Selección 2015 (3ª Parte)

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Me voy unos días de vacaciones, pero no quería irme sin dejar la recopilación de este mes. Y es que, las últimas semanas han sido un no parar de novedades y adelantos de discos que están por venir. Bandas como Death Cab For Cutie, Blur, o Hot Chip, que han presentado sus potentes nuevos singles, dejando claro que van a por todas con sus nuevos trabajos. O las nuevas canciones de Sufjan Stevens y The Tallest Man on Earth, que son una preciosidad. Por no hablar del single de Passion Pit, que es todo un hit. Además de canciones de grupos y artistas más pequeñitos, como Courtney Barnett, Joanna Gruesome, o los catalanes Grushenka, que han sacado un segundo gran trabajo. Aunque mi tema preferido del mes es ese The House de Le Volume Courbe, en el que Kevin Shields demuestra su buen hacer con la guitarra.

Espero que os guste.

  1. Un mundo feliz / Grushenka 6:08
  2. No Room In Frame / Death Cab for Cutie 4:05
  3. Rock & Roll Is Cold / Matthew E. White 4:14
  4. La Loose / Waxahatchee 3:14
  5. Sleeping in the Backseat / Tigercats 5:24
  6. The House Feat. Kevin Shields / Le Volume Courbe 3:31
  7. Dazed / Suburban Living 2:43
  8. Sunne / Cheatahs 3:23
  9. Silhouettes / Viet Cong 4:13
  10. Go Out / Blur 4:40
  11. Pedestrian at Best / Courtney Barnett 3:51
  12. Last Year / Joanna Gruesome 2:52
  13. What Kind Of Man / Florence + The Machine 3:36
  14. Bottoms Up / Kate Pierson 2:38
  15. Lifted Up (1985) / Passion Pit 4:23
  16. Nothing I Can Do About It / Idlewild 4:48
  17. Sagres / The Tallest Man On Earth 5:14
  18. Cement / Desperate Journalist 3:29
  19. No Shade in the Shadow of the Cross / Sufjan Stevens 2:40
  20. Just Like You / Chromatics 5:17
  21. Meme Generator / Dan Deacon 4:31
  22. Huarache Lights / Hot Chip 5:29

Travis Bretzer – Waxing Romantic

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Si es cierto eso de que copiar es la mejor forma de adular, Mac DeMarco puede sentirse de lo más adulado. Todo gracias a Travis Bretzer, un compatriota que acaba de editar su primer trabajo. Este chico de Alberta, concretamente de Edmonton, la misma ciudad que DeMarco, no puede negar que su vecino ha sido una de sus principales influencias, y que ha buscado un sonido similar para su debut. Aunque según la nota de prensa de su sello, sus influencias principales son Orange Juice y Prefab Sprout, y bueno, algo de eso hay, pero no son los dos primeros grupos que me vienen a la cabeza cuando escucho sus canciones.

Bretzer empezó su carrera hace un par de años, cuando entre jingle y jingle radiofónico (es su dayjob, que dirían los norteamericanos) le dio por hacer canciones. Sus primeros temas eran un tanto más pop y más lo-fi que los de ahora –hay que tener valor para meter la guitarra desafinada que metió en Hurts So Bad-, pero ya dejaba ver su gusto por esa guitarras tan limpias que destacan sobre el resto de los instrumentos, y que tantos buenos resultados le han dado a DeMarco. Algo que también consiguió Bretzer en Low Volt / Debbie, el doble single que sacó el año pasado, donde nos encontrábamos con dos cortes muy animados que estaban bastante bien. Pero en su debut ha cambiado un poco su propuesta.

La gran mayoría de temas de Waxing Romantic se van hacia ese rock perezoso con tintes de folk, y la verdad es que al chico no se le dan mal este tipo de canciones. Como ejemplo tenemos Giving Up, Promises o Good Times, que no tienen nada que envidiar a los temas incluidos en el último trabajo de DeMarco. Lo malo es que, aunque no todo el disco tira hacia ese camino, no se va a quitar la comparación de encima. Para los que quieran ver más allá de esto, tienen cortes como The Bread, que es una auténtica delicia pop, y Lady Red, donde sí es fácil ver esas influencias de Prefab Sprout que comentaban en su sello.

En el fondo es un buen disco, con unas cuantas canciones chulas, y un buen sonido. Y es que, si tienen que salir clones de otros artistas, no está de más que al menos tengan talento.

7,3

Will Butler – Policy

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La primera vez que vi a Arcade Fire, en aquel Primavera Sound de 2005, me sorprendió la versatilidad con la que sus miembros iban cambiando de instrumento, y como casi todos hacían un poco de todo. Uno de los más inquietos era Will Butler, el hermano pequeño del cantante, que debió de tocar los instrumentos que había encima del escenario. Por eso mismo no me extraña que se haya lanzado hacia una carrera en solitario –aunque la gran mayoría de los miembros del grupo tienen otros proyectos-. Además, lo hace como hay que hacerlo, distanciándose del sonido de la banda madre. Sobre todo de la última etapa, la cual, a mí, no me dice demasiado.

Dice la nota de prensa del álbum, que Policy es música americana, y nombra a bandas y artistas tan dispares como Violent Femmes, The Breeders, The Modern Lovers, Bob Dylan, Smokey Robinson, The Magnetic Fields, Ghostface Killah. Es un trabajo un poco ecléctico, en el que hay rock con sabor a los cincuenta, algo de electrónica y delicadas baladas cercanas a la carrera en solitario de John Lennon (otro de los nombres que salen en la nota de prensa). Esto, junto con la corta duración del disco – tiene ocho canciones, y no llega a la media hora- hace que estemos ante un trabajo que se pasa en un suspiro, en el que Butler sabe cómo entretener al oyente.

will butler

Lo primero que nos encontramos en el disco es rock crudo de Take My Side, que a mí me recuerda a esos arrebatos rockeros que le daban a los primeros Arcade Fire. Es una canción que mola, ya que es como si hubiera cogido la parte final del Wake Up, y la hubiera alargado hasta los tres minutos. Es un estilo al que vuelve en What I Want, donde, además, mete una guitarra surf que es una delicia. Incluso se puede ver algo de esto en Witness, el tema final, en el que deja ver la influencia del pop femenino de los sesenta (esos coros del estribillo) en su música. La verdad es que acierta de pleno, y me puedo arriesgar a decir que es el mejor tema del álbum.

Otro punto a favor que tiene el disco, es el uso prudente de la electrónica. Algo que podemos comprobar en la minimalista Anna, un tema que atrapa sin necesidad de recursos efectistas, tan solo una trompeta, un piano y un ritmo de batería tremendamente adictivo. Something’s Coming es el otro tema del disco en el que la electrónica está presente, y donde más se deja llevar por la experimentación. No está mal, pero no me termina de convencer del todo. Prefiero que gaste sus energías en hacer una bonita balada como Finish What I Started, y un tema genial de pop-folk como Son Of God.

Un disco muy interesante, en el que Butler demuestra que en solitario también puede hacer grandes canciones.

7,8

Oldies But Goldies: Close Lobsters – Forever, Until Victory! The Singles Collection

Close Lobsters - Forever Until Victory

Quizá, una recopilación no es el disco más indicado para recuperar la sección los Oldies But Goldies, que en un principio eran trabajos un poco olvidados que merecían mucho la pena. Pero en el caso de Close Lobsters, creo que es mejor tirar hacia su colección de singles. Y es que, como la gran mayoría de grupos de jangle-pop, C-86, e indie-pop en general, cuentan con una gran cantidad de sencillos, y tan solo un par de álbumes (muy buenos, también). Así que, aprovecho su paso por España (estarán tocando el próximo sábado en el minifestival de Barcelona), para dar un repaso a los singles que publicaron en lo que duró su carrera en los ochenta –se volvieron a reunir hace tres años-.

CLOSE LOBSTERS

Close Lobsters fueron uno de los 22 grupos que aparecieron en la famosa cinta del NME que dio nombre a la etiqueta de C-86. Lo hicieron con Never Seen Before, un delicioso tema con coros femeninos, que, casualmente, no era tan sucio y ruidoso como sus otros primeros singles. Es decir,  sus canciones estaban llenas de guitarras cristalinas, melodías aceleradas y buenos estribillos pop, pero no se quedaban ahí. Ahí estaba Going To Heaven To See If It Rains, el primer single que lanzaron allá por 1986, que era un tanto más sucia. Por no hablar de la sensibilidad pop que demostraban en temas tan impresionantes como Skyscraperr of St. Mirin, Let’s Make Some Plans, de la que hicieron una versión The Wedding Present allá por 1992y en la maravillosa In Spite Of These Times (¿su mejor canción?). Además de acercarse un poco al shoegaze en Nature Thing, el último single que grabaron para Fire Records en 1989. Tras él publicaron Just Too Bloody Stupid, en otro sello, pero no duraron mucho más y se separaron.

Los escoceses eran un grupo de indie-pop de manual, y sus singles venían acompañados de caras-b realmente interesantes. Entre ellas algunas versiones, que, por supuesto, también podemos encontrar en esta recopilación. La más destacada es la de Hey Hey My My (Into the Black) de Neil Young, la cual aceleran y convierten en una canción de jangle-pop. Aunque también está muy bien su revisión del Paperthin Hotel de Leonard Cohen, la cual respetan más y la dejan de lo más bonita. Afortunadamente, no son las únicas caras-b que merecen la pena. Ahí está la muy pop Get What The Deserve, que acompañaba el single de Let’s Make Some Plans, o la potente Pathetik Trivia, que estaba incluida en un Ep grabado en directo para Radio 1.

Tan solo fueron cuatro años de carrera (sin contar los dos singles que han sacado tras su reunión), pero les dio tiempo a crear una enorme colección de canciones, que los metió de lleno entre las mejores bandas de indie-pop británicas de los ochenta. Si estuviera en Barcelona este fin de semana, no me los perdería por nada del mundo.

9

Kate Pierson – Guitars and Microphones

kate pierson

Quizá sea mi fanatismo el que dice esto, pero creo que la discografía de The B-52’s ha sobrevivido al tiempo de maravilla, y sigue sonando fresca más de tres décadas después de su primer trabajo. Sus letras locas (hasta ahora nadie más ha convertido en un hit una canción que hablaba de una fiesta protagonizada por animales marinos), unidas a sus ritmos frenéticos, en los que había retazos de surf, rockabilly y psicodelia, les convirtieron en un grupo tremendamente particular. Por no hablar del carisma de todos sus componentes, y el color que le dieron a la escena new-wave de finales de los setenta. Por eso siempre es una alegría encontrarse con un nuevo trabajo de alguno de sus componentes.

Kate Pierson tiene una voz absolutamente reconocible, y es casi imposible no acordarse de su banda cuando la escuchas. O de sus colaboraciones con Iggy Pop (probablemente Candy sea una de mis canciones preferidas de todos los tiempos) y R.E.M., que le dieron popularidad en otras países fuera de Estados Unidos, donde The B-52’s no eran tan famosos. Ahora, muchos años después, debuta con su primer trabajo en solitario, y en él podemos escuchar esa inconfundible forma de interpretar sus canciones, en las que grita más que canta. Acompañada de Sia, que ha escrito algunas cortes con ella y ha producido el disco, y de Nick Valensi, de los Strokes, se ha hecho con una colección de canciones que no suenan nada mal. Las escalas de guitarra de Valensi le dan un toque new-wave que mola bastante, y la verdad es que la producción de Sia no está nada mal. Me han dicho que suena demasiado a ella, pero como solo la he escuchado una vez durante no más de 30 segundos, no puedo decir si es verdad o no.

Guitars and Microphones tiene un comienzo inmejorable con Throw Down the Roses, la que ella misma dice que es un “girl punk anthem”, haciendo así un guiño a la polémica que ha tenido estos últimos meses con Mister Sister, el primer single del álbum. Y es que, al parecer, el Huffington Post tachó el tema de himno transexual, y este colectivo se le echó encima por la imagen que daba de ellos, acusándola de hablar de algo de lo que no tenía idea. Ella ha repetido por activa y por pasiva que este corte no es un himno trans, y parece que al final se ha aclarado todo un poco. Vamos, que lo que había era mucho mal entendido y poca mala intención. Eso sí, la canción es todo un hit y no hay quien se la quite de la cabeza después de un par de escuchas. No es la única, ahí está la genial Bottoms Up, que tiene un estribillo muy strokero maravilloso. También podemos meter en este grupo el tema que da título al disco, que, para mi gusto, y junto a Matrix, es el corte más B-52’s del disco.

Como ya he dicho antes, no sé si Sia suena muy parecido a esto, pero una de las canciones que más me gustan del disco es Bring Your Arms, la cual han escrito juntas. Esta especie de canción ecologista es una pequeña joyita de pop electrónico, en la que Pierson deja claro que ella canta como le da la gana. Para colmo, tiene un vídeo que está a medio camino entro lo kitsch y lo adorable. Lamentablemente, es el único tema más o menos lento en el que está acertada. Las baladas de este trabajo son demasiado sosas y carcas, y no casan nada con el tono desenfadado que tiene el resto del álbum.

No es un trabajo sobresaliente, pero tiene unos cuantos temas que están muy bien, y nos devuelve a una de las artistas más particulares de las últimas cuatro décadas.

7,2

Matthew E. White – Fresh Blood

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Mis prejuicios con las barbas hicieron que pasara en moto del primer álbum de Matthew E. White, ya que pensaba que era un artista de folk más. No podía estar más equivocado, y me he llevado una grata sorpresa al escuchar su segundo trabajo y ver que lo suyo es el soul más clásico. Últimamente estoy muy receptivo a este tipo de discos (¿será la edad?), y no tengo ningún problema en escuchar a músicos que tienen como referencias a Randy Newman, del que White dice que es uno de sus héroes. De hecho, en su último concierto en Madrid, comentó que un día se acercó a su casa para dejarle una de sus grabaciones, pero que Newman nunca le contestó. Si a este ingrediente principal le añadimos algo de rock, y un poco de pop, nos encontramos con un álbum enormemente interesante.

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Un par de minutos de una canción han sido suficientes para que me entraran ganas de escuchar el disco entero. Y es que White ha sido muy listo, y como segundo single ha sacado Rock & Roll Is Cold, un tema que es un hit instantáneo. La fusión del piano con el ritmillo de la canción, junto con los coros femeninos, te atrapan a las primeras de cambio, y, aunque no es nada nuevo, suena tremendamente fresca. Por no hablar de esa letra en la que se atreve a decir que “el rock & roll es frío y que no tiene alma”. Toda una declaración de intenciones con la que deja bien claro que lo suyo es otra cosa. De hecho, yo diría que tan solo hay elementos puramente rock en Holy Moly, y aun así los suaviza con una buena dosis de orquesta.

Me gusta mucho su forma de hacer baladas soul que van subiendo de intensidad poco a poco. Es el caso de Take Care My Baby, el tema con el que abre el disco de una forma deliciosa, o de Fruit Trees, que es un corte que bien podría haber salido en el 75. Pero no son las únicas, también sabe muy bien lo que se hace en Feeling Good Is Good Enough, donde le da un arrebato final que le deja a uno del revés, y en Vision, que también tiene un toque pop cercano a los Beach Boys. Lo que ya no me ha gustado tanto son los temas mucho más reposados, y Circle ‘Round The Sun y Tranquility se me hacen un poco bola.

Fresh Blood es un disco bonito, que tiene una producción excelente, y una buena cantidad de canciones espectaculares. No se puede pedir más.

8

Idlewild – Everything Ever Written

Idlewild

El mundo está lleno de grupos que tenían que haber vendido millones de discos y, desgraciadamente, se quedaron a medias. Uno de ellos son los escoceses Idlewild, que lo tenían todo para triunfar masivamente, pero no lo consiguieron. Tampoco es que fueran un grupo desconocido, y a lo largo de su carrera han sacado algún que otro tema reconocible para el oyente medio de este tipo de música (Actually It’s Darkness, Roseability o No Emotion), pero ninguno llegó a ser un hit. Ahora, tras seis años sin publicar un disco, vuelven con un trabajo un tanto disperso, en el que no logran acercarse a sus mejores tiempos.

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Everything Ever Written es un álbum demasiado largo, al que le falta un poco de pegada. No creo que hayan logrado dar con la producción adecuada (los ramalazos macarras del primer corte no hay por dónde cogerlos), y en él intentan hacer un poco de todo, perdiéndose en varias ocasiones (All Things Different es horrorosa). Pero lo peor es que apenas hay hits que sumar a su lista de grandes canciones. De hecho, yo solo metería Nothing I Can Do About It, que sí es uno de esos cortes con estribillo potente que nos recuerda a los mejores Idlewild. Junto a ella se pueden meter (Use It) If You Can Use It, aunque la alargan demasiado, y On Another Planet, que tiene fuerza y buenas guitarras. La que no metería es Come On Ghost, el último single, que es una canción que está muy bien, pero dista mucho de ser un gran hit. Eso sí, su parte final, tan orquestal, me parece de lo mejor del álbum.

Idlewild siempre han sido unos expertos en hacer grandes baladas y medios tiempos (American English sigue emocionado tanto como el primer día), pero aquí no han logrado dar con la diana para facturar el clásico corte emocionante con buena melodía y gran estribillo. Casi el 100% de las baladas de este disco me parecen un rollo y, en ellas, su cantante ha impregnado mucho de su faceta en solitario, donde se va hacia el folk, y donde solo acierta en Like A Clown. Quizá, también se puede salvar Radium Girl, que no está mal, pero tampoco es para tirar cohetes, y tampoco es precisamente una balada.

Un trabajo decepcionante, en el que solo encontramos a los Idlewild de los primeros años en muy pocas ocasiones, y en el que se han olvidado de lo que es un hit.

6,5 

Primavera Sound 2015: Dan Deacon – Gliss Riffer

dan deacon

Nunca he sido muy seguidor de Dan Deacon, y de su forma de hacer una electrónica caótica y loca, pero siempre hay una primera vez para todo. Gracias a Feel The Lightning, el primer single de este álbum, me he lanzado a escuchar el resto, y tengo que reconocer que me ha parecido muy interesante. Si es cierto que ninguno de los otros cortes del disco tiene ese tufillo pop con el que cuenta el primer tema, pero sí tienen otros muchos ingredientes que atrapan. Además de las estructuras sonoras que fabrica el de Baltimore, que son tremendamente adictivas.

BALTIMORE - Musician Dan Deacon photographed in his studio November 17, 2014

Gliss Riffer está grabado enteramente por el propio Deacon, que esta vez no ha necesitado de ayuda externa para fabricar estas canciones. De hecho, parte de ellas están grabadas durante la gira que compartió con Arcade Fire el año pasado. Es más, si indagas bien en el álbum, te das cuenta de que hay alguna influencia de los canadienses en las melodías épicas de algunas canciones, y en algún que otro estribillo (el de Mind On Fire es más que evidente). La verdad es que ha sido todo un acierto, porque muchas partes del disco son lo más accesibles que ha hecho hasta ahora. Pero no os penséis que ha perdido su lado abstracto, en este trabajo sigue exprimiendo todas las posibilidades que le dan las voces, doblándolas hasta la saciedad, o utilizando todo tipo de pedales y vocoders. Además de llevar hasta el extremo la sección rítmica, y acelerar los beats todo lo que puede. Solo que ahora lo hace desde una perspectiva más llevadera.

Una de las cosas que más me han gustado del disco son sus paisajes sonoros. Sobre todo los de Meme Generator y Learning to Relax, dos canciones muy diferentes, pero muy melódicas. La primera es un corte tranquilo, con una dulce y ensoñadora voz, casi operística, que te atrapa al segundo. Además, Deacon se permite el lujo de hacer de un collage de voces un instrumento más, dejando claro que, por mucho que se deje llevar por un lado más amable de su música, no se va a convertir en un artista convencional. Por el contrario, en la segunda, se va hacia la pista de baile más épica, con un trallazo loco y arrollador, en el que no se olvida de lo que es una buena melodía. Junto a Feel The Lightning, son los dos cortes que más me han llamado la atención, pero no los únicos. También me gusta cómo va creciendo Take it to the Max, hasta acabar en una pequeña rallada, o el toque cavernícola que tiene When I Was Done Dying.

En definitiva, es un trabajo notable, en el que Deacon da un paso más en su música convirtiéndola en más accesible, pero sin perder su toque abstracto y experimental.

7,7

NPR Streaming

25 Canciones: OMD

OMD

Hace poco tuve la oportunidad de ver Synth Britannia, un documental de la BBC sobre la escena de pop electrónico surgida en las islas a finales de los 70 y principio de los 80. En él cuentan con todo detalle como empezaron todos estos grupos que, un buen día, decidieron cambiar las guitarras por los sintetizadores. Por supuesto, uno de ellos, son OMD, que cuentan con varias apariciones en el documental. La banda de Liverpool, formada por Andy McCluskey y Paul Humphreys, fue uno de los grupos más importantes de este movimiento, tanto en el apartado comercial, como en el artístico. A lo largo de los primeros ochenta consiguieron una buena cantidad de éxitos en todo el mundo (en España tuvieron tres número uno), y lograron maravillar a la crítica con su Architecture & Morality, uno de los discos clave de aquella época. Eso sí, a lo largo de su carrera han tenido algún que otro altibajo, pero siempre han sabido remontar a tiempo.

Orchestral Manoeuvres in the Dark empezaron a funcionar como banda en 1979, que es cuando McCluskey y Humphreys se unen tras pasar por varias formaciones locales. Con la vista puesta en Kraftwerk, pero sin olvidarse de la parte pop del asunto, ese mismo año, sacan el single Electricity. Al igual que muchos de los singles de la época, esta canción se llegó a publicar hasta tres veces (una con Factory, y otra con una subsidiaria de Virgin), pero ninguna de ellas llego a ser un éxito comercial. Lo que sí fue un éxito de crítica, y la canción que hizo coger un sintetizador por primera vez a Vince Clarke (sí, el de Depeche Mode, Yazoo y Erasure). Fue incluida en su homónimo primer trabajo, en el que todavía hacían una electrónica minimalista con muy pocos hits. Aparte de Electricity, el único tema que ha sobrevivido bien el paso del tiempo, es la versión maxi de Messages, que fue su primer gran éxito en el Reino Unido. Ese mismo camino lo seguirían en Organisation, su siguiente trabajo, que era bastante oscuro y contenía temas más cercanos a Joy Division que al synth-pop. Es el caso de The Misunderstanding, una canción cruda y oscurísima que tiene muy poco que ver con sus gemas más pop. Y es que, este trabajo, siempre será recordado por tener la que es su canción más famosa, y uno de los grandes éxitos de los ochenta. Sí, estoy hablando de Enola Gay, uno de esos temas que definen el sonido de una época. Como dato curioso, en Estados Unidos, se editó un hibrido de estos dos discos un tiempo después.

A finales de 1981 publican Architecture & Morality, y se convierten en una de las bandas de más éxito en Europa. No solo en Reino Unido, donde el disco alcanzó el tercer puesto en la lista de ventas, también España, donde caímos rendidos a Souvenir y las dos Joan of Arc. Es un álbum mucho más accesible que sus dos primeros trabajos, con muchos más hits, pero en él no se olvidan de su faceta más industrial. Canciones como The New Stone Age o Georgia nos muestran a unos OMD capaces fusionar su lado más oscuro, con el lado más comercial, consiguiendo así, unos cortes de enorme influencia en muchos grupos posteriores. Pero claro, son los OMD de la épica y el estribillo redondo los que destacan en este trabajo. Con Souvenir y Joan of Arc se acercan a lo que fueron en gran parte de sus siguientes trabajos: un grupo de puro pop. Aunque si hay que destacar una canción de este trabajo, esa es la otra Joan of Arc, la que bautizaron como Maid of Orleans. Es un tema sublime, que contiene una de las melodías más reconocibles de los ochenta. La combinación de su ritmo en plan vals, el inconfundible mellotron, y sus tres violines, logran que a uno se le pongan los pelos de punta. Fue la canción más vendida en Alemania en 1982, y número uno en varios países. Además, muy merecidamente.

Tras el éxito de Architecture & Morality, el dúo prefiere no acomodarse, y para su siguiente álbum deciden volver al tono más experimental. Una vez más, en Dazzle Ships, cuesta encontrar un par de singles directos y puramente pop. Tan solo Telegraph, Genetic Engineering, y Radio Waves logran entrar en esta categoría, y aun así, están más cerca de su faceta industrial, que de su faceta más pop. La influencia de Kraftwerk vuelve a ser dominante, y su empeño por utilizar todo tipo de sintetizadores raros e irse por las ramas, hizo que de él un trabajo tremendamente influyente para unos cuantos grupos posteriores (en aquella época recibió críticas muy dispares). De hecho, hay muchos críticos que señalan a este disco como una de las influencias más grandes de OK Computer y Kid A, de Radiohead -no sé qué opinará de esto Thom Yorke -. Lo más curioso es que el disco fue un éxito comercial y en nuestro país de pandereta llegó a estar el número tres de la lista de ventas.

Sin apenas un respiro, en la primavera de 1984, aparece Junk Culture, y con él, el enésimo giro de su carrera. En este trabajo aparecen por primera vez los OMD más amables, y con un sonido mucho más sintético, muy de la época. Cambian los sonidos industriales por las palmas pregrabadas, los ritmos más bailables, e incluso una pequeña influencia de la música caribeña (All Wrapped Tour suena a un Paul Simon de segunda). Esto no convence mucho a los críticos que ven como una banda con personalidad como ellos, se empeña en meterse en un sonido que no les va nada bien. Aun así, y a pesar de su producción tan Stock, Aitken & Waterman, consiguen salir airosos en temas como Tesla Girls, Locomotion y Talking Loud And Clear.

A mediados de los ochenta, el grupo ya cuenta con una gran cantidad de seguidores en Estados Unidos, y se lanzan de lleno a este mercado. Su arma principal se hace llamar Crush, y con su portada, en la que el artista Paul Slater se fija en un pintor tan norteamericano como Hopper, lo dejan bien claro desde el principio. Su sonido se acerca al pop de sintetizadores que tan de moda estaba al otro lado del charco por aquella época, y gracias a canciones como So In Love y Secret (dos temazos como un piano), consiguen una enorme popularidad entre los adolescentes inadaptados norteamericanos. Gracias a este trabajo consiguieron que John Hughes les llamara para hacer el tema principal de Pretty In Pink, uno de los mayores clásicos del cine de instituto de los ochenta. Hughes no se equivoca, y McCluskey y Humphreys le entregan la enorme If You Leave, que entra directa al Top 5 norteamericano.

Lo más normal es que tras el éxito de If You Leave, OMD siguieran en la cresta de la ola, pero no. Sus dos siguientes trabajos pasan un tanto desapercibidos y solo consiguen un poco de éxito con (Forever) Leave and Die, que es una cursilada de canción, y Dreaming, un corte que metieron en su recopilación de singles de 1988. Tras estos fracasos, Paul Humphreys huye despavorido y deja solo a Andy McCluskey, que no da señales de vida hasta 1991, cuando aparece con un disco llamado Sugar Tax. Contra todo pronóstico, el disco contiene dos o tres temas notables, y se convierte en un éxito que despacha tres millones de copias. La culpa de esto la tienen Sailing On The Seven Seas y Pandora’s Box, los dos singles principales del álbum, y sus dos mejores canciones en mucho tiempo. Sobre todo la primera, que es inmensa. Lo malo es que el resto del disco no está a la altura, y McCluskey se sale del tiesto una buena cantidad de veces. Algo que, desgraciadamente, también hace en sus dos álbumes siguientes.

La aventura en solitario de McCluskey duró hasta 1996, que fue el año en el que decidido finiquitar la banda y dejar a OMD fuera de juego. Pero como vivimos en la época en la que todos los grupos vuelven, en 2010 dan la sorpresa y sacan un nuevo trabajo con la banda original. De History Of Modern no hay ninguna canción en esta lista, pero no porque no me guste, es porque no está en Spotify. De hecho, me parece un disco notable y una vuelta muy decente donde hay temas que están muy bien, como New Babies: New Toys o Sister Marie Says. Eso sí, me gusta mucho más Metroland, el disco que sacaron hace un par de años, donde veíamos a los mejores OMD en canciones como la propia Metroland (puro Kraftwerk), Night Café, Helen of Troy (tirando hacia Joan of Arc), y ese pedazo de hit llamado Dresden.

No sé si estarán preparando canciones nuevas, pero sí que están haciendo conciertos, y los tendremos en la próxima edición del Primavera Sound. Una gran noticia, ya que tuve la oportunidad de verlos hace unos años, y están en muy buena forma.

Primavera Sound 2015: Viet Cong – Viet Cong

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Hoy aprovecho el texto que escribí hace unas semanas para otra web, y os dejo el disco de Viet Cong, uno de los grupos que más me apetecen de la próxima edición del Primavera Sound.

Desde hace unos meses el nombre de Viet Cong ha aparecido en los medios especializados de todo el mundo, que se han rendido ante su post-punk contundente y oscuro. La banda canadiense, que cuenta en sus filas con dos miembros de Women –grupo que lamentablemente se disolvió tras las muerte de su guitarrista–, ha dado una nueva vuelta de tuerca al rock de guitarras pesadas y contundentes. Ya habían dado un primer aviso en Cassette Ep, la cinta con la que se dieron a conocer el año pasado.

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Su álbum de debut no entiende de canciones convencionales, y sí de estructuras sonoras. A lo largo de los 37 minutos que dura, nos encontramos con bajos pesados, teclados oscuros y guitarras que recuerdan a bandas de la vieja guardia gótica, como Bauhaus. No hay cortes resultones y de pegada fácil y desde el primer momento, con Newspaper Spoons, avisan de que no se lo van a poner fácil al oyente. Sus guitarras ruidosas, más propias de los disco más esquivos de Sonic Youth, y su pesada sección rítmica, no son los mejores ingredientes para empezar un disco. Muchos dejarán de darles una oportunidad a las primeras de cambio, pero eso sería cometer un grave error. Por suerte, tras el primer corte nos ofrecen Pointless Experience, que junto con Silhouettes, nos presenta la cara más amable de su música. Aunque a estas alturas hacer post-punk y conseguir sorprender no es nada fácil, ellos lo consiguen. Seguro que los miembros de esa banda neoyorquina que toma su nombre de la Policía Internacional venderían a sus madres por conseguir un par de temas como los anteriores para su último trabajo.

Siete cortes pueden parecer pocos para un álbum, pero esto tiene una explicación. Los de Calgary disfrutan haciendo temas largos, y son capaces de meterte tres canciones totalmente diferentes en uno de ellos. Además, no se cortan un pelo y, cuando menos te lo esperas, cambian de estilo a lo bestia. El caso más evidente es March of Progress, donde pasan de la contundencia y oscuridad que inunda todo el disco, a una claridad que no asoma por el resto del disco. No contentos con eso, deciden acabar la canción a lo grande, acelerándola al máximo y consiguiendo que uno acabe en un torbellino sensorial. Y no es el único tema que tiene una estructura extraña. El disco lo cierran con los impresionantes once minutos de Death. Aquí empiezan flojitos, con unas guitarras casi pop, pero van subiendo de intensidad y metiendo, por momentos, más distorsión, para acabar pisando todos los pedales a mitad de canción. Aunque no es nada nuevo, hacía muchos años que no escuchaba una tormenta eléctrica tan bien llevadas. Por si esto fuera poco, terminan la canción cambiando de tercio, haciendo un hit de post-punk acelerado y contundente.

Cuando le das unas cuantas vueltas a un disco y no tienes ninguna necesidad de saber cuál es el single, es que estás ante algo muy grande. Yo, en esta crítica, ni siquiera he hablado de él, así que ya podéis sacar conclusiones.

8,1