Blonde Redhead – Sit Down For Dinner

Han pasado nueve años del último álbum de Blonde Redhead, pero esto no significa que la banda neoyorquina haya estado parada todo este tiempo. Aparte de alguna gira que otra, Kazu Makino publicó su primer trabajo en solitario en 2019. Además, han tenido un éxito viral algo extraño que ha llevado a que una de las canciones más absurdas de su carrera a contar con 75 millones de reproducciones en Spotify. Y luego hay que contar con los cinco años que llevan preparando las canciones este ‘Sit Down For Dinner’, el cual han grabado en varias localidades de Nueva York y en La Toscana italiana. Así que muy parados no han estado.

Buena parte de la inspiración para crear estas canciones viene de ‘The Year of Magical Thinking’, una especie de meditación de la escritora Julie Didion acerca del fatal ataque al corazón que sufrió su marido en la mesa del comedor una noche que se disponía a cenar. Makino se obsesionó con ese ensayo hasta tal punto que terminó poniendo ese titulo al disco. Que, la verdad, es un poco macabro. Pero, lo más increíble de esto, es que, probablemente, estemos ante la colección de canciones más directa y acogedora de la carrera de Blonde Redhead.

Al igual que la mayoría de sus trabajos hasta la fecha, ‘Sit Down For Dinner’ es de lo más variado. Quizá, por eso, siempre se les pone delante la etiqueta de art-pop o art-rock, pero la verdad es que yo, aquí, me encuentro con una gran cantidad de temas de lo más asequibles. Empezando por ‘Snowman’, el delicado y ensoñador corte que abre el álbum, donde se van a una especie de folk electrónico de lo más interesante. O esa “Not For Me” en la que fusionan el folk con un pequeño toque dream-pop. Algo de lo que también dan buena cuenta en “If”. Y funciona a la perfección. Además de “I Thought You Should Know”, una balada épica que es una auténtica maravilla.

Como es de esperar viniendo de Blonde Redhead, también hay una parte del disco un poco más esquiva. Pero lo cierto es que, incluso aquí, están más directos. Ahí tenemos el pop electrónico dramático y épico de “Kiss Her Kiss Her”. Una electrónica que protagoniza las dos partes del tema principal del disco. Aunque sí es cierto que son muy diferentes, porque la primera es reposada y etérea, y la segunda es mucho más pop y bailable. O el art-rock que aparece en “Melody Experiment”, una canción que, a pesar de tener una estructura extraña, cuenta con una melodía de lo más pegadiza. Aunque también es cierto que, en algún momento, se van por las ramas. Como en “Via Savona”, el extenso, y casi instrumental, tema que cierra el álbum.

8

Roosevelt – Embrace

Hay artistas que, disco tras disco, siempre hacen más o menos lo mismo, pero, por alguna razón, los sigues escuchando. Es el caso de Roosevelt, el proyecto musical del alemán Marius Lauber, que ya lleva una década instalado en la pista de baile más emotiva. Un rollo que, por cierto, vuelve a estar de plena actualidad con el estupendo disco que ha sacado Romy. Aunque hay que decir que el envoltorio de Roosevelt es un tanto diferente y se va más hacia sonidos más propios de los ochenta. En cualquier caso, sus canciones siguen cargadas de emociones. Y más la de este último trabajo que acaba de editar, que cuenta con las letras más personales de su carrera.

Embrace’ es un trabajo creado en muchas partes del mundo. El de Colonia salió del estudio que tiene en su ciudad, y creo estos temas con un pequeño equipo que iba instalando en cada parada de su última gira. No obstante, fue en Barcelona donde se dio cuenta lo mucho que le gustaban las líneas de bajo que tenían los temas disco de los ochenta. Además de la emoción que desprendían esas canciones. Algo de lo que da buena cuenta en este trabajo. Solo hay que escuchar esa estupenda “Luna” que parece sacada de otra época. En parte, también por su guitarra tan Nile Rodgers, con el que, por cierto, hizo una canción el año pasado.

El disco se abre con “Ordinary Love”, una de esas típicas canciones de Roosevelt un tanto balearic que te transportan a esa melancolía cálida que te invade tras el final de un verano perfecto. Y hay que decir que este rollo le sigue funcionando bastante bien. Ahí tenemos “Yucca Mesa”, un instrumental cargado de unos bellos sintetizadores de lo más nostálgicos. O la juguetona “Realize”, en la que se anima un poco más. Además de ese baño de teclados ensoñadores que protagoniza “Lake Shore”, la que se podría calificar como la primera balada de su carrera. Un camino que debería indagar un poco más, porque le sienta muy bien.

Estamos ante un Roosevelt más bailongo y pop. Los bpms de sus canciones han subido de velocidad y ha logrado que éstas suenen más efusivas. Ahí tenemos la esplendorosa “Rising”, en la que se olvida de los ochenta y casi se mete en los 2000. O esa “Paralyzed” llena de arrebatos de teclado de lo más luminosos. Además de ese hit llamado “Forevermore”, con el que te lleva directo a la pista de baile más cercana. Pero ojo, porque esa faceta más pop también hace que baje el ritmo y nos entregue un tema como “Fall Right In”, que tiene una estructura de canción rock. Incluso, de fondo, aparece una tímida guitarra un tanto shoegaze. Aunque no puede evitar volver a la pista de baile más efusiva en “Alive”, el vibrante tema que cierra el disco.

7,6

Worriers – Trust Your Get

Tengo que reconocer que, hasta hace unos pocos meses, no tenia ni idea la existencia de Worriers. Esta banda, que no deja de ser el proyecto personal de la norteamericana Lauren Denitzio, lleva más de una década editando discos. Incluso publicaron uno la pasada primavera, pero lo cierto es que no los tenía en mi radar. Quizá, porque empezaron en una escena más punk que yo no controlo nada. Y es que, por lo que veo, su música se ha ido domesticando hasta adentrarse en un pop-rock que nada tiene que ver con el punk. Solo hay que escuchar su estupendo nuevo trabajo.

Trust Your Gut’ sigue el mismo camino escogido con ‘Warm Blanket’, el disco que publicaron en abril, solo que aquí hay una diferencia importante. Aquel trabajo lo grabó Denitzio en su casa sin ayuda de nadie, y con pocos medios. Sin embargo, para grabar este nuevo álbum, recuperó a sus Worriers de toda la vida, solicitó la ayuda de Franz Nicolay (teclista de The Hold Steady), y se fueron todos a grabar a un estudio. Y eso se nota en el resultado final, porque estamos ante una colección de canciones que suena vibrante y llena de energía. Incluso las baladas, que hay unas cuantas, rebosan emoción.

Estamos ante uno de esos trabajos en los que las letras hablan de adversidades y lo dura que es a veces es la vida, pero lo bueno es que lo hace desde un cierto optimismo. Y eso se impregna en los temas más animados y potentes del disco. Donde destaca especialmente el corte titular. Aquí se va a un pop-rock con un claro sabor a los ochenta, y entrega un himno difícil de evitar. Sobre todo, por ese estribillo marcado por un teclado, y por esa pegadiza guitarra tan sumamente ochentera. Una de las canciones de 2023, sin duda. Y ojo, porque el pop-rock con tintes sintéticos de “Anything Else” está casi a la misma altura. O esa “Charming” un tanto más clásica en la que Nicolay hace de las suyas con las teclas.

Sí se podría decir que, quizá, hay un exceso de baladas. Pero lo cierto es que, muchas de ellas, son notables. Ahí tenemos “Hold My Breath”, que abre el álbum tirando de épica y mostrando su garra guitarrera. Algo que también se podría decir de la potente “I’m Not Mad” o de la inmensa “Back Yard Garden”, dos temas que son puro Springsteen. Pero lo bueno es que también sabe emocionar cuando tira de una faceta más minimalista y sin atisbo de épica. Es el caso de “Cloudy and 55”, una preciosa canción en la que solo necesita un teclado y una tímida batería para tocarte la patata. O esa “Math” contenida y de estribillo nostálgico. Aunque claro, un poco antes de terminar, tiene la necesidad de volver a la potencia y épica guitarrera en “Top 5”. Y bien que hace, porque es tremenda.

7,8

Explosions in the Sky – End

Explosions in the Sky han jugado un poco al engaño con su nuevo disco. Y es que, el pasado abril, anunciaron una gira que atendía al nombre de ‘The End Tour’, la cual, por cierto, pasará por España en noviembre. Lo que nos llevó a pensar que eran unos conciertos de despedida. Pero no, la banda de Austin disipó todas las dudas sobre su separación cuando anunciaron ‘End’, su primer trabajo en siete años. Ellos mismos comentaron que no se trataba del final de la banda, sino el final de algo, ya puede ser una muerte, una relación, o una amistad. Algo que también tiene su parte buena, ya que siempre va a ser el comienzo de algo nuevo.

Creo que no resulta fácil ser una banda como Explosions in the Sky hoy en día. El post-rock es un género que ha dejado de tener mucha presencia en los medios, e incluso en los festivales de rock, que han cambiado su programación para abrirse a cosas más generalistas y pop. Por supuesto, siempre hay excepciones, como la de Mogwai que, con su último trabajo, se llevaron su primer número uno en las listas de ventas británicas. Aunque lo cierto es que lo lograron gracias a esas canciones un tanto más pop que hacen últimamente. Pero los de Austin siguen fieles a su sonido. Y claro, uno tiene que cambiar un poco el chip y volver a los primeros 2000 para meterse de lleno en este disco.

End’ empieza a lo grande con “Ten Billion People”. Aquí sí que aparecen unos Explosions in the Sky metidos de lleno en la actualidad. Sobre todo, por esos teclados que adornan parte de la canción. Además de por la contundencia con la que entra su sección rítmica. Y si a esto le unimos esas guitarras cristalinas y ultra melódicas, las cuales, me tienen totalmente enganchado, damos con la canción de post-rock perfecta. Siguen muy bien con “Moving On”, donde esa potencia de su sección rítmica cobra todavía más protagonismo. De hecho, empieza siendo una canción bastante animada, a la que, si le pones una letra, le puedes quitar la etiqueta de post-rock.

A partir del tercer tema, las canciones empiezan a ser más largas y empiezan a regirse por los cánones del post-rock más clásico. Es decir, que pasan de la calma a la tempestad en el momento más inesperado. Pero también es cierto que, incluso en estos temas, suenan más potentes. Solo hay que escuchar la contundencia con la que entra la batería de “Loved Ones”. Y tengo que decir que, sus guitarras, me han devuelto las ganas de escuchar este tipo de música. Al igual que esa barbaridad de parte final con la que cuenta “Peace Or Quiet”. O el crescendo continuo que protagoniza la estupenda, y contundente, “All Mountains”. Pero también la delicadeza con la que arremeten “It’s Never Going To Stop”, que la verdad es que cierra el álbum de la forma más bonita posible.

7,7

Colored Lights – Colored Lights

A este paso vamos a tener que poner un monumento a Frode Strømstad. El artista noruego lleva casi dos décadas facturando el mejor indie-pop con I Was A King, pero ese es tan solo uno de sus proyectos. Hace poco pudimos disfrutar del segundo trabajo de The No Ones, ese supergrupo que tiene junto a Peter Buck de R.E.M., y Scott McCaughey de los Young Fresh Fellows. Y ahora nos presenta a Colored Lights, una nueva banda que ha formado con varios compatriotas noruegos. Entre ellos, Ole Reidar Gudmestad, que también milita en I Was A King. Aunque eso sí, el disco se lo edita el sello madrileño Bobo Integral. Y ya sabéis que eso es una garantía de, aquí, hay algo bueno.

Evidentemente, el álbum de debut de Colored Lights se va hacia al mejor pop. Como bien dicen en la nota de prensa de su sello, aquí hay algo de la artesanía melódica de Guided By Voices y The Beach Boys. Pero también de la experimentación de Brian Eno y la sinceridad de Palace Brothers. Y es que, en el fondo, estamos ante un disco curioso en el que hay cortes de escasa duración en los que apenas les da tiempo a mostrarnos un estribillo pegadizo y delicioso. Es el caso de los 25 segundos de “Country Please”, una canción que no desentonaría en cualquier disco de Guided By Voices. O de “Wondering Woods”, donde sus guitarras se llenan de crudeza muy melódica. Además de unos interludios algo experimentales como “M.L.O.C.” y “The Ambassador” que, la verdad, se podrían haber ahorrado.

Como no podría ser de otra manera, lo mejor del disco aparece cuando se van abiertamente al pop más luminoso. Ahí tenemos “Worst Game Ever”, que abre el disco dejándonos una melodía de lo más deliciosa y unas guitarras sucias, pero enormemente melódicas. O esa maravilla llena de melancólica llamada “Warm Jets”, la cual cuenta con un teclado un tanto tímido que se te pega como una lapa. Como el de la juguetona “Stabbing Cluds”, que nos transporta a un pop delicioso y colorido. Además de esa “Choke-Bored” que cierra el álbum recordándonos a los mejores Teenage Fanclub.

Su pop no solo vive de guitarras sucias, también son unos alumnos aventajados de la escuela The Byrds. Solo hay que escuchar la delicadeza con la que atacan la deliciosa “Primitive Move”, en la que, gracias a una gran melodía y unas guitarras cristalinas, se ganan tu corazoncito pop en menos de un minuto y medio. Unos ingredientes que, por cierto, también usan en la estupenda “Ashes”. Y si nos vamos a “I Used to Cook”, nos encontramos con que no se les da nada mal acercarse a un sonido más folk y americano. Además, salen airosos del algún fregado en el que se meten. Como el de “Down by the Sea”, donde juegan con la psicodelia y la oscuridad. O el de esa balada llamada “Blue”, la cual se va llenando de suciedad hasta acabar con un sonido roto y sucio. Y hay que decir que funciona.

7,9

Teenage Fanclub – Nothing Lasts Forever

Hace unos días compartí un vídeo en Twitter (X para los del check azul) de unos jovencísimos Teenage Fanclub tocando en un pequeño local ante una muchachada enloquecida que no para de hacer pogos. Era el año 91, y por aquel entonces, la banda escocesa sonaba ruidosa y más noise pop que nunca. Lo que hizo que me entrara un poco de nostalgia y me diera por escuchar unas cuantas veces ‘Bandwagonesque’, el que, a mi juicio, es su mejor trabajo. Y la verdad es que, por un momento, pensé que era una pena que jamás volviéramos a ver unos Teenage Fanclub entregados a la distorsión. Pero no pasa nada, porque han sabido madurar bastante bien y no han perdido su talento compositivo. Y su nuevo disco, el onceavo ya, es una buena prueba de ello.

Nothing Lasts Forever’ es el segundo trabajo de Teenage Fanclub sin Gerard Love, que dejó la banda junto antes de la pandemia. Y hay que decir que, al igual que en su disco de 2021, no es que sea muy acusada su ausencia. Siguen sonando igual que siempre. E incluso diría que un poco mejor que en sus últimos trabajos, ya que la inclusión de Euros Child – el de Gorky’s Zygotic Mynci– a los teclados, le da una nueva vida a sus canciones. Y en este álbum, además, hay que añadir unas sesiones de grabación en directo, ya que solo tenían diez días en el estudio, y la mejor forma de llevar estas canciones a buen puerto era tocando todos juntos. Algo que se nota en el resultado final.

Sí hay que decir que estamos ante un trabajo más reposado y menos arriesgado que el anterior. Y cuando hablo de arriesgado me refiero a que aquí no hay una canción de siete minutos que acaba en un mar de guitarras psicodélicas, como esa “Home” que abría su decimo trabajo. Lo más parecido lo encontramos en “Foreign Land”, que es el tema más animado y psicodélico del disco. Sobre todo, por el órgano de Euros Child. Lo que no significa que hayan llenado el disco de baladas, pero sí de medios tiempos. Algo en lo que no suelen fallar. Solo hay que escuchar “Tired Of Being Alone”, donde se regodean en su pop de guitarras perezosas, pero muy luminosas. O “Back To The Light”, que suena incluso más vibrante. Además de en esa juguetona “It’s Alright”, en la que el piano cobra protagonismo y se animan un poco más.

El propio Norman Blake ha confesado que se hacen mayores y que, inevitablemente, sus composiciones se ven afectadas por esta circunstancia. Quizá, por eso, nos encontramos algunas baladas más sobrias y clásicas de lo habitual. Ahí tenemos “I Left A Light On”, que está coronada por un piano al más puro estilo “Imagine” y por uno de estribillos de armonías preciosas marca de la casa. O esa “Middle Of My Mind” un tanto inofensiva y sosa. Menos mal que para el final se reservan “I Will Love You”, una balada mucho menos típica y más escurridiza, que funciona de maravilla. De hecho, me parece perfecta para cerrar el disco y para cerrar esos conciertos en teatros que darán dentro de poco en España.

7,7

Woods – Perennial

Creo que Woods es una de esas bandas que ha sabido encauzar su carrera con bastante inteligencia y talento. El grupo liderado por Jeremy Earl lleva casi dos décadas en esto y cuenta con una discografía de lo más extensa -doce discos en este periodo de tiempo-, pero su propuesta sigue funcionando a la perfección. Algo que se pudo comprobar en el estupendoStrange to Explain’. Ese disco, que estaba marcado por la paternidad de Earl, nos presentó a unos Woods más delicados, menos psicodélicos, y mucho más pop. Una especie de nuevo rumbo musical que ahora desarrollan en su nuevo trabajo.

Perennial’ es un disco grabado por etapas. En la primera tenemos a Jeremy Earl dando forma a sus canciones con unos pocos loops de batería, una guitarra y un teclado. Una especie de bocetos que, más tarde, desarrollaría junto a Jarvis Taveniere y John Andrews, los otros dos miembros de la banda, en su casa de Nueva York. Y, para terminar, un viaje a California para terminar las canciones en el estudio donde grabaron su anterior trabajo. Quizá, por eso, nos encontramos ante un álbum más variado que su antecesor. De hecho, aunque siguen inmersos en ese sonido más delicado, aquí sí que sacan la garra psicodélica en algún momento. Ahí tenemos la extensa y vibrante “Another Side”, la cual cuenta con una cruda parte final. Aunque sí es cierto que es casi una anécdota dentro del álbum.

Me da un poco de rabia tildar un disco de acogedor, pero hay veces en las que no más remedio. Y esta es una de ellas. Woods se han metido de lleno en un sonido de lo más cálido que, personalmente, me parece irresistible. Ya desde el principio, con “The Seed”, que no es otra cosa que un instrumental marcado por un saxo, dejan ver que han hecho uno de esos que te arropan de la forma más cálida. Es que, incluso se podría decir que hay veces que se meten en terrenos propios de easy listening. Ahí tenemos la preciosa y delicada “White Winter Melody”, donde se dejan llevar por un piano, por un órgano, y por una guitarra con bien de wah-wah. O de “The Wind Again”, en la que fusionan este sonido con una psicodelia de lo más sesentera.

Si hay algo que se le da bien a Woods, son esas canciones de pop en las que Jeremy Earl saca a relucir su delicado falsete. Ahí no fallan. Y la prueba la tenemos en “Between The Past”, toda una preciosidad de canción que, en su parte final, se vuelve algo más intensa. O esa pequeña joya llamada “Sip Of Happiness”, donde bajan un poco la intensidad para entregarse a un folk-pop delicioso. Aunque es en “Weep” donde sacan a relucir su lado más melódico y nos dejan el gran hit del disco. Y ojo, porque no necesitan ponerse efusivos para que sus canciones funcionen. Ahí tenemos esa “Little Black Flowers” en la que muestran una faceta más ensoñadora. O una balada como “Double Dream”, la cual adornan con una pequeña dosis de psicodelia. Y el resultado es excepcional.

7,9

The National – Laugh Track

No sé si realmente necesitábamos un nuevo trabajo de The National tan pronto, pero bueno, aquí está, menos de seis meses después de que publicaránFirst Two Pages of Frankenstein’. Y digo esto porque no es que recibieran críticas muy entusiastas con ese álbum y todavía siguen con su gira de presentación -dentro de un par de semanas tocan en Madrid-. Aunque a lo mejor ha sido por eso mismo, para tratar de hacer resurgir un poco a la banda mientras están en la carretera. El caso es que, de golpe y porrazo, y casi sin avisar, nos encontramos con una nueva colección de canciones de la banda de Brooklyn.

Laugh Track’ nace de las mismas sesiones de grabación que ‘First Two Pages of Frankenstein’. Incluso vuelven a contar con Phoebe Bridgers, que pone su voz al tema titular. Pero no estamos ante el mismo disco. Sí que siguen en esa línea más pausada con la que Matt Berninger se siente tan cómodo. No obstante, él es que tiene que enfrentarse a sus letras marcadas por la depresión y el tedio. Lo bueno es que aquí vuelven a dar protagonismo a la batería de Bryan Devendorf, el que, a lo largo de su carrera, ha sido el motor de sus canciones y en su anterior trabajo prácticamente estaba relegado a las cajas de ritmos. Además, se les nota más libres a la hora de ejecutar sus canciones y hay alguna que otra sorpresa.

El disco cuenta con unos cuantos grandes momentos que hacen que ya merezca la pena su escucha. El primero es “Deep End (Paul’s in Pieces)”, una clásica canción de The National marcada por un espídico ritmo de batería entrecortado. Algo que les sigue funcionando muy bien. Luego tenemos esa “Turn off the House” emocionante y melancólica, la cual también recuerda a sus mejores trabajos. O esa “Space Invader” en la que recuperan su sonido más épico y guitarrero, y que está llamada a convertirse en un clásico de su repertorio en directo. Todo gracias ese crescendo final tan impactante. Pero el momento más interesante del disco llega con “Smoke Detector”, una canción de casi ocho minutos en la que vuelven de pleno al rock. Y ojo, porque prácticamente está compuesta durante una prueba de sonido de un concierto.

La parte mala del disco es que, en algunos temas, siguen con esa uniformidad marcada por un sonido plano y un piano. Y hay momentos en los que eso funciona, y otros en los que termina aburriendo. Resulta interesante en “Alphabet City” gracias, una vez más, a su batería. Aunque también a su escurridizo sonido sintético. Algo que también se podría decir de “Dreaming”, donde le ponen un poco más de ánimo. O de “Weird Goodbyes”, una canción estupenda junto a Bon Iver, que destacaría más en el disco si no fuera porque lleva un año editada. Sin embargo, temas como “Hornets” y “Tour Manager” nos dejan con la sensación de que esto ya lo hemos escuchado demasiadas veces. Afortunadamente, invitan a Rosanne Cash para dejarnos una “Crumble” que los lleva a un sonido más clásico, pero también más interesante.

7,6

Mitski – The Land is Inhospitable a So Are We

Tengo pánico a esos discos intimistas con los que de vez en cuando nos deleitan los artistas. Quizá, es porque soy un poco impaciente, pero me cuesta mucho conectar con un trabajo compuesto íntegramente de baladas. Venga de quien venga. Incluso de Mitski, una de mis artistas favoritas de los últimos años. La norteamericana estuvo a punto de dejar la música hace unos años, pero el contrato con su discográfica se lo impidió. Todo este estrés y angustia acabó reflejado en ‘Laurel Hell’, un estupendo trabajo en el que nos dejaba unos cuantos hits de puro pop. Pero la Mitski de ahora no es la misma que la de hace tres años. Ahora ha renegociado su contrato y goza de bastante libertad -es la gallina de los huevos de oro de su sello-. Lo que se ha traducido en un trabajo reposado, intimo, y de raíces americanas.

The Land Is Inhospitable and So Are We’ es un trabajo formado por canciones que Mitski ha ido escribiendo a lo largo de los años. Así que en él hay un poco de angustia y ansiedad, pero también algo de esa libertad que marca su vida actual. Y para reflejar esto se ha decantado por un sonido más orgánico y cálido. Algo de lo que tiene mucho que ver con los arreglos orquestales escritos por Drew Erickson, el hombre que ha estado detrás de algunos de los mejores discos de Father John Misty y Weyes Blood. Además, para redondear la jugada, ha contado con un coro de 17 personas.

Mitski es una compositora con un talento enorme que sabe llenar sus canciones de pequeños ganchos sonoros que hacen que funcionen. Incluso aunque estas tiren de un sonido clásico que dista mucho del pop o el indie-rock que ha marcado su carrera hasta ahora. Ahí tenemos una “Bug Like an Angel” marcada por una guitarra acústica en la que rompe todo con un delicado coro que entra en su estribillo. O esa “Heaven” cercana al country, la cual se hace más accesible gracias a su bonita orquesta. Algo que también ocurre con la preciosa “I Don’t Like My Mind”. Y si nos vamos a “My Love Mine All Mine”, vemos que le sienta bastante bien sentarse al piano para hacerse con una canción de lo más clásica.

Hay que decir que sí se ven retazos de la Mitski del pasado. Solo hay que escuchar “Buffalo Replaced”, donde rasga su guitarra por encima de la media del disco y se acerca al indie-rock. Aunque eso sí, no tanto como en “I Love Me After You”, el denso tema como el que cierra el disco. Pero también hay bastante de esa épica que tanto juego le ha dado hasta ahora. Ahí tenemos “The Deal”, con su estribillo grandilocuente y su parte final marcada por una sección rítmica que entra como un torbellino. Además de la orquesta potente y vibrante que acompaña buena parte de la estupenda, y escueta, “When Memories Snow”. Una orquesta que también va surgiendo en “Star”, una de esas canciones que no desentonaría en sus anteriores trabajos.

8

DAIISTAR – Good Time

DAIISTAR decidieron formar la banda justo en el peor momento para hacerlo, una semana antes de que empezara el confinamiento por la pandemia. Así, este cuarteto de Austin vio como esa ilusión que se tiene al empezar un nuevo proyecto, se iba a la mierda. Pero, lejos de venirse abajo, decidieron seguir trabajando en sus canciones y esperar el momento oportuno para poder pulirlas juntos. Quizá, por eso, su álbum de debut suena como el de un grupo con una larga carrera a sus espaldas, y no como el de uno que apenas tiene tres años de vida. Aunque eso sí, se podían haber currado un poco más la portada.

Puede que estemos ante el disco de una banda norteamericana, pero sus influencias son puramente británicas. Sus canciones se regodean en la psicodélica manchesteriana de finales de los ochenta y principio de los noventa. Lo que también los lleva a meterse en terrenos shoegaze, y a darle sin descanso al pedal fuzz. A lo que hay que añadir unos cuantos teclados y algunas cajas de ritmos que terminan de darle el toque final a sus canciones.

Good Time’ se abre con “Star Starter”, un tema en el que ya dejan claras sus preferencias musicales. Estamos ante una canción con un ritmo espídico, unas guitarras que rugen, y un lado más pop que estalla en su pegadizo estribillo. Además de la voz etérea de Misti Hamrick, su bajista y cantante. Y así siguen en “LMN BB LMN”, donde, incluso, suenan un poco más crudos. O la estupenda “Tracemaker”, que es algo así como si The Jesus & Mary Chain se hubieran pasado por la mítica Hacienda. Una descripción que también se podría aplicar a la estupenda “Speed Jesus”, donde, además, no se cortan a la hora de utilizar las cajas de ritmos.

Como ya he dicho, DAIISTAR tienen un lado más pop en el que bajan un poco las revoluciones. Aunque no el nivel de distorsión, como se puede apreciar en “Parallel”, el que, probablemente, sea el mejor tema disco. En él, cuentan con los mismos ingredientes que en el resto del álbum, pero aquí, sus guitarras y su psicodelia, se ven superados por un teclado de lo más melódico y pop. Y ojo, porque también saben cuando pisar el freno y entregarse por completo a sonidos más dream-pop. Es el caso de la deliciosa “Purified”, donde incluso les cuesta pisar el pedal de distorsión. O de “Velvet Reality”, el delicado tema que cierra el disco llevándonos al pop de los sesenta.

7,8