Seablite – Lemon Lights

Con todas las bandas de shoegaze y noise pop que salen a lo largo del año, es casi imposible acordarse de las que sacaron su debut hace cuatro temporadas. Algo que me ha pasado con Seablite, un grupo de San Francisco que me encandiló con su primer trabajo en el verano de 2019. Pero claro, si no le das continuación a tu propuesta, al final terminas en el olvido. Afortunadamente, han sacado tiempo para componer unas cuantas canciones y entregarnos su segundo trabajo. Y digo afortunadamente, porque manejan de miedo el sonido guitarrero británico de finales de los ochenta y principio de los noventa.

Adentrarse en ‘Lemon Lights’ es como un viaje en el tiempo a la escena indie británica del siglo pasado. Incluso en el plano visual, porque no pueden negar que el diseño de su portada remite a esa época. Pero es su sonido el que más nos transporta a esos años. Las guitarras sucias, pero muy melódicas, el toque ensoñador, y esa voz tan pop bañada en una capa de reverb, hacen que inmediatamente nos acordemos de Lush o Ride. No obstante, Mark Gardener, guitarrista y compositor de estos últimos, se ha encargado de masterizar el disco. Además, hay que decir que, no solo se les da bien recuperar este sonido, también son bastante eclécticos a la hora elegir sus influencias. Lo que hace que estemos ante un disco de lo más entretenido.

Se podría decir que la música de Seablite cuenta con un par de facetas algo diferenciadas. Por un lado, aparece un mundo mucho más pop y melódico, como el de “Smudge Was a Fly”, el estupendo corte que abre el álbum. O el de la deliciosas “Faded” y “Monochrome Rainbow”. Unas canciones que, evidentemente, beben bastante de Lush, la que debe de ser la influencia más evidente del álbum. Pero, como ya he dicho, no se quedan solo en una influencia. A lo largo del disco también encontramos algún tema de noise-pop, como esa maravilla llamada “Pot Of Boilling Water”; un shoegaze contundente y lleno de guitarras densas que aparece en “Drop Of Kerosene”; otro más melódico y luminoso que se deja ver en “Frozen Strawberries”, y hasta un tema como “Orbiting My Sleep”, que podría pertenecer a los Cocteau Twins más ambientales.

La gran novedad de este segundo álbum es el viaje que, en unas cuantas canciones, se pegan a Manchester. No sé si tendrá algo que ver la mano de Gardener que, aunque es de Oxford, sí que absorbió muy bien ese sonido en algunos temas de Ride. El caso es que resulta de lo más evidente en un corte como “Melancholy Molly”, donde sus guitarras sucias se fusionan con una sección rítmica bailable. O de “Hit The Wall”, en la que siguen exactamente el mismo camino. Aunque de una forma un poco más pop, eso sí. Y si nos vamos a “Laughing Sounds”, vemos que también saben añadirle una pequeña dosis de psicodelia a este sonido. Todo un acierto que aporta frescura al disco.

7,9