Yeah Yeah Yeahs – Cool It Down

Han pasado nueve años desde que los Yeah Yeah Yeahs publicaron su último trabajo. Un tiempo que en el mundo de la música es como si fuera un siglo. Y más con los dos años perdidos que hemos tenido. Aunque también es cierto que tanto Nick Zinner, su guitarrista, como Karen O, han participado en algunas bandas sonoras. Incluso ella sacó un disco en solitario y otro junto a Danger Mouse. Pero la verdad es que ya había ganas de un nuevo álbum de la banda neoyorquina. De hecho, no han perdido su poder de convocatoria, ya que han encabezado los carteles de algunos de los grandes festivales este año. Entre ellos, el pasado Primavera Sound.

Siempre he pensado que los Yeah Yeah Yeahs tenían un problema con la duración de sus discos. Salvo su álbum de debut, que era un trallazo de punk-pop bailable, todos sus trabajos pecan de tener exceso de relleno. Incluso ‘It’s Blitz!’, el que está considerado como su mejor álbum, contaba con algunos temas que sobraban. Por eso agradezco que en este ‘Cool It Down’ hayan ido directos al grano, ya que tan solo tiene ocho canciones y dura 32 minutos. Pero lo bueno es que, en ese corto periodo de tiempo, nos dejan varias facetas de su música. Y hay que decir que están inspirados en todas.

Estamos ante un trabajo que tiene una fuerte inspiración en el cambio climático y en la mierda de mundo que estamos dejando a nuestros descendientes. Algo lógico, ya que, tanto Karen O, como Brian Chase, su batería, han tenido hijos en estos años. Y claro, cualquier persona medio normal que sea padre o madre ahora, habrá reflexionado sobre esto más de una vez. Una reflexión que aparece en “Spitting Off the Edge of the World”, la canción que abre el álbum, y uno de los grandes temas de 2022. En él, aparecen los Yeah Yeah Yeahs más épicos, y con la ayuda de Perfume Genius, y una combinación de guitarras, cuerdas y teclados, consiguen dar con una de esas canciones que te ponen los pelos de punta a la primera escucha.

Musicalmente, nos encontramos con unos Yeah Yeah Yeahs que, en la mayor parte del tiempo, están más contendidos. Así, se dejan llevar por la electrónica, pero de una manera mucho más relajada y ensoñadora. Algo que se aprecia en las bonitas “Lovebomb” y “Blacktop”, donde Karen O prácticamente susurra, en lugar de cantar. Aunque lo mejor de esta faceta llega con “Different Today”, en la que se ponen más luminosos y se hacen con unos beats más contundentes. Aunque la contundencia de verdad llega en la parte de central del álbum. Aquí nos encontramos con una “Wolf” que está pidiendo a gritos un remix para la pista de baile -no puedo quitarme ese teclado asesino de la cabeza-; con la funk “Fleez”, la cual está inspirada en la joven banda neoyorquina ESG (incluso los menciona), y con “Burning”, uno de sus típicos temas de rock abrasivo e inspiración gospel. De hecho, tira bastante de “Sacrilege”, pero la verdad es que es un rollo que les funciona muy bien.

8

De Lux – Do You Need A Release?

Me da mucha rabia que De Lux no sean una banda más conocida. El dúo californiano formado por Isaac Franco y Sean Guerin tiene tanto talento, o más, que muchas de las bandas que nos hacen bailar a diario, pero, sin embargo, no consiguen el reconocimiento y la repercusión que se merecen. Además, logran algo que no es muy normal en la música destinada a la pista de baile, y es que sus canciones encajan en muchas épocas diferentes. De hecho, esta semana, me puesto bastante sus dos discos anteriores, y me he encontrado moviendo la cabeza de un lado a otro casi sin darme cuenta. Algo que también me ha ocurrido con su nuevo álbum.

De Lux venden este cuarto trabajo como su disco más pop, más bailable, y más bonito, pero también como el más abrasivo. Y esto se debe, en parte, a que por primera vez han grabado en un estudio con la banda que los acompaña en sus directos, los cuales no he tenido la suerte de ver, pero al parecer son de los que dejan huella. Pero también porque Guerin ha compuesto muchas de estas canciones al piano. Es más, se atreven a entregar un par de baladas que bajan la efusividad disco con la que cuenta todo el álbum. Y hay que decir que “Morning Misses Me”, una de ellas, es bien bonita.

Do You Need a Release?’ es un trabajo en el que se han fijado más en la nueva ola de principio de los ochenta, y en concreto, en una banda como Tom Tom Club. Algo que no sorprende mucho, porque todo lo relacionado con los Talking Heads siempre ha estado presente en su música. Pero también aseguran que han buscado esa experimentación con la que contaba el ‘Sandinista!’ de The Clash. Y a todo esto hay que añadirle su talento para dar con la canción perfecta de pop bailable. Solo hay que escuchar “They Call This Love”, el luminoso tema que lo abre, y una demostración de lo bien que manejan esas subidas y bajadas tan propias de la música dance. Una efusividad que también muestran en “Validation”, que es un poco más oscura, o en la espídica “On and On (Till the End of Us)”.

Ese mundo más pop resulta evidente en temas como “New Summers” y “What’s Life”, que cuentan con ese juego de guitarras tan funk con el que triunfaron Talking Heads. Es más, en la segunda, Guerin vuelve a hacer de las suyas, y una vez más se convierte en David Byrne. Pero ojo, que también recurren al lado más synth-pop de esa década de los ochenta que nunca se termina. Y ahí es donde entran en juego “Some Things Never Break” y “Act of Defiance”, dos de los mejores cortes del álbum. Aunque el momento más sorprendente llega con “Belong To You”, en la que se meten sin ningún complejo en el pop más mainstream de esos tiempos de llenos de hombreras y cardados. Y hay que decir que funciona muy bien.

7,9

Alex G – God Save The Animals

Alex G ha ido domesticando su música poco a poco, sin necesidad de darse mucha prisa, y dejando que evolucione de la forma más natural. Esto ha hecho que, quizá, algunos de sus seguidores se hayan quedado por el camino, porque, además, es uno de los artistas más prolíficos de la actualidad. Pero si sois de los que esperaban que su lado más asequible y pop saliera a la luz algún día, estáis de enhorabuena. El de Filadelfia ya abrió un camino hacia un sonido más accesible con su anterior trabajo, y aquí se mete de lleno en él. Aunque eso sí, sin dejar de meter su toque ecléctico y personal.

God Save The Animals’ es el primer trabajo que Alex G graba en un estudio. El norteamericano lleva desde los doce años grabando las canciones en su casa, pero esta vez ha preferido contar con un sonido más profesional. Algo que, evidentemente, se nota bastante en el resultado final del disco. Porque, aunque en buena parte del álbum siga tirando de su folk cósmico, ahora suena mucho más profesional. Y hay que decir que le sienta de maravilla, porque canciones como “After All”, “Ain’t It Easy” o “Miracles”, son una pasada. Incluso esa “Immunity” de voz pitufada me ha terminado cautivando. Y ya sabéis que eso de hacer pitufadas con la voz no es lo mío.

Lo bueno de este nuevo trabajo de Alex G es que también contiene más de una sorpresa muy agradable. Es el caso de “Runner”, todo un tema pop en clave acústica con sabor al indie de los 90. O esa “S.D.O.S.” con voces de ultratumba que suena de lo más oscura. Y si hablamos de oscuridad, hay que mencionar “Blessing”, ese primer adelanto lleno de guitarras distorsionadas con el que nos dejó alucinados hace unos meses -me flipa como suena ese teclado final-. Pero también hay algún coqueteo con la electrónica, como esa potente caja de ritmos que aparece de improvisto en “No Bitterness”. O en “Cross the Sea”, donde aporta delicadeza a su folk y consigue uno de los grandes momentos del álbum.

Soy de los que creo que Alex G necesitaba dar con un sonido más profesional y asequible que le hiciese salir de ese toque pop de dormitorio que tenían sus canciones. Y no debo de ser el único, porque está recibiendo muy buenas críticas. Eso sí, lo de las portadas feas se lo tiene que hacer mirar.

8

Peter Matthew Bauer – Flowers

Parece mentira, pero han pasado cinco años desde que Peter Matthew Bauer publicó su estupendo segundo trabajo. El que fuera bajista de The Walkmen inició su carrera en solitario con muchas ganas, pero lo cierto es que hemos sabido muy poco de él en último lustro. Y es una pena, porque creo que es el miembro que estaba llevando mejor la separación/descanso de la banda neoyorquina. O, por lo menos, es el que ha publicado canciones más interesantes que no se salen mucho de su sonido de siempre. Así que es una gran noticia tenerle aquí con un nuevo álbum en el que sigue desplegando todo ese talento que estaba escondido tras un bajo en The Walkmen.

Flowers’ continua donde Peter Matthew Bauer lo dejó hace cinco años. Es decir, que estamos ante otra colección de canciones en la que las guitarras sucias se fusionan con las acústicas y con una sección rítmica en la que no es difícil escuchar algún bongo que otro. Además de un buen manto de teclados. Pero esta vez hay algún cambio que otro. Para empezar, buena parte de las baterías del disco las ha grabado Matt Barrick, su compañero en The Walkmen, que también se ha encargado de la producción. Y según el propio Bauer, se ha topado con un pedal de distorsión que le ha cambiado su forma de tocar la guitarra. Algo que se aprecia de sobra en “The Skulls”, una joya que no desentonaría en cualquier disco de su antigua banda. Pero también en el potente tema que da título al disco, que es una pasada.

Una de las cosas que más me gustan de la propuesta de Peter Matthew Bauer es como lleva su folk psicodélico a mundos más pop. Tiene talento de sobra para coger unos bongos y una guitarra acústica y hacer con ellos una pegadiza canción de lo más melódica. Es el caso de “Mountains on Mountains”, un tema oscuro y triste sobre los recuerdos que se desvanecen que, sin embargo, al final, tiene un cierto punto optimista. O de una canción como “21st Century Station”, que cuenta con un sorprendente ritmo reggae que es una delicia. Aunque en ella, no pierde ese toque lo-fi que tiene su música.

Lo cierto es que Peter Matthew Bauer no necesita muchos efectismos para que sus temas funcionen. Como ejemplo tenemos “Miracles”, una bonita e intensa canción en la que apenas necesita una guitarra, y en la que solo se permite estallar un poco en el estribillo. O “East”, donde se decanta por un sonido más preciosista que, la verdad, le sienta maravilla. Eso sí, para cerrar, prefiere entregar la canción más potente de su carrera. “Chiyoda, Arkansas, Manila” es un corte lleno de subidas y bajadas en el que la batería de Barrick va entrando con una fuerza que no habíamos visto ahora. Además, Bauer canta con una agresividad inédita hasta el momento, y sus teclados rebosan épica. Lo que hace que estemos ante el final perfecto para otro gran disco del norteamericano.

8

Lande Hekt – House Without a View

Me da mucha rabia que artistas que considero que tienen un talento excepcional no cuenten con más reconocimiento. Algo que me pasa con Lande Hekt, la que fuera la parte femenina del grupo de punk Muncie Girls. Su álbum de debut me pareció una de las mejores que colecciones de canciones indie-rock que han salido últimamente, pero, por alguna razón que desconozco, no se le prestó tanta atención como a otras artistas femeninas de este palo. Algunas de ellas bastante más mediocres, por cierto. Y ahora vuelve con un segundo trabajo que corrobora todo ese talento que vimos en su debut. De hecho, se podría decir que es incluso mejor.

House Without a View’ empieza donde lo dejó en su primer disco. En aquel trabajo, Hekt se centraba en su salida del armario y en su vida como persona queer. Y así sigue en “Half With You”, el estupendo tema que abre el álbum con un torrente de guitarras de lo más melódicas. Pero claro, en estos casi dos años que han pasado, su vida ha evolucionado, y esta evolución aparece en algunas letras del álbum. Es el caso de “Cut My Hair”, donde reflexiona sobre cuestiones de género acompañada de una guitarra que casi parece desafinada. O en la delicada y acústica “First Girlfriend”, en la que, evidentemente, habla de la relación que tiene con su novia.

Hay un pequeño cambio de sonido respecto a su primer trabajo. El indie-rock sigue siendo el protagonista, pero ahora es menos contundente. Las guitarras acústicas tienen más protagonismo, y la batería ya no suena tan potente. Esto hace que se haya quitado de encima ese toque algo ochentero que tenían cortes como “80 Days of Rain” y “Whiskey”, y se meta de lleno en terrenos más pop. Y hay que decir que le sienta de maravilla, porque cortes como “Backstreet Snow” y “Gay Space Cadets” son una autentica delicia. Y si nos vamos al tema principal del disco, o a una canción como “Lola”, nos encontramos con el protagonismo de la eléctrica, pero siempre desde un punto más melódico que le da un toque que es puro The Sundays. Algo que ocurre incluso cuando saca la garra o cuando se anima un poco más, como es el caso de las estupendas “Ground Shaking” y “What Could I Sell”.

Lo dicho: si hablamos de indie-rock femenino, la propuesta de Lande Hekt es un valor seguro.

8

Totally Enormous Extinct Dinosaurs – When The Lights Go

Han pasado diez años desde que Orlando Higginbottom, más conocido como Totally Enormous Extinct Dinosaurs, se convirtiera en una estrella de la electrónica con su álbum de debut. El músico británico lo tenia todo para entrar en ese selecto grupo de djs que coparon todos los festivales a mediados de la década pasada. Además de ser requeridos para hacer remixes de grandes estrellas del pop -Higginbottom llegó a remezclar a Lady Gaga, Katy Perry y Sky Ferreira-, pero vio que eso no era lo suyo. Además, tuvo problemas con la bebida propiciados por sus peleas con su sello -al parecer, no ha obtenido beneficios de ese primer disco-. Esta situación le llevó a mudarse a Los Ángeles para desaparecer y centrarse en su vida, pero sin olvidarse de su música. Y eso es lo que hizo hasta la pandemia, que fue cuando empezó a dar forma a este segundo trabajo.

When The Lights Go’ es un disco que nace de todas las composiciones que ha recolectado durante todo esto tiempo -llegó a tener hasta 100-. Algo que, de alguna manera, le ha llevado a repasar lo que ha sido su vida en estos últimos años. Así que, con una selección de 17, se volvió a Reino Unido para pasar la pandemia con su familia, y de paso, terminar de pulir estos temas. Pero Higginbottom es una persona a la que le gusta perderse por el mundo, y estando tan cerca de Portugal, no pudo evitar pasar un tiempo en Lisboa y trabajar en estos temas.

El segundo álbum de Totally Enormous Extinct Dinosaurs es una colección de canciones pop que se aleja bastante de su debut. El músico británico tiene muy claro que no quiera saber nada del oficio de DJ, el cual detesta y pone a parir en cuanto tiene ocasión, y quiere crear canciones que puede llevar al directo con una banda. De hecho, esa fue una de las fricciones que hubo con su sello, que no le proporcionó los medios para hacer una gira en condiciones. Esto no significa que deje la electrónica de lado, todo lo contrario, sigue siendo la protagonista. Pero ahora, con ella, se adentra en el pop más absoluto. Y así consigue dar con unas cuantas joyas de corte ochentero, como es el caso de “Crosswalk”, “Story”, o “When The Lights Go”. Pero también con hits dance con sabor a los noventa, como “Never Seen You Dance” y su pegadizo piano house.

Casi se podría decir que le ha cogido manía a la pista de baile. Y es que, en buena parte del disco, pisa el freno y se entrega de lleno a la balada sintética. Algo que se aprecia perfectamente en las delicadas, y estupendas, “Friend”, “Treason” y “Be With You”, donde sigue de lleno en esos ochenta que nunca se acaban. Pero es que, incluso, se atreve a irse al soft-rock y entregar “The Sleeper”, un delicioso tema que acaba con épico solo de guitarra sintetizado. Sí es cierto que también tiene tiempo de salirse de esa década, pero no del tono reposado y triste que tiene prácticamente todo el álbum. Así, nos deja una genial “Blood in the Snow”, donde habla de que le gustaría tener hijos, pero no en este mundo de mierda. Y ojo que, de vez en cuando, también tiene ganas de volver a bailar. Y ahí es cuando entra en juego un pelotazo como “Sound & Rhythm”.

7,7

Built To Spill – When The Wind Forgets Your Name

Ya he comentado más de una vez por aquí que, últimamente, el indie-rock noventero me da mucha pereza. En parte, porque acabé saturado en su día, y en parte porque es un genero que no ha conseguido evolucionar en treinta años. Pero siempre hay una banda que trastoca todas estas ideas y te hace creer otra vez. Y resulta curioso que sean Built To Spill, que en los noventa publicaron algunas de las obras maestras del género, pero que nunca llegaron a lograr la gloria comercial. Quizá, por eso, Doug Martsch, líder absoluto del proyecto, siempre ha ido a su bola, sacando discos cuando le apetece y sin miedo a experimentar con otros sonidos. Algo que se aprecia perfectamente en su nuevo álbum.

When the Wind Forgets Your Name’ es el primer trabajo de Built To Spill en siete años -si no contamos su homenaje a Daniel Johnston-. Algo que no sorprende mucho, porque, como ya he dicho antes, publican discos cuando les apetece. Además, esta vez, Martsch tenía excusa, ya que, después de grabar su anterior trabajo, su sección rítmica dejó la banda y se quedo solo. Pero no hay mal que por bien no venga, porque gracias a eso encontró a Le Almeida y João Casaes, de la banda brasileña de jazz-rock Oruã. Junto a ellos ha grabado y mezclado estas canciones. Y claro, esto ha influido notoriamente en el resultado final del disco.

Estamos ante un álbum en el que Martsch sigue jugando a ser el Neil Young más eléctrico -hasta su voz nasal es casi igual que la del mítico artista canadiense-, pero ahora hay otros elementos que hacen que sus canciones suenen más interesantes. Así, nos encontramos con un órgano absolutamente retro en “Elements”; con una tímida percusión caribeña en la juguetona “Rocksteady”, o con un acercamiento a los primeros R.E.M. en la estupenda “Spiderweb”. Y todo ellos aderezado con su buen hacer a la hora de crear temas de indie-rock.

Evidentemente, las guitarras potentes, y ese sonido un tanto lo-fi, siguen siendo parte fundamental de su música. Con estos ingredientes, no solo vuelve a conseguir temas redondos, también logra que nos reconciliemos con este género. Ahí tenemos “Gonna Lose”, que abre el disco con una tormenta de guitarras de lo más melódica. O “Never Alright”, donde la melodía y la distorsión se pelean en un duelo de lo más vibrante. Aunque lo mejor llega con esos temas en los que las guitarras acústicas también tienen protagonismo. Estos medios tiempos siempre lo ha manejado estupendamente, y aquí hay ejemplos tan evidentes como “Understood” y “Alright”, que son una delicia. Eso sí, para cerrar, prefiere entregar un inabarcable, e irregular tema, de más de ocho minutos y en el que hay prácticamente de todo.

7,7

Julia Jacklin – Pre Pleasure

Hace un mes que tengo en la reserva el último trabajo de Julia Jacklin, pero al final, con tantas novedades que están saliendo estas semanas, hasta hoy, no he tenido un hueco para comentarlo. También tengo que decir que no es que haya sido muy seguidor de la carrera de la australiana, ya que, aunque sí escuché bastante su segundo trabajo cuando salio, lo cierto es que me había olvidado de ella. Algo que espero que no me pase tras este tercer álbum, ya que tengo que decir que me lo he puesto con asiduidad en el último mes. Y la verdad es que me ha conquistado un poquito.

La artista de Melbourne es conocida por no cortarse a la hora de hablar de ciertos temas en sus canciones. Unas canciones que exploran su sexualidad, la religión, o el daño emocional. Y lo hace con crudeza y de la forma más directa, pero también con bastante sentido del humor. Solo hay que escuchar “Lydia Wear a Cross”, el tema que abre este ‘Pre Pleasure’. En él, Jacklin explora su infancia en la escuela parroquial, donde se pasaba todo el día escuchando la banda sonora de Jesucristo Superstar y rezando a la Princesa Diana. Y con estos ingredientes consigue dar con uno de los mejores temas del álbum.

Musicalmente, estamos ante un trabajo en el que pop-folk de aires setenteros y el indie-rock se van disputando la partida. Y lo cierto es que funciona muy bien en los dos casos. También porque la producción que ha hecho junto a Marcus Paquin (The Weather Station o The National) es estupenda. Algo que se aprecia muy bien en “Love, Try Not Let Go”, una canción que, aparentemente, entra de este mundo soft-pop que tan de moda está últimamente, pero que cambia por completo en su potente estribillo. O en “I Was Neon” y “Be Careful With Yourself”, los cuales muestran su faceta más sucia y cruda, pero también muy pop. Y tengo que decir que son mis favoritos del disco.

Si creo que en su faceta más reposada está un poco más irregular. Cuando adorna sus canciones con arreglos de cuerda (obra de Owen Pallett), todo funciona a la perfección y nos deja cortes tan bonitos como “Ignore Tenderness” o “End Of a Friendship”. Sobre todo, la segunda, donde se va a hacia un sonido sixties que es toda una delicia. Sin embargo, cuando se pone más minimalista y entrega canciones como “Too In Love To Die” o “Less Of A Stranger”, no me termina de convencer. Aunque sí es cierto que el toque intimista le viene bien a la última, ya que nos deja una desgarradora letra en la que disecciona una relación entre una madre y una hija.

7,6

Whitney – SPARK

Whitney es una de esas bandas que con, apenas dos álbumes, consiguió dar con un sonido propio. Su pop con tintes de folk, y bien de falsete, hizo que muchos nos olvidáramos de lo mucho que nos gustaban Smith Westerns, la banda en la que militaban sus dos miembros. Porque, lo cierto es que, a pesar de no ser una música muy fácil de buenas a primeras, y de ser un cambio un tanto radical respecto a lo que hacían con su primer grupo, sí que nos lograron cautivar con su propuesta. Pero claro, llega un momento en el que hay que dar un pequeño giro si no quieres quedarte estancado. Y eso es lo que han hecho en su tercer trabajo -cuarto, si contamos el álbum de versiones que publicaron en 2020-. Otra cosa es que les haya salido bien la jugada.

Se podría decir que el cambio que aparece en ‘SPARK’ ha sido un poco forzado. Todo gracias a, una vez más, la pandemia. El dúo se mudó de Chicago, su ciudad natal, en la que incluso tienen su propia día -el 30 de agosto-, a Portland justo antes de que cerraran todo. Allí se alquilaron una casa y empezaron a componer las canciones de este álbum, pero claro, no tenían todos los medios con los que contaban en Chicago, y ahí es donde empezaron a coquetear con algunas cajas de ritmos y sonidos más sintéticos. Además, según han confesado ellos mismos, en esos días no pararon de ver vídeos de Justin Timberlake y Drake. Pero no os asustéis, que no se han ido por ese camino.

SPARK’ sí que nos trae un cambio en el envoltorio, pero el cuerpo de las canciones sigue siendo más o menos el mismo. El falsete, la delicadeza, y ese toque tan americano que siempre ha tenido la música de Whitney, sigue estando ahí. De hecho, hay cortes que no desentonarían en su anterior trabajo, como es el caso de “BLUE” o “TWIRL”. Pero sí es cierto que buena parte del álbum lo adornan con alguna caja de ritmos un tanto más pronunciada, o con algún teclado que otro. Y con estos ingredientes se sacan de la manga temas como “NOTHING REMAINS” o “NEVER CROSSED MY MIND”, que no suenan nada mal. Aunque sí es verdad que no llegan a conseguir dar con esa emoción que caracterizaba su música.

Curiosamente, donde mejores resultados consiguen, es en los temas en los que se nota más ese cambio. Ahí está “BACK THEN”, una joya que va creciendo, y emocionando, entre un manto de teclados. O “REAL LOVE”, toda una delicia coronada por un bajo potente y por unas cajas de ritmos que se vuelven más bailables. Por no hablar de “MEMORY”, en la que se animan un poco más y se sacan de la manga uno de sus típicos temas de folk-rock. Solo que esta vez cuentan con una pátina sintética que lo envuelve todo. Aunque puede que lo más sorprendente sea su coqueteo que el pop más mainstream en “LOST CONTROL”. Y hay que reconocer que les funciona bastante bien.

7,3

Death Cab For Cutie – Asphalt Meadows

Tiene que ser complicado estar en la posición de Death Cab For Cutie. El grupo de Seattle se convirtió en algo así como el referente de la juventud indie de principio de siglo gracias a sus letras, las cuales se adaptaban a los traumas e inquietudes propias de la gente de esa edad. Algo de lo que tuvo su buena parte de culpa la serie The OC, que los dio a conocer a un publico masivo. Pero claro, esos chavales ahora rondan la cuarentena y, lo cierto, es que los miembros de la banda ya peinan canas desde hace años. Así que, de algún modo, han tenido que adaptarse a esa madurez. Y hay que decir que les ha costado, porque han estado un tanto perdidos e intentando encontrar su nuevo sonido. Pero ahora, por fin, lo han conseguido.

De alguna manera, en ‘Asphalt Meadows’, recuperan el sonido más indie-rock de sus comienzos. Aunque con algunos matices, claro. Porque sí, dejan de lado los coqueteos electrónicos de algunos de sus anteriores trabajos, y, sobre todo, se olvidan de esas producciones llenas de capas que solo lastraban sus canciones. Pero también se puede ver algún detalle nuevo en su música. Como la potencia y la suciedad que le dan a las guitarras en la estupenda “Roman Candles”. O el poso post-rock que tiene la sorprendente “Foxglove Through The Clearcut”. Además de acelerar su propuesta y entregar un tema como “I Miss Strangers”.

El décimo álbum de Death Cab For Cutie funciona porque van directos al grano. De hecho, cuenta con varios singles potenciales. Es el caso del tema titular, toda una joya indie-pop en el que recuperan ese poso melódico y melancólico que les dio a conocer. O la directa y ultra pegadiza “Here to Forever”, un clásico corte de la banda que funciona por su simpleza y por ese estribillo irresistible. Además de la delicada “Pepper”, en la casi se plagian a sí mismos y retroceden a ese pop luminoso que aparecía en algunos momentos de ‘Plans’.

Lo que tampoco puede faltar en un buen álbum de Death Cab For Cutie son sus baladas. Los de Ben Gibbard son unos expertos en tocarte la patata con sus temas más delicados, y por aquí hay unos cuantos en los que, por lo menos, lo intentan. Ahí está la bonita “Rand McNally”, en la que consiguen dar con esa atmosfera perfecta entre la voz de Gibbard y una delicada instrumentación. O la algo más animada “Wheat Like Waves”, que no hubiera desentonado en sus primeros trabajos. Aunque eso sí, en “I’ll Never Give Up On You”, el tema que cierra el álbum, no pueden evitar volver a ese exceso de producción que ha caracterizado sus últimos álbumes. Lo que no impide que estemos ante su mejor disco en más de una década.

7,9