James – Girl At The End Of The World
Una de las cosas que menos me gustó del anterior trabajo de James era ese sonido sintético que inundaba todo el álbum. No me terminó de convencer ese intento de hacer rock desde una perspectiva electrónica. No estoy diciendo que esto fuera algo nuevo, siempre han dado bastante protagonismo a los teclados y las cajas de ritmos en su música, pero lo hacían de otra forma. O se iban directamente a la pista de baile (Afro Lover), o hacían delicadas baladas envueltas en un manto electrónico (Fine o We’re Going To Miss You). Ahora continúan por el camino que cogieron en Le Petite Mort, y van un paso más allá endureciendo un poco su sonido.
Dice Tim Booth, que los grupos se quejan de que hacer un segundo disco es muy difícil, pero que es mucho más complicado cuando te plantas en tu tercera década de carrera, y tienes que hacer tu disco número catorce. Quizá, por eso, han decidido hacer un disco con un sonido un poco diferente. Lo malo es que no se han dado cuenta de que este sonido no les viene demasiado bien.
Ayer mismo hablaba del toque más pop que tiene el último álbum de Primal Scream, y hoy del sonido más duro que tiene el de James. Algo que se pone de manifiesto en Bitch, el tema que abre el disco de los de Manchester. Es como si se hubieran intercambiado los papeles, y en esta canción nos encontramos a unos James más oscuros, cercanos a Joy Division (ese bajo), pero sin olvidarse de su parte más pop. Precisamente, esto es lo que no me gusta. No es que hayan perdido su habilidad para hacer un estribillo redondo, To My Surprise, Attention, Catapult y Move Down South demuestran que no es así, pero lo estropean todo cuando inundan sus canciones de guitarras chirriantes, voces distorsionadas, y beats machacones.
Lo mejor de Girl At The End Of The World es cuando suenan mucho más limpios, cuando podemos escuchar una batería de verdad y cuando no hay demasiado envoltorio. Ahí es donde entran las baladas que, como siempre, están llenas de sentimiento y melancolía. Es el caso de Nothing But Love, que es un poco sosa, pero cuenta con el típico arrebato de Tim Booth, algo que siempre funciona. Sin embargo, en Dear John, que es un buen ejemplo de cómo utilizar la electrónica sin resultar cargante, y en Feet Of Clay, está, y están, mucho más contenidos. Estos tres temas son todo un respiro entre tanta aceleración y tanto exceso de producción (Brian, haz algo con ellos, por favor). Al igual que Alvin, una canción en francés, que no es que sea una maravilla, pero tiene un ritmo juguetón (muy ABBA), que resulta interesante.
Para terminar el álbum han decidido sacar a paseo algo de su sonido de siempre. Gracias a esto, podemos escuchar las trompetas en Waking, donde, una vez más, el batería de la banda no tiene nada que hacer, y encontrarnos con los James de toda la vida en el tema que da título al disco.
Es una pena que se hayan empeñado en afear su música con una producción excesiva y llena de cosas sin sentido. James son especialistas en hacer canciones que no necesitan todo eso, y si esconden sus melodías y sus estribillos, su música se queda un tanto anodina.
6,5
Debe estar conectado para enviar un comentario.