Kim Gordon – The Collective

Creo que ya ha quedado claro que Kim Gordon es la componente de Sonic Youth que más ha experimentado en su carrera fuera de la mítica banda neoyorquina. Primero, con ese dúo de art-rock llamado Body/Head, en el que dejaba ver su predilección por las guitarras densas y ruidosas. Y más tarde con un debut en solitario en el que, aunque seguía experimentando, mostraba una actitud menos esquiva. Incluso dejaba algún estribillo curioso por ahí. Una carrera que recupera ahora con un segundo disco que resulta bastante sorprendente. Y lo es por el uso constante de las cajas de ritmos, que no es que se acerquen al trap, es que están muy dentro de este rollo.

Los más viejos del lugar se acordarán de que Chuck D de Public Enemy aparecía en ese mítico “Kool Thing” de Sonic Youth. Un coqueteo con el hip-hop que ya nos mostraba las inquietudes musicales que tenían los miembros de la banda. Pero Kim Gordon ha ido mucho más allá en este ‘The Collective’. Aquí ha partido directamente de una base trap para crear el resto texturas sonoras. Y todo por culpa de Justin Raisen, su productor. Al parecer, Raisen, había estado componiendo canciones para Playboi Carti, uno de los grandes del trap actual, pero una no le cuadraba del todo para Carti y sí para Kim. Esa canción era “BYE BYE”, que acabó convirtiéndose en algo así como el eje del álbum.

El disco tiene dos ingredientes claros: una base sucia de trap y unas guitarras crudas y distorsionadas. A partir de ahí, Kim Gordon va creando canciones que resultan de lo más sorprendentes. Y no creo que sea que porque estamos ante una artista de setenta años que está haciendo una música más innovadora que muchos artistas cincuenta años menores que ella. Creo que lo es porque ha sabido meter su esencia y actitud dentro de este sonido. Y la prueba la tenemos en ese “BYE BYE”, donde hace una canción oscura, y diría que hasta malrollera, de una lista de cosas para viajar. O en “I’m a Man”, en la que se transforma en un señor de lo más toxico. Además de en esa “I Don’t Miss My Mind” donde, incluso, se podría decir que está un poco más melódica.

Si es cierto que el uso constante de esa base puede hacer el disco un tanto repetitivo. Pero también sabe cuando cambiar un poco de rumbo. Así, en “The Candy House”, se pone un poco más oldschool y deja un poco de lado la suciedad de sus guitarras. Todo lo contrario que en “Trophies” o “It’s Dark Inside”, donde la furia de las guitarras casi se come una base que está de lo más saturada. Y en esa onda sigue en “Psychedelic Orgasm”, una de las canciones más extrañas del álbum, pero también uno de los pocos momentos en los que aparece algo de luminosidad. Aunque sea una voz rara y pasada por un vocoder. Eso sí, para cerrar, entrega “Dream Dollar”, donde vuelve la oscuridad y la suciedad más absoluta.

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