The Smile – Wall Of Eyes

¿Se puede decir ya que Thom Yorke y Jonny Greenwood están en su mejor momento en años gracias a The Smile? Los dos miembros de Radiohead han encontrado una especie de retiro espiritual fuera de la banda madre en este proyecto que nació para romper el hastío de la pandemia, y hay que decir que les ha venido de maravilla. Aunque, para ser justos, también hay que echarle parte de la culpa a Tom Skinner, el batería que pone el ritmo a sus composiciones. La cuestión es que, ahora mismo, me das elegir entre los últimos discos de Radiohead, y los dos de The Smile, y me quedo con los segundos sin dudarlo un segundo. Y me juego la mano derecha a que somos unos cuantos.

Wall of Eyes’ llega con una novedad importante. Y es que, por primera vez en años, no aparece Nigel Godrich en los créditos. El productor ha estado involucrado en prácticamente todo lo que han hecho Radiohead y sus miembros en las últimas dos décadas y media. Pocas veces no ha estado a los mandos, y una de ellas fue en la banda sonora que hizo Yorke para la película ‘Suspiria’. Ahí se encargaba de la producción Sam Petts-Davies, que, precisamente, es el que está detrás del sonido de este álbum. Quizá, porque estamos ante un trabajo que se acerca más a ese ambiente cinematográfico que tanto les gusta -no hay que olvidar que Greenwood es un aclamado compositor de bandas sonoras y que cuenta con un par de nominaciones a los Oscar-.

El segundo trabajo de The Smile no apuesta por un comienzo fácil. El tema principal, y el que abre el disco, es una especie de bossa nova reposada que va cogiendo forma a medida que van pasando los minutos, pero no llega a romperse del todo. La cosa se queda en un lamento más agudo de Yorke y en unas cuerdas que entran con bastante delicadeza. Y con esa delicadeza y templanza siguen en “Teleharmonic”, una preciosa canción que, al igual que su predecesora, va subiendo de intensidad, pero nunca se sale del camino trazado. Son el aperitivo perfecto para “Read The Room” y “Under Our Pillows”, dos temas más rock en los que las guitarras cuenta con más protagonismo. Y tengo que decir que hacía años que Greenwood no sacaba un sonido tan guay. Sobre todo, en la primera, que tiene un riff que te atrapa de inmediato.

Hay tantos sonidos e influencias en este segundo trabajo de The Smile, que es casi imposible nombrar todo lo que les ha inspirado. Pero sí que se puede decir que manejan mejor que nunca su lado más jazz en un tema como “Friend Of A Friend”, toda una delicia en la que el piano se aliena con la voz de Yorke como hacía años que no lo hacía. Y ojo con esas cuerdas que entran casi al final, que son una pasada. Aunque no tanto como en “Bending Hectic”, el tema estrella del disco. Gran parte de sus preciosos ocho minutos se desenvuelven reposadamente y sin sobresaltos, pero, pasados los cinco minutos, las cuerdas chirrían y entra una potente guitarra que lo rompe todo. Eso sí, tras esta barbaridad, prefieren volver a la calma y cerrar el disco con una “You Know Me!” envuelta en un piano y unas cuerdas.

8,1

Damon Albarn – The Nearer The Fountain, More Pure The Stream Flows

Desde que Blur empezaron su primer descanso, allá por 2004, Damon Albarn ha hecho lo que he la dado la gana. Algo que, musicalmente, le honra. Quitando Gorillaz, que se convirtieron en un pelotazo inesperado, el artista de Londres se ha centrado en unos proyectos muy personales y que se salen completamente de lo que llevó al éxito en los noventa. Incluso en su primer álbum en solitario, que estaba a medio camino entre su faceta más étnica, y el lado más bucólico de Blur. Y así sigue en el segundo trabajo bajo su nombre.

The Nearer The Fountain, More Pure The Stream Flows’ es algo completamente diferente a lo que Damon Albarn tenía pensado en un principio. De hecho, no iba a ser su segundo álbum en solitario, sino la banda sonora para un proyecto de un festival de arte francés. Pero llegó la pandemia y la cosa cambio. Las horas muertas en su estudio de Reikiavik le inspiraron para crear una colección de canciones que giran en torno a la melancolía y tiempos mejores. Es más, el tema titular, está inspirado en la reciente muerte del músico Tony Allen, uno de sus mayores colaboradores.

Estamos ante un trabajo muy personal en el que Damon Albarn no busca intencionadamente un single directo con el que pueda vender esta colección de canciones. Lo bueno es que, accidentalmente, da con unos pocos. El primero es ese “Royal Morning Blue” coronado por una caja de ritmos casi bailable. Un tema en el que no se desprende la melancolía que inunda todo el disco, pero en el que pone un poco más de esperanza al asunto. Luego tenemos la delicadeza de “The Tower of Montevideo”, en la que, con gran acierto, fusiona su lado más pop con el toque jazzy que tiene buena parte del álbum. Pero lo mejor llega en “Polaris”. Aquí vuelve a mandar un ritmo repetitivo que va subiendo de intensidad y estalla junto a una tormenta de saxos. Uno de los temas de este 2021, sin duda.

No estamos ante un disco fácil, pero si ante uno que te deja una buena sensación tras escucharlo. Principalmente, porque, aunque las canciones no son directas, sí que tienen ingredientes que hacen que funcionen. Puede ser una caja de ritmos vintage como la de “The Cormorant”, o un ataque sonoro como el de “Combustion”. Y si ya se encima se pone tierno, es capaz de dejar dos baladones bien bonitos como “Daft Wader” y “Darkness To Light”. Además, la segunda tiene un regustillo soul que es una delicia. Y, para terminar, “Particles”, que podría ser la “canción rara” de un disco de Blur.

7,5