Walt Disco – The Warping

Siempre que nos fijamos en la new-wave y en los new-romantics de principio de los ochenta nos acordamos de bandas como Duran Duran o Spandau Ballet, las cuales nos mostraban la faceta más comercial de esa escena. Pero también había muchos grupos que se dejaban llevar por un sonido y por una estética más arty. Como The Associates, que nos mostraban un pop de lo más teatral marcado por la voz profunda de Billy MacKenzie, su cantante. Un sonido en el que se adentran sin complejos Walt Disco, una banda escocesa -como The Associates-, que obtuvo bastante reconocimiento con su debut. No obstante, estuvieron nominados a varios premios de la música escocesa y han girado con Simple Minds, OMD, o Primal Scream. Aunque lo más sorprendente es que Tilda Swinton dijo que era su grupo favorito.

Walt Disco se han tomado más molestias a la hora de componer y grabar este ‘The Warping’, ya que, debido a la pandemia, su álbum de debut lo grabaron en sus respectivas casas con los pocos medios que tenían. Aquí han podido grabar en diferentes estudios y de una forma más profesional. De hecho, uno de ellos fue el de Phil Manzanera, guitarrista de Roxy Music. Una banda que, evidentemente, también es una de sus grandes influencias. Y esto ha repercutido bastante en su sonido. Aquellas primeras canciones rebosaban electrónica porque era lo único con lo que contaban en ese momento, pero esto es otra cosa. Las baterías, las guitarras y los instrumentos analógicos en general, están a la orden del día. Además de una buena cantidad de cuerdas. Lo que sí que no ha cambiado son sus letras, que siguen explorando su identidad queer.

Entiendo que, de buenas a primeras, la música de Walt Disco resulte un tanto chocante. El punto tan teatral e intenso que tienen muchas de sus canciones chirria un poco al principio, pero lo cierto es que se le coge pronto el punto. En parte, porque saben lo que es hacer un hit. Ahí tenemos esa maravilla llamada “Come Undone”, donde se animan con un estribillo épico y un piano bailongo. O el tema principal, donde llevan su rollo arty a mundos muy melódicos y pop. Además de “You Make Me Feel So Dumb” y su acercamiento a los sonidos funk y disco. Y no me puedo dejar “The Captain”, donde se entregan por completo al pop celta para hablar de la masculinidad toxica. O la estupenda “Gnomes” y esa influencia tan evidente que tiene de Sparks.

Una de las cosas que me ha llevado a escuchar este trabajo de Walt Disco es que nombraban a The Blue Nile como influencia. Y ya sabéis que eso es un imán para un servidor. Además, no es una declaración gratuita, porque si nos vamos a “Black Chocolate”, nos encontramos con un estupendo tema sintético que no desentonaría en esa obra maestra llamada ‘Hats’. Incluso se puede ver algo de la banda de Paul Buchanan en “Jocelyn” o “Weeping Willow”, que sí es cierto que son más intensas y épicas, pero algo de su elegancia sí que tienen. O en la deliciosa y más pop “Pearl”, en la que aparece una contención que les sienta muy bien. Eso sí, para cerrar, no se cortan un pelo a la hora de tirar de épica y entregan una “Before The Walls” en la que se apuntan a la teoría de cuanto más, mucho mejor.

Cola -The Gloss

Después de la intensidad de los últimos trabajos de The Decemberists y John Grant necesitaba un disco que estuviera formado por canciones sencillas que evitaran a toda costa las complicaciones. Algo que he encontrado en el segundo disco de Cola. La banda de Montreal, que nació en 2019 de las cenizas de Ought, ya me conquistó con su álbum de debut, donde se iban sin complejos al post-punk. Esa etiqueta de la que ahora todos los grupos reniegan. Y en esas siguen en su nuevo álbum. Aunque sí tengo que decir que se les ve un poco más luminosos y melódicos. Lo que siempre es un acierto.

The Gloss’ es un trabajo que han grabado en directo en el estudio los tres miembros de la banda. Porque, según ellos mismos, querían capturar la energía de tres personas tocando en una misma habitación. Algo que también hacían Acetone, la formación de rock alternativo de Los Ángeles que publicó varios discos en los 90. Y su gran influencia en este trabajo. Algo que chocará a sus seguidores, porque el grupo californiano hacia un rock muy tranquilo que, incluso, tenía algún toque folk. Pero también contaban con una sección rítmica que, aunque se regodeaba en la simpleza, resultaba muy efectiva. Y en eso es en lo que se han fijado Cola. Solo hay que escuchar un tema como “Pulling Quotes”, que tiene muy poco, por no decir nada, de post-punk. Y hay que decir que es una de las mejores canciones del disco.

Ese sonido más reposado que han buscado para este álbum se aprecia muy bien en otros temas del disco. Ahí tenemos una canción como “Nice Try”, que se acerca más al Dunedin Sound que a otra cosa. Una influencia que ellos mismos han confesado. O en esa “Bitter Melon” final y su ritmo repetitivo, el cual no llega a explotar en los seis minutos que dura la canción. Algo que sí hacen sus guitarras. Incluso se podría decir que también buscan esa simpleza en la sección rítmica de “Keys Down If You Stay”, que sí se puede meter perfectamente dentro del post-punk, pero también tiene un cierto toque juguetón que hace que suene diferente.

Cola ya demostraron con su álbum de debut que son unos expertos en hacer temas marcados por unas guitarras entrecortadas y una de esas voces que casi hablan más que cantan. Algo que aquí perfeccionan. En parte, porque se les ve mucho más melódicos. Ahí tenemos la inicial “Tracing Hallmarks”, que cuenta con un estribillo que se acerca más a Pavement que a otra cosa. O la enérgica “Down To Size” y esas guitarras brillantes que la protagonizan. Incluso en “Pallor Tricks”, que nos muestra su faceta más acelerada y post-punk, aparece un mellotrón que le da un toque muy melódico a la canción. Eso sí, luego tenemos un tema como “Bell Wheel”, donde no se salen ni un ápice del post-punk.

John Grant – The Art Of The Lie

John Grant es una artista de lo más irregular. El norteamericano me conquistó del todo con dos sus primeros trabajos, sobre todo con ‘Pale Green Ghost’, que era una autentica maravilla. Luego pegó un pequeño bajón con ‘Grey Tickles, Black Pressure’, un disco extraño que no tenía mucho sentido, aunque sí un single estupendo junto a Tracey Thorn. Más tarde se vino arriba con ‘Love Is Magic’ y nos dejó una colección de canciones de pop desenfado que molaba bastante. Pero, tres años después, decidió que tocaba ponerse serio de nuevo y entregó el aburrido ‘Boy From Michigan’. Y ahora regresa con un trabajo en el que intercala esa faceta más desinhibida y electrónica, con su lado más íntimo y denso. Lo que nos lleva a otro trabajo un tanto irregular.

Como todos los discos de John Grant, ‘The Art of the Lie’ está lleno de letras muy personales que suelen recalar en lo que difícil que es crecer siendo homosexual en una familia ultracatólica. Así, nos encontramos con una canción como “Father”, donde a lo largo de siete minutos mantiene una especie de dialogo con su padre en el que se lamenta por no poder ser el hombre que quería que fuera. Y con todo, es un medio tiempo electrónico que suena triste y, a la vez, esperanzador. Quizá, porque el que está equivocado es el padre y no él. Nada que ver con la oscura y tétrica “Daddy”, donde se pone en la piel de su yo infantil para recordar que se sentía como un pecador por ser lo que era.

Estamos ante un disco claramente dividido en dos partes. La mejor, sin duda, es en la que se desmelena y decide irse hacia un funk sintético de lo más molón en el que, por cierto, se empacha de vocoder. Aunque hay que decir que lo hace de una forma bastante inteligente. Porque a esa bailonga “All That School For Nothing” que lo abre, le viene de maravilla. Al igual que a la estupenda “It’s a Bitch”. Una canción que, curiosamente, me ha recordado bastante a la etapa ‘Nightclubbing’ de Grace Jones. Y si nos vamos a “Meek AF”, nos encontramos con un extraño tema electrónico en el que carga contra todos esos que utilizan la biblia para justificar sus ideas intolerantes.

Cuando se decide por las baladas la cosa se pone más irregular. Sobre todo, porque le gusta explayarse y hacer canciones que se van más allá de los siete minutos. Y claro, algunas le funcionan, y otras no. Sí que le sale bien en “Marbles”, que tiene un punto más electrónico y una parte final llena de épica y emoción. O en la onírica “Mother and Son”, donde consigue atraparte con un precioso estribillo un tanto new-age. Y si nos vamos a “The Child Catcher”, nos encontramos con una vuelta al sonido de su primer disco que no está nada mal. Lo peor llega con “Laura Lou” y “Zeitgeist”, los dos temas que cierran el álbum, que no son otra cosa que un aburrimiento soft-rock en el que vomita vocoder. Nadie los echaría de menos si no estuvieran en el disco.

The Decemberists – As It Ever Was, So It Will Be Again

Han pasado seis años desde el último trabajo de The Decemberists. Un disco en el que grupo de Portland se metió de lleno en un sonido sintético y con influencias de New Order y Depeche Mode que pilló por sorpresa a sus seguidores. Aunque la verdad es que no estaba nada mal. Lo malo es que no les fue muy bien y metió al grupo de Colin Meloy en una especie de retiro que ahora rompen. Y lo hacen volviendo al pasado, ya que estamos ante un álbum en el que no hay ni rastro de electrónica y sí mucho folk y pop de cámara. Además, lo hacen con toda la calma del mundo y dejando que cada canción se desarrolle de forma natural. No obstante, el tema final, es una epopeya sonora que se va a los 19 minutos.

As It Ever Was, So It Will Be Again’ no es un disco fácil. Para empezar, es el trabajo más largo de su carrera. Y luego está plagado de temas tranquilos y reposados que necesitan de unas cuantas escuchas para conquistar al oyente. Sobre todo, porque no son las típicas canciones con ganchos fáciles. Pero The Decemberists son muy listos y saben cómo empezar un disco para que, de buenas a primeras, capte la atención de sus seguidores. Así, lo primero que nos encontramos en este álbum, es con “Burial Ground”, una de esas joyas marca de la casa en las que se sacan de la manga una melodía sublime. Además, de unas guitarras a lo The Byrds que son una delicia. Y para rematar, se hacen acompañar de James Mercer, el de The Shins. Eso sí, es el único tema de este palo que hay en todo el álbum.

Se podría decir que estamos ante uno de los discos más eclécticos de The Decemberists. Solo hay que escuchar la festiva y bailonga “Oh No!”, una canción que no desentonaría en un disco de Calexico. De ahí pasan a “The Reapers”, un medio tiempo muy teatral al que le meten una flauta travesera que le da un punto un tanto celta. Siguen con “Long White Veil”, que no es otra cosa que una de sus típicas canciones en las que el folk, el pop y el country se dan la mano. Además, una de las buenas. Y si saltamos al último tramo del álbum, nos encontramos con una “Born to the Morning” en la que sacan un poco las garras y se ponen un poco más rock. O con una juguetona “America Made Me” en la que sacan su lado más orquestal para dar con una gran canción.

El problema más grave de ‘As It Ever Was, So It Will Be Again’ es su parte central. The Decemberists se han dejado este espacio para meter una serie de baladas que, juntas, te llevan un poco al tedio. Porque hay algunas que no están nada mal. Es el caso de “The Black Maria” y su emocionante parte final. O de la intima “All I Want Is You”, en la que solo necesitan una guitarra acústica, una trompeta de lo más tímida, y la voz de Meloy para dar con un tema precioso. Lo malo es que todas seguidas hacen que el disco pegue un buen bajón. Pero hay que pasar este tramo y llegar a su final, porque ahí aparecen cosas tan interesantes como “Tell Me What’s on Your Mind”. O la extensa “Join in the Garden”, donde hay folk, algo de electrónica, bastante épica, y tres minutos finales que parecen sacados de un disco de Rush.

This Is Lorerei – Box For Buddy, Box For Star

No cabe duda de que el último trabajo de Water From Your Eyes fue una de las sorpresas más agradables de 2023. Un disco extraño, ruidoso, a veces sucio, y otras veces más electrónico, que dejó con la boca abierta a muchos. Además, metió en una liga superior al dúo neoyorquino formado por Rachel Brown y Nate Amos. Los cuales, como ya sabéis, tienen unos cuantos proyectos paralelos más. Y uno de ellos es This Is Lorelei, que no es otra cosa que el alias que utiliza Amos para su carrera en solitario. Un proyecto con el que lleva más de una década subiendo grabaciones a su bandcamp, pero con el que nunca había publicado un álbum. Hasta ahora, que entrega la que, oficialmente, es su primera colección de canciones.

Box For Buddy, Box For Star’ nace de una revelación que tuvo Amos en Stonehenge mientras estaba de gira con Water From Your Eyes. Una revelación que, básicamente, consistía en dejar de fumar marihuana tras quince años de habito diario. Y parece que le sentó bastante bien, porque estamos ante un trabajo en el que las canciones son directas, claras, y muy melódicas. De hecho, salvo unas pocas canciones que se centran más en sonidos más folk o bluegrass -el padre de Amos era musico de este palo-, el resto es de lo más pop. Es más, el propio Amos ha confesado que Blink 182 le salvaron la vida y le enseñaron a valorar las canciones rápidas, pegadizas y simples.

El primer disco oficial de This Is Lorelei empieza jugando al despiste. “Angel’s Eye” es una delicada balada bluegrass que echará para atrás a los que vienen buscando un álbum de pop. Un inicio arriesgado que, sin embargo, termina funcionando bien. Sobre todo, porque es la primera muestra de que la propuesta de Amos es bastante ecléctica. Algo que se va mostrando a lo largo de todo el disco. Solo hay que escuchar una delicada balada al piano como es “My Boy Limbo”. O el tema principal, donde se va a un folk-pop de lo más juguetón y entretenido. Además del pop algo psicodélico y con sabor a los sesenta que se deja ver en “Two Legs”.

Su faceta más pop y directa también es algo ecléctica. Amos ha compuesto y grabado todo lo que suena en este disco, lo que le ha llevado a utilizar todos los recursos que tenía. Y claro, en esta situación, una caja de ritmos es de lo más útil. Así, casi nada más empezar, nos encontramos con un tema sintético y delicioso llamado “Perfect Hand”. Un sonido que también se deja ver en “Dancing in the Club”, una canción bastante chula que, la verdad, es que suena como si Blink 182 se hubieran pasado al synth-pop. Lo bueno es que también sabe cuando dejar de lado la electrónica y entregar canciones de indie-rock de lo más contagiosas. Es el caso de la strokera “I’m All Fucked Up”, donde, por cierto, habla de desmayarse y sangrar por la nariz en Madrid. O de esa ultra pegadiza y luminosa “An Extra Beat for You and Me” que cierra el álbum a lo grande.

Neutrals – New Town Dream

Neutrals es una de esas bandas de la escena de Oakland que cuenta con un sonido totalmente británico. Aunque esta vez hay que decir que está un poco más justificado. Y es que, Allan McNaughton, su líder, es un escoces que un buen día se mudó a la Bahía de San Francisco. De hecho, su álbum de debut, era un trabajo conceptual y autobiográfico en el que nos encontrábamos una primera parte en la que se contaban historias de Glasgow, y una segunda en la que el personaje principal ya se había mudado al otro lado del mundo. Así que es normal que se dejen llevar por ese sonido. Además, por aquí también está Lauren Matsui, una de las integrantes de Seablite, otra estupenda banda de esa zona que puede evitar fijarse en la música británica de hace tres o cuatro décadas.

Al igual que su álbum de debut, ‘New Town Dream’ también es un trabajo conceptual. Y esta vez se queda en Reino Unido, ya que estamos ante un disco que cuenta historias cotidianas de la clase trabajadora durante la época de Thatcher. Así que por aquí nos encontramos canciones que tratan de conductores de autobús, de maestros sustitutos con sueldos precarios, o de gente comiendo kebabs. Y todo con ese peculiar sentido del humor que tienen los escoceses y que McNaughton no ha perdido. Unas historias que, evidentemente, necesitan un envoltorio musical acorde con la época. Y nada mejor para esto que irse al jangle-pop, el C86 y a grupos como The Wedding Present o The Pastels.

New Town Dream’ se abre con el tema titular, que no es otra cosa que una pequeña introducción con un ligero sonido reggae. Pero lo tiros no van por ahí. Salvo ese tema, y esa pequeña locura rave que se marcan en “How Did I Get Here”, aquí lo que predominan son las guitarras aceleradas, las melodías pop, y unas secciones rítmicas vibrantes. Por eso resulta bastante fácil compararles con The Wedding Present. Aunque tampoco importa mucho que suenen demasiado a la banda de David Edge, porque se les da muy bien este sonido. Ahí tenemos temas tan chulos como “Wish You Were Here” o “Stop The Bypass”, los cuales nos muestran su faceta más acelerada. Aunque siempre desde el punto de vista más pop. Al que se aprecia muy bien en otros temas del disco como “Last Orders” y “Leisureland”.

Me sorprende mucho que Philip Benson, el que fuera bajista de los punkis Terry Malts y de los poperos Magic Bullets, haya dejado Neutrals tras el primer disco. Sobre todo, porque por aquí hay bastantes temas que tiran ambos sonidos. Así, aparece un lado más jangle-pop en “Travel Agent’s Windows”, que es una autentica delicia llena de guitarras ultra melódicas que solo se alteran un poco en su estribillo. O en la también estupenda “Chaos At The Jasmine”. Además de en esa “Steven Proctor, Bus Conductor” en la que Matsui se marca unos coros deliciosos. Y si nos vamos a “Substitute Teacher” nos encontramos con un sonido más cercano al post-punk de aquella época. Algo que también se aprecia un poco en la juguetona “Phantom Arcade”. En cualquier caso, salen airosos de ambas facetas.

Nat Harvie – New Virginity

Nat Harvie lleva unos cuantos años editando discos de forma bastante independiente y casera. Pero su propuesta tiene una particularidad. Y es que, aquí no hay nada de bedroom-pop y sus composiciones suenan con una calidad digna del mejor estudio. Esto tiene una explicación, ya que Harvie también trabaja como ingeniero de sonido y cuenta con una buena cantidad de amigos que le sirven de ayuda a la hora de conseguir unos sonidos que requieren algo más de profesionalidad. Algo que se puede comprobar en su último trabajo, donde encontramos varias colaboraciones. Además, una de ellas de lujo, ya que aquí se encuentra uno de los primeros temas en los que se ha involucrado Alan Sparhawk de Low tras la trágica muerte de Mimi Parker.

New Virginity’ es un trabajo muy personal que muestra una especie de renacer musical de Nat Harvie. De ahí ese título tan esclarecedor. Y es que, tras un primer trabajo en el que nos mostraba un pop-rock muy americano, y un segundo disco instrumental y casi ambiental junto a Cole Pulice, ahora vuelve con un álbum en el que hay folk grandilocuente, pero también electrónica y algo de pop. Lo increíble es que no puedes meterlo en ninguna de esas tres categorías. Además, sus letras son bastante personales y nos muestran facetas de su vida, como una dieta para cenar basada en cigarrillos y manzanas, o una relación con un hombre con barba que le deja los labios hechos polvo cuando hacen el amor en la cama de su abuela.

Estamos ante un bonito disco que se pasa en un suspiro. No obstante, tiene ocho canciones y no llega a los 27 minutos. Pero no es por eso. Harvie sabe meterte en su mundo desde “Sun”, la etérea y escueta canción que abre el disco. Es una introducción perfecta que hace que cojas con ganas “Shovel”, el tema que viene a continuación. Y que no es otra cosa que una balada que se activa en su parte final con una batería potente que se hace acompañar de un saxo. Obra de Pulice, por cierto. Un sonido muy pop y directo que se acentúa en la estupenda “Cigapple”. Sí, la canción de la insana dieta nocturna. O en esa preciosa “Cheap” que podríamos meter dentro de la indietronica. Además de en “Easy Song” y su precioso final ensoñador.

Curiosamente, la propuesta de Nat Harvie se enrarece un poco más cuando aparecen los colaboradores del disco. Ahí tenemos “Shugarboy”, que es una especie de canción dream-pop marcada por unas baterías y unas cajas de ritmos que van a su bola. Y esto lo hace con la ayuda de Brent Penny y Lillie West de Lala Lala. Pero mucho más extraña y diferente es “Red”, el tema donde aparece Sparhawk tocando la guitarra y haciendo coros. Es un corte con un ritmo potente y bailongo al que le añaden ruidos extraños, un saxo intrigante, y una especie de aura de mal rollo. Y hay que decir que es una pasada. Eso sí, para cerrar el disco, vuelve al pop grandilocuente y entrega “Weak Leg”, una canción en la que cuenta como tuvo que llevar a su perro al veterinario para que le pusieran una inyección letal.

Strand Of Oaks – Miracle Focus

A pesar de que me gustó bastante ‘Eraserland’, el disco que editó Strand of Oaks en 2019, no me había enterado de que en 2021 publicó otro trabajo. Además, veo que no le fue nada mal. Pero uno no puede estar a todo lo que se edita a lo largo del año. El caso es que Tim Showalter, que es la persona que se esconde tras este proyecto, está de vuelta con un nuevo álbum que le ha llevado casi tres años componer. Y es que, en este periodo de tiempo, ha estado muy ocupado con otras historias. Como su papel de motero en ‘Mayans M.C.’, el spin off de ‘Sons of Anarchy’. Pero también con su nueva faceta de pintor, la cual podéis ver en el cuadro que aparece en la portada del disco. Así que ya es bastante que haya conseguido acabar el disco.

Miracle Focus’ es un trabajo en el que Showalter se ha dejado ayudar por muy poca gente. Tan solo el productor Kevin Ratterman y la cantante Lacey Guthrie, que hace unos pocos coros. Él mismo toca prácticamente todos los instrumentos que aparecen en el disco. Quizá, por eso, aquí aparece un cambio importante de sonido. Y es que estamos ante un disco puramente electrónico. Pero no esa electrónica tímida que siempre se ha dejado ver en los discos de Strand of Oaks. Aquí hay cajas de ritmos que se van a la pista de baile, teclados que lo envuelven todo, y muchas canciones en las que no hay ni rastro del folk que ha marcado su carrera hasta ahora. Incluso hay una pequeña sobredosis de vocoder en uno de sus cortes.

El nuevo álbum de Strand of Oaks nace con una premisa: hacer feliz a la gente. Y nada mejor para eso que irse hacia la pista de baile. Como a la que se acerca en la estupenda “Communication” y sus teclados histriónicos sacados de finales de los 80. Aunque el propio Showalter dice que quería que sonara como las canciones que ponían en las radios del 90. Algo que sí se aprecia bien en la popera y, también maravillosa, “Navigator”, con la que podría hacer uno de esos videos protagonizados por un grupo de bailarines. Pero si hablamos de baile hay que mencionar “Ascend You”. En este tema se mete de lleno en los sonidos más electrónicos y se hace con un ritmo cálido y frenético que te hace mover el pie al primer segundo. Además de un piano puramente house. Y hay que decir que mola bastante.

Aquí hay una influencia importante del hip-hop. De hecho, Showalter menciona a los Beastie Boys. Algo que se nota en algunos ritmos del disco. Como en el que aparece en “Ananda”, que no es otra cosa que una de esas canciones suyas bañadas en teclados ambientales y ensoñadores. Solo que esta vez cuenta con una base un tanto más animada. Un sonido que también se aprecia en la emocionante “Fantasy Wranglers”. Aunque sí es cierto que, en otras ocasiones, se mete de lleno en una electrónica más básica y minimalista. Eso sí, la adorna muy bien con su talento melódico. Ahí tenemos la vibrante “Future Temple”. O esa “Party At Monster Lake” que se acerca más a lo que hacia en el pasado. De hecho, es de las pocas canciones del disco en las que aparece una guitarra. Y lo cierto es que no se la echa de menos.

Kelley Stoltz – La Fleur

Kelley Stoltz ha bajado un poco el ritmo frenético que siempre ha marcado su carrera. El de San Francisco ha sido padre, y claro, uno ya no puede estar girando y grabando discos todo el rato. Además, parte del tiempo libre que ha tenido, lo ha empleado tocando la batería en los conciertos de Robyn Hitchcock y abriendo algunas noches de la última gira de Pavement. Y los otros momentos que ha podido sacar los ha empleado en componer las canciones del que es su disco número 18. Porque, como ya sabréis, es el propio Stoltz el que toca todos los instrumentos en sus discos. Aunque sí es cierto que en este nuevo álbum ha contado con la guitarra del mítico Jason Falkner en dos canciones.

Al igual que sus últimos trabajos, ‘La Fleur’ es otra colección de canciones que se mueve hábilmente entre la psicodelia pop de los sesenta y el post-punk más melódico de los ochenta. Una fusión de décadas y estilos que, en un principio, tienen poco en común, pero Kelley Stoltz la ha ido perfeccionando hasta convertirla en algo que funciona a la perfección. Porque, sobre todo, lo que prima es el punto melódico que tienen las composiciones del norteamericano y lo bien que se adapta a todo tipo de sonidos. Y en este álbum vuelve a estar sembrado.

La Fleur’ se abre con la faceta más psicodélica de Kelley Stoltz. “Human Events” es un tema marcado por unas guitarras densas y algo oscuras, que solo muestra su limpieza en una steel-guitar que aparece por ahí y en un estribillo que entra al final. Es un camino que también sigue en “Losing My Wild”, solo que aquí está mucho más acertado y pop. De hecho, me ha recordado un poco a mis adorados The Fresh & Onlys. Una banda que, por cierto, no sé dónde se habrá metido. Y en esas sigue en la estupenda “Switch On Switch Off”, un tema que tiene una parte final que me vuelve loco. O en esa “Awake In A Dream” tan intrigante y oscura en la que también deja ver un sonido un tanto fronterizo.

Como siempre, lo que más me gusta, es su faceta más pop. Y es que, cuando se va hacia ese mundo, no falla. Ahí tenemos la estupenda “Hide In A Song” y sus guitarras luminosas a lo The Byrds. O ese toque jangle-pop que tiene “Reni’s Car”, la cual podría salir de un disco de los R.E.M. de los 80. Y en esa década se queda en “About Time”, una de las joyas del álbum. Estamos ante un tema elegante con un cierto poso a los Roxy Music de ‘Avalon’, y algo de la oscuridad de Echo & The Bunnymen -ya sabéis que tocó con ellos durante un tiempo-, que es de lo más irresistible. Un sonido que también se deja ver en “Make Believer”, el corte que cierra el álbum mostrándonos su lado más pop y melódico en un estribillo memorable.  

Liz Lawrence – Peanuts

Liz Lawrence empezó su carrera con un disco de pop y folk bastante estándar en el que había algunas canciones notables. Además, con “When I Was Younger” logró dar con un pequeño éxito. Pero tras ese debut aparcó su carrera en solitario para dedicarse completamente a Cash+David, un dúo de música electrónica que sacó un par de EPs a mediados de la década pasada. Y no les fue nada mal. Pero, una vez más, Lawrence decidió cambiar de rumbo y volver a su carrera en solitario. Una carrera que cuenta con una discografía de lo más variada en la que hay pop, indie-rock, o algo de indietronica. Así, hasta llegar a su último trabajo, que es una de esas pequeñas joyas escondidas que salen de vez en cuando.

De algún modo, ‘Peanuts’ nace por consecuencias de la pandemia. Sin conciertos a la vista y ninguna otra forma de ganarse la vida, Liz Lawrence tuvo que dejar Londres en 2020 y volver a su pequeña ciudad en West Midlands. Allí, tras lidiar con una depresión, empezó a conectar con la naturaleza y a ver el mundo de forma diferente. Así, su nueva colección de canciones, habla de un país que está en la mierda más absoluta, de ecología, o de cómo se están perdiendo los espacios públicos de las ciudades y de cómo la gente cada vez está más desconectada de sus vecinos, familiares o amigos.

Para crear las canciones de este disco, Liz Lawrence envío un mensaje al productor Ali Chant (Perfume Genius, Yard Act, Aldous Harding) y le dijo que quería hacer algo que sonara como un encuentro entre Cate Le Bon y Primal Scream. Lo que hace que nos encontremos ante un disco de pop que vira hacia muchos caminos diferentes. Así, nada más empezar, nos deja un “Big Machine” en que la que el rock se fusiona con algo de electrónica y con un ritmo vibrante. Un lado más rock que también aparece en la más calmada, pero absolutamente estupenda, “No One”. O en esa “Oars” de ritmo funk y espíritu guitarrero. Además de en la potente, pero muy melódica, “No Worriers If Not” y sus guitarras cargadas de electricidad. Y de esa “Nitrogen” en la que se puede apreciar una notable influencia del rock de principio de siglo.

Uno de los puntos fuertes del álbum es su variedad. Casi se podría decir que cada canción es mundo, pero, a su vez, todas se conectan muy bien entre sí. Así, entre sus arrebatos rockeros, aparece un tema como “Names Of Plants and Animals”, donde saca una tímida caja de ritmos que llena todo de calidez. Una electrónica que también se deja ver en la arrogante “Strut” y su ritmo bailongo. O en la algo extraña “On Loss and Overcoming Despair”, la cual le da el punto arty al disco. Eso sí, para cerrar, prefiere entregar “Top Level Joy”, todo un baladón de final épico y emocionante.