundo plano, las guitarras crujen, y las voces suenan nebulosas y etéreas. Algo que se puede apreciar en “Portraits”, la canción que abre el álbum llevando el shoegaze a mundos más acelerados -no hay que olvidarse que vienen del punk-. O en esa “Around” bañada en un mar de guitarras contundentes. Además de en algún experimento como es “Turned Away”, en el que se les va la mano con el sonido lo-fi, y de un par de interludios que juegan con mundos más ambiental.

Lo que más me gusta de este álbum es que, de vez en cuando, se salen del sonido puramente shoegaze para meterse en otros mundos. Es el caso de “Planted”, una barbaridad de canción en la que tiran hacia un sonido mucho más pop y mucho más luminoso. Algo que también se deja ver en “Through Nights”, aunque sí es cierto que aquí no pueden evitar meter alguna guitarra más sucia. Y si nos vamos a “Brood”, vemos que también saben acercarse al indie-rock de aquella época. Y muy bien, por cierto. Incluso en esa “Iris” que cierra el disco, y que empieza como un tema clásico de shoegaze, les da un arrebato y se dejan llevar por una faceta más acelerada y melódica en su segunda parte.

7,7

Cut Worms – Cut Worms

No sé cómo se me ha pasado hasta ahora un artista como Cut Worms. Este proyecto liderado por el norteamericano Max Clarke lo tiene todo para gustarme. Porque, si sois un poco seguidores del blog, ya sabréis que el pop de raíces sesenteras es una de mis debilidades. Y a este chico se le da maravilla. De hecho, con su segundo trabajo, tuvo un éxito relativo y muy buenas críticas. Así que, tras escuchar su nuevo álbum, no he tenido más opción que rendirme ante su música.

Cut Worms’ sigue en la misma línea retro que su predecesor, pero aquí hay algún pequeño cambio. Empezando por la duración. Aquel disco contenía diecisiete canciones y se iba más allá de la hora y cuarto. Algo que también hacia que se dispersara un poco más y fuera un tanto más ecléctico. Sin embargo, en este álbum homónimo, ha recortado hasta poco más de la media hora y tan solo cuenta con nueve canciones. Lo que es todo un acierto, porque estamos ante un trabajo más compacto que se pasa en un suspiro. Además, no creo que sea una casualidad que se edite en estas fechas, porque cuenta con un cierto aire veraniego que es una delicia.

Cut Worms deja bien claro cuales son sus influencias desde el principio. Ese pop de los sesenta y setenta que tiene a artistas como George Harrison y The Beach Boys como dos de sus máximos exponentes, es su principal baza. Solo hay que escuchar “Don’t Fade Out” y “Take it and Smile”, que abren el álbum con un tono de lo más alegre. Sobre todo, la primera y su pizpireto piano, que se te mete en la cabeza a las primeras de cambio. No obstante, por aquí aparecen Brian y Michael D’Addario, más conocidos como The Lemon Twigs, que ya sabéis que han sacado uno de los grandes discos de este año. O la estupenda “Ballad of the Texas King”, donde tira hacia un sonido más british. Algo que también se podría decir de “Let’s Go Out On The Town”. Y hay que decir que le sienta de maravilla.  

Lo que más me ha sorprendido de este disco es lo bien que maneja las baladas y los medios tiempos. Se explaya bastante en este tipo de temas, y hay que decir que algunos son una maravilla. Como ese “I’ll Never Make It” en el que, incluso, se va más hacia atrás en el tiempo y se mete de lleno en los cincuenta. O esa “Living Inside” en la que está a medio camino entre el folk y el pop. Y todo esto sin salir de los sesenta, y con la ayuda, una vez más, de The Lemon Twigs. Además de esa “Use Your Love! (Right Now), que casi parece un homenaje a los Beach Boys más tiernos. Aunque deja lo mejor para el final, porque “Too Bad” es uno de esos baladones de estribillo épico absolutamente irresistible, y el mejor cierre posible.

7,9

Blur – The Ballad of Darren

Estoy muy a tope con Blur desde que hace poco más de un mes tuve la suerte de conseguir una entrada para su concierto en La Riviera de Madrid. Y es que, a pesar de que los he visto unas cuantas veces en directo en los últimos treinta años, en ese concierto se dieron unas circunstancias que lo hicieron muy especial. Una de ellas, evidentemente, fue la sorpresa de encontrarse de golpe y porrazo con una banda como Blur en una sala para 2000 personas. Otra, que llevaban una barbaridad de años sin pisar Madrid. Pero, quizá, la más importante, es que venían a presentar su primer disco en ocho años. Aunque luego solo tocaron dos canciones nuevas. Pero bueno, el caso es que el concierto fue brutal.

He estado repasando el anterior trabajo de Blur y tengo que reconocer que, aunque en su día le puse un 8, casi no recordaba ni una sola canción de ese álbum. Y sí, escuchándolo ahora, creo que se me fue la mano con esa nota. Por eso, a pesar de que, como he dicho antes, estoy muy a tope con ellos, voy a tratar de ser comedido con este ‘The Ballad of Darren’. Por cierto, que Darren no es otro que el guardaespaldas de la banda desde hace décadas. Pero también tengo que decir que no me lo ponen fácil. Llevo escuchando este disco de forma intensiva más de una semana y, a pesar de que no es un trabajo fácil en el que predominan las baladas, cada vez me gusta más. Además, luego tenemos esa maravilla de portada con la foto de Martin Parr.

El noveno álbum de Blur no es el típico trabajo de regreso tras un tiempo de descanso largo. Nunca se llegaron a separar y creo que por eso hacen las cosas de forma tan natural. Estas canciones surgieron de la mente de Damon Albarn cuando empezaron a planear los conciertos de este verano. Así, entre discos de Gorillaz y cosas en solitario, Albarn compuso hasta 24 canciones para su banda de toda la vida. Y, como ya he dicho, la gran mayoría son reposadas. Porque, al fin y al cabo, muchas de ellas representan la madurez de una banda que ya lo ha conseguido todo. Y algunas de ellas que son realmente bellas. Es el caso de “Russian Strings”, donde aparecen unos Blur muy cómodos dentro de un pop sofisticado. Y todo para hablar de la “autocracia senil” de Putin. O la delicada “The Everglades (For Leonard)”, que no puede ser más bonita. Aunque es en esa balada medio sintética llamada “Goodbye Albert” donde consiguen el momento más emocionante del disco.

Resulta curioso, pero el tema que menos cuadra en este disco es el tema que precisamente cuenta con el sonido más Blur. “St. Charles Square” es una gran canción que representa el sonido más guitarrero del britpop, y hay que decir que casaría muy bien en cualquiera de sus primeros trabajos. Pero este álbum tiene poco que ver con esos discos. Así, aunque aquí también hay temas directos, no representan el sonido de esa época. Y no pasa nada, porque “Barbaric”, con su toque electrónico y su sonido pop desenfadado, puede convertirse en el gran éxito de este trabajo. Con el permiso de “The Narcissist”, esa preciosidad melancólica con la que adelantaron el disco, y que en su concierto en Madrid ya fue recibida como un hit más. Incluso se dejan una balada épica, y con alma de clásico, como es “The Heights” para cerrar el álbum por todo lo alto.

7,9

Claud – Supermodels

Claud es uno de los mejores ejemplos de que se puede tener éxito haciendo canciones en el dormitorio de tu casa. Con apenas 18 años, llamó la atención de todos los aficionados de eso que llaman bedroom-pop con Toast, el que fue su primer proyecto. Luego ya llegó el cambio de nombre y un tema como “Wish You Were Gay”, que hizo que se convirtiera en uno de los máximos exponentes del pop queer de la actualidad. Algo que confirmó con un notable álbum de debut que, para colmo, fue la primera referencia del sello de Phoebe Bridgers. Y ahora llega el turno del siempre difícil segundo disco.

Supermodels’ es un trabajo que representa la madurez de Claud. Siempre teniendo en cuenta la madurez que puede tener una persona de 24 años. Pero sí es cierto que estamos ante una colección de canciones compuestas desde el propio espacio de Claud. Aquí ya no tiene la seguridad que le propiciaba el dormitorio de su infancia, esto es el mundo real, y toca hablar de ello. Algo que hace como siempre, componiendo temas que casi son entradas de un diario. Lo que, inevitablemente, hace que su música sea de lo más personal. Aunque esto no significa que estemos ante un disco intimista, todo lo contrario, es bastante directo y potente.

Lo bueno que tiene la música de Claud es que, dentro de su universo rock, es bastante variada. Así, aunque los guitarrazos noventeros estén a la orden del día, siempre hay algún ingrediente por ahí que hace que la cosa suene más fresca. Ahí tenemos la estupenda “A Good Thing”, una canción que podría formar parte de los mejores discos de Weezer. Solo que aquí aparece un teclado delicioso que hace que la canción funcione a la perfección. Además, como dato curioso, está inspirada en el actor Paul Rudd, el cual protagoniza su videoclip. Y ojo, porque más adelante encontraremos una canción con su nombre. También tenemos una pequeña joya como “All Over”, donde, inesperadamente, llena su indie-rock de cuerdas. O esa maravilla en clave synth-pop llamada “Wet”, la cual se ha convertido en una de mis canciones favoritas de los últimos meses.

Está claro que no puede negar la influencia de los noventa en su música. Ahí tenemos como prueba evidente “Every Fucking Time”, donde fusila los acordes del “Wonderwall” de Oasis para hacer una bonita balada. O esos guitarrazos pesados, y casi grunge, que aparecen en “Glass Wall” y “The Moving On”. Pero también se acerca a esa década desde una perspectiva más pop, como bien nos muestra en la deliciosa “It’s Not About You”.Y, para ser justos, hay que decir que también sabe lo que es tirar de un sonido más actual. Es el caso de “Climbing Trees”, que lleva su música hacia un pop sintético con bien de autotune. O de “Screwdriver”, el tema final, y todo un baladón con final épico a lo Phoebe Bridgers.

7,7

Life Strike – Peak Dystopia

Ya he cogido la costumbre de lanzarme ante cualquier disco que edite Bobo Integral. El sello madrileño no falla y, poco a poco, se ha hecho con un catálogo en el que hay algunos de los mejores discos de guitarras de los últimos años. Un sitio donde tiene cabida el segundo trabajo de Life Strike, una banda de Melbourne que cuenta con las típicas influencias australianas. Ya sabéis, los grupos del sello Flying Nun como The Chills o The Bats. Pero lo bueno es que le dan su toque personal y lo fusionan con sonidos más post-punk, o con algo de psicodelia. Además, están obsesionados con un mundo apocalíptico, y las letras de sus canciones suelen tirar hacia ahí.

Han pasado cuatro años desde que Life Strike publicaron su álbum de debut. Un tiempo en el que el mundo ha cambiado completamente. Ya no solo por la pandemia, también por lo mucho que ha evolucionado (por llamarlo de alguna forma) tecnológicamente en tan pocos años. Ahora mismo, la inteligencia artificial empieza a formar parte de nuestro día a día, y somos muchos los que miramos con recelo este tipo de avances. Entre ellos los miembros de Life Strike, que en este ‘Peak Dystopia’ nos dejan una colección de canciones en las que hablan de un futuro de lo más jodido que, en parte, está propiciado por eso mismo.

Resulta curioso que la temática del disco sea esa, ya que, en buena parte de este, se deja ver un sonido muy pop, y en cierto modo, alegre. Life Strike manejan de maravilla sus guitarras, que son ultra melódicas y llevan sus canciones hacia mundos muy pop. Incluso las que son un poco más oscuras, como esa “Whip Around” que abre el álbum, la cual cuenta con un pequeño toque post-punk. Un sonido que también protagoniza parte de la estupenda “Giving up the Ghost”. Aunque aquí el culpable es un órgano un tanto tétrico que planea a lo largo de toda la canción. Y si nos vamos a “Dangerous Apparatus” y “Rainbow Telecoms”, vemos que son capaces de llevar su pop hacia sonidos más garage, e incluso punk.

Hay temas que conquistan desde la primera escucha. Y eso es lo que me pasó a mi hace unas semanas con “Downwinders”. Este temazo, que cayó en la última recopilación de novedades del blog, nos muestra a la banda de Melbourne dejándose llevar por una energía de lo más guitarrera y distorsionada. Pero lo bueno es que no pierden la melodía en toda la canción y, además, se hacen con un estribillo absolutamente redondo. Como redondas son sus canciones que nos muestran su lado más jangle-pop. Temas como “Other Side of the World”, que nos deja ver el lado más acelerado del género, o “Tears on Tuesday” y “In Between Worlds”, donde pisan el freno un poco, son maravillosos. Y ojo, porque si nos vamos a “Time Capsule”, podemos comprobar que también saben lo que es hacer pop de lo más ruidoso.

8

Pure Bathing Culture – Roxi’s Dream, Part.1

Me da mucha rabia que Pure Bathing Culture no tengan más reconocimiento. Al dúo de Portland no le va mal, saca discos asiduamente y suele tener buenas críticas, pero no terminan de salir de esa especie de tercera división en la que están metidos. Lo que me parece de lo más injusto, porque su dream-pop es de lo más interesante. Sobre todo, porque no tienen problema en irse hacia mundos más pop, o en fijarse en otro tipo de bandas que no tienen mucho que ver con el género -han hecho versiones de R.E.M., The Pretenders, y hasta el ‘Hats’ entero de The Blue Nile-. Así que siempre es un placer encontrarse con un nuevo lanzamiento suyo.

Como su nombre indica, ‘Roxi’s Dream, Part.1’ es el primero de una serie de lanzamientos en formato EP que irán editando a lo largo de los próximos meses. En este proyecto, nos contaran la historia de Roxi y Neroli, dos amantes de otro mundo que se han perdido por circunstancias que escapan a su control. Una historia de fantasía y ciencia-ficción que cuenta con un acompañamiento sonoro centrado en un pop luminoso y lleno de teclados que, irremediablemente, nos remite a los años ochenta. Algo que no sorprende, porque esto sonido ya se dejaba ver en su anterior álbum, y protagonizaba al completo su último EP.

De las cuatro canciones que forman este EP, dos están contadas desde la perspectiva de Roxi (la primera y la tercera), y las otras desde la de Neroli (la segunda y la cuarta). Así, la historia comienza con “In Gardens Under Evergreen”, donde nos cuentan que Roxi ha desaparecido y Neroli regresa todas las noches al jardín donde se vieron por última vez. Es una delicia de tema a medio camino entre la balada ochentera y el dream-pop que, además, cuenta con un estribillo redondo. Al igual que “City Mirrors”, el corte que viene a continuación, donde ya se meten de lleno en terrenos más animados y synth-pop. Eso sí, en “Neroli Blue” vuelven a bajar el ritmo para entregar un precioso medio tiempo sintético. Y para cerrar todo un sedoso y electrónico baladón llamado “Treasure Pleasure Wonder Gem”.  

7,9